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LA INFODEMIA, MAL CRECIENTE

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Dietario político

Por Juan Manuel Herrera

Desde febrero pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaba sobre la “infodemia masiva” que rodeaba al Covid-19, es decir, una sobreabundancia de informaciones, que no siempre son verdaderas o exactas.

En las benditas redes sociales se esparcen teorías de la conspiración, tratamientos inapropiados o consejos falsos de prevención, la propagación relámpago de informaciones apócrifas de todo tipo sobre el nuevo coronavirus perjudica la lucha de las autoridades para frenar la pandemia.

De la infodemia no escapa México, y menos Campeche, el presidente Andrés Manuel López Obrador lamentó el virus de las noticias falsas que prolifera en redes, desinformación que genera alarma y puede afectar la convivencia social. 

Tres casos recientes, que no los únicos, dan la razón al político tabasqueño, el primero tuvo que ver con información y disposición de cadáveres en un hospital de Ecatepec, el otro con supuesto acopio de cerveza en la Casa de los Gobernadores, que resultó ser un donativo de agua  de una Cervera, y el último acontecido en la Bahía de la Mala pelea en esta misma semana que derivó en una turba furibunda que despensas del Gobierno de México que decían era distribuida a conveniencia de autoridades municipales, lo que devino en un bloqueo carretero que paralizó la Península de Yucatán y expuso a cientos al contagio del coronavirus en plena fase tres al no guardarse la sana distancia.

“Los contagios de hoy, serán los casos dentro de una semana”, advirtió lacónico el responsable Estatal de Urgencias Epidemiológicas, Manuel Julián Zaldivar Baez, al lamentar entre líneas la acción, y el que los campechanos después de concluido el fin de semana largo del 30 de abril al cinco de mayo, tuvieran un relajamiento en el cumplimiento de las medidas de la sana distancia y del quédate en casa observándose mayor dinamismo en las principales ciudades de la entidad. 

Pese a las cifras recientes que precisan que al jueves siete de mayo México registraba 26 mil 616 casos confirmados, siete mil 802 confirmados activos y 18 mil 812 sospechosos por Covid-19, además de dos 961 defunciones confirmadas, y 245 defunciones sospechosas, causa estupor leer o ver en redes sociales de que hay personas que aún duda de la existencia del mal e incitan a salir a las calles para demostrar al gobierno que miente. 

El entorno económico y social actual se pondrá más complicado, pues encima de enfrentar la pandemia de covid-19, desempleo y recesión,  se tendrán igual que idear estrategias tendientes a lidiar con la propagación de noticias falsas que siguen circulado en redes y algunos medios de comunicación, generando cuadros de histeria colectiva, y que pueden llevar a las autoridades a buscar controlarlas, lo que sería malo desde todos los puntos de vista, y China es un ejemplo de lo que pasa cuando el Estado mantiene un control férreo sobre las libertades y el internet alegando motivos de seguridad nacional.

