Opinión
El derecho como solución del todo

Por: Hugo Alday Nieto
En el marco de los 54 años de Cancún, ya es posible cotejar un antes y un después en la tenencia de la tierra de una de las zonas de mayor plusvalía de México, como es la joya de la corona del Caribe Mexicano: Cancún.
Y es que esta ciudad durante casi 50 años fue administrada por gobiernos que lejos depugnar por una adecuada urbanización y una legal tenencia de la tierra, se convirtieron en meros beneficiarios de la gestoría ilegal de terrenos ejidales con el otorgamiento de autorizaciones y permisos, o bien de la inaplicación de la Ley, en tratándose de la construcción de obras o apertura de todo tipo de negocios e incluso de fraccionamientos sin permiso alguno dentro del ámbito de protección del Plan de Desarrollo Urbano del municipio.
En este orden de ideas, de acuerdo con el plan maestro de 1982, citado por la maestra Christine McCoy en la obra “Quien responde por los invisibles en una ciudad?” editada por la Universidad del Caribe, hoy el desarrollo urbano y turístico de Cancún en un crecimiento ordenado y planeado, debería de contar con 305,894 habitantes. Sin embargo, de acuerdo con las cifras del INEGI 2020, esta ciudad cuenta con cerca de un millón de habitantes, lo que nos deja claro que las administraciones de Benito Juárez fueron incapaces de sostener un crecimiento urbano ordenado y dentro del marco de la legalidad.
Sin embargo, desde el inicio de la administración 2018-2021 y la subsecuente en Benito Juárez, se comenzó con un intenso trabajo documental de zonas irregulares en los distintos ejidos que rodean a la ciudad turística más impórtate de México. Y es que hoy, tan solo en Benito Juárez, existen 60,000 familias en la irregularidad, que representa a unas 240,000 personas, es decir cerca del 30% de la población de Cancún se encuentra viviendo en zonas no regularizadas. Es decir que 3 de cada 10 personas en el municipio turístico más importante de México y de los más importantes del mundo, viven en un asentamiento irregular de acuerdo con los datos que la Secretaría Técnica del Ayuntamiento de Benito Juárez aportó a la Sedetus entre 2019 y 2020.
Con dicha información, se comenzaron a realizar diversas acciones coordinadas en dos vertientes, por un lado el combatir la proliferación de “Desarrollos Irregulares” definidos en la obra antes mencionada como aquellos que tienen la particularidad que se encuentran en zonas determinadas como reservas de crecimiento o conservación ambiental, y su común denominador es la falta de servicios y la entrega de vialidades, áreas de donación o equipamiento al municipio, pero en dichos desarrollos es la especulación del suelo lo impulsa. Es decir, son meros activos de especulación comercial que dañan el medio ambiente y que genera un esquema de fraude o de delitos en contra del desarrollo urbano.
Siguiendo con la autora, los “Asentamientos Irregulares” son núcleos de población ubicados en áreas o predios ocupados, fraccionados, lotificados, subdivididos o construidos sin contar con las autorizaciones urbanísticas correspondientes, cualquiera que sea su régimen de tenencia de la tierra; cuando teniendo todas las autorizaciones, las obras ejecutadas no concuerdan con las mismas, y generalmente son invasiones que carecen de todo tipo de servicio. A diferencia de los anteriores cuyo motivo es la especulación comercial, en los asentamientos se trata de núcleos generados por la necesidad.
Siguiendo con la obra editada por la Universidad del Caribe, nos dice que, en un municipio como Benito Juárez, el porcentaje de tierra ejidal equivale al 66.5% y de zona urbana únicamente el 7.6%. En este sentido, más del 43% del territorio ocupado de Cancún es propiedad ejidal, en donde se encuentran habitadas de forma irregular casi 5000 hectáreas de suelo en el ejido Alfredo V. Bonfil, hectáreas que mediante juicio agrario se intentaron revertir los títulos por parte del un grupo ejidal con la finalidad de volver a parcelar lo ya vendido y desarrollado.
Para ello, las administraciones municipales de 2018-2021 y 2021-2024, realizaron diversas acciones de contención de la especulación comercial a clausurar mas de 14,800 lotes sin drenaje ni permiso en 11 desarrollos irregulares; y a la par, mediante procedimientos municipales encabezados desde el Cabildo y otros procesos de forma paralela en participación con el INSUS, se comenzó la regularización de lotes, con la finalidad de poder otorgarles a los habitantes certeza jurídica de su patrimonio y la posibilidad de contar con agua, drenaje y electricidad con la municipalización de sus calles.
El derecho siempre es la respuesta para sentar las bases de un mejor futuro, incluso ante la mala administración que por décadas hubiese tenido un municipio como el nuestro que alberga al destino turístico más importante de México.
Sin duda la obra literaria editada por la Universidad del Caribe de la autoría de Christine McCoy es un refrescante instrumento con datos e imágenes, que deberán actualizarse tal vez en una segunda obra del daño ecológico y de la afectación al agua que por mera especulación comercial se generó desde el poder.

