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Creando favelas

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Opinión / Cicuta del Caribe LXXXI

• Políticos, líderes sindicales y notarios crearon Villas Otoch
• Mario Machuca y Delia Alvarado aprobaron mayor densidad
• Heyden Cebada también votó; aún enquistado en municipio
• “Secretos del sueño”, libro donde Alex Zozaya se confiesa
• La falta de personal, porque viven muy lejos: Miriam Cortés
• Ya construyen crucero más grande que Wonder of the Seas

Por: Carlos Águila Arreola

La estulticia, falta de ética e irresponsabilidad social de políticos, líderes sindicales, notarios y uno que otro oportunista dio vida a las “favelas cancunenses” o Región 259 y alrededores, al norponiente de la ciudad, convertida en la zona más peligrosa, de acurdo con el Mapa Geodelictivo de la Secretaría de Seguridad Pública local.

Durante la presidencia del finado Francisco Alor Quezada (2005-2008) en el municipio de Benito Juárez, los regidores y líderes sindicales Mario Machuca Sánchez y Delia Alvarado Alvarado; el notario Heyden José Cebada Ramírez, y políticos como Rogelio Márquez Valdivia y Alejandro Janitzio Ramos Hernández apoyaron la autorización y votaron a favor de crear el Villas Otoch Paraíso.

[Favela es un término del portugués que hace referencia a una vivienda precaria; por extensión, se denomina favela al barrio marginal formado por este tipo de construcciones informales: también es el nombre de una planta que está en los morros, y cuando antiguamente subían los habitantes de Río de Janeiro a buscar frutas y flores para vender, decían que regresaban de las favelas.]

Hoy, 17 años después,, al fraccionamiento se le conoce —aquí y a nivel mundial gracia a la internet— como “la favela de Cancún”; la ciudad estuvo dividida en 13 sectores, que fueron reducidos a siete, y el seis es el más peligroso, según Seguridad Pública, considerando que los más violentos, después del seis, son los sectores cuatro (Las Palmas y La Joya) y tres (Paseos del Mat).

Se trata del norponiente de la ciudad donde más reportes delictivos registran las corporaciones policiacas. De acuerdo con datos oficiales, al día llegan entre 10 y 15 informes por faltas administrativas y diversos delitos, que lo convierte en el más inseguro y violento del municipio, sobre todo Villas Otoch Paraíso, ubicado a la salida hacia Mérida, uno de los “focos rojos” por la inseguridad-

“Ese desarrollo inmobiliario se ha convertido en referente de diversos temas urbanos, problemática familiar-social, de contaminación y especialmente de inseguridad; se le ha bautizado incluso como «las favelas de Cancún»”, señala Eduardo Galaviz Ibarra, dirigente ydel Observatorio Legislativo de Quintana Roo.

Origen
La zona está rodeada por las regiones 248, 251, 247 y 260; Se trata de las cinco zonas más peligrosas para vivir debido al alto número de delitos: además, Benito ´Juárez tuvo el mayor número de ejecuciones durante el mes de julio: 30 de las 46 que hubo en Quintana Roo: es decir, un promedio de 1 1.4 cada día, de acuerdo con datos d la Fiscalía General del Estado (FGE).

En un documento que tituló “Villas Otoch Paraíso. Los orígenes”, recordó que Alor Quezada llegó al poder gracia a la alianza de los partidos Revolucionario Institucional (PRI, del que procedía) y el Verde Ecologista de México (PVEM), una de las administraciones que más cambios de uso de suelo aprobó, entre esos se modificaron las condicionantes del llamado polígono de expansión número 11.

En la quincuagésima novena sesión ordinaria, el 18 de septiembre de 2007, se incluyó un punto trascendente: la “planificación” urbana de Cancún. Se aprobó el cambio de densidad en las 143 hectáreas del fraccionamiento, que tenía autorizadas 60 viviendas por acre, y se aumentó a 120 viviendas para poder otorgarle la autorización a la empresa inmobiliaria Cadu.

El tufo de del cochupo, de la corrupción se intuye desde el principio, advierte Galaviz Ibarra, pues la propuesta se integró a última hora en el orden del día, dijeron varios regidores; se deduce que no se estudió ni analizó a detalle, solo fue “revisada” por la Comisión de Desarrollo Urbano y Transporte, integrada por los regidores Mario Machuca, Delia Alvarado y Jesús Melchor González Solís.