Saetillas…

El investigar de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales  de la UNAM, Luis Ángel Hurtado, reveló en abril pasado que nuestro país era la  segunda nación que más generaba noticias falsas, solo detrás de Turquía en su estudio “Radiografía sobre la difusión de fake news en México”, en que precisa que de los casi 82 millones de usuarios de Facebook en la República Mexicana, el 88 por ciento asegura haber recibido alguna vez mensajes erróneos o falsos…Preocupa que un 90 por ciento de usuarios de WhatsApp e Instagram también  acojan noticias falsas del covid-19; al igual que un 89 por ciento en Twitter, la red menos utilizada por los mexicanos, mientras que 83 por ciento de consumidores de YouTube reconozcan difundir contenido engañoso…Alertaba que los sujetos que centran su atención en información falsa y no toman la debida precaución “se podrían convertir en un vehículo para que las personas que están detrás de las noticias apócrifas generen caos, incertidumbre y pánico, que derive en crisis sanitarias y económicas”…Propuso cinco pasos que eviten propagarlas: no creer todo lo que circula en las redes sociales; darse unos minutos para corroborar antes de compartir; guardar la calma, y no dejarse llevar por los impulsos ni hacer comentarios deliberados si no tenemos la certeza de la veracidad… Se debe atender sólo la información de medios que refieran a las autoridades de salud, y acatar recomendaciones emitidas que tratan de evitar más contagios… Lo malo es que en Campeche simpatizante de la 4T están siendo los encargada de propalar  noticias distorsionadas tratando de generar un ambiente adverso y manipulando información que busca dejar en entredicho la buena coordinación entre la Federación y el Estado en el manejo de la actual pandemia…Y es peor que autoridades municipales de Campeche y de delegaciones federales se den igual a tareas manipuladoras en aras de futurismo político, y mal entendido revanchismo, afectando la correcta difusión de medidas preventivas y la aplicación de programas de apoyo…La situación quedaría en simple rumor sino es que personajes como el diputado Francisco José Inurreta Borges, desnudaron la infraestructura que el gobierno municipal capitalino emanado del PAN tiene montada a fin de denostar adversarios y alentar ambiciones políticas del munícipe, y con cargo a partidas municipales que deberían mejorar la prestación de servicios públicos esenciales como bacheo, pavimentación, alumbrado, agua potable y recolecta de basura, que son deficientes… La prestigiosa abogada, Layda Negrete Sansores, puso de manifiesto en un artículo periodístico que México falla en el aspecto comunicativo sobre el manejo de la situación de enfermos de Covid-19, “en que tan importante es intubar que informar”. En efecto los hospitales Covid son zonas de guerra, en ellas hay muchos héroes, no hay duda, pero también víctimas. Se viven situaciones inéditas que requieren de nuevas estrategias, y una tarea fundamental tiene que ver con el derecho a la información…Esta por desgracia no está fluyendo de manera efectiva y genera malestar como en el Hospital Las Américas, en que por escaza información, familiares de pacientes irrumpieron violentamente. El personal de terapia intensiva está exhausto y debe valorarse si la delicada tarea de comunicar con precisión y compasión tiene que estar a cargo del recurso más humano más escaso y degastado…En el HGZ No. 1 de Campeche se dio un drama similar cuando integrantes de la familia de un petrolero muerto por coronavirus acusó negligencia y desinformación. Hay incapacidad del IMSS de cuyo delegado poco o nada se sabe y ante reclamos del propio personal médico se limita a tardías tarjetas informativas que no aclaran, y menos solucionan algo. Siguen la política del avestruz de la super delegada de los programas federales, Katia Meave Ferniza quien ante evidentes negligencias, irregularidades y faltas, simplemente esconde la cabeza evadiendo problemas y soluciones. Censurable en la era de un presidente que se distingue por un manejo mediático habilidoso. Nos leemos a la próxima.

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UN DICIEMBRE DE BUENOS DESEOS

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“El Minotauro”
Por Nicolás Durán de la Sierra

A riesgo de caer en la demagogia filosófica, que es como la política, pero con palabras más lustrosas; dado que las fiestas decembrinas están próximas y su nimbo nos envuelve a todos, este comentario irá por el camino de la armonía y los plácemes, aunque se anota que renos y demás parafernalia sajona y teutona quedaran fuera ya que la glosa tiene aires marinos, de Creta en especial.

El Señor del Egeo, Asterión para sus cercanos, añora el cochinillo al horno con hierbas, el kourabiedes, dulce de almendras y el melomakaron, un bizcocho empapado en miel, pero sobre todo extraña el vino caliente especiado y más si es de Creta, cuna de los vinos… Mas dejemos a El Minotauro con sus griegas saudades, y vamos a los temas locales que nos competen.

Por ello van estos deseos, rayanos casi con la candidez, pero guiados por positivo afán. Bueno sería que cesara el centralismo estatal y se diera un respiro a las arcas de las alcaldías, pues de seguir la delgadez que implica tal concentración, todas las comunas, incluido Cancún, pronto quedarán como el de José María Morelos, que tiene que pedir prestado hasta para pagar su nómina.

