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Opinión

Con la rienda tensa… y desbocados

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Opinión / Como veo doy

Por: Cliserio E. Cedillo Godínez

Iniciaron las campañas y con ello los eventos de “arranques”, que definen el rumbo del camino a seguir de los contendientes. Es el iniciar una carrera a todo galope o a pausas. 

Deslumbra la superficie, pero el fondo que es lo que importa, tiene sus asegunes.

Leslie Hendricks, que en su apellido lleva la penitencia, paso desapercibida, por más que quiso ataviarse de indígena, en un disfraz que le quedó grande. José Luis Pech llamó la atención por el tono aguerrido de su spot de radio y televisión e

Mención especial merecen los arranques de campaña de Laura Fernández y el de Mara Lezama. Ambos se realizaron en Chetumal “en un tu a tu” digno de resaltar, pero con las siguientes diferencias:

Desde el 0:01 del día 3 de abril, Laura Fernández, arrancó a todo galope, al subir en sus redes sociales un video donde arremetió duramente contra su rival política. Ahí está a la vista el impecable video, en donde se ve a una Laura segura de remar contra la corriente para llegar a la meta del triunfo. Ese mismo tono lo mantuvo en el acto del “Parque del Renacimiento”, donde pronunció un significativo discurso, en el cual se resaltaron sus propuestas de campaña, que fueron bien recibidas por la concurrencia. 

Mara Lezama se vio acartonada en la “Concha Acustica” del parque en donde se desarrolló su evento. Su voz aguda de por sí, se vio amplificada por la simpleza de su discurso, basado en la esperanza, en la 4 T y en la supuesta transformación que trae consigo. Igual abordó, sin mirar a los ojos, el tema de la corrupción galopante, en esas generalidades que nadie, en su sano juicio, considera novedosas. 

Aparte, las vallas que colocaron a su alrededor, que dieron paso libre a los funcionarios de gobierno y dirigentes partidistas, la distanciaron de las personas. Delimitaron espacios: el de los privilegiados y el de los “acarreados” de gobierno, llevados a la fuerza por Yensunni Martínez, presidenta municipal de Othón P. Blanco, quien, por cierto (cuentan algunos líderes chetumaleños), ya había distribuido playeras y propaganda a favor y con el nombre de “Rafa” Marín, cuando éste estuvo a punto de convertirse en candidato a la gubernatura. Ante la confirmación de que iba Mara Lezama, dio la orden tajante que guardaran, tiraran o quemaran esos “utilitarios, dado que la abanderada oficial sería Mara Lezama. 

Cosas de la política.

Abordemos las propuestas planteadas en los eventos de Laura Fernández y Mara Lezama en sus arranques de campaña en Chetumal.

Va el primer análisis:

ASPECTOSMARALAURA FERNÁNDEZ
Discurso El de siempre, sólo que hoy si le puso nombre y apellido a “Ya saben quién”. Además, endilga ese nombre con frases dulzonas relacionadas con la “esperanza” de las mujeres, niñas, adolescentes, y el mensaje de la “transformación” que, según esto, está aconteciendo en favor de los grupos en situación de pobreza extrema.Tono fuerte y con propuestas concretas como instauración del seguro popular; creación del seguro de desempleo; puesta en marcha del plan de seguridad total; programa “Hambre Cero”; guarderías de tiempo completo; plan Chetumal, Escrituras Firmes, entre otras, con acciones claramente definidas.
Chetumal.Desde la entrega de su solicitud a gobernadora reitero que no cambiará la sede de los poderes. Punto. Desarrollo y ejecución del Plan Chetumal, con acciones para apoyar al turismo y a los microempresarios.
Gabinete 100% quintanarroense, que caló hondo en el sentimiento de los chetumaleños, que han sido desplazado por los poblanos y los verde ecologistas, sin arraigo y sin cariño al Estado.
Violencia generalizada.Mara tiene el lastre del 9 N. Es una sombra que la persigue. Además, el clima de inseguridad y de violencia que se vive en Cancún es insoportable. 
El sentimiento es que Mara no pudo con la violencia. Por ello, su discurso abordó este tema genéricamente: “Vamos a erradicar la violencia”.
Programa “Seguridad Total. No más balazos”. Se proponen acciones como invertir en equipo tecnológico, reforma parcial para recobrar el respeto a la figura del policía, entre otros.
“Estrategia 8 M”, mediante la cual se protegerá a la mujer de la violencia en todos los ámbitos.
Deporte y culturaSin propuesta.“Miatsil-Báaxal”, el deporte y cultura serán contemplados en el presupuesto anual.
Regularización de colonias y asentamientos irregulares.Sin propuesta. Compromiso de regularizar colonias identificadas, así como asentamientos irregulares.
EmpleoSin propuesta.A través de empleo temporal se rehabilitarán caminos, pavimentaran y chapearan terrenos.
Creación del seguro de desempleo
Zona MayaSin propuestaPrograma Tohil, mediante el cual se apoyará a mujeres artesanas, proyectos de eco-turismo, recursos para jóvenes, entre otros.
SaludSin propuestaSeguro popular estatal, a través del cual habrá una red de clínicas estatales y privadas participando y atendiendo a las familias de escasos recursos.
Alimentación Sin propuesta.Programa “Hambre Cero”, que impulsará que las familias quintanarroenses de bajos recursos reciban productos alimentarios.
FamiliaSin propuestaAdemás de los anteriores, se destaca la creación de las “Guarderías de tiempo completo”.

Este es el análisis de algunos de los temas prioritarios que interesan al ciudadano “de a pie”, y que hay que resaltar, ya que, a simple vista se denota que la candidata morenista inició  su campaña con el pie izquierdo.

Un aspecto que a nadie escapa es que Chetumal dará el triunfo a la futura gobernadora. Cabe destacar, que en Cancún hay malestar contra Mara Lezama. Por su parte, Laura Fernández ya la aventajó en la pasada elección en cuanto a la comparación de los datos de los resultados electorales de las demarcaciones del distrito federal 4 y de la elección local municipal se refiere.  

Debe subrayarse que la mayoría de los habitantes de la capital del Estado están hasta la madre de la pésima administración de Yensunni Martínez, presidenta municipal de Othón P. Blanco, sus excesos y gobierno de “juniors”, está exacerbando el hartazgo de los chetumaleños. 

Por ello, las propuestas y compromisos de Laura Fernández como contar con un gabinete 100 % quintanarroense, aunado a la guardia de honor en homenaje a los integrantes del Comité Pro Territorio, calaron hondo en los chetumaleños y allegados a estas tierras que tienen sus familias y raíces en estos lares. 

Muchos chetumaleños que irresponsablemente han sido desplazados y vilipendiados por las huestes esquilmadoras del Partido Verde de Quintana Roo y los fuereños impuestos que ahora apoyan a Mara Lezama, representan ese más de lo mismo que a todas y todos fastidia. 

Genera un profundo enojo y hartazgo. Y eso, indudablemente, palomea boletas electorales. Al tiempo.

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“Vivir con miedo: la huella psicológica de la inseguridad en México”

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Los Mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad…

Conciencia Saludablemente
Psicol. Alex Barrera

¡Mexicanos al grito de guerra! Esta es una de las estrofas más fuertes de nuestro himno nacional, cualquier mexicano conoce esta frase, pero cuantos de los habitantes de este país repara en el significado de esta frase que pareciera ser una realidad en estos días, cuantos de verdad se dan cuenta que la violencia en México si indiscutiblemente se ha convertido en una guerra, una que enfrentamos día a día y que se ha enraizado en nuestra sociedad.