Los líderes sindicales, entonces afiliados y beneficiarios del PRI,I y el otro integrante del PVEM. Como titular de la Dirección de Desarrollo Urbano estaba el notario Heyden José Cebada Ramírez., quien desde entonces no abandona el palacio municipal, como si le supiera algo a alguien y el pago lo hace inamovible, o sigue dentro del sistema para cubrir o desviar la atención incómoda.

La empresa fundamentó su propuesta en la necesidad de vivienda de interés social con los subsidios federales que ofrecía el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) a obreros que ganaban hasta dos salarios mínimos y podían pagar una mensualidad de 650 pesos mensuales.

El proyecto presentado por Cadu Inmobiliaria era para 17 mil 160 viviendas de 35 metros cuadrados, lo cual fue duramente criticado apenas por un integrante del cabildo, el regidor Agustín del Carmen Osorio Basto, quien advertía de los graves conflictos familiares y sociales que se generarían en esa zona con esa concentración de personas…. y no se equivocó.

Fue el único voto en contra; los candidatos que contendieron en esa elección y que fueron regidores como Rogelio Márquez Valdivia y Alejandro Janitzio Ramos Hernández apoyaron la autorización y votaron a favor Tres lustros después de está causando graves problemas urbanos y falta de atención a un grupo de población que accedió a la adquisición de esas viviendas.

Brutales
El lugar tiene una problemática urbana y falta de gobernabilidad, el diseño no contempló zonas de equipamiento y esparcimiento: incluso se percibe que están orientadas a un autogobierno controlado por grupos que establecen las normas de movilidad y eventos como el levantamiento de información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), inspectores y actos de campañas políticas.

Los números son brutales: de las 17 mil 60 viviendas proyectadas, solo hay construidas y censadas cerca de 14 mil viviendas con una población de 38 mol 882 personas, la mitad son mujeres. Las casas ocupadas son cerca de 12 mil; se ha detectado muchas invadidas. Si hubiera información de cuántas están al corriente en el pago del predial se sabría el porcentaje de las qie están en situación irregular.

En Vilas Otoch Paraíso la densidad es de 272 personas por hectárea, un enorme hacinamiento con problemas de habitabilidad, inseguridad y falta de servicios y espacios de esparcimiento públicos que generan problemas vecinales y delincuenciales. En la Región 259 están registrados 88 puntos de venta de alcohol, el más alto del municipio; seguramente es mayor si se suman los expendios clandestinos.

El fraccionamiento tiene un número de pobladores comparativamente similar a la población del vecino municipio de Puerto Morelos, en un espacio de terreno infinitamente menor: 100 mil hectáreas contra apenas 143 que reflejan la falta de ética empresarial y visión social de las empresas desarrolladoras de vivienda, lo que provoca similitudes con lo que sucede en las colonias irregulares.

Eduardo Galaviz hace una reflexión: casi dos décadas después los ex regidores Mario Machuca y Delia Alvarado siguen siendo “líderes” sindicales y el ex regidor Jesús Melchor González es beneficiario de “ayuda social” regidor Pablo Bustamante Beltrán, y Heyden Cebada sigue como funcionario en Desarrollo Urbano, y Cadu tuvo una importante cantidad de ingresos por la venta de esas casas.

Menudencias
Alejandro Zozaya Gorostiza, ex. Director ejecutivo de Apple Leisure Group, publicará en unos días, bajo el sello Penguin, un libro sobre su vida en al negocio de la hotelería con el título “Secrets and Dreams” (Secretos del sueño), donde revela cómo creó un imperio: “Le he dedicado mucho tiempo, lo escribió un escritor profesional. Es un libro sobre mi vida, pero orientado al business case (documento que explica el valor o beneficios para una empresa)”. Lideró la compañía 20 años e inventó el “todo incluido” con AMResorts.

La presidenta ejecutiva de la Asociación de Clubes Vacacionales de Quintana Roo (Acluvaq), Elsa Miriam Cortés Franco, considera que el otorgamiento de visas de trabajo para la contratación de trabajadores centroamericanos no es la solución para cubrir las vacantes en los restaurantes y hoteles porque el verdadero problema “se reduce al transporte, pies una de las principales limitaciones es que la gente vive en zonas tan alejadas que les toma más de horas transportarse”.

