EN LA OPINIÓN DE:
EL AGUA A LA BOLSA DE VALORES
“La Última Palabra”
Por: Jorge A. Martínez Lugo.
• Dos modelos: ¿Mercancía o Derecho humano?
• ¿Y el caso Aguakán?
Desde diciembre de 2020 el Agua empezó a cotizar en la bolsa de valores de Nueva York. Es el extremo del predominio del mercado. Es decir, cuando venga la escasez extrema que no falta mucho, solo podrán tomar agua quienes puedan pagarla y las demás personas morirán de sed. Y eso ¡será legal!
Si alguna política distingue al proyecto de gobierno que surgió en 2018, es precisamente que se haya declarado al agua como un derecho humano y no una mercancía en el mercado de valores. Es la diferencia de los dos modelos de país.
En este modelo ya se encuentra también en los mercados de futuros en la bolsa neoyorkina: la naranja, el carbón, el petróleo y gas, el oro y la plata. Dentro de esa canasta ya se agregó el agua, porque se trata de un bien cada vez más escaso. Es decir, la solución es garantizar que cuando escasee más, solo puedan obtenerla quienes puedan pagar por el precio establecido en la bolsa de valores.
Eso sí, aclaran: “no se está comercializando el agua en sí, sino los derechos sobre su uso” (¡!).
El agua es un tema de seguridad nacional, humanitaria y ambiental; ya no es un tema de futuro, es una realidad presente. Con el neoliberalismo se ha expropiado el agua a pueblos y comunidades para dárselas a diversas industrias. En México tenemos varios ejemplos.
Quienes están a favor del agua como una mercancía en la bolsa de valores, son las mega empresas y colocadoras de inversión más poderosas del mundo y usan mayor cantidad de agua en sus procesos, como son la minería, la fabricación de cerveza y hasta las concesiones para brindar el servicio de agua potable para las viviendas, como Aguakán en Quintana Roo.
¿De dónde extrae el vital líquido Aguakán para dar el servicio? ¿El recurso es eterno? ¿Cuánto existe? ¿En qué momento no va a poder satisfacer la demanda de agua en Cancún, Playa del Carmen, Cozumel, Tulum, Puerto Morelos?
Cuando empiece a escasear el agua, ¿la prioridad la van a tener las corporaciones hoteleras, aunque el pueblo no tenga agua para beber?
De esto prácticamente no se habla, pero Aguakán la extrae del manto freático, del sistema de ríos subterráneos en la península, que es un patrimonio de la nación y la humanidad, ahora concesionado a un particular transnacional español para que haga negocio.
De ahí la importancia que el caso Aguakán avance y se resuelva conforme a derecho y con el criterio de que el agua no es una mercancía en la bolsa de valores, sino un derecho humano.
El silencio se mantiene en cuanto a la concesión, pero habrá de cuidarse también que la voracidad verde no imponga una empresa “carnala” bajo los intereses de Jorge Emilio González y/o de Manuel Velasco, quienes controlan los negocios en que han convertido los servicios municipales de la basura, el transporte, los basureros, en los municipios bajo su control, como son los casos de Cancún, Puerto Morelos, Playa del Carmen y Tulum.
O bajo una simulación, impongan en CAPA a un empresario del agua vinculado a los verdes para que el negocio sea desde el gobierno mismo, lo cual es su especialidad como sabemos en el estado. No es tema menor preguntarse si en Quintana Roo el agua ¿será una mercancía concesionada o un derecho humano? Usted tiene la última palabra.
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COLUMNA DEL DIRECTOR:
ESOS CANSADOS PIES
“VISIÓN PERIFÉRICA”
Por Cliserio Eleazar Cedillo Godínez*
Recién entraba a la cabecera municipal de Dzitás, Yucatán, tres campesinos de entre 80 y 85 años de edad, llaman mi atención por su piel en exceso morena debido al sol abrazador de la Península de Yucatán, sus rostros surcados por las arrugas y una mirada luminosa con reflejos inequívocos de esperanza. Detengo mi automóvil y los sigo con la vista.
De pronto se detienen ante la puerta abierta del cajero del Banco del Bienestar, pero no entra ninguno. Por los movimientos de sus cabezas deduzco que buscan a alguien. Y sí, efectivamente, un joven veinteañero, de los conocidos como “servidores de la nación”, se dirige hacia ellos. Mientras, apago el motor de mi auto, bajo y me acerco.
Entonces escucho: – “¿En qué los puedo ayudar?”. –“Venimos por nuestro dinero”, responde uno de ellos, mientras saca de entre sus ropas un papel con el que envuelve su tarjeta del Bienestar y en el cual viene escrito su NIP. En tanto, el joven le responde: –“Claro, mire pásese, yo no debo tocar la máquina, pero le voy a indicar paso a paso lo que debe hacer”. Entonces se coloca al lado derecho del cajero automático y empieza cual paciente profesor. A cada uno les pregunta, casi al final, que cuánto quieren retirar: – “Tiene seis mil 200 pesos, a lo que cada uno, en su turno, responde coincidente: – “Todo”.
