Opinión
Ignorados
Opinión / Cicuta del Caribe LXXXIII
• Tomen pa’que se entretengan: visa impresa a los brasileños
• QR: padrón de prestadores de servicios contra fraude digital
• Tren Maya: siguen inventando en la marcha; toca al Tramo 6
• El Fonatur acusa a Milardy Douglas Rogelio Jiménez-Pons
• Turista denuncia acoso de “colado” en hotel Nickelodeon
• Fingen ser el SAT e inventan evasión fiscal para extorsionar
Por: Carlos Águila Arreola
Hace dos semanas, el presidenciable y titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), Marcelo Ebrard Casaubón, estuvo en la joya del Caribe mexicano, donde aseguró —prometer no empobrece, dar es lo que aniquila— a los hoteleros, el gremio con mayor poder político del Sureste, que intervendría ante Gobernación (Segob) por el tema del visado para los brasileños.
Nada más para ver cómo se las gastan los “políticos”: ambas dependencias emitieron un comunicado conjunto el pasado viernes 5 de agosto en el que informaron que los ciudadanos de Brasil tendrán que tramitar una visa física, que será de manera temporal, para entrar a territorio mexicano, ignorando el llamado del sector hotelero del Caribe mexicano.
En octubre de 2021 la Segob alertó sobre el aumento de brasileños que llegaban como supuestos turistas pero que estaban utilizando a México como trampolín para llegar a Estados Unidos, y mes y medio después, en diciembre, retomó el visado para los amazónicos, y desde entonces se adelantó qie afectaría en la llegada de visitantes durante el verano a Quintana Roo-
El lunes 25 de abril, el canciller se reunió con empresarios de la zona norte del estado; días después, Jesús Almaguer Salazar, presidente de la Asociación de Hoteles de Cancún, Puerto Morelos e Isla Mujeres, diría que confiaba en los buenos oficios de Marcelo Ebrard para destrabar el conflicto con el turismo brasileño.
Explicó que la Segob decidió cancelar el Acuerdo de Exención de Visas para brasileños al detectar el incremento irregular de visitantes que en algunos casos tenían como objetivo llegar a Estados Unidos: “Se tocó el tema con el canciller y nos dijo que pronto estaría listo el tema de las visas en internet. Confiamos que así sea para reactivar la llegada del turismo brasileño”.
No obstante, mediante un comunicado conjunto, las secretarías de Gobernación y de Relaciones Exteriores, informaron el miércoles 3 de agosto que “los ciudadanos de Brasil deberán tramitar una visa física, que será de manera temporal, para ingresar a territorio mexicano. Lo anterior aplica para aquellos que busquen viajar a México para hacer turismo, sin permiso para realizar actividades remuneradas”.
El miércoles 3 de agosto, el acuerdo se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF), en el que se propone reformar el artículo 2 del “acuerdo por el que se determina la aplicación temporal de visa en pasaportes ordinarios a los nacionales de la República Federativa del Brasil, en la condición de estancia de Visitante sin permiso para realizar actividades remuneradas”.
Antes del arranque del verano se advertía que si no se agilizaba pronto el tema del visado, luego de que la Segob empezó a solicitar nuevamente el documento físico, se generarían afectaciones en el arribo de visitantes del sexto emisor mundial de turistas a México, superado por España, Reino Unido, Canadá, Colombia y Estados Unidos, al primer semestre del año, y el tercero de Sudamérica a Cancún detrás d Colombia y Argentina. en el mismo periodo.
Al cierre del primer semestre del año, de acuerdo con estadísticas del Consejo de Promoción Turística de Quintana Roo (CPTQ), han ingresado por medio del Aeropuerto Internacional de Cancún un total de 81 mil 875 turistas brasileños, cifra solo inferior a los 97 mil 745 ciudadanos argentinos y 199 mil 133 colombianos.
La Segob informó que a partir del 18 de agosto los brasileños que pretendan ingresar a México en la condición de turistas deberán tramitar físicamente ante la autoridad consular mexicana la visa correspondiente, con la finalidad de detener los flujos irregulares de viajeros amazónicos que, en algunos casos, tienen como objetivo llegar a Estados Unidos.