Peor aún, ¿cuántos mexicanos si quiera se dan cuenta lo que le hace a su salud mental? La percepción de inseguridad, más allá de cifras, opera como un reflejo trastornador en el bienestar psicológico de la ciudadanía. En México, cuando los titulares de prensa retumban con asesinatos públicos, atrocidades y organismos de seguridad incapaces de contener el escalamiento criminal, lo que se resquebraja no es únicamente la confianza en las instituciones: se fractura la sensación de habitar un entorno protector, lo que repercute directamente en el ánimo, la salud mental y la capacidad de resiliencia de las personas.

Mientras el gobierno actual culpa a los anteriores gobiernos de la herencia de violencia, poco se ocupa de comunicar sus propias estrategias para brindar la certeza que la gente necesita hoy, y es que, si vamos al pasado inmediato, tan sólo en octubre se registraron un par de episodios que ilustran a la vez la crudeza de la violencia y su potencia simbólica.

La violencia ya no solo es violencia, sino que está plagada de un claro mensaje “NO HAY TREGUA”, porque no es solo el hecho de que en el estado de Michoacán, se registrara el asesinato de siete presidentes municipales en menos de cuatro años, si no que el último de ellos haya sido el de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, ejecutado el 1 de noviembre durante un evento público en pleno centro de la ciudad, y no cualquier evento, sino la celebración de Día de Muertos, uno de los eventos más significativos para los mexicanos. ¿Y entonces, no es este un atentado contra la misma sociedad, como podemos no entender esto como un mensaje, no para una persona, no para un estado, sino para un país entero? ¿Cómo puede no ser esto una agresión directa a la sociedad?

Este mismo mes en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, se vivió una semana de “limpieza” entre cárteles cuyo resultado fueron 41 muertos en seis días, 12 solamente el 22 de octubre, estos eventos inundan las páginas de los medios de comunicación locales e internacionales, que detallan enfrentamientos sangrientos entre bandos criminales.

Cuando la violencia se vuelve espectáculo —y aún más cuando el blanco son eventos culturales o áreas urbanas frecuentadas—, la inquietud colectiva crece y se instala un estado de permanente alerta emocional. La población no sólo teme por su integridad física, sino por la certeza de que el espacio en el que habita ya no es predecible ni seguro. En este contexto, la evidencia señala que la percepción de inseguridad persiste pese a mejoras estadísticas en homicidios. Por ejemplo, en una nota de  El País publicada el pasado 23 de octubre se señala que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que, en septiembre de 2025, el 34 % de los mexicanos consideraba que la inseguridad permanecería “igual de mal” en su ciudad los próximos doce meses, y el 23.9 % estimaba que “empeorará”.

Desde la psicología, esos datos no son únicamente indicadores sociales: son síntomas de un clima emocional colectivo afectado. La inseguridad percibida produce estrés crónico, desgaste emocional y una reducción progresiva de lo que se denomina “capital psicológico”. Las personas pueden volverse más reacias a participar, a salir o a confiar en su entorno; aparece la hipervigilancia, la ansiedad, la alteración del sueño, e incluso la evitación de actividades cotidianas. Cuando la amenaza parece constante (aunque en el sentido probabilístico no esté dirigida a cada persona en lo individual) el efecto se propaga y se torna comunitario.

Además, esta erosión de la confianza se reconoce también en la relación entre ciudadanía y Gobierno. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum según publica en su sitio web PolíticoMX  mantiene una aprobación del 74 % al cierre de octubre de 2025, mientras que la desaprobación ronda el 25 %, eso no sostiene la percepción sobre la inseguridad que la ciudadanía no aprueba pues el mismo medio publica que otra encuesta hecha entre abril-mayo de 2025 que señala que solo 21.6 % de los mexicanos afirmaron sentirse seguros viviendo en el país, lo que significa que ~78.4 % se siente inseguro.

Los mexicanos esperan seguridad, efectividad institucional y protección, cuando eso falla, también se quiebra el sentido de que “las cosas están bajo control”. Ese quiebre tiene consecuencias psicológicas: ¡el orden que sostiene la rutina y la confianza se vuelve frágil!