La naviera Royal Caribbean ya trabaja en su sexto barco de la clase Oasis, que cual será más grande que el recién inaugurado Wonder of the Seas —que aún tiene un par de paradas en el caribe mexicano en lo que resta del año— y se prevé que estará listo para navegar en 2024; será más grande con más de 1,188 pies de largo (362 metros), más de 236 mil 857 toneladas brutas y una capacidad superior a los seis mil 988 pasajeros.

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Cuando el estrés se vuelve hogar

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En una mente estresada por años, el silencio se vuelve territorios peligrosos ocultando el verdadero mal

Conciencia Saludablemente

Por. Psicol. Alex Barrera

Hubo un tiempo en el que el estrés era una señal de alarma: algo no estaba bien y el cuerpo pedía pausa. Hoy, para muchas personas, el estrés dejó de ser un estado pasajero y se convirtió en una forma de vida. Muchas personas sin darse cuenta aprendieron a vivir aceleradas, hiperconectadas y con la sensación constante de que, si no estamos ocupados o tensos, estamos fallando en algo. El problema no es solo vivir con estrés, sino volverse incapaz de vivir sin él.

Durante años hemos aprendido a vivir con el estrés como si fuera una condición natural de la adultez. “Así es la vida”, decimos, mientras normalizamos el cansancio crónico, la ansiedad constante y la sensación de que, si no estamos ocupados, algo anda mal. Poco a poco, sin darnos cuenta, dejamos de preguntarnos si el estrés es inevitable y comenzamos a organizarnos alrededor de él. El problema no es sólo que vivamos estresados, sino que a de que sabemos que existe, no sabemos ni como reconocerlo, es decir, sabemos que existe el estrés, pero no sabemos cómo se siente el estrés, y mucho menos como detenerlo, aunque suene duro muchos hemos desarrollado una incapacidad real para vivir sin estrés.

Y es que cuando el estrés se normaliza, el silencio incomoda. Los espacios de calma generan culpa y la tranquilidad se interpreta como pérdida de tiempo incluso hay quien al intentar detenerlo se encuentra con la respuesta automática del cerebro una rotunda negativa, como si el propio cuerpo se negara a abandonar ese estado. Y lo grave es que aunque el cerebro lo haya normalizado, el generar estrés mantiene los mecanismos del naturales del cuerpo provocando daños clínicos en la salud de las personas.

No hablo del estrés como respuesta adaptativa —ese mecanismo biológico que nos permite reaccionar ante una amenaza real—, sino de un estado permanente de activación que se vuelve identidad. Hay personas que no saben qué hacer cuando no hay pendientes, conflictos o urgencias. El silencio les incomoda. El descanso les genera culpa. La calma se percibe como improductiva, sospechosa, incluso peligrosa. En ese punto, el estrés deja de ser una reacción y se convierte en una forma de vida.

Desde la psicología sabemos que el cuerpo no distingue entre una amenaza real y una simbólica. El sistema nervioso responde igual a un león que a un correo electrónico. Cuando vivimos en estado de alerta constante, el organismo se adapta a esa intensidad. El cortisol y la adrenalina se mantienen elevados y, con el tiempo, el cuerpo aprende a funcionar así. Entonces ocurre algo paradójico: la calma empieza a sentirse extraña, y el estrés se vuelve familiar. Incluso necesario.

Esto explica por qué algunas personas, al tener un fin de semana libre, se enferman, se angustian o buscan inconscientemente un conflicto. No es mala suerte: es un sistema nervioso que no sabe bajar la guardia. La mente, acostumbrada al ruido, interpreta la quietud como vacío. Y el vacío, para muchos, resulta insoportable.

La cultura contemporánea ha hecho del estrés una medalla de honor. Estar ocupados es sinónimo de éxito. Dormir poco es señal de compromiso. Decir “no tengo tiempo” nos valida socialmente. Hemos romantizado el agotamiento al punto de sospechar de quien vive con calma. ¿Qué estará haciendo mal? ¿Por qué no corre como los demás? Así, el estrés deja de ser un problema y se vuelve un valor cultural.

