Opinión
Es 2022 año récord
Opinión / Cicuta del Caribe LXV
• Francisco Córdova recuerda cuando “sus amigos” lo zancadillearon
• “Quise crear derecho provisional, pero me ignoraron y bloquearon”
• Zacua, primer automóvil eléctrico mexicano ensamblado por mujeres
• Por pérdida de categoría, México dejó de llevar a EU a 1.1 millones
• Más de 80 mil millones de amenazas cibernética en primer trimestre
• Construyen Utopía of the Seas, crucero impulsado por gas natural
Por: Carlos Águila Arreola
La de 2022 es la temporada con más sargazo desde 2011, primer año en que se empezó a observar mediante satélite la aparición de enormes manchones que han llegado a medir más de 500 kilómetros de largo y un centenar de ancho en su travesía, hoy se sabe, del cuerno de África hacia el continente americano atravesando el océano Atlántico.
El hidrobiólogo Esteban Jesús Amaro Mauricio, vocero e integrante de la Red de Monitoreo del Sargazo, advirtió a inicios de diciembre de 2021, hace seis meses —medio año en tiempo corrido— que 2022 volvería a ser un año atípico según las imágenes de satélite, en