La modificación estará vigente hasta que se realicen acciones conjuntas entre México y el gobierno brasileño, que posibilite el uso adecuado de la medida de facilitación migratoria y garantice los flujos migratorios seguros, ordenados y regulares.
El acuerdo para la expedición de visas entrará en vigor el jueves 18 de agosto, 15 días naturales después de su publicación en el DOF; en tanto, la Segob y la SRE deberán actualizar los procedimientos, sistemas y bases de información sobre el ingreso de personas brasileñas al país, así como difundir el acuerdo, para lo que se apoyarán en la Secretaría de Turismo (Sectur).
Los cinco aeropuertos por donde arriba la mayor cantidad de viajeros procedentes de Brasil son Cancún, seguido de las terminales aéreas de Ciudad de México, Monterrey, Los Cabos y Guadalajara. Hace un mes la Segob decidió eliminar las trabas y facilidad que los visitantes brasileños pudieran solicitar una visa electrónica para tratar de mitigar los flujos irregulares, pero no funcionó.
Hace poco más de nueve años, en marzo de 2013, los gobiernos de México y Brasil acordaron la supresión del visado de corta duración en pasaportes ordinarios para sus ciudadanos, medida que permite facilitar el flujo de viajeros entre las dos naciones, en beneficio del turismo.
“Cabe recordar que el requisito de visado para ciudadanos brasileños estaba vigente desde 2005, y a partir de mayo de 2010, México aplicó mecanismos de facilitación migratoria a quienes contaran con visa de Estados Unidos. Esas acciones permitieron el aumento de visitantes procedentes de esa nación sudamericana”, decía el gobierno del entonces vilipendiados en redes, Enrique Peña Nieto..

Menudencias
Dos semanas antes, el I Congreso Internacional de Turismo (World Turism Trends Summit, por sus siglas WTTS), del 24 al 26 de agosto, en la isla de Cozumel, dio el primer mazazo en un intento por frenar los fraudes cibernéticos en el sector: en noviembre comenzará a operar el Buró de Identidad Turística (BIT), de acuerdo con Margarita Carbajal Carmona, presidenta de la Federación Mexicana de Empresas Turísticas de Quintana Roo (Fematurqroo).
Envalentonado tras la autorrevocación del juez primero de distrito de Yucatán, Adrián Fernando Novelo Pérez, el director del Fondo Nacional d Fomento al Turismo (Fonatur), Javier May Rodríguez, dijo que ya se preparan los terrenos para construir los tramos seis y siete. El primero conectaría con el aeropuerto de Tulum, solo que ya hay al menos una decena de amparos de… sí, adivinó, Sélvame del Tren, Greenpeace y otros colectivos ambientalistas.
Por presuntas adjudicaciones directas para el Tren Maya, que tofo mundo está haciendo, incluido el mismísimo Andrés Manuel López Obrador, provocaron supuestos daños patrimoniales, hay una denuncia penal del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) contra su ex director general Milardy Douglas Rogelio Jiménez-Pons Gómez, ahora subsecretario de Transportes. El Fonatur la habría interpuesto ante la Fiscalía General de la República (FGR)
Una turista denunció haber sido víctima de acoso por parte de un hombre en la alberca del hotel Nickelodeon Riviera Maya, por medio de sus redes sociales, donde explicó qie el sujeto comenzó a tomarle fotos sin su consentimiento, hasta que personal de seguridad del establecimiento constató que el acosador no era huésped del hotel por lo que fue entregado a personal de Seguridad Pública Municipal,. El hecho también evidenció la falta de vigilancia en un centro de hospedaje donde la noche, ahorita en la temporada de verano, llega a costar entre 12 mil o 13 mil pesos.
