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IZQUIERDA O DERECHA

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“Columna Invitada”
Por el Dip. y Lic.Hugo Alday Nieto

A lo largo de la historia, siempre han existido bandos. Para cada uno de ellos, lo que sustentan o sostienen en sus respectivas teorías es lo correcto. En política y teoría del Estado, estos bandos se dividen entre conservadores y liberales. Si nos adentramos un poco hacia la historia de México podemos ver con claridad cuáles son esos bandos a partir de la guerra de independencia.
En efecto, los grupos conservadores pugnaban por volver a ser un virreinato en el que nuevamente la Constitución de Cádiz que establecía el control del Rey de España fuese nuestra guía, mientras lo liberales presionaban porque México se transformara en un país libre, confirmándose en una república federal y liberal, con capacidad de darse su propio gobierno y sus propias leyes y finalmente se promulgó la constitución federal de 1824. Sin embargo, este logro no duró mucho porque en poco tiempo, ya se encontraba en vigor la Constitución de 1836, centralista y conservadora.
Debido al exceso de control que ejercía la iglesia dentro del constitucionalismo centralista de México posterior a 1836, se comenzó una lucha que provocó la Guerra de Reforma y con ello, se logó que la administración de las escuelas, de los panteones, del Registro Civil y otros más, pasaran al dominio del Estado Mexicano, además de publicarse la Ley de Desamortización de Bienes Eclesiásticos de 1856 (Ley Lerdo). Con esta lucha se promulga la Constitución Federal de 1857 que retoma el federalismo, la representatividad, el liberalismo y crea por vez primera, el Estado Laico, separando la Iglesia del Gobierno. Aunque para 1880 ya nuevamente México de la mano de Porfirio Díaz ya se encontraba nuevamente en manos de los conservadores y la iglesia.
Este modelo por demás ineficaz que plasman los conservadores en los que se pierden libertades y derechos como el de la representación política, la libre circulación o expresión, generó la Revolución Mexicana, dada la desigualdad y abuso cometido en contra de los más necesitados en un gobierno que solo beneficiaba a los ricos y banqueros.
Así, nace la Constitución Federal de 1917, que es única en su tipo en ese momento, por sus adelantos en materia de derecho de trabajo y en la instalación del juicio de amparo y la figura de la suspensión contra actos de autoridad en beneficio del pueblo, que era considerada un gran adelanto entonces. Cabe señalar que el amparo evolucionó al establecer el efecto erga omnes, es decir, con efectos para todas las personas, mismo que hoy, con la reforma al poder judicial, esta figura de apoyo al pueblo no existe más.
Hasta ese momento en la historia de México nos queda muy claro quién es liberal y quien es conservador, por lo que en una simple deducción podemos considerar que los liberales son de izquierda y los conservadores de derecha.
Pero no todo es tan sencillo, ya que, si analizamos la vida de Tomás Mejía, líder liberal que buscaba la reivindicación de los derechos y las tierras de los chichimecas en la sierra gorda queretana, podemos darnos cuenta de que Mejía expone sus razones para alejarse de Benito Juárez y unirse a Maximiliano de Hapsburgo, razones que nos dejan muy claro que el austrohúngaro, era incluso mucho más liberal que el propio Juárez en muchos aspectos. (Junco, Alfonso, La traición de Querétaro, Ed. Jus, 1960 y Fuentes, José, Proceso de Maximiliano de Hapsburgo, Ed. Jus, 1966).
Esta mezcolanza, la vemos hoy en un collage político, pero no propiamente por principios e ideales como lo fue con Tomás Mejía, sino por intereses personales, económicos, de partido y principalmente por pura ignorancia.
De acuerdo con la encuesta del ENEM Mexican Election Study (Revista Nexos del 29 de octubre de 2024), realizada a militantes de diversos partidos políticos, resultó que los miembros de Morena y el Partido Acción Nacional eran los más conservadores de México, es decir, más propensos a ser de derecha.