EN LA OPINIÓN DE:
Memoria, emoción y verdad: las fiestas patrias en un país inseguro

Más allá del grito una mirada psicológica de la celebración
Bitácora de la Rebelión
Por: Psic.Alex Barrera**
A pesar de todo y en cualquier circunstancia los mexicanos, nos distinguimos de otras naciones por nuestra alegría y por el impulso que demostramos en todo lo que hacemos, el gran fervor de los mexicanos por su nación aun en circunstancias tan adversas como las que vivimos en nuestra era es inamovible, porque no deja nunca el mexicano incluso cuando vive en el extranjero de sentir una gran conexión con su patria, haciendo que millones de extranjeros en el mundo no sólo admiren ese fervor sino que se sumen a ese increíble sentimiento que se da al conocer lo que una nación como México ofrece.
Las fiestas patrias funcionan como dispositivos de memoria colectiva: nos convocan a recordar una historia compartida, a cantar himnos, a envolvernos en colores y rituales que reconstruyen, por unas horas, una identidad colectiva. Esa emoción compartida que mezcla, orgullo, nostalgia y alegría; tiene un efecto psicológico real: crea cohesión, reduce la sensación de soledad y permite experimentar gratitud por pertenecer a algo mayor que nosotros mismos. Pero en México, donde la vida cotidiana se ve atravesada por la inseguridad y la violencia, esa celebración también exige honestidad sobre qué memorias elegimos exaltar y cuáles preferimos silenciar.
La memoria histórica cumple funciones terapéuticas: refrenda que no estamos solos, que nuestra historia tiene continuidad y sentido. En contextos de fragilidad social, los rituales nacionales pueden facilitar redes de apoyo y resiliencia comunitaria; compartir comida, música y calles en fiestas públicas reduce el aislamiento y genera capital social. No obstante, la imagen de una nación unida por la festividad puede convertirse en un barniz emocional si la realidad subyacente (delitos, miedo, victimización) queda fuera del relato.
Sin embargo, en 2025, las condiciones de un país secuestrado por el miedo y la violencia dejan muy lejana la posibilidad de poder abrazar el bienestar psicológico, por el contrario, nos pone en una total situación de fragilidad social, ante el miedo latente de una catástrofe que pone en peligro nuestro bienestar y que nos arrebata la alegría y el orgullo nacional.
Este año al menos 22 municipios de seis estados en México suspendieron parcial o totalmente los festejos patrios debido a la inseguridad y a amenazas del crimen organizado. Los casos se concentraron en Michoacán —con Uruapan, Peribán, Zinapécuaro y Tocumbo—, así como en Sinaloa, donde municipios como San Ignacio y Navolato cancelaron eventos masivos. En Veracruz, localidades como Coxquihui, Cerro Azul, Zozocolco de Hidalgo y Coahuitlán también se vieron obligadas a posponer actividades, mientras que en Oaxaca varios municipios —entre ellos La Reforma, San Juan Bautista Guelache y Magdalena Ocotlán— optaron por ceremonias mínimas. Incluso en zonas urbanas como Iztapalapa (Ciudad de México) y Xalatlaco (Estado de México) se cancelaron verbenas o desfiles.
Estas decisiones reflejan cómo la violencia impacta directamente en la vida comunitaria, alterando rituales colectivos que históricamente han servido para fortalecer la identidad y la memoria compartida, situación que impacta psicológicamente a los individuos que habitan en la comunidad, pues la falta de actividades comunales y la percepción de desconfianza hacia el colectivo social, crea a la larga la sensación de inseguridad que sin duda impacta en el individuo, haciéndole cada vez mucho más insensible al deseo de bienestar colectivo y por tanto incrementa los niveles de cortisol y noradrenalina, sustancias que impactan directamente en la salud.
Duele entonces, porque el miedo se apodera del colectivo y golpea a la comunidad en el orgullo y ahí en el día que se logró la independencia, se encuentra la frustración de que quizá se ha perdido de nuevo y de la peor manera porque allá en la lejanía del tiempo pasado donde el rugir de las armas y los gritos de libertad recuperaron el orgullo mexicano en contra de un “extraño enemigo” hoy “quien profana tu suelo” no lleva arma, ni puede caminar, como entonces se combate a un enemigo sin forma física? ¿Cómo entonces se levantan los hijos de la patria contra la violencia?
Esa realidad de miedo constante está documentada: en junio de 2025, según datos del INEGI, el 63.2% de la población adulta en las áreas urbanas manifestó que vivir en su ciudad es inseguro; las mujeres se sienten particularmente vulnerables (68.5% vs. 56.7% de los hombres). Estos porcentajes muestran que la percepción de inseguridad es amplia y persistente en la vida cotidiana de millones de mexicanos.
Además, la victimización no es un dato menor: según la ENVIPE 2024, en 2023 el 27.5% de los hogares en México registró al menos una integrante víctima de delito, un recordatorio de que la amenaza no es sólo percibida, sino vivida por muchas familias cuya vida, dicho sea de paso, no es la misma después de afrontar un crimen.
Frente a estos datos, las fiestas patrias tienen una doble lectura psicológica. Por un lado, ofrecen un espacio legítimo para la reparación simbólica: la celebración colectiva puede aliviar tensiones, ofrecer momentos de alegría compartida y reactivar vínculos comunitarios necesarios para la salud mental.
Por otro lado, cuando el relato nacional omite las heridas abiertas (personas desaparecidas, zonas de alto riesgo, desconfianza institucional) genera lo que la psicología social llama disonancia cognitiva colectiva: la tensión entre el orgullo proclamado y la experiencia real de inseguridad. Esa disonancia puede profundizar el sentimiento de traición o desamparo cuando el orgullo patriótico se percibe como una máscara que oculta fracasos estatales en seguridad y justicia.
El nacionalismo emocional tiene otra trampa: su capacidad para cohesionar puede acompañarse de exclusión. Una celebración que pone énfasis en símbolos y héroes puede silenciar memorias locales o críticas necesarias, y eso erosiona la confianza cívica. En contextos donde, por ejemplo, algunas ciudades aparecen entre las más violentas del mundo y las cifras de homicidios siguen siendo altas, la narrativa festiva sin autocrítica corre el riesgo de normalizar la violencia como un telón de fondo inevitable. Recientes reportes periodísticos como el realizado por el diario internacional “El País” y análisis sobre violencia urbana muestran que, pese a ligeras mejoras en algunos indicadores, siguen existiendo focos críticos que condicionan la vida cotidiana de amplios sectores.
¿Qué puede hacer la sociedad civil y el periodismo en este cruce entre memoria y violencia? Primero, reclamar una celebración que sea también espacio de memoria plural: plazas y actos donde, además de elogiarnos, se reconozca a las víctimas y se visibilicen las demandas de justicia. Segundo, promover rituales de civismo que incluyan reflexión: minutos de silencio, mesas comunitarias después del desfile, conciertos que donen recursos a programas de atención psicosocial. Tercero, aprovechar la energía colectiva para movilizar vínculos solidarios concretos —redes de apoyo vecinal, brigadas culturales en zonas afectadas, campañas de prevención— que traduzcan el orgullo en acción social.
En suma, las fiestas patrias pueden y deben ser fuente de gratitud y alegría compartida: son necesarias. Pero su poder simbólico será más sano y profundo si se acompaña de verdad histórica y responsabilidad colectiva. Celebrar sin mirar las heridas es perpetuar la ilusión; celebrar reconociéndolas es construir una nación que cuida a sus habitantes y que convierte la memoria en motor de cambio. Si la unión emocional que generan nuestros himnos y colores se traduce en diálogos reales sobre seguridad, justicia y apoyo comunitario, entonces la psicología de la celebración habrá cumplido su mejor propósito: no sólo hacernos sentir parte de algo, sino ayudarnos a proteger lo que celebramos, porque claro está: “Piensa patria querida que el cielo un soldado en cada hijo te dio”
** Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
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Opinión
HISTÓRICO GRITO DE INDEPENDENCIA: CLAUDIA SHEINBAUM SE CONVIERTE EN LA PRIMERA MUJER PRESIDENTA EN ENCABEZAR LA CEREMONIA EN PALACIO NACIONAL