Surge una nueva forma de extorsión: ahora, fingiendo ser personal del Servicio de Administración Tributaria (SAT), la delincuencia acusa a las víctimas de evasión fiscal por medio de mensajes de WhatsApp en los que afirman ser del SAT y que se comunican por parte de su “titular” Raquel Buenrostro, quien supuestamente alerta a la persona que debe pagar una multa o de lo contrario se procederá a la acción penal. Las “multas” son de hasta 60 mil pesos, y hasta las “difieren “en tres pagos de 20 mil
EN LA OPINIÓN DE:
La criatura que nos mira: identidad, mirada ajena y el espejo psicológico en Frankenstein de Guillermo del Toro
En un entorno donde tantas voces compiten por definirnos, el acto más radical es elegir seguir siendo más allá del juicio ajeno
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera**
Como fiel seguidora del cine sobre todo como una gran admiradora de la visión fantástica del director Guillermo del Toro no podía perder la oportunidad de compartir con usted mi estimado lector un breve análisis sobre Frankenstein, la reciente entrega de uno de los directores más queridos de México.
Y es que, al revisar sus más emblemáticas películas, no podemos dejar de lado que además del gozo increíble que significa la obra visual de quien me permito llamar maestro, se encuentra una marcada tendencia del creador a resaltar siempre temas profundamente filosóficos en sus producciones.
En Frankenstein, una reinterpretación visualmente poderosa y emocionalmente compleja, la historia clásica de Mary Shelley recupera su esencia original: no es un relato de monstruos, sino una meditación profunda sobre lo que significa ser visto, nombrado y definido por otros. Del Toro coloca el foco en uno de los conflictos humanos más estudiados: la identidad que construimos, y en aquella que otros construyen de nosotros.
La criatura, construida a partir de fragmentos, ensamblada desde lo roto, encarna una verdad psicológica tan vigente hoy como en la época de Shelley: somos el resultado de muchas manos, voces y expectativas que moldean nuestra forma de vivirnos. El “monstruo” no nace monstruoso; se vuelve tal cuando descubre que el mundo lo mira sin posibilidad de redención, añadiendo además que el monstruo no eligió ser así, sino que es creado por una figura incapaz de mirar en él otra cosa que su propio abismo personal, el creador sufre de igual forma por el deseo de una confirmación externa que no llega. Ese choque entre la autoimagen y la mirada ajena es, quizá, uno de los dilemas más profundos de la psicología contemporánea.
La mirada del otro como espejo
En psicología, la identidad se construye de manera relacional. Desde Cooley y su concepto del self reflejado, hasta los aportes más recientes sobre autoimagen y validación social, como los de Zygmunt Bauman y Judith Butler; sabemos que los seres humanos aprendemos a ser en función de cómo creemos que los demás nos perciben. Esa dinámica se intensifica cuando la mirada ajena es hostil, reduccionista o violenta, y no deja paso a lo diferente.
Del Toro enfatiza este punto: la criatura experimenta el mundo con asombro y curiosidad, pero la sociedad le responde con miedo, miedo que se trasforma en violencia. Ante cada gesto de rechazo, él aprende una lección: “no soy quien creo, soy lo que ellos temen”. Y cuando esa enseñanza se repite, cuando la identidad se edifica con ladrillos de desprecio, el resultado es inevitable: una fractura psicológica profunda.
La psicología clínica lo observa en múltiples ámbitos: personas que crecen bajo etiquetas dañinas, niños a quienes se les llama “problemáticos”, adolescentes que reciben rechazos por su cuerpo, su voz, su forma de ser, hasta llegar a la forma más violenta, personas que son rechazadas por su mera existencia. Como en la película, no es la naturaleza sino la experiencia social la que siembra el conflicto. Y entonces la idea queda implícitamente expresada, quien entonces engendra al monstruo, no es sino otro monstruo.
Del Toro y la compasión como respuesta estética
Guillermo del Toro, fiel a su visión humanista y con una inefable belleza, no demoniza a la criatura, sino que la convierte en el concepto de la dualidad, un ser que a pesar de sus características grotescas, despierta en el espectador un sentimiento de ternura representado con maestría en la bondadosa Elizabeth quien no sólo encuentra la gracia en el monstruo sino que identifica la verdadera fealdad en su creador Frankenstein, y pone al descubierto el gran fallo estructural de la sociedad que rechaza todo aquello que es diferente; así del Toro denuncia la crueldad de una sociedad que no sabe mirar desde la comprensión sino que lo hace desde el prejuicio.
En su versión, la cámara se detiene en los ojos del monstruo, no para exhibirlo sino para invitarnos a reconocer su dolor. Es un recordatorio estético de una idea psicológica fundamental: la identidad se estabiliza solo cuando alguien nos mira con benevolencia.