Pero el cuerpo no negocia con las narrativas sociales. El estrés sostenido tiene consecuencias claras: trastornos del sueño, problemas digestivos, enfermedades cardiovasculares, irritabilidad, dificultades de concentración, distanciamiento social, ansiedad y depresión. Lo más grave es que muchas de estas señales se ignoran porque se consideran “normales”. Vivir cansados se vuelve la norma. Sentirse mal, el precio a pagar.

Hay otro aspecto menos visible pero igual de dañino: el estrés constante empobrece la vida emocional. Cuando estamos siempre en modo supervivencia, no hay espacio para el placer, la creatividad ni la introspección. Todo se vuelve funcional. Incluso las relaciones. Escuchamos a medias, convivimos con prisa, respondemos desde la reactividad. Vivir así no sólo desgasta el cuerpo; también nos desconecta de nosotros mismos.

Con frecuencia escucho frases como: “Si me relajo, pierdo el control”, “Si descanso, me atraso”, “Si bajo el ritmo, todo se desmorona”” Hay que seguir” y la más atros “Puedo con eso y más”, todas ellas de personas que puedo ver están a punto de desmoronarse. Detrás de ellas hay una creencia profunda: la idea de que sólo somos valiosos cuando estamos produciendo o resolviendo problemas. El estrés, entonces, se convierte en una forma de sostener la autoestima. Mientras estoy ocupado, existo. Cuando paro, me enfrento al vacío de no saber quién soy sin la urgencia.

En ese sentido, la incapacidad de vivir sin estrés no es sólo fisiológica; es también psicológica. El estrés funciona como anestesia. Mantiene la mente ocupada y evita preguntas incómodas: ¿estoy donde quiero estar?, ¿esto me hace sentido?, ¿qué estoy evitando sentir? Cuando bajamos el ritmo, esas preguntas aparecen. Y no siempre estamos preparados para escucharlas.

La ironía es que muchas personas buscan “manejar mejor el estrés” sin cuestionar por qué viven en un estado que lo genera de manera permanente han olvidado siquiera como se sentían, y casi puedo asegurar que ya ni siquiera lo distinguen. Hacemos yoga, meditamos cinco minutos, tomamos suplementos… pero regresamos a la misma lógica de exigencia. No se trata de eliminar el estrés —eso sería imposible—, sino de dejar de necesitarlo para sentirnos vivos.

Incluso el cerebro puede interpretar como amenazantes los ejercicios orientados a la calma y la relajación cuando ha pasado demasiado tiempo funcionando en modo de alerta. Desde la neurociencia sabemos que el sistema nervioso se adapta a los estados que se repiten con mayor frecuencia; si una persona vive bajo estrés crónico, su cerebro aprende que la activación constante es sinónimo de seguridad.

En ese contexto, prácticas como la respiración profunda, la meditación o el silencio corporal pueden generar incomodidad, ansiedad o inquietud, porque implican “bajar la guardia”. Al disminuir la estimulación externa, emergen sensaciones internas, emociones reprimidas o pensamientos evitados, lo que el cerebro interpreta como pérdida de control.

La amígdala, encargada de detectar amenazas, puede activarse ante esta quietud desconocida, enviando señales de alarma que se manifiestan como nerviosismo, tensión muscular o necesidad urgente de interrumpir el ejercicio. No es que la calma sea peligrosa, sino que resulta extraña para un sistema acostumbrado a sobrevivir desde la urgencia. Por ello, aprender a relajarse no siempre es placentero al inicio; es un proceso de reaprendizaje en el que el cerebro necesita tiempo y acompañamiento para reconocer que el descanso también es un estado seguro.

Aprender a vivir sin estrés no significa abandonar responsabilidades ni aspiraciones. Significa recuperar la capacidad de alternar entre acción y reposo reconociendo conscientemente cual es cual. Dejar que el sistema nervioso recuerde que la calma también es segura. Que no todo es amenaza. Que no todo es urgente. Que el descanso no es un premio, sino una necesidad biológica y emocional y de usar herramientas que me permitan disminuir el estrés en momentos precisos de la vida.