La percepción de que “nadie está a salvo” o que “las autoridades no se dan abasto” abre una fisura emocional que afecta la vida social: las personas se retraen, desconfían, se inhiben. En la práctica clínica, se puede observar cómo en zonas de alta violencia o alta percepción de riesgo, los pacientes presentan mayor vulnerabilidad ante trastornos de ansiedad, alteraciones del sueño, síntomas de hipervigilancia y menos recursos para enfrentar los imprevistos. Cuando se vive con la sensación de que el entorno se volvió hostil, el bienestar se vuelve una meta difícil.

Es imprescindible comprender que, aunque los índices de homicidio puedan bajar en ciertos meses, la experiencia subjetiva de inseguridad no cae de inmediato. El retraso entre la mejora real y la percepción ciudadana deja un vacío de tiempo en que la salud emocional queda expuesta. Y mientras tanto, la violencia, al ser tan visible y tan simbólica, sigue reforzando la sensación de vulnerabilidad.

¿Qué hacer ante este escenario? En primer lugar, desde lo comunitario, es necesario promover espacios de diálogo, reforzar lazos de vecindad, crear plataformas de resiliencia colectiva: porque la inseguridad emocional se enfrenta también socialmente. Pero, en segundo lugar, y no menos importante, desde el ámbito individual, no se puede trivializar el impacto psicológico que tiene vivir bajo la sombra de la violencia. Acudir a servicios de salud mental, recibir contención, comprender que la reacción emocional es lógica, constituye un acto de cuidado.

No solo “sobrevivir” a la inseguridad física, sino preservar el bienestar psicológico, es una tarea urgente, porque la constante percepción de peligro provoca estrés constante, y esto a su vez genera, malestar físico, y más allá de ello fragmenta el bienestar social. Las autoridades tienen la obligación de garantizar la seguridad, pero las personas también tienen el derecho y la necesidad de salvaguardar su salud emocional cuando la protección estatal se ve comprometida.

En un país donde la violencia arremete en plazas públicas, atenta contra autoridades, se infiltra en la vida cotidiana y deja huella en la percepción de la gente, el bienestar psicológico no es un lujo: es una condición para el mínimo sustento de la dignidad humana.

Los mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad, aceptarlo, afrontarlo y en su caso buscar ayuda profesional, hablar con un terapeuta, explorar las formas en que la inseguridad impacta nuestra mente, es tan importante como procurar cerraduras y alarmas. Porque al final del día, tenemos que reconstruir no solo ciudades más seguras, sino experiencias interiores donde no nos sintamos indefensos.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje

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Entre flores y recuerdos: la psicología del Día de Muertos

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Colocar un altar nos lleva a encontrar un vinculo en el que se pude sanar la perdida

Conciencia Saludablemente

Por: Psicol. Alex Barrera

En México, la muerte no se esconde; se decora con flores de cempasúchil, se endulza con pan y se acompaña de risas y canciones. El Día de Muertos no es sólo una tradición; es una declaración cultural profundamente humana: la vida y la muerte no son opuestos, sino partes del mismo ciclo. Desde la psicología, esta visión ofrece una lección esencial sobre cómo enfrentamos la pérdida, el duelo y la memoria.

En muchas culturas occidentales, hablar de la muerte sigue siendo un tema prohibido. Se evita mencionar a los fallecidos, se apartan sus objetos, se oculta el dolor tras una aparente fortaleza. Sin embargo, la cultura mexicana, heredera de cosmovisiones indígenas y creencias sincréticas, ha desarrollado una relación distinta con la finitud. Aquí la muerte se sienta a la mesa. Se le invita, se le honra, se le ríe. En lugar de negar su existencia, se le integra como una compañera inevitable.

Esta actitud, lejos de ser una mera expresión folklórica, tiene profundas implicaciones psicológicas. Aceptar la muerte —propia y ajena— es aceptar la impermanencia de todo. Es reconocer que la pérdida forma parte de la vida, y que el dolor, cuando se vive con consciencia, puede transformarse en gratitud. Desde la psicología existencial, este reconocimiento no conduce a la desesperanza, sino a una mayor plenitud: saber que el tiempo es finito nos empuja a vivir con sentido, a cuidar los vínculos y a encontrar propósito en cada día.