Cuentan que desde la llegada de doña Mary Hernández al municipio Felipe Carrillo Puerto las arcas comunales se han enjutado, aunque por otras razones, pero tal no es un tema con espíritu decembrino por lo que quedará en pausa junto con el de José Alfredo Contreras, el edil de Bacalar, al que también señalan como autor de la delgadez presupuestal de ese municipio.

El respeto al federalismo, trazado en la constitución de 1824, parte esencial de nuestra república, es decir de lo que hoy es México y su pacto con estados y municipios, confiere a estas dos instancias soberanías y haciendas que les dan viabilidad económica, por lo que… así pues, la centralización estatal no es una buena idea, pero esto tampoco tiene aires navideños.

Como final de esta glosa, van un par de buenos deseos: que Ana Paty Peralta, la edil de Cancún, busque nueva parcela para el basurero de la ciudad, pues la “celda emergente” se está agotando, y que el congreso estatal, salvo excepciones, siga siendo un fértil sembradío de pifias, de joyas del humor involuntario para recreo de la comunidad en este inminente 2026.

Dicho esto, feliz navidad y próspero año nuevo a todos.

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Cuando el estrés se vuelve hogar

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En una mente estresada por años, el silencio se vuelve territorios peligrosos ocultando el verdadero mal

Conciencia Saludablemente

Por. Psicol. Alex Barrera

Hubo un tiempo en el que el estrés era una señal de alarma: algo no estaba bien y el cuerpo pedía pausa. Hoy, para muchas personas, el estrés dejó de ser un estado pasajero y se convirtió en una forma de vida. Muchas personas sin darse cuenta aprendieron a vivir aceleradas, hiperconectadas y con la sensación constante de que, si no estamos ocupados o tensos, estamos fallando en algo. El problema no es solo vivir con estrés, sino volverse incapaz de vivir sin él.

Durante años hemos aprendido a vivir con el estrés como si fuera una condición natural de la adultez. “Así es la vida”, decimos, mientras normalizamos el cansancio crónico, la ansiedad constante y la sensación de que, si no estamos ocupados, algo anda mal. Poco a poco, sin darnos cuenta, dejamos de preguntarnos si el estrés es inevitable y comenzamos a organizarnos alrededor de él. El problema no es sólo que vivamos estresados, sino que a de que sabemos que existe, no sabemos ni como reconocerlo, es decir, sabemos que existe el estrés, pero no sabemos cómo se siente el estrés, y mucho menos como detenerlo, aunque suene duro muchos hemos desarrollado una incapacidad real para vivir sin estrés.

Y es que cuando el estrés se normaliza, el silencio incomoda. Los espacios de calma generan culpa y la tranquilidad se interpreta como pérdida de tiempo incluso hay quien al intentar detenerlo se encuentra con la respuesta automática del cerebro una rotunda negativa, como si el propio cuerpo se negara a abandonar ese estado. Y lo grave es que aunque el cerebro lo haya normalizado, el generar estrés mantiene los mecanismos del naturales del cuerpo provocando daños clínicos en la salud de las personas.

No hablo del estrés como respuesta adaptativa —ese mecanismo biológico que nos permite reaccionar ante una amenaza real—, sino de un estado permanente de activación que se vuelve identidad. Hay personas que no saben qué hacer cuando no hay pendientes, conflictos o urgencias. El silencio les incomoda. El descanso les genera culpa. La calma se percibe como improductiva, sospechosa, incluso peligrosa. En ese punto, el estrés deja de ser una reacción y se convierte en una forma de vida.

Desde la psicología sabemos que el cuerpo no distingue entre una amenaza real y una simbólica. El sistema nervioso responde igual a un león que a un correo electrónico. Cuando vivimos en estado de alerta constante, el organismo se adapta a esa intensidad. El cortisol y la adrenalina se mantienen elevados y, con el tiempo, el cuerpo aprende a funcionar así. Entonces ocurre algo paradójico: la calma empieza a sentirse extraña, y el estrés se vuelve familiar. Incluso necesario.