Este reaprendizaje no es sencillo. Para alguien acostumbrado a la hiperactividad, el descanso puede generar ansiedad, irritabilidad o incluso tristeza. Es como quitarle una muleta al cuerpo: al principio duele. Por eso, muchas personas fracasan en sus intentos de bajar el ritmo y concluyen que “no pueden”. No es que no puedan; es que están deshabituándose de un estado que se volvió adictivo.

Aquí es donde la terapia psicológica cobra un papel fundamental. No sólo para enseñar técnicas de relajación, sino para explorar qué función cumple el estrés en la vida de la persona. ¿Qué evita? ¿Qué sostiene? ¿Qué identidad refuerza? Acompañar este proceso permite construir una relación más sana con el tiempo, el cuerpo y las emociones.

Vivir sin estrés constante no es una utopía, pero sí un acto contracultural. Implica cuestionar mandatos, tolerar la incomodidad del silencio y redefinir el valor personal más allá del rendimiento. Implica, en muchos casos, aceptar que hemos estado sobreviviendo cuando podríamos estar viviendo.

Tal vez la pregunta no sea cómo eliminar el estrés, sino algo más incómodo y honesto: ¿qué parte de mí no sabe existir sin él? Mientras no nos atrevamos a responderla, seguiremos corriendo, no porque sea necesario, sino porque detenernos nos confronta con una calma que aún no sabemos habitar.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial de manera privada.


Si le interesa el tema puede profundizar en los siguientes textos:
American Psychological Association. (2020). Stress effects on the body.
https://www.apa.org/topics/stress/body

Describe cómo el estrés crónico mantiene al sistema nervioso en estado de alerta y dificulta la activación de respuestas de relajación.

Porges, S. W. (2011). The polyvagal theory: Neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication, and self-regulation. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393707007

Explica cómo el sistema nervioso autónomo puede interpretar estados de calma como inseguros cuando el organismo está habituado a la hiperactivación.

Van der Kolk, B. (2014). The body keeps the score: Brain, mind, and body in the healing of trauma. Viking.
https://www.penguinrandomhouse.com/books/215391/the-body-keeps-the-score-by-bessel-van-der-kolk-md/

Aborda cómo personas con estrés prolongado o trauma pueden experimentar ansiedad al intentar relajarse o meditar.

Thayer, J. F., & Lane, R. D. (2000). A model of neurovisceral integration in emotion regulation and dysregulation. Journal of Affective Disorders, 61(3), 201–216.
https://doi.org/10.1016/S0165-0327(00)00338-4

Expone cómo la regulación emocional deficiente hace que el sistema nervioso perciba la calma como una pérdida de control.

Treleaven, D. A. (2018). Trauma-sensitive mindfulness: Practices for safe and transformative healing. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393709780

Analiza por qué prácticas de mindfulness pueden activar ansiedad en personas con sistemas nerviosos hipervigilantes.

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El lado oscuro de la navidad: una mirada psicológica a la depresión invernal

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Detrás de la mercadotecnia de la época de paz en el mundo, la cifra de suicidios se eleva

Conciencia Saludablemente

Por Psicol. Alex Barrera**

Cada año, cuando el invierno comienza a instalarse y los días se acortan, noto un cambio sutil pero profundo en muchas de las personas, lo cual inevitablemente a mi parecer crea una bruma en todo el ambiente, y es que mientras la gran maquinaria de la mercadotecnia nos vende un espacio de amor, familia y entornos diseñados a modo para fomentar el espíritu de dar y recibir, la realidad es que muchas veces esto es la máscara que oculta, lo que no queremos saber, pero que nuestro cerebro ya sabe. Y no es otra cosa sino la reacción biológica natural que nos alinea con la naturaleza, invierno significa el final.

Y no, no es fatalismo, es la naturaleza terminando un ciclo, es por eso que durante el invierno muchos animales se retiran a descansar, los arboles desojados esperan pacientes para poder reverdecer, la luz del día es menos, y por supuesto los seres humanos experimentamos cambios que desafortunadamente intentamos ignorar debido a que cada día nos alejamos más y más de lo natural, pensando con la soberbia que solo el razonamiento nos puede dar, que si la luz del sol se va, nosotros podemos llenarla con pequeñas luces artificiales, que se venden en aquellos puestos que ocupan miles de esquinas en el país.

