Opinión
Creando favelas
Opinión / Cicuta del Caribe LXXXI
• Políticos, líderes sindicales y notarios crearon Villas Otoch
• Mario Machuca y Delia Alvarado aprobaron mayor densidad
• Heyden Cebada también votó; aún enquistado en municipio
• “Secretos del sueño”, libro donde Alex Zozaya se confiesa
• La falta de personal, porque viven muy lejos: Miriam Cortés
• Ya construyen crucero más grande que Wonder of the Seas
Por: Carlos Águila Arreola
La estulticia, falta de ética e irresponsabilidad social de políticos, líderes sindicales, notarios y uno que otro oportunista dio vida a las “favelas cancunenses” o Región 259 y alrededores, al norponiente de la ciudad, convertida en la zona más peligrosa, de acurdo con el Mapa Geodelictivo de la Secretaría de Seguridad Pública local.
Durante la presidencia del finado Francisco Alor Quezada (2005-2008) en el municipio de Benito Juárez, los regidores y líderes sindicales Mario Machuca Sánchez y Delia Alvarado Alvarado; el notario Heyden José Cebada Ramírez, y políticos como Rogelio Márquez Valdivia y Alejandro Janitzio Ramos Hernández apoyaron la autorización y votaron a favor de crear el Villas Otoch Paraíso.
[Favela es un término del portugués que hace referencia a una vivienda precaria; por extensión, se denomina favela al barrio marginal formado por este tipo de construcciones informales: también es el nombre de una planta que está en los morros, y cuando antiguamente subían los habitantes de Río de Janeiro a buscar frutas y flores para vender, decían que regresaban de las favelas.]
Hoy, 17 años después,, al fraccionamiento se le conoce —aquí y a nivel mundial gracia a la internet— como “la favela de Cancún”; la ciudad estuvo dividida en 13 sectores, que fueron reducidos a siete, y el seis es el más peligroso, según Seguridad Pública, considerando que los más violentos, después del seis, son los sectores cuatro (Las Palmas y La Joya) y tres (Paseos del Mat).
Se trata del norponiente de la ciudad donde más reportes delictivos registran las corporaciones policiacas. De acuerdo con datos oficiales, al día llegan entre 10 y 15 informes por faltas administrativas y diversos delitos, que lo convierte en el más inseguro y violento del municipio, sobre todo Villas Otoch Paraíso, ubicado a la salida hacia Mérida, uno de los “focos rojos” por la inseguridad-
“Ese desarrollo inmobiliario se ha convertido en referente de diversos temas urbanos, problemática familiar-social, de contaminación y especialmente de inseguridad; se le ha bautizado incluso como «las favelas de Cancún»”, señala Eduardo Galaviz Ibarra, dirigente ydel Observatorio Legislativo de Quintana Roo.
Origen
La zona está rodeada por las regiones 248, 251, 247 y 260; Se trata de las cinco zonas más peligrosas para vivir debido al alto número de delitos: además, Benito ´Juárez tuvo el mayor número de ejecuciones durante el mes de julio: 30 de las 46 que hubo en Quintana Roo: es decir, un promedio de 1 1.4 cada día, de acuerdo con datos d la Fiscalía General del Estado (FGE).
En un documento que tituló “Villas Otoch Paraíso. Los orígenes”, recordó que Alor Quezada llegó al poder gracia a la alianza de los partidos Revolucionario Institucional (PRI, del que procedía) y el Verde Ecologista de México (PVEM), una de las administraciones que más cambios de uso de suelo aprobó, entre esos se modificaron las condicionantes del llamado polígono de expansión número 11.
En la quincuagésima novena sesión ordinaria, el 18 de septiembre de 2007, se incluyó un punto trascendente: la “planificación” urbana de Cancún. Se aprobó el cambio de densidad en las 143 hectáreas del fraccionamiento, que tenía autorizadas 60 viviendas por acre, y se aumentó a 120 viviendas para poder otorgarle la autorización a la empresa inmobiliaria Cadu.
El tufo de del cochupo, de la corrupción se intuye desde el principio, advierte Galaviz Ibarra, pues la propuesta se integró a última hora en el orden del día, dijeron varios regidores; se deduce que no se estudió ni analizó a detalle, solo fue “revisada” por la Comisión de Desarrollo Urbano y Transporte, integrada por los regidores Mario Machuca, Delia Alvarado y Jesús Melchor González Solís.