En terapia, y en la vida real, esto se traduce en el poder transformador de una mirada que valida, que reconoce y que acompaña. La criatura de Del Toro sufre esa transformación de la mano de quien no le juzga desde la apariencia, y así tiene la oportunidad de experimentar una conexión auténtica, descubriendo la verdad absoluta que nos lleva a la verdad, el deseo más profundo, que probablemente se encuentra en todo ser humano, y es: ser visto con amor por otro que es como “yo”.
El rechazo como herida fundacional
La película subraya un patrón: cada rechazo alimenta la narrativa interna de no pertenencia. Esto resuena con estudios actuales sobre trauma relacional, los cuales muestran que la marginación, el abandono y la deshumanización tienen efectos comparables a heridas físicas. La criatura aprende que su valor depende del juicio externo; aprende a temerse a sí misma porque teme a los otros.
En términos psicológicos, esta es una condición ideal para la fragmentación de la identidad: cuando lo que somos y lo que se nos permite ser se contradicen, surge el conflicto interno. Del Toro lo muestra con una sensibilidad casi clínica: la criatura oscila entre la búsqueda de afecto y la ira desesperada de quien ha sido quebrado.
¿Y si fuéramos el doctor Frankenstein?
La película también sugiere que, como espectadores y como sociedad, ocupamos el lugar del creador. Somos quienes definimos qué merece ser aceptado y qué merece ser repudiado. Todos hemos sido, en algún momento, Frankenstein: creadores de expectativas imposibles, constructores de etiquetas, emisores de juicios que dejan cicatrices. Y en esa triada simbólica que Del Toro construye, el científico, la criatura y Elizabeth, aparece una metáfora poderosa sobre la identidad.
La criatura, hecha de fragmentos y marcada por el abandono, se convierte en un espejo incómodo: revela lo que otros proyectan sobre ella. Elizabeth, con su mirada compasiva, es la única capaz de ver belleza allí donde otros ven monstruosidad; para ella, aquello que la sociedad desecha adquiere dignidad, humanidad e incluso ternura.
En cambio, cuando mira al doctor Frankenstein, no encuentra brillantez ni nobleza, sino una forma más profunda de monstruo: el ser que, incapaz de empatía y preso de su propia ambición, destruye lo que crea y luego huye de las consecuencias. En esa inversión moral, la criatura como lo bello inesperado y su creador como lo verdaderamente oscuro, la película nos confronta con un dilema ineludible: ¿somos Elizabeth cuando miramos a los otros con apertura, o somos Frankenstein cuando solo vemos defectos, desviaciones y amenazas?
La pregunta que subyace a esta analogía es profundamente ética:
¿qué identidades estamos “creando” o deformando con nuestra forma de mirar?
En la era digital, todos somos criaturas bajo escrutinio
Si la criatura de Shelley sufría por la mirada directa, nuestra época añade un espejo más complejo: el digital. Redes sociales, filtros, opiniones al instante, la necesidad perpetua de ajustar quién somos para encajar con una audiencia invisible… La lógica es la misma: permitimos que la mirada del otro determine nuestro valor. Cambia el contexto; permanece la vulnerabilidad. Porque al final la autoimagen se deteriora, se fractura, se desestabiliza, cuando el de afuera devalúa a nuestro propio ser y pone en duda nuestras creencias sobre el “yo”
Del Toro no habla explícitamente de redes sociales, pero su versión de Frankenstein dialoga con nuestra era: identidades que se modifican para sobrevivir y subjetividades que se fragmentan bajo la presión del juicio público.
La psicología como espacio para reconstruirnos
En medio de esa tensión, entre lo que somos y lo que creemos que debemos ser, la psicología ofrece un camino. El trabajo terapéutico ayuda a desmontar identidades construidas desde el miedo, la culpa o la vergüenza. Permite resignificar la mirada ajena, construir una voz interna propia y comprender que nuestra identidad no depende únicamente de lo que los demás interpretan.