Esto explica por qué algunas personas, al tener un fin de semana libre, se enferman, se angustian o buscan inconscientemente un conflicto. No es mala suerte: es un sistema nervioso que no sabe bajar la guardia. La mente, acostumbrada al ruido, interpreta la quietud como vacío. Y el vacío, para muchos, resulta insoportable.

La cultura contemporánea ha hecho del estrés una medalla de honor. Estar ocupados es sinónimo de éxito. Dormir poco es señal de compromiso. Decir “no tengo tiempo” nos valida socialmente. Hemos romantizado el agotamiento al punto de sospechar de quien vive con calma. ¿Qué estará haciendo mal? ¿Por qué no corre como los demás? Así, el estrés deja de ser un problema y se vuelve un valor cultural.

Pero el cuerpo no negocia con las narrativas sociales. El estrés sostenido tiene consecuencias claras: trastornos del sueño, problemas digestivos, enfermedades cardiovasculares, irritabilidad, dificultades de concentración, distanciamiento social, ansiedad y depresión. Lo más grave es que muchas de estas señales se ignoran porque se consideran “normales”. Vivir cansados se vuelve la norma. Sentirse mal, el precio a pagar.

Hay otro aspecto menos visible pero igual de dañino: el estrés constante empobrece la vida emocional. Cuando estamos siempre en modo supervivencia, no hay espacio para el placer, la creatividad ni la introspección. Todo se vuelve funcional. Incluso las relaciones. Escuchamos a medias, convivimos con prisa, respondemos desde la reactividad. Vivir así no sólo desgasta el cuerpo; también nos desconecta de nosotros mismos.

Con frecuencia escucho frases como: “Si me relajo, pierdo el control”, “Si descanso, me atraso”, “Si bajo el ritmo, todo se desmorona”” Hay que seguir” y la más atros “Puedo con eso y más”, todas ellas de personas que puedo ver están a punto de desmoronarse. Detrás de ellas hay una creencia profunda: la idea de que sólo somos valiosos cuando estamos produciendo o resolviendo problemas. El estrés, entonces, se convierte en una forma de sostener la autoestima. Mientras estoy ocupado, existo. Cuando paro, me enfrento al vacío de no saber quién soy sin la urgencia.

En ese sentido, la incapacidad de vivir sin estrés no es sólo fisiológica; es también psicológica. El estrés funciona como anestesia. Mantiene la mente ocupada y evita preguntas incómodas: ¿estoy donde quiero estar?, ¿esto me hace sentido?, ¿qué estoy evitando sentir? Cuando bajamos el ritmo, esas preguntas aparecen. Y no siempre estamos preparados para escucharlas.

La ironía es que muchas personas buscan “manejar mejor el estrés” sin cuestionar por qué viven en un estado que lo genera de manera permanente han olvidado siquiera como se sentían, y casi puedo asegurar que ya ni siquiera lo distinguen. Hacemos yoga, meditamos cinco minutos, tomamos suplementos… pero regresamos a la misma lógica de exigencia. No se trata de eliminar el estrés —eso sería imposible—, sino de dejar de necesitarlo para sentirnos vivos.

Incluso el cerebro puede interpretar como amenazantes los ejercicios orientados a la calma y la relajación cuando ha pasado demasiado tiempo funcionando en modo de alerta. Desde la neurociencia sabemos que el sistema nervioso se adapta a los estados que se repiten con mayor frecuencia; si una persona vive bajo estrés crónico, su cerebro aprende que la activación constante es sinónimo de seguridad.

En ese contexto, prácticas como la respiración profunda, la meditación o el silencio corporal pueden generar incomodidad, ansiedad o inquietud, porque implican “bajar la guardia”. Al disminuir la estimulación externa, emergen sensaciones internas, emociones reprimidas o pensamientos evitados, lo que el cerebro interpreta como pérdida de control.