Ciudad de México, 15 de septiembre de 2025.— En una noche cargada de simbolismo y emoción, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo encabezó por primera vez el Grito de Independencia desde el balcón central de Palacio Nacional, marcando un hito en la historia política de México como la primera mujer en ocupar este cargo y liderar esta ceremonia emblemática.
A las 11:00 p.m., ante miles de personas reunidas en el Zócalo capitalino, Sheinbaum pronunció con firmeza los nombres de los héroes patrios y concluyó con un enérgico “¡Viva México!”, seguido por el repique de campanas y un espectáculo de fuegos artificiales que iluminó el cielo de la capital.
La ceremonia estuvo acompañada por un despliegue cultural que incluyó música tradicional, danzas regionales y una destacada presencia de mujeres en los actos protocolarios, reflejando el compromiso de la nueva administración con la inclusión y la equidad.
Este Grito no solo conmemora la lucha por la independencia, sino que también representa un avance significativo en la participación política de las mujeres en México. Diversos sectores sociales han celebrado el momento como un símbolo de transformación y esperanza para las futuras generaciones.
La presidenta Sheinbaum reafirmó su compromiso con la justicia social, la paz y el fortalecimiento de la democracia, en un mensaje que resonó más allá de las fronteras nacionales.
Fuente: 5to Poder Agencia de Noticias

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