Porque, a diferencia de la criatura de Del Toro, nosotros podemos en conciencia, abrazar nuestras carencias, conocer y entender lo que nos hace diferentes y modificar aquello que nos causa malestar, en un espacio donde seamos vistos sin el peso del juicio: la consulta psicológica.
Al final el monstruo vive
La historia de Frankenstein sigue viva porque habla de nosotros: de las veces que hemos sido criaturas, rechazadas o incomprendidas; y de las veces que hemos sido Frankenstein, incapaces de mirar con compasión, dejando en otros un poco del monstruo que a veces somos. La versión de Guillermo del Toro nos recuerda que la identidad es un territorio construido entre muchas miradas, pero que merece ser reclamado.
“Mientras permanezcas vivo, ¿qué más puedes hacer sino vivir?”
Del Toro cierra con maestría con una frase que no sólo es conmovedora, sino que invita a la resiliencia y al perdón, no hacia el que nos hizo monstruos sino a nosotros mismos por convertirnos en aquello que no es genuino y que nos separa de la bondad. “Mientras permanezcas vivo, ¿qué más puedes hacer sino vivir?” Esa pregunta, sencilla y contundente, que termina de cerrar con la única orden verdadera que un padre puede ofrecerle a su hijo “VIVE”, ofreciendo un final, que nos recuerda que la existencia sigue siendo un gesto de apuesta, incluso cuando el mundo, o la mirada de los otros, parezca negarnos un lugar.
Vivir implica resistir las narrativas que nos reducen, cuestionar las identidades que nos impusieron y recuperar, con paciencia y valentía, la posibilidad de reescribirnos. En un entorno donde tantas voces compiten por definirnos, el acto más radical es elegir seguir siendo, seguir explorando quiénes somos más allá del juicio ajeno. Porque mientras hay vida, hay margen para la transformación; mientras respiras, existe la oportunidad de regresar a ti, de reconstruir tu historia y de reclamar una identidad que, aun frágil, sigue siendo tuya.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo, Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano, y especialización en neurobiología de los trastornos mentales, enfocada a la psicología.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
EN LA OPINIÓN DE:
Belleza artificial, daño real: Estética digital, peligro creciendo en la pantalla
Entre la estética virtual y la salud mental: los riesgos psicológicos de vivir en un mundo donde lo “perfecto” se fabrica con un clic.
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera
Vivimos en una era en la que la apariencia puede alterarse con un gesto: un filtro que afina el rostro, una aplicación que elimina una arruga, una inteligencia artificial que fabrica una imagen perfecta desde cero. Lo que comenzó como un juego estético se ha convertido en un factor de riesgo para la salud mental: la proliferación de filtros y de fotografías generadas por IA está alimentando formas de insatisfacción corporal que, en casos extremos, se traducen en trastornos como la disformia, o dicho de otra forma. la percepción distorsionada de la propia apariencia física, (body dysmorphic disorder, BDD).
No es una alarma infundada algunas investigaciones recientes y revisiones académicas como la publicada en la revista Springer Nature muestran que las plataformas centradas en la imagen (Instagram, Snapchat, TikTok) y las prácticas de edición cotidiana fomentan comparaciones constantes y expectativas irreales sobre el cuerpo y el rostro.
La evidencia indica que la exposición continuada a imágenes idealizadas y manipuladas, y el uso recurrente de filtros sobre el propio rostro, se asocian con mayor insatisfacción corporal, baja autoestima y conductas de verificación o evitación, síntomas que caracterizan la disformia, lo preocupante es que para muchos el espejo ya no es el referente inmediato: sino la pantalla.
Los filtros no son inocuos por dos razones clave. Primero, alteran el estándar de comparación: cuando la norma visible es una versión “mejorada” de la realidad, las personas tienden a medir su valor contra un ideal inalcanzable. Estudios sobre filtros de belleza y efectos cognitivos muestran que estas imágenes generan un “halo” de atributos positivos (mayor atractivo, confianza y hasta credibilidad) que amplifican la presión por parecerse a esas versiones digitales.
Segundo, la práctica de editar la propia imagen (self-filtering) puede resultar más dañina que observar filtrados ajenos: en primer lugar porque refuerza la idea de ser como “Se supone debo ser” en lugar de promover la “aceptación del como soy”. Manipular el propio rostro fomenta la atención excesiva hacia defectos percibidos y refuerza conductas compulsivas de comprobación.