Llamaba la atención que los militantes de un partido que a todas luces se autodefine de izquerda, fueran tan conservadores, y la respuesta fue que, los seguidores de ese partido se unieron no por una idología específica, sino por el rencor y el odio al Partido Revolucionario Institucional, eso era lo que principalmente lograba la cohesión de acuerdo a las respuestas de sus militates y por ello, solamente el 20% se ubicó con formación de izquerda de acuerdo a las preguntas elaboradas. Destaco de la publicación temas como el siguiente:
“Por ejemplo, el apoyo al matrimonio igualitario entre morenistas (60 %) no es muy distinto que los panistas (53 %), priistas (57 %) o votantes independientes (63 %). Sólo los simpatizantes de MC tienden a expresar una opinión más a la izquierda (68 %). Este patrón tiene a repetirse respecto del apoyo a la adopción homoparental y eutanasia. Tal como los panistas, priistas e independientes, los morenistas expresan división respecto de la adopción homoparental (48 % acuerdo; 46 % desacuerdo) mientras que reportan un acuerdo muy similar que los panistas respecto de la eutanasia (morenistas 58 %; panistas 54 %). En ambos casos, los simpatizantes de MC de nueva cuenta reportan las preferencias más progresistas (62 % apoyo a la adopción homoparental y 70 % de apoyo a la eutanasia). “

Por lo que respecta al aborto, la postura de los morenistas es más cercana a los panistas ya que el 51% está en desacuerdo, y lo vimos en la XVI Legislatura en la que teniendo la mayoría decidieron desechar la iniciativa, y no fue sino hasta la XVII Legislatura que mediante iniciativa del Partido del Trabajo se dio avance en la materia complementándose con el partido mayoritario.

Es así que, me di a la tarea de compartir unos enlaces de pruebas para identificar si eres de izquierda o de derecha, si eres liberal o conservador, y sin revelar nombres, puedo decir que muchos compañeros que se autodefinían de izquierda solo porque les decían en el Face, se dieron cuenta de su conservadora realidad.

Así, hoy en día en política la ignorancia sigue llevando la delantera y por ello nuestro proyecto no encuentra aún como sostenerse. Y por si les queda alguna duda, aquí les comparto dos encuestas basadas en parámetros internacionales que los sacaran de toda duda: https://www.idrlabs.com/es/politica-izquierda-derecha/prueba.php, y https://www.buzzfeed.com/mx/fanalopez/quiz-liberal-conservador.

Y para que no quede duda, yo salí de izquierda y liberal en los enlaces compartidos, para que tranquilamente siga escuchando a los conservadores de hoy autodefenirse zurdos y dejar que la vida siga, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.

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UN DICIEMBRE DE BUENOS DESEOS

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“El Minotauro”
Por Nicolás Durán de la Sierra

A riesgo de caer en la demagogia filosófica, que es como la política, pero con palabras más lustrosas; dado que las fiestas decembrinas están próximas y su nimbo nos envuelve a todos, este comentario irá por el camino de la armonía y los plácemes, aunque se anota que renos y demás parafernalia sajona y teutona quedaran fuera ya que la glosa tiene aires marinos, de Creta en especial.

El Señor del Egeo, Asterión para sus cercanos, añora el cochinillo al horno con hierbas, el kourabiedes, dulce de almendras y el melomakaron, un bizcocho empapado en miel, pero sobre todo extraña el vino caliente especiado y más si es de Creta, cuna de los vinos… Mas dejemos a El Minotauro con sus griegas saudades, y vamos a los temas locales que nos competen.

Por ello van estos deseos, rayanos casi con la candidez, pero guiados por positivo afán. Bueno sería que cesara el centralismo estatal y se diera un respiro a las arcas de las alcaldías, pues de seguir la delgadez que implica tal concentración, todas las comunas, incluido Cancún, pronto quedarán como el de José María Morelos, que tiene que pedir prestado hasta para pagar su nómina.