Los líderes sindicales, entonces afiliados y beneficiarios del PRI,I y el otro integrante del PVEM. Como titular de la Dirección de Desarrollo Urbano estaba el notario Heyden José Cebada Ramírez., quien desde entonces no abandona el palacio municipal, como si le supiera algo a alguien y el pago lo hace inamovible, o sigue dentro del sistema para cubrir o desviar la atención incómoda.
La empresa fundamentó su propuesta en la necesidad de vivienda de interés social con los subsidios federales que ofrecía el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) a obreros que ganaban hasta dos salarios mínimos y podían pagar una mensualidad de 650 pesos mensuales.
El proyecto presentado por Cadu Inmobiliaria era para 17 mil 160 viviendas de 35 metros cuadrados, lo cual fue duramente criticado apenas por un integrante del cabildo, el regidor Agustín del Carmen Osorio Basto, quien advertía de los graves conflictos familiares y sociales que se generarían en esa zona con esa concentración de personas…. y no se equivocó.
Fue el único voto en contra; los candidatos que contendieron en esa elección y que fueron regidores como Rogelio Márquez Valdivia y Alejandro Janitzio Ramos Hernández apoyaron la autorización y votaron a favor Tres lustros después de está causando graves problemas urbanos y falta de atención a un grupo de población que accedió a la adquisición de esas viviendas.
Brutales
El lugar tiene una problemática urbana y falta de gobernabilidad, el diseño no contempló zonas de equipamiento y esparcimiento: incluso se percibe que están orientadas a un autogobierno controlado por grupos que establecen las normas de movilidad y eventos como el levantamiento de información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), inspectores y actos de campañas políticas.
Los números son brutales: de las 17 mil 60 viviendas proyectadas, solo hay construidas y censadas cerca de 14 mil viviendas con una población de 38 mol 882 personas, la mitad son mujeres. Las casas ocupadas son cerca de 12 mil; se ha detectado muchas invadidas. Si hubiera información de cuántas están al corriente en el pago del predial se sabría el porcentaje de las qie están en situación irregular.
En Vilas Otoch Paraíso la densidad es de 272 personas por hectárea, un enorme hacinamiento con problemas de habitabilidad, inseguridad y falta de servicios y espacios de esparcimiento públicos que generan problemas vecinales y delincuenciales. En la Región 259 están registrados 88 puntos de venta de alcohol, el más alto del municipio; seguramente es mayor si se suman los expendios clandestinos.
El fraccionamiento tiene un número de pobladores comparativamente similar a la población del vecino municipio de Puerto Morelos, en un espacio de terreno infinitamente menor: 100 mil hectáreas contra apenas 143 que reflejan la falta de ética empresarial y visión social de las empresas desarrolladoras de vivienda, lo que provoca similitudes con lo que sucede en las colonias irregulares.
Eduardo Galaviz hace una reflexión: casi dos décadas después los ex regidores Mario Machuca y Delia Alvarado siguen siendo “líderes” sindicales y el ex regidor Jesús Melchor González es beneficiario de “ayuda social” regidor Pablo Bustamante Beltrán, y Heyden Cebada sigue como funcionario en Desarrollo Urbano, y Cadu tuvo una importante cantidad de ingresos por la venta de esas casas.

Menudencias
Alejandro Zozaya Gorostiza, ex. Director ejecutivo de Apple Leisure Group, publicará en unos días, bajo el sello Penguin, un libro sobre su vida en al negocio de la hotelería con el título “Secrets and Dreams” (Secretos del sueño), donde revela cómo creó un imperio: “Le he dedicado mucho tiempo, lo escribió un escritor profesional. Es un libro sobre mi vida, pero orientado al business case (documento que explica el valor o beneficios para una empresa)”. Lideró la compañía 20 años e inventó el “todo incluido” con AMResorts.
La presidenta ejecutiva de la Asociación de Clubes Vacacionales de Quintana Roo (Acluvaq), Elsa Miriam Cortés Franco, considera que el otorgamiento de visas de trabajo para la contratación de trabajadores centroamericanos no es la solución para cubrir las vacantes en los restaurantes y hoteles porque el verdadero problema “se reduce al transporte, pies una de las principales limitaciones es que la gente vive en zonas tan alejadas que les toma más de horas transportarse”.