Pero el Día de Muertos no solo nos enseña a pensar en la muerte; también nos enseña a recordar con amor. El altar, corazón simbólico de la celebración, se convierte en un espacio terapéutico. Al colocar una fotografía, una vela o el platillo favorito del ser querido, no solo evocamos su presencia: actualizamos el vínculo. Recordar no es aferrarse al pasado, sino mantener viva la conexión emocional que sigue existiendo más allá de la ausencia física.

En psicología del duelo, esto se conoce como el vínculo continuo. Lejos de promover el olvido, se alienta a las personas a encontrar formas sanas de mantener esa relación interior con quienes ya no están. El altar cumple exactamente esa función: da forma, color y orden al dolor. Permite hablar con los que se fueron, agradecerles, perdonarlos o simplemente compartir un instante simbólico de convivencia. Es, en términos terapéuticos, una representación externa del proceso interno de sanar.

Cada objeto en el altar cumple una función emocional: las flores representan el ciclo de la vida, la comida evoca el cuidado, las velas guían el camino y las fotografías preservan la memoria. A través de este acto ritual, la persona que recuerda también se reconstruye. Como en cualquier proceso terapéutico, el ritual ofrece estructura, contención y sentido: tres elementos fundamentales para elaborar el duelo.

La psicología contemporánea reconoce que los rituales —ya sean religiosos, culturales o personales— facilitan la transición emocional tras una pérdida. Funcionan como puentes entre el dolor y la aceptación, entre el caos y la calma. En ese sentido, el Día de Muertos puede entenderse como una forma colectiva de terapia: una jornada en la que la sociedad entera legitima el dolor, lo comparte y lo transforma en celebración.

Sin embargo, bajo el colorido de las ofrendas y la alegría de las calaveras, también laten silencios profundos. No todos los duelos son iguales ni todas las pérdidas se procesan del mismo modo. Hay quienes, tras la muerte de un ser querido, sienten que la vida pierde sentido, que el vacío es demasiado grande o que la tristeza se ha vuelto una compañera constante. En esos casos, el acompañamiento psicológico puede marcar una diferencia vital.

Hablar del duelo en terapia es un acto de valentía. Es reconocer que, aunque la cultura ofrezca rituales para honrar la muerte, a veces el dolor necesita otro espacio: un lugar donde ser escuchado, comprendido y trabajado con herramientas profesionales. La psicoterapia ayuda a darle forma a la ausencia, a integrar el recuerdo y a reconstruir la vida sin negarla, es iniciar el camino hacia una nueva forma de coexistir con el dolor y afrontarlo de manera que no se convierta en un trauma.

Así, el Día de Muertos no es sólo una tradición que mira hacia el pasado, sino una invitación a mirar hacia adentro. Nos recuerda que el amor y la pérdida son inseparables, y que recordar no duele: lo que duele es callar. Cada altar que encendemos es una forma de iluminar nuestra historia, de reconciliarnos con lo inevitable y de encontrar sentido en el recuerdo.

Quizás por eso, entre el aroma del copal y la luz de las velas, comprendemos que no se trata de vencer a la muerte, sino de aprender a convivir con ella, y entender que la vida es sólo el camino que nos lleva inevitablemente hacia el final. Y en ese aprendizaje, la psicología tiene mucho que aportar: ayudarnos a aceptar, a transformar y, sobre todo, a vivir con conciencia.

Porque así como los altares se llenan de flores cada noviembre, también nuestra mente y nuestro corazón pueden renovarse. A veces, solo hace falta dar el primer paso: hablar con alguien, pedir ayuda, acudir a terapia.
La vida como el altar, se enciende de nuevo cuando nos atrevemos a mirar la sombra y convertirla en luz en este ciclo cuya belleza se encuentra en tomar conciencia de que un día se va terminar.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

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