Cuentan que desde la llegada de doña Mary Hernández al municipio Felipe Carrillo Puerto las arcas comunales se han enjutado, aunque por otras razones, pero tal no es un tema con espíritu decembrino por lo que quedará en pausa junto con el de José Alfredo Contreras, el edil de Bacalar, al que también señalan como autor de la delgadez presupuestal de ese municipio.

El respeto al federalismo, trazado en la constitución de 1824, parte esencial de nuestra república, es decir de lo que hoy es México y su pacto con estados y municipios, confiere a estas dos instancias soberanías y haciendas que les dan viabilidad económica, por lo que… así pues, la centralización estatal no es una buena idea, pero esto tampoco tiene aires navideños.

Como final de esta glosa, van un par de buenos deseos: que Ana Paty Peralta, la edil de Cancún, busque nueva parcela para el basurero de la ciudad, pues la “celda emergente” se está agotando, y que el congreso estatal, salvo excepciones, siga siendo un fértil sembradío de pifias, de joyas del humor involuntario para recreo de la comunidad en este inminente 2026.

Dicho esto, feliz navidad y próspero año nuevo a todos.

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Cuando el estrés se vuelve hogar

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En una mente estresada por años, el silencio se vuelve territorios peligrosos ocultando el verdadero mal

Conciencia Saludablemente

Por. Psicol. Alex Barrera

Hubo un tiempo en el que el estrés era una señal de alarma: algo no estaba bien y el cuerpo pedía pausa. Hoy, para muchas personas, el estrés dejó de ser un estado pasajero y se convirtió en una forma de vida. Muchas personas sin darse cuenta aprendieron a vivir aceleradas, hiperconectadas y con la sensación constante de que, si no estamos ocupados o tensos, estamos fallando en algo. El problema no es solo vivir con estrés, sino volverse incapaz de vivir sin él.

Durante años hemos aprendido a vivir con el estrés como si fuera una condición natural de la adultez. “Así es la vida”, decimos, mientras normalizamos el cansancio crónico, la ansiedad constante y la sensación de que, si no estamos ocupados, algo anda mal. Poco a poco, sin darnos cuenta, dejamos de preguntarnos si el estrés es inevitable y comenzamos a organizarnos alrededor de él. El problema no es sólo que vivamos estresados, sino que a de que sabemos que existe, no sabemos ni como reconocerlo, es decir, sabemos que existe el estrés, pero no sabemos cómo se siente el estrés, y mucho menos como detenerlo, aunque suene duro muchos hemos desarrollado una incapacidad real para vivir sin estrés.

Y es que cuando el estrés se normaliza, el silencio incomoda. Los espacios de calma generan culpa y la tranquilidad se interpreta como pérdida de tiempo incluso hay quien al intentar detenerlo se encuentra con la respuesta automática del cerebro una rotunda negativa, como si el propio cuerpo se negara a abandonar ese estado. Y lo grave es que aunque el cerebro lo haya normalizado, el generar estrés mantiene los mecanismos del naturales del cuerpo provocando daños clínicos en la salud de las personas.

No hablo del estrés como respuesta adaptativa —ese mecanismo biológico que nos permite reaccionar ante una amenaza real—, sino de un estado permanente de activación que se vuelve identidad. Hay personas que no saben qué hacer cuando no hay pendientes, conflictos o urgencias. El silencio les incomoda. El descanso les genera culpa. La calma se percibe como improductiva, sospechosa, incluso peligrosa. En ese punto, el estrés deja de ser una reacción y se convierte en una forma de vida.

Desde la psicología sabemos que el cuerpo no distingue entre una amenaza real y una simbólica. El sistema nervioso responde igual a un león que a un correo electrónico. Cuando vivimos en estado de alerta constante, el organismo se adapta a esa intensidad. El cortisol y la adrenalina se mantienen elevados y, con el tiempo, el cuerpo aprende a funcionar así. Entonces ocurre algo paradójico: la calma empieza a sentirse extraña, y el estrés se vuelve familiar. Incluso necesario.