Entonces reflexiono en sus pies, los tres calzan chanclas de las llamadas “duramil”, que nuevas son casi transparentes, aunque las suyas se ven amarillentas, casi cafés por el paso del tiempo. La piel de sus talones y dedos muestran cuarteaduras, producto del trabajo duro e incesante en las pequeñas milpas hasta donde les permite la invasiva selva peninsular y por cuyas cosechas, por años, han podido subsistir.
Al ver esos pies, “Esos cansados pies”, como se titulaba una fotografía de Alfonso Carrillo, publicada hace varios años en nuestro semanario Ciudad Capital, editado en la Ciudad de México, no tuve más que reconocer que si algo se le debe agradecer a Andrés Manuel López Obrador, por encima de todas sus pifias y fracasados proyectos, que aún no terminan de corregirse pese a las inversiones millonarias, es la Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores que se entrega de forma bimestral a hombres y mujeres de 65 años o más.
Sí. Es digno de reconocerse positivamente ese programa, aunque mientras se observan esos cuadros de gente realmente necesitada, por el contrario, en ciudades como Cancún y muchas más de todo el país las muestras de deshonestidad son comunes cuando cada dos meses se ven estacionadas brevemente camionetas de lujo y súper lujo frente a las sucursales del Banco del Bienestar.
Son los vehículos de las “viejas copetonas”, como coloquialmente se les llama en algunos países de centro y Sudamérica a las mujeres mayores o de la tercera edad de “clase social elevada” o de la alta sociedad, como también se les nombra. Es cierto, pero la mayoría de esas señoras no baja de sus unidades, sino que de ellas desciende el empleado o la empleada doméstica, para correr hasta el cajero, retirar los seis mil 200 pesos y llevárselos a su patrona que espera con aire acondicionado y el vehículo encendido. Con el dinero en mano arranca de inmediato y sale rápido, como si hubiera cometido un robo. ¿O tal vez sí?
Lo cierto es que, es un acto de deshonestidad, mucho más cuando esas señoras llegan ahí vestidas con ropa de diseñador o de marca y accesorios “premiun” que, en conjunto, suman miles de pesos que rebasan en un día los seis mil 200 pesos, de la pensión bimestral del bienestar. Usted que cree: ¿Es deshonestidad o no tienen vergüenza?
*XX Premio México de Periodismo “Ricardo Flores Magón” por Géneros Periodísticos y director general de 5to Poder Periodismo ConSentido.
EN LA OPINIÓN DE:
EL OSCURO ATENTADO DE URUAPAN
“El Minotauro”
Por Nicolás Durán de la Sierra
El terrible asesinato de Carlos Manzo, el otrora alcalde de Uruapan, a manos de sicarios que se presumen del Cártel de Jalisco, generó una crisis más mediática que política dentro del gobierno de Claudia Sheinbaum, y aunque es previsible que dicha crisis sea superada en los días por venir, el turbio trasfondo que mostró no debe ser ignorado por el poder federal.
El enojo por la muerte del edil no sólo se entiende, sino es hasta positivo al mostrar nuestra sensibilidad social, dice que aún el crimen nos hiere en lo colectivo, pero los que manipularon tal indignación son chacales, como los calificara la mandataria; la campaña contra el gobierno federal que se desató luego del atentado es difícil de imaginar sin un aparato mediático que la diseñara.
Es extraño que, tras la muerte del edil, por ejemplo, no se acusara al crimen organizado, responsable obvio del crimen, pero sí al gobierno por no protegerlo, como si se diera por hecho lo inevitable del atentado; la toma de la alcaldía que siguió fue también rara por gratuita pues el alcalde era muy querido por su comunidad, pero en los medios sumó ribetes políticos a la tragedia.
Hay muchos cabos sueltos.
Sobra decir que los bulos han caído uno a uno y que las anunciadas marchas de protesta rayan en lo ridículo, como la de la disque “generación zeta”, sea lo que fuere, pero el diseño que hubo tras esta campaña no debe ser ignorado, sobre todo por el manifiesto afán injerencista norteamericano, que la CIA tiene un muy largo historial de desestabilización del que México no ha sido ajeno.
En otro tema, aunque relacionado con la seguridad o la falta de ella, resulta preocupante lo recién ocurrido a la presidenta Sheinbaum en el zócalo de la Ciudad de México, cuando al caminar por una calle próxima al Palacio Nacional sufrió el acoso de un sujeto sin que la ayudantía oficial pudieran evitarlo. La mandataria iba sin escolta de seguridad.
Con independencia de la sanción que merezca el sujeto infractor, el hecho de que la presidenta haya estado sin escolta enciende luces de alerta. Su seguridad va más allá de la propia presidenta, pues ella es también lo que su investidura simboliza para el país. Un tipo al parecer alienado mostró lo frágil que puede llegar a ser la mayor autoridad de la nación y eso tiene que corregirse.





















