Algunos cines han reabierto, la apuesta por la tecnología se expresa en una robot que habla, chicas sauditas viajaron a Rusia para apoyar a su equipo en el Mundial y, lo más sorprendente, por primera vez se permitirá que las mujeres se pongan al volante en la única nación del planeta que todavía les impide conducir autos.

En la portada de la revista Vogue Arabia, la bella princesa Hayfa bint Abdullah al Saud aparece en el asiento del piloto de un lujoso automóvil, con estilizados zapatos blancos de tacón alto y manos enfundadas en guantes de piel negra; en la capital, Riad, el Bikers Skills Institute –una pista de carreras de motocicletas– abrió un inédito curso básico femenino y un día a la semana, cuatro chicas hacen piruetas montadas en bestias Harley Davidson; el lunes 4, fueron entregadas las primeras 10 licencias de manejo para mujeres, anticipando en tres semanas la fecha del fin de la prohibición.

Sin embargo, los que insisten en que ellas nunca se dan por satisfechas dirán que los hechos les dan la razón: en redes sociales, se ha levantado una ola de críticas por parte de feministas y defensores de los derechos humanos por lo que consideran es una situación de hipocresía.

Por ejemplo, en Twitter, la foto de la princesa Hayfa ha sido alterada para cambiar su rostro, en distintas composiciones, por los de Loujain al Hathloul, Aziza al Yousef y Eman al Nafjan, tres de 17 activistas por los derechos de la mujer que fueron detenidas en mayo por “poner en peligro la seguridad de la nación”, y a quienes los medios oficialistas califican de “agentes de las embajadas” extranjeras y “traidoras”.

Aunque muchos jóvenes se sienten esperanzados por las reformas, en el reino se mantiene una atmósfera de miedo derivada del ascenso al poder absoluto de Bin Salmán, conocido por el acrónimo de su nombre, MBS.

Los descontentos señalan que, por un lado, se ha acentuado la represión contra la disidencia; y que, por el otro, la mayor parte de las limitaciones que constriñen a las mujeres sigue en pie, incluidas algunas tan anacrónicas como someterse forzosamente a la tutela de un varón –padre, hermano o esposo-, que tiene que tomar por ellas, o al menos aprobar, todas sus decisiones importantes, incluida la de solicitar una licencia para conducir.

 

Un lento camino

Desde su fundación en 1932 al amparo de Gran Bretaña, el Reino de Arabia Saudita ha seguido como doctrina oficial la del wahabismo, una de las sectas más conservadoras del Islam, que impone comportamientos similares a los que eran acostumbrados en los desiertos árabes cuando se fundó esa religión, hace mil 300 años.

Las mujeres lo han resentido especialmente, obligadas a permanecer en sumisión inobjetada hacia los hombres. Ellos tienen la palabra final sobre sus actividades, sus movimientos y su forma de vestir.

La misma princesa Hayfa, en la revolucionaria portada de Vogue Arabia, se cuida de no mostrar ni un milímetro más de piel que la moralmente permitida: la del rostro.

No se les permitió acudir a la escuela hasta 1955 y sólo pudieron ir a la universidad a partir de 1970, cuando se abrió la primera de carácter femenino. La primera alta funcionaria del gobierno fue Nora al Faiz, nombrada viceministra de Asuntos de la Mujer en 2009. Aunque el derecho al voto les fue reconocido en 2011, debieron esperar hasta 2015 para poder presentar candidaturas a cargos de elección, exclusivamente a nivel municipal.

Las primeras protestas en demanda del derecho a conducir se registraron en 1990 y alcanzaron relevancia en 2011, con la campaña que en inglés se llamó #Women2Drive (que las mujeres manejen) de la activista Manal al Sharif.

Una de sus tácticas era infringir la prohibición, a veces grabándose al volante en videos que después subían a internet, otras veces conduciendo en sitios en los que el público podía verlas claramente… y donde quedaban al alcance de la policía.

La sanción solía consistir en llevarlas a estaciones de seguridad y mantenerlas detenidas hasta que llegara su varón tutor a recogerlas, como se hace con los menores de edad. Esto cambió en 2014 cuando Loujain al Hathloul, entonces de 25 años, y Maysa al Amoudi, de 33, fueron recluidas en prisión durante un mes, a cargo de una corte especial para casos de terrorismo. La acusación no era por violar la prohibición de manejo, sino por manifestarse en redes sociales en contra de ésta, lo que representaba, según los fiscales, una amenaza a la seguridad.

La toma del poder

El año siguiente, tras la muerte del viejo rey Abdalá, ascendió al trono Salmán, quien colocó como su mano derecha a su hijo favorito, MBS.
Desde entonces, el príncipe que se promueve como gran reformador ha conquistado un poder político que no había sido visto desde la creación del reino, hace ocho décadas, que se produjo y sostuvo bajo un acuerdo tácito de equilibrio de poderes entre los distintos clanes de la Casa Saúd.

Para alcanzar sus objetivos, MBS detuvo en noviembre y sometió a prisión domiciliaria –eso sí, en las suites de súperlujo de los grandes hoteles- a alrededor de 200 personas que podían constituir obstáculos para él, entre ellos 11 miembros de la familia real, como su tío, el príncipe Mutaib bin Abdalá, hijo del difunto rey Abdalá y aspirante al trono, y el príncipe Alwalid bin Talal, el inversionista más rico del país.

Fueron liberados poco a poco, algunos de ellos tras recibir en sus bellos salones de reclusión a medios de comunicación extranjeros, ante quienes se esmeraron en celebrar la sabiduría del gran MBS, admitir que las razones por las que fueron detenidos eran buenas y reconocer que los trataban con pleno respeto a su aristocrático estatus social.

 

Decisiones unipersonales… y peligrosas

Si los príncipes hombres son tratados como tales aún en desgracia, ocurre lo contrario con las mujeres rebeldes que fueron arrojadas a los sucios calabozos en mayo. De ellas, ocho fueron liberadas; nueve permanecen en detención.

“Están detrás de las rejas cuando deberían estar detrás del volante”, declaró a la prensa Samah Hadid, de Amnistía Internacional.

“El mensaje es ‘no me vengan con ideas, en la realidad ustedes no tienen derechos’”, dijo también Sarah Leah Whitson, de Human Rights Watch, quien añadió que Mohammed bin Salmán quiere resolver qué y cuánto liberalizar, por su voluntad y sin que nadie le sugiera nada: “Yo, el príncipe heredero, soy el que decide si les doy derechos. Ustedes no los pueden exigir”, describe Whitson.

No obstante, la capacidad de MBS de tomar grandes determinaciones está en cuestión. Carente de toda experiencia de gobierno hasta su llegada al poder por pase automático en 2015, ha provocado o empeorado graves conflictos de su país con Catar, Líbano, Egipto, Irán, Irak, Siria y Turquía.

Además de la sangrienta intervención del ejército saudita –junto a sus aliados de los Emiratos Árabes Unidos- en la guerra civil en Yemen. El miércoles 13, sus tropas iniciaron la ofensiva para tomar el puerto de Hodeida, bastión de las poderosas milicias huthíes, su enemigo chiíta.

MBS ordenó el ataque a pesar de que Yemen está sumido en una crisis humanitaria gravísima y de que esta ciudad, de 600 mil habitantes, es la única vía de entrada para los cargamentos de comida y ayuda para la población en peligro. La ONU advierte que esta decisión podría provocar hasta 250 mil muertos: la mitad de los que ha causado la guerra en Siria. Hodeida, advierten las ONG, podría convertirse en la “Alepo de Yemen”.