EN LA OPINIÓN DE:
DE INFORMES Y REDES SOCIALES
“El Minotauro”
Por Nicolás Durán de la Sierra
Concluidos los informes municipales del Estado, vale la pena destacar que, a contrapelo de las ideas reiteradas en todos ellos como ‘transparencia’, ‘cercanía popular’ y ‘compromiso’, la seguridad pública apenas si tuvo sitio en sus lucidores discursos, que hablar con gerencial aire de policías y patrullas, no es enfrentar la creciente inseguridad que se vive en nuestras comunidades.
Acicalados para el gran día, pese a que en el año que se informa fueran flacos los aciertos y gordas las pifias -de seguro ni la capitalina Yensunni, el cozumeleño Chacón o Contreras, el de Bacalar, se dan por aludidos-; ediles y alcaldesas peroraron sobre la línea oficial de moda, como si la honestidad no fuera obligatoria y la cercanía con la gente fuera una graciosa concesión.
Ya no se diga que evitaron tocar la evidente inseguridad pública, los ediles no abordaron siquiera los problemas reales de sus alcaldías: la poco clara deuda pública de Cancún y su celda sanitaria a punto del colapso, o del caos urbano que vive Tulum o de la miseria en Carrillo Puerto… En fin, estos temas torales quedaron fuera del discurso, como si ellas y ellos no tuvieran nada que ver.
Lejos de su sentido republicano y de sus diferencias con la cortesanía de que tanto gustan los ediles de verde raíz en las zonas turísticas (los otros no tienen charme) los informes fueron pasarelas para redes sociales. Las ideas políticas no tuvieron sitio. No podría ser de otro modo si casi todos ellos son improvisados y, de remate, hasta malos gerentes del servicio público.
Del tintero: la reaparición de Félix González Canto, el desparpajo de sus opiniones y los aplausos que estas suscitaron, dan fe de la poca memoria histórica que prevalece en el Estado. Si disparar la deuda publica fue un crimen financiero (de allí todo ha sido caída libre), el haber dejado a Roberto Borge es crimen político rayano en los de lesa humanidad… y todavía le aplauden.
EN LA OPINIÓN DE:
PVEM CON 9% GOBIERNA SLP
“La Última Palabra”
Por: Jorge A. Martínez Lugo.
En San Luis Potosí el Partido Verde tiene una aceptación electoral de 9%, pero gobierna el estado. En Quintana Roo, con 4-6% también podría gobernar.
Morena registra aceptación de 31% en SLP, sin embargo, el morenismo fue sacrificado y obligado a votar en 2021 por Ricardo Gallardo Cardona (a pesar de haber sido encarcelado en 2015 por presunta delincuencia organizada y lavado de dinero), en una “concertacesión” pragmática de Andrés Manuel López Obrador con Jorge Emilio González y Manuel Velasco, los dueños del verde.
QUINTANA ROO 2027
En este contexto, la sucesión gubernamental en Quintana Roo corre el riesgo de ser entregada a la élite verde, en caso de que la presidenta Claudia Sheinbaum siga la continuidad del pragmatismo electoral, con tal de mantener al verde en la alianza 4T, al costo que sea, sacrificando al morenismo quintanarroense, como lo hizo en San Luis Potosí en 2021.
Si es “continuidad con cambio”, veremos en Quintana Roo cuánta continuidad y cuánto cambio habrá y dónde.
Diversas encuestas otorgan al verde en Quintana Roo, si compite solo, entre 4% y 6% de los votos; si va en alianza, alcanzará los que sean necesarios para ganar con el “trasvase” de sufragios guindas al verde, aunque el morenismo haga su berrinche.
Aquí les dejamos la gráfica de San Luis Potosí, de la encuestadora Algoritmo, para que usted la analice y tenga como siempre la última palabra.
ooOoo

EN LA OPINIÓN DE:
Entre flores y recuerdos: la psicología del Día de Muertos
Colocar un altar nos lleva a encontrar un vinculo en el que se pude sanar la perdida
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera
En México, la muerte no se esconde; se decora con flores de cempasúchil, se endulza con pan y se acompaña de risas y canciones. El Día de Muertos no es sólo una tradición; es una declaración cultural profundamente humana: la vida y la muerte no son opuestos, sino partes del mismo ciclo. Desde la psicología, esta visión ofrece una lección esencial sobre cómo enfrentamos la pérdida, el duelo y la memoria.