Pero dejemos el romanticismo y la filosofía de lado y para no abrumarle entremos de lleno a lo que quiero en este espacio, comentarle a usted, que se toma el tiempo de leer estas líneas y es que, si hablamos de los síntomas del invierno, incluso yo, como especialista en salud mental debo confesar que experimento cierta variación en mi nivel de energía y claridad emocional.

Así pues, le hablaré de las cosas por su nombre, lo que muchas personas experimentamos no se trata simplemente de “mal humor por el frío”, sino de un fenómeno ampliamente documentado: la depresión invernal, también conocida como Trastorno Afectivo Estacional (TAE). Aunque a veces se percibe como una exageración o un invento moderno, la ciencia ha demostrado que es una condición real y prevalente, estrechamente vinculada a los ciclos de luz y a la respuesta biológica de nuestro organismo.

La American Psychological Association (APA) explica que el TAE aparece cuando la disminución de luz solar altera nuestros ritmos circadianos, los cuales funcionan como un reloj interno que regula funciones tan esenciales como el sueño, el apetito, la energía y el estado de ánimo. Cuando ese reloj se desajusta, aumentan la melatonina —la hormona del sueño— y disminuyen los niveles de serotonina, vinculada al bienestar. El resultado es una combinación de fatiga, desmotivación, tristeza persistente, irritabilidad, dificultades de concentración y, en algunos casos, un fuerte deseo de aislamiento social.

Observando desde un ángulo clínico, lo más complejo de la depresión invernal no es sólo la sintomatología, sino la forma en que suele ser minimizada. Muchas personas que pasan por este tipo de situaciones se expresan diciendo: “Debe ser flojera”, “Solo necesito echarle ganas”, “Es normal, a todos nos cae pesado el invierno”. Y aunque es cierto que los cambios estacionales influyen en nuestro ánimo, no debemos normalizar un malestar que interfiere en la vida cotidiana. Reconocer que algo no está bien permite atenderlo y evitar que el evento evolucione hacia formas más severas por ejemplo caer en depresión.

Es importante señalar que algunas personas tienen mayor vulnerabilidad biológica a este trastorno. Investigaciones del National Institute of Mental Health (NIMH) indican que quienes viven lejos del ecuador, en regiones donde el invierno tiene menor exposición solar, presentan tasas más altas de TAE. Además, quienes tienen antecedentes de depresión mayor suelen ser más sensibles a las variaciones de luz. Esto no significa que sea inevitable, sino que debemos prestar especial atención a los primeros síntomas.

En terapia, he observado que uno de los desafíos más grandes es el impacto en la percepción personal: quienes viven depresión invernal suelen sentirse “culpables” de no rendir igual, de no tener la misma energía o motivación que en otras épocas. Explicarles el componente biológico, ese juego de hormonas, luz y ritmos internos, les ayuda a comprender que no se trata de una falla personal, sino de un proceso fisiológico que puede regularse con estrategias adecuadas. Probablemente es por ello que muchas personas no son capaces de aceptar que están pasando por un mal momento, incluso ni siquiera lo reconocer, y tapan este tipo de sentimientos con conductas dañinas que curiosamente son fomentadas con el falso espíritu de la navidad, por ejemplo las compras excesivas, o el descontrol en los hábitos alimenticios.

Aun cuando se supone que la temporada enaltece virtudes como la paz, el amor, y la fraternidad, resulta preocupante observar que la disminución de luz natural y la carga emocional invernal coinciden con un aumento sostenido de suicidios en México, en donde para 2023 se registraron 8 mil 837 suicidios, lo que representa una tasa de 6.8 por cada 100 mil habitantes, una cifra más alta que la de años previos, según el INEGI. Estos datos sugieren que la temporada de oscuridad, soledad o desánimo puede agravar la vulnerabilidad psicológica (especialmente en personas predispuestas) y transformar la tristeza estacional en crisis profundas.

Sobre esto existen métodos que pueden ayudar a reducir el riesgo de padecer TAE, ninguno de ellos tan efectivo como la atención psicológica profesional. Un especialista de la salud puede evaluar el nivel del problema además el acompañamiento terapéutico brinda herramientas para detectar pensamientos suicidas, regular el estado de ánimo y reconstruir el bienestar emocional en los meses más oscuros del año.