La irrupción de la IA complica aún más el panorama. Las imágenes generadas por algoritmos son cada vez más verosímiles y muchas personas dejan de distinguir entre lo real y lo fabricado; esa dificultad para detectar “deepfakes” permite que modelos corporales imposibles circulen como aspiracionales, naturalizando una estética artificial que no se puede alcanzar haciendo que el daño psicológico se vuelva sistémico: no se trata solo de un individuo que sufre, sino de una cultura visual que normaliza la perfección editada y penaliza la diferencia, de forma inconsciente esto decanta en insatisfacción pues no puedo obtener por ningún medio la imagen que la sociedad acepta, lo que termina en trastornos psicológicos que pueden llegar a ser severos.
¿Cuáles son las consecuencias conductuales?
En el extremo, la disformia se manifiesta por presencia de pensamientos constantes sobre el tema, búsqueda repetida de seguridad (miradas al espejo, fotos infinitas), evitación social y, en algunos casos, búsquedas de procedimientos estéticos invasivos. En la práctica clínica se observa también un incremento de consultas relacionadas con la insatisfacción facial y el deseo de “corregir” rasgos que llevan a quienes lo padecen a una vida limitada por la preocupación estética, razón por la cual pueden presentarse ataques de ansiedad, evitar tener contacto social, incluso angustia y tristeza constante.
Ante esto, la terapia psicológica puede ser una buena opción, dado que actualmente los filtros y el uso de IA para mejorar la apariencia son parte del día a día la terapia para fortalecer las habilidades socioemocionales es recomendable, pues al desarrollar ciertas capacidades, el individuo comprende los limites sobre la realidad y lo que es inalcanzable, esto sobre todo en etapas de desarrollo como la adolescencia cuando las personas aún están formando una personalidad propia.
Los psicólogos aplican técnicas probadas, y actuan como agentes de prevención y educación: los psicólogos pueden desarrollar programas de alfabetización mediática que enseñen habilidades críticas para interpretar imágenes, reducir la comparación social y gestionar la autoimagen; pueden colaborar con escuelas y plataformas para mitigar contenidos nocivos; y pueden adaptar intervenciones digitales (terapia en línea, módulos guiados) para alcanzar a jóvenes expuestos a estos riesgos. Además, el trabajo interdisciplinario con dermatólogos, cirujanos plásticos y educadores es esencial para distinguir deseos estéticos razonables de síntomas clínicos que requieren tratamiento.
La responsabilidad, sin embargo, no es solo profesional: es colectiva. Empresas tecnológicas deben transparentar cuándo una imagen ha sido alterada o generada por IA; los medios deben abandonar la glorificación de cuerpos uniformes; las escuelas y las familias deben enseñar a las nuevas generaciones a cuestionar la verosimilitud de lo que consumen. Y quienes sienten que la preocupación por su aspecto se ha vuelto persistente, invasiva o limitante, deben saber que pedir ayuda es una decisión de cuidado, de igual manera las personas deben permanecer alerta y saber cuándo alguien a su alrededor está presentando conductas que pueden ponerle en riesgo.
La belleza filtrada puede dar placer momentáneo, pero la disformia —esa brecha entre imagen ideal y experiencia sufriente— deja cicatrices conductuales y emocionales al individuo, además de un severo daño en el tejido social.
Y la realidad dura que quizá se está dejando de lado es que la popularidad de los filtros y las imágenes creadas por IA revela una crisis silenciosa: la insatisfacción corporal y el malestar psicológico en la era digital, para contrarrestarla hacen falta políticas, educación y, sobre todo, la intervención de profesionales capacitados.
Los psicólogos están listos para intervenir: evaluar, acompañar y ofrecer herramientas que restauren una relación más realista y amable con el propio cuerpo. En un entorno donde lo artificial compite con lo auténtico, esa tarea puede ser la diferencia entre una vida dominada por la imagen y una vivida en plenitud.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo, Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano, y especialización en neurobiología de los trastornos mentales, enfocada a la psicología.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje




