Esto explica por qué algunas personas, al tener un fin de semana libre, se enferman, se angustian o buscan inconscientemente un conflicto. No es mala suerte: es un sistema nervioso que no sabe bajar la guardia. La mente, acostumbrada al ruido, interpreta la quietud como vacío. Y el vacío, para muchos, resulta insoportable.

La cultura contemporánea ha hecho del estrés una medalla de honor. Estar ocupados es sinónimo de éxito. Dormir poco es señal de compromiso. Decir “no tengo tiempo” nos valida socialmente. Hemos romantizado el agotamiento al punto de sospechar de quien vive con calma. ¿Qué estará haciendo mal? ¿Por qué no corre como los demás? Así, el estrés deja de ser un problema y se vuelve un valor cultural.

Pero el cuerpo no negocia con las narrativas sociales. El estrés sostenido tiene consecuencias claras: trastornos del sueño, problemas digestivos, enfermedades cardiovasculares, irritabilidad, dificultades de concentración, distanciamiento social, ansiedad y depresión. Lo más grave es que muchas de estas señales se ignoran porque se consideran “normales”. Vivir cansados se vuelve la norma. Sentirse mal, el precio a pagar.

Hay otro aspecto menos visible pero igual de dañino: el estrés constante empobrece la vida emocional. Cuando estamos siempre en modo supervivencia, no hay espacio para el placer, la creatividad ni la introspección. Todo se vuelve funcional. Incluso las relaciones. Escuchamos a medias, convivimos con prisa, respondemos desde la reactividad. Vivir así no sólo desgasta el cuerpo; también nos desconecta de nosotros mismos.

Con frecuencia escucho frases como: “Si me relajo, pierdo el control”, “Si descanso, me atraso”, “Si bajo el ritmo, todo se desmorona”” Hay que seguir” y la más atros “Puedo con eso y más”, todas ellas de personas que puedo ver están a punto de desmoronarse. Detrás de ellas hay una creencia profunda: la idea de que sólo somos valiosos cuando estamos produciendo o resolviendo problemas. El estrés, entonces, se convierte en una forma de sostener la autoestima. Mientras estoy ocupado, existo. Cuando paro, me enfrento al vacío de no saber quién soy sin la urgencia.

En ese sentido, la incapacidad de vivir sin estrés no es sólo fisiológica; es también psicológica. El estrés funciona como anestesia. Mantiene la mente ocupada y evita preguntas incómodas: ¿estoy donde quiero estar?, ¿esto me hace sentido?, ¿qué estoy evitando sentir? Cuando bajamos el ritmo, esas preguntas aparecen. Y no siempre estamos preparados para escucharlas.

La ironía es que muchas personas buscan “manejar mejor el estrés” sin cuestionar por qué viven en un estado que lo genera de manera permanente han olvidado siquiera como se sentían, y casi puedo asegurar que ya ni siquiera lo distinguen. Hacemos yoga, meditamos cinco minutos, tomamos suplementos… pero regresamos a la misma lógica de exigencia. No se trata de eliminar el estrés —eso sería imposible—, sino de dejar de necesitarlo para sentirnos vivos.

Incluso el cerebro puede interpretar como amenazantes los ejercicios orientados a la calma y la relajación cuando ha pasado demasiado tiempo funcionando en modo de alerta. Desde la neurociencia sabemos que el sistema nervioso se adapta a los estados que se repiten con mayor frecuencia; si una persona vive bajo estrés crónico, su cerebro aprende que la activación constante es sinónimo de seguridad.

En ese contexto, prácticas como la respiración profunda, la meditación o el silencio corporal pueden generar incomodidad, ansiedad o inquietud, porque implican “bajar la guardia”. Al disminuir la estimulación externa, emergen sensaciones internas, emociones reprimidas o pensamientos evitados, lo que el cerebro interpreta como pérdida de control.