Algunas acciones cotidianas contribuyen significativamente a reducir el impacto del TAE. Por ello, aquí te comparto tres recomendaciones basadas en evidencia para prevenir o disminuir la depresión invernal:

1) Exponte diariamente a la luz solar entre 5 y 10 minutos, siempre con la protección adecuada.
Salir por la mañana, abrir cortinas, caminar un poco o simplemente recibir la luz directa del gran astro ayuda a regular la serotonina y el reloj biológico. Puede parecer un gesto mínimo, pero su impacto es notable cuando se vuelve parte de la rutina, eso sí, no olvides el bloqueador solar y los lentes con filtro UV.

2) Mantén horarios regulares de sueño y actividad física.
Tu cuerpo necesita estabilidad cuando la luz es escasa. Dormir a horas similares y realizar ejercicio —aunque sea ligero— mejora la energía, la regulación emocional y el descanso nocturno. Aun si la noche dura más tiempo que el día es importante mantener la rutina.

3) Cultiva espacios de conexión social, incluso si la apatía te invita al aislamiento.
El invierno tiende a encerrarnos, pero el contacto humano funciona como un amortiguador emocional. Conversar con alguien, compartir actividades o participar en grupos de apoyo contribuye a mejorar el estado de ánimo.

Y, sobre todo, recuerda que la terapia psicológica es un acompañamiento fundamental durante esta temporada. No solo ofrece un espacio seguro para explorar lo que sientes, sino que te brinda herramientas para comprender tus ciclos internos, reorganizar rutinas, manejar pensamientos negativos y fortalecer tu resiliencia. En los meses más fríos del año, cuando el mundo parece apagarse un poco, la terapia se convierte en un punto de luz que ayuda a atravesar el invierno con mayor claridad y bienestar. Y no olvides que el invierno es el final que marca el inicio de algo nuevo, la navidad no sólo es época de dar y recibir, sino que también amerita un tiempo de introspección para disminuir el ritmo y reflexionar sobre lo que finalizamos y como queremos comenzar el nuevo ciclo.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo Humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

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Para más información del tema puede consultar:

Textos de Interes

American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5.ª ed.). Washington, D.C.: Author.
(Para la definición clínica del Trastorno Afectivo Estacional como especificador del trastorno depresivo mayor.)

Rosenthal, N. E., Sack, D. A., Gillin, J. C., Lewy, A. J., Goodwin, F. K., Davenport, Y., … & Wehr, T. A. (1984). Seasonal Affective Disorder: A description of the syndrome and preliminary findings with light therapy. Archives of General Psychiatry, 41(1), 72–80.
(Estudio pionero que define la depresión invernal y su relación con la luz.)

Melrose, S. (2015). Seasonal Affective Disorder: An Overview of Assessment and Treatment Approaches. Depression Research and Treatment, 2015, 1–6.
(Revisión general sobre causas, síntomas y tratamiento del TAE.)

Partonen, T., & Lönnqvist, J. (1998). Bright light improves vitality and alleviates distress in healthy people. Journal of Affective Disorders, 46(1), 175–181.
(Evidencia científica del impacto de la luz en el estado de ánimo.)

Rohan, K. J., Roecklein, K. A., & Haaga, D. A. F. (2009). Cognitive-behavioral therapy for seasonal affective disorder: A randomized controlled trial. American Journal of Psychiatry, 166(5), 503–510.
(Estudio que valida la efectividad de la terapia psicológica para el TAE.)

Lewy, A. J. (2007). Circadian misalignment in mood disturbances. Current Psychiatry Reports, 9(6), 517–522.
(Base científica sobre ritmos circadianos y trastornos del estado de ánimo.)

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2023). Estadísticas a propósito del día mundial para la prevención del suicidio.
(Fuente de la cifra: 8,837 suicidios y tasa de 6.8 por cada 100 mil habitantes en México.)

Lam, R. W., & Levitt, A. J. (1999). Canadian Consensus Guidelines for the Treatment of Seasonal Affective Disorder. Clinical & Academic Publishing.
(Guía clínica que respalda intervenciones terapéuticas para depresión invernal.)

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