La naviera Royal Caribbean ya trabaja en su sexto barco de la clase Oasis, que cual será más grande que el recién inaugurado Wonder of the Seas —que aún tiene un par de paradas en el caribe mexicano en lo que resta del año— y se prevé que estará listo para navegar en 2024; será más grande con más de 1,188 pies de largo (362 metros), más de 236 mil 857 toneladas brutas y una capacidad superior a los seis mil 988 pasajeros.
EN LA OPINIÓN DE:
“Vivir con miedo: la huella psicológica de la inseguridad en México”
Los Mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad…
Conciencia Saludablemente
Psicol. Alex Barrera
¡Mexicanos al grito de guerra! Esta es una de las estrofas más fuertes de nuestro himno nacional, cualquier mexicano conoce esta frase, pero cuantos de los habitantes de este país repara en el significado de esta frase que pareciera ser una realidad en estos días, cuantos de verdad se dan cuenta que la violencia en México si indiscutiblemente se ha convertido en una guerra, una que enfrentamos día a día y que se ha enraizado en nuestra sociedad.
Peor aún, ¿cuántos mexicanos si quiera se dan cuenta lo que le hace a su salud mental? La percepción de inseguridad, más allá de cifras, opera como un reflejo trastornador en el bienestar psicológico de la ciudadanía. En México, cuando los titulares de prensa retumban con asesinatos públicos, atrocidades y organismos de seguridad incapaces de contener el escalamiento criminal, lo que se resquebraja no es únicamente la confianza en las instituciones: se fractura la sensación de habitar un entorno protector, lo que repercute directamente en el ánimo, la salud mental y la capacidad de resiliencia de las personas.
Mientras el gobierno actual culpa a los anteriores gobiernos de la herencia de violencia, poco se ocupa de comunicar sus propias estrategias para brindar la certeza que la gente necesita hoy, y es que, si vamos al pasado inmediato, tan sólo en octubre se registraron un par de episodios que ilustran a la vez la crudeza de la violencia y su potencia simbólica.
La violencia ya no solo es violencia, sino que está plagada de un claro mensaje “NO HAY TREGUA”, porque no es solo el hecho de que en el estado de Michoacán, se registrara el asesinato de siete presidentes municipales en menos de cuatro años, si no que el último de ellos haya sido el de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, ejecutado el 1 de noviembre durante un evento público en pleno centro de la ciudad, y no cualquier evento, sino la celebración de Día de Muertos, uno de los eventos más significativos para los mexicanos. ¿Y entonces, no es este un atentado contra la misma sociedad, como podemos no entender esto como un mensaje, no para una persona, no para un estado, sino para un país entero? ¿Cómo puede no ser esto una agresión directa a la sociedad?
Este mismo mes en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, se vivió una semana de “limpieza” entre cárteles cuyo resultado fueron 41 muertos en seis días, 12 solamente el 22 de octubre, estos eventos inundan las páginas de los medios de comunicación locales e internacionales, que detallan enfrentamientos sangrientos entre bandos criminales.
Cuando la violencia se vuelve espectáculo —y aún más cuando el blanco son eventos culturales o áreas urbanas frecuentadas—, la inquietud colectiva crece y se instala un estado de permanente alerta emocional. La población no sólo teme por su integridad física, sino por la certeza de que el espacio en el que habita ya no es predecible ni seguro. En este contexto, la evidencia señala que la percepción de inseguridad persiste pese a mejoras estadísticas en homicidios. Por ejemplo, en una nota de El País publicada el pasado 23 de octubre se señala que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que, en septiembre de 2025, el 34 % de los mexicanos consideraba que la inseguridad permanecería “igual de mal” en su ciudad los próximos doce meses, y el 23.9 % estimaba que “empeorará”.
Desde la psicología, esos datos no son únicamente indicadores sociales: son síntomas de un clima emocional colectivo afectado. La inseguridad percibida produce estrés crónico, desgaste emocional y una reducción progresiva de lo que se denomina “capital psicológico”. Las personas pueden volverse más reacias a participar, a salir o a confiar en su entorno; aparece la hipervigilancia, la ansiedad, la alteración del sueño, e incluso la evitación de actividades cotidianas. Cuando la amenaza parece constante (aunque en el sentido probabilístico no esté dirigida a cada persona en lo individual) el efecto se propaga y se torna comunitario.
