RUSIA, 14 DE JULIO.-Ya solo quedan dos. 63 partidos repletos de emoción, intriga, goles en jugadas a balón parado y resultados sorprendentes de los que han salido nuestros finalistas: Francia y Croacia. Esta final del Mundial evoca muchos recuerdos del torneo de 1998, la edición de hace dos décadas en la que Francia se proclamó campeona ante su público.
Los Vatreni, debutantes en el certamen aquel año, querrán desquitarse de la derrota registrada entonces en semifinales ante los Bleus, que se impusieron gracias a los dos únicos goles anotados por Lilian Thuram con su selección en toda su carrera. Francia, por su parte, confía en que quien fue capitán en el duelo por el título que siguió a aquel triunfo hace veinte años vuelva a conducir a los suyos hasta la victoria en el estadio Luzhnikí.
Didier Deschamps podría convertirse en el tercer hombre —después de Mário Zagallo y Franz Beckenbauer— que alza el trofeo primero como jugador y luego como seleccionador, siempre que repita ahora desde la línea de banda la final triunfal que jugó ante la Seleção en 1998.
Las conexiones con el pasado están más que claras, pero ambos conjuntos viven el presente. Francia se mostró eficaz y sólida ante Bélgica el martes en semifinales, eliminando a los Diablos Rojos con un 1-0, mientras que Croacia necesitó la prórroga —por tercer partido consecutivo— para deshacerse de Inglaterra el miércoles. ¿Podrán los croatas ir un paso más allá que sus héroes del 98, o será de nuevo el día de Deschamps en el partido más importante del fútbol mundial? Todo el planeta espera impaciente a conocer la respuesta.