En muchas culturas occidentales, hablar de la muerte sigue siendo un tema prohibido. Se evita mencionar a los fallecidos, se apartan sus objetos, se oculta el dolor tras una aparente fortaleza. Sin embargo, la cultura mexicana, heredera de cosmovisiones indígenas y creencias sincréticas, ha desarrollado una relación distinta con la finitud. Aquí la muerte se sienta a la mesa. Se le invita, se le honra, se le ríe. En lugar de negar su existencia, se le integra como una compañera inevitable.
Esta actitud, lejos de ser una mera expresión folklórica, tiene profundas implicaciones psicológicas. Aceptar la muerte —propia y ajena— es aceptar la impermanencia de todo. Es reconocer que la pérdida forma parte de la vida, y que el dolor, cuando se vive con consciencia, puede transformarse en gratitud. Desde la psicología existencial, este reconocimiento no conduce a la desesperanza, sino a una mayor plenitud: saber que el tiempo es finito nos empuja a vivir con sentido, a cuidar los vínculos y a encontrar propósito en cada día.
Pero el Día de Muertos no solo nos enseña a pensar en la muerte; también nos enseña a recordar con amor. El altar, corazón simbólico de la celebración, se convierte en un espacio terapéutico. Al colocar una fotografía, una vela o el platillo favorito del ser querido, no solo evocamos su presencia: actualizamos el vínculo. Recordar no es aferrarse al pasado, sino mantener viva la conexión emocional que sigue existiendo más allá de la ausencia física.
En psicología del duelo, esto se conoce como el vínculo continuo. Lejos de promover el olvido, se alienta a las personas a encontrar formas sanas de mantener esa relación interior con quienes ya no están. El altar cumple exactamente esa función: da forma, color y orden al dolor. Permite hablar con los que se fueron, agradecerles, perdonarlos o simplemente compartir un instante simbólico de convivencia. Es, en términos terapéuticos, una representación externa del proceso interno de sanar.
Cada objeto en el altar cumple una función emocional: las flores representan el ciclo de la vida, la comida evoca el cuidado, las velas guían el camino y las fotografías preservan la memoria. A través de este acto ritual, la persona que recuerda también se reconstruye. Como en cualquier proceso terapéutico, el ritual ofrece estructura, contención y sentido: tres elementos fundamentales para elaborar el duelo.
La psicología contemporánea reconoce que los rituales —ya sean religiosos, culturales o personales— facilitan la transición emocional tras una pérdida. Funcionan como puentes entre el dolor y la aceptación, entre el caos y la calma. En ese sentido, el Día de Muertos puede entenderse como una forma colectiva de terapia: una jornada en la que la sociedad entera legitima el dolor, lo comparte y lo transforma en celebración.
Sin embargo, bajo el colorido de las ofrendas y la alegría de las calaveras, también laten silencios profundos. No todos los duelos son iguales ni todas las pérdidas se procesan del mismo modo. Hay quienes, tras la muerte de un ser querido, sienten que la vida pierde sentido, que el vacío es demasiado grande o que la tristeza se ha vuelto una compañera constante. En esos casos, el acompañamiento psicológico puede marcar una diferencia vital.
Hablar del duelo en terapia es un acto de valentía. Es reconocer que, aunque la cultura ofrezca rituales para honrar la muerte, a veces el dolor necesita otro espacio: un lugar donde ser escuchado, comprendido y trabajado con herramientas profesionales. La psicoterapia ayuda a darle forma a la ausencia, a integrar el recuerdo y a reconstruir la vida sin negarla, es iniciar el camino hacia una nueva forma de coexistir con el dolor y afrontarlo de manera que no se convierta en un trauma.
Así, el Día de Muertos no es sólo una tradición que mira hacia el pasado, sino una invitación a mirar hacia adentro. Nos recuerda que el amor y la pérdida son inseparables, y que recordar no duele: lo que duele es callar. Cada altar que encendemos es una forma de iluminar nuestra historia, de reconciliarnos con lo inevitable y de encontrar sentido en el recuerdo.
Quizás por eso, entre el aroma del copal y la luz de las velas, comprendemos que no se trata de vencer a la muerte, sino de aprender a convivir con ella, y entender que la vida es sólo el camino que nos lleva inevitablemente hacia el final. Y en ese aprendizaje, la psicología tiene mucho que aportar: ayudarnos a aceptar, a transformar y, sobre todo, a vivir con conciencia.
Porque así como los altares se llenan de flores cada noviembre, también nuestra mente y nuestro corazón pueden renovarse. A veces, solo hace falta dar el primer paso: hablar con alguien, pedir ayuda, acudir a terapia.
La vida como el altar, se enciende de nuevo cuando nos atrevemos a mirar la sombra y convertirla en luz en este ciclo cuya belleza se encuentra en tomar conciencia de que un día se va terminar.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
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