Además, esta erosión de la confianza se reconoce también en la relación entre ciudadanía y Gobierno. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum según publica en su sitio web PolíticoMX mantiene una aprobación del 74 % al cierre de octubre de 2025, mientras que la desaprobación ronda el 25 %, eso no sostiene la percepción sobre la inseguridad que la ciudadanía no aprueba pues el mismo medio publica que otra encuesta hecha entre abril-mayo de 2025 que señala que solo 21.6 % de los mexicanos afirmaron sentirse seguros viviendo en el país, lo que significa que ~78.4 % se siente inseguro.
Los mexicanos esperan seguridad, efectividad institucional y protección, cuando eso falla, también se quiebra el sentido de que “las cosas están bajo control”. Ese quiebre tiene consecuencias psicológicas: ¡el orden que sostiene la rutina y la confianza se vuelve frágil!
La percepción de que “nadie está a salvo” o que “las autoridades no se dan abasto” abre una fisura emocional que afecta la vida social: las personas se retraen, desconfían, se inhiben. En la práctica clínica, se puede observar cómo en zonas de alta violencia o alta percepción de riesgo, los pacientes presentan mayor vulnerabilidad ante trastornos de ansiedad, alteraciones del sueño, síntomas de hipervigilancia y menos recursos para enfrentar los imprevistos. Cuando se vive con la sensación de que el entorno se volvió hostil, el bienestar se vuelve una meta difícil.
Es imprescindible comprender que, aunque los índices de homicidio puedan bajar en ciertos meses, la experiencia subjetiva de inseguridad no cae de inmediato. El retraso entre la mejora real y la percepción ciudadana deja un vacío de tiempo en que la salud emocional queda expuesta. Y mientras tanto, la violencia, al ser tan visible y tan simbólica, sigue reforzando la sensación de vulnerabilidad.
¿Qué hacer ante este escenario? En primer lugar, desde lo comunitario, es necesario promover espacios de diálogo, reforzar lazos de vecindad, crear plataformas de resiliencia colectiva: porque la inseguridad emocional se enfrenta también socialmente. Pero, en segundo lugar, y no menos importante, desde el ámbito individual, no se puede trivializar el impacto psicológico que tiene vivir bajo la sombra de la violencia. Acudir a servicios de salud mental, recibir contención, comprender que la reacción emocional es lógica, constituye un acto de cuidado.
No solo “sobrevivir” a la inseguridad física, sino preservar el bienestar psicológico, es una tarea urgente, porque la constante percepción de peligro provoca estrés constante, y esto a su vez genera, malestar físico, y más allá de ello fragmenta el bienestar social. Las autoridades tienen la obligación de garantizar la seguridad, pero las personas también tienen el derecho y la necesidad de salvaguardar su salud emocional cuando la protección estatal se ve comprometida.
En un país donde la violencia arremete en plazas públicas, atenta contra autoridades, se infiltra en la vida cotidiana y deja huella en la percepción de la gente, el bienestar psicológico no es un lujo: es una condición para el mínimo sustento de la dignidad humana.
Los mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad, aceptarlo, afrontarlo y en su caso buscar ayuda profesional, hablar con un terapeuta, explorar las formas en que la inseguridad impacta nuestra mente, es tan importante como procurar cerraduras y alarmas. Porque al final del día, tenemos que reconstruir no solo ciudades más seguras, sino experiencias interiores donde no nos sintamos indefensos.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
EN LA OPINIÓN DE:
Entre flores y recuerdos: la psicología del Día de Muertos
Colocar un altar nos lleva a encontrar un vinculo en el que se pude sanar la perdida
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera
En México, la muerte no se esconde; se decora con flores de cempasúchil, se endulza con pan y se acompaña de risas y canciones. El Día de Muertos no es sólo una tradición; es una declaración cultural profundamente humana: la vida y la muerte no son opuestos, sino partes del mismo ciclo. Desde la psicología, esta visión ofrece una lección esencial sobre cómo enfrentamos la pérdida, el duelo y la memoria.
En muchas culturas occidentales, hablar de la muerte sigue siendo un tema prohibido. Se evita mencionar a los fallecidos, se apartan sus objetos, se oculta el dolor tras una aparente fortaleza. Sin embargo, la cultura mexicana, heredera de cosmovisiones indígenas y creencias sincréticas, ha desarrollado una relación distinta con la finitud. Aquí la muerte se sienta a la mesa. Se le invita, se le honra, se le ríe. En lugar de negar su existencia, se le integra como una compañera inevitable.