La amígdala, encargada de detectar amenazas, puede activarse ante esta quietud desconocida, enviando señales de alarma que se manifiestan como nerviosismo, tensión muscular o necesidad urgente de interrumpir el ejercicio. No es que la calma sea peligrosa, sino que resulta extraña para un sistema acostumbrado a sobrevivir desde la urgencia. Por ello, aprender a relajarse no siempre es placentero al inicio; es un proceso de reaprendizaje en el que el cerebro necesita tiempo y acompañamiento para reconocer que el descanso también es un estado seguro.

Aprender a vivir sin estrés no significa abandonar responsabilidades ni aspiraciones. Significa recuperar la capacidad de alternar entre acción y reposo reconociendo conscientemente cual es cual. Dejar que el sistema nervioso recuerde que la calma también es segura. Que no todo es amenaza. Que no todo es urgente. Que el descanso no es un premio, sino una necesidad biológica y emocional y de usar herramientas que me permitan disminuir el estrés en momentos precisos de la vida.

Este reaprendizaje no es sencillo. Para alguien acostumbrado a la hiperactividad, el descanso puede generar ansiedad, irritabilidad o incluso tristeza. Es como quitarle una muleta al cuerpo: al principio duele. Por eso, muchas personas fracasan en sus intentos de bajar el ritmo y concluyen que “no pueden”. No es que no puedan; es que están deshabituándose de un estado que se volvió adictivo.

Aquí es donde la terapia psicológica cobra un papel fundamental. No sólo para enseñar técnicas de relajación, sino para explorar qué función cumple el estrés en la vida de la persona. ¿Qué evita? ¿Qué sostiene? ¿Qué identidad refuerza? Acompañar este proceso permite construir una relación más sana con el tiempo, el cuerpo y las emociones.

Vivir sin estrés constante no es una utopía, pero sí un acto contracultural. Implica cuestionar mandatos, tolerar la incomodidad del silencio y redefinir el valor personal más allá del rendimiento. Implica, en muchos casos, aceptar que hemos estado sobreviviendo cuando podríamos estar viviendo.

Tal vez la pregunta no sea cómo eliminar el estrés, sino algo más incómodo y honesto: ¿qué parte de mí no sabe existir sin él? Mientras no nos atrevamos a responderla, seguiremos corriendo, no porque sea necesario, sino porque detenernos nos confronta con una calma que aún no sabemos habitar.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial de manera privada.


Si le interesa el tema puede profundizar en los siguientes textos:
American Psychological Association. (2020). Stress effects on the body.
https://www.apa.org/topics/stress/body

Describe cómo el estrés crónico mantiene al sistema nervioso en estado de alerta y dificulta la activación de respuestas de relajación.

Porges, S. W. (2011). The polyvagal theory: Neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication, and self-regulation. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393707007

Explica cómo el sistema nervioso autónomo puede interpretar estados de calma como inseguros cuando el organismo está habituado a la hiperactivación.

Van der Kolk, B. (2014). The body keeps the score: Brain, mind, and body in the healing of trauma. Viking.
https://www.penguinrandomhouse.com/books/215391/the-body-keeps-the-score-by-bessel-van-der-kolk-md/

Aborda cómo personas con estrés prolongado o trauma pueden experimentar ansiedad al intentar relajarse o meditar.

Thayer, J. F., & Lane, R. D. (2000). A model of neurovisceral integration in emotion regulation and dysregulation. Journal of Affective Disorders, 61(3), 201–216.
https://doi.org/10.1016/S0165-0327(00)00338-4

Expone cómo la regulación emocional deficiente hace que el sistema nervioso perciba la calma como una pérdida de control.

Treleaven, D. A. (2018). Trauma-sensitive mindfulness: Practices for safe and transformative healing. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393709780

Analiza por qué prácticas de mindfulness pueden activar ansiedad en personas con sistemas nerviosos hipervigilantes.

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