La amígdala, encargada de detectar amenazas, puede activarse ante esta quietud desconocida, enviando señales de alarma que se manifiestan como nerviosismo, tensión muscular o necesidad urgente de interrumpir el ejercicio. No es que la calma sea peligrosa, sino que resulta extraña para un sistema acostumbrado a sobrevivir desde la urgencia. Por ello, aprender a relajarse no siempre es placentero al inicio; es un proceso de reaprendizaje en el que el cerebro necesita tiempo y acompañamiento para reconocer que el descanso también es un estado seguro.

Aprender a vivir sin estrés no significa abandonar responsabilidades ni aspiraciones. Significa recuperar la capacidad de alternar entre acción y reposo reconociendo conscientemente cual es cual. Dejar que el sistema nervioso recuerde que la calma también es segura. Que no todo es amenaza. Que no todo es urgente. Que el descanso no es un premio, sino una necesidad biológica y emocional y de usar herramientas que me permitan disminuir el estrés en momentos precisos de la vida.

Este reaprendizaje no es sencillo. Para alguien acostumbrado a la hiperactividad, el descanso puede generar ansiedad, irritabilidad o incluso tristeza. Es como quitarle una muleta al cuerpo: al principio duele. Por eso, muchas personas fracasan en sus intentos de bajar el ritmo y concluyen que “no pueden”. No es que no puedan; es que están deshabituándose de un estado que se volvió adictivo.

Aquí es donde la terapia psicológica cobra un papel fundamental. No sólo para enseñar técnicas de relajación, sino para explorar qué función cumple el estrés en la vida de la persona. ¿Qué evita? ¿Qué sostiene? ¿Qué identidad refuerza? Acompañar este proceso permite construir una relación más sana con el tiempo, el cuerpo y las emociones.

Vivir sin estrés constante no es una utopía, pero sí un acto contracultural. Implica cuestionar mandatos, tolerar la incomodidad del silencio y redefinir el valor personal más allá del rendimiento. Implica, en muchos casos, aceptar que hemos estado sobreviviendo cuando podríamos estar viviendo.

Tal vez la pregunta no sea cómo eliminar el estrés, sino algo más incómodo y honesto: ¿qué parte de mí no sabe existir sin él? Mientras no nos atrevamos a responderla, seguiremos corriendo, no porque sea necesario, sino porque detenernos nos confronta con una calma que aún no sabemos habitar.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial de manera privada.


Si le interesa el tema puede profundizar en los siguientes textos:
American Psychological Association. (2020). Stress effects on the body.
https://www.apa.org/topics/stress/body

Describe cómo el estrés crónico mantiene al sistema nervioso en estado de alerta y dificulta la activación de respuestas de relajación.

Porges, S. W. (2011). The polyvagal theory: Neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication, and self-regulation. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393707007

Explica cómo el sistema nervioso autónomo puede interpretar estados de calma como inseguros cuando el organismo está habituado a la hiperactivación.

Van der Kolk, B. (2014). The body keeps the score: Brain, mind, and body in the healing of trauma. Viking.
https://www.penguinrandomhouse.com/books/215391/the-body-keeps-the-score-by-bessel-van-der-kolk-md/

Aborda cómo personas con estrés prolongado o trauma pueden experimentar ansiedad al intentar relajarse o meditar.

Thayer, J. F., & Lane, R. D. (2000). A model of neurovisceral integration in emotion regulation and dysregulation. Journal of Affective Disorders, 61(3), 201–216.
https://doi.org/10.1016/S0165-0327(00)00338-4

Expone cómo la regulación emocional deficiente hace que el sistema nervioso perciba la calma como una pérdida de control.

Treleaven, D. A. (2018). Trauma-sensitive mindfulness: Practices for safe and transformative healing. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393709780

Analiza por qué prácticas de mindfulness pueden activar ansiedad en personas con sistemas nerviosos hipervigilantes.

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