Esta actitud, lejos de ser una mera expresión folklórica, tiene profundas implicaciones psicológicas. Aceptar la muerte —propia y ajena— es aceptar la impermanencia de todo. Es reconocer que la pérdida forma parte de la vida, y que el dolor, cuando se vive con consciencia, puede transformarse en gratitud. Desde la psicología existencial, este reconocimiento no conduce a la desesperanza, sino a una mayor plenitud: saber que el tiempo es finito nos empuja a vivir con sentido, a cuidar los vínculos y a encontrar propósito en cada día.
Pero el Día de Muertos no solo nos enseña a pensar en la muerte; también nos enseña a recordar con amor. El altar, corazón simbólico de la celebración, se convierte en un espacio terapéutico. Al colocar una fotografía, una vela o el platillo favorito del ser querido, no solo evocamos su presencia: actualizamos el vínculo. Recordar no es aferrarse al pasado, sino mantener viva la conexión emocional que sigue existiendo más allá de la ausencia física.
En psicología del duelo, esto se conoce como el vínculo continuo. Lejos de promover el olvido, se alienta a las personas a encontrar formas sanas de mantener esa relación interior con quienes ya no están. El altar cumple exactamente esa función: da forma, color y orden al dolor. Permite hablar con los que se fueron, agradecerles, perdonarlos o simplemente compartir un instante simbólico de convivencia. Es, en términos terapéuticos, una representación externa del proceso interno de sanar.
Cada objeto en el altar cumple una función emocional: las flores representan el ciclo de la vida, la comida evoca el cuidado, las velas guían el camino y las fotografías preservan la memoria. A través de este acto ritual, la persona que recuerda también se reconstruye. Como en cualquier proceso terapéutico, el ritual ofrece estructura, contención y sentido: tres elementos fundamentales para elaborar el duelo.
La psicología contemporánea reconoce que los rituales —ya sean religiosos, culturales o personales— facilitan la transición emocional tras una pérdida. Funcionan como puentes entre el dolor y la aceptación, entre el caos y la calma. En ese sentido, el Día de Muertos puede entenderse como una forma colectiva de terapia: una jornada en la que la sociedad entera legitima el dolor, lo comparte y lo transforma en celebración.
Sin embargo, bajo el colorido de las ofrendas y la alegría de las calaveras, también laten silencios profundos. No todos los duelos son iguales ni todas las pérdidas se procesan del mismo modo. Hay quienes, tras la muerte de un ser querido, sienten que la vida pierde sentido, que el vacío es demasiado grande o que la tristeza se ha vuelto una compañera constante. En esos casos, el acompañamiento psicológico puede marcar una diferencia vital.
Hablar del duelo en terapia es un acto de valentía. Es reconocer que, aunque la cultura ofrezca rituales para honrar la muerte, a veces el dolor necesita otro espacio: un lugar donde ser escuchado, comprendido y trabajado con herramientas profesionales. La psicoterapia ayuda a darle forma a la ausencia, a integrar el recuerdo y a reconstruir la vida sin negarla, es iniciar el camino hacia una nueva forma de coexistir con el dolor y afrontarlo de manera que no se convierta en un trauma.
Así, el Día de Muertos no es sólo una tradición que mira hacia el pasado, sino una invitación a mirar hacia adentro. Nos recuerda que el amor y la pérdida son inseparables, y que recordar no duele: lo que duele es callar. Cada altar que encendemos es una forma de iluminar nuestra historia, de reconciliarnos con lo inevitable y de encontrar sentido en el recuerdo.
Quizás por eso, entre el aroma del copal y la luz de las velas, comprendemos que no se trata de vencer a la muerte, sino de aprender a convivir con ella, y entender que la vida es sólo el camino que nos lleva inevitablemente hacia el final. Y en ese aprendizaje, la psicología tiene mucho que aportar: ayudarnos a aceptar, a transformar y, sobre todo, a vivir con conciencia.
Porque así como los altares se llenan de flores cada noviembre, también nuestra mente y nuestro corazón pueden renovarse. A veces, solo hace falta dar el primer paso: hablar con alguien, pedir ayuda, acudir a terapia.
La vida como el altar, se enciende de nuevo cuando nos atrevemos a mirar la sombra y convertirla en luz en este ciclo cuya belleza se encuentra en tomar conciencia de que un día se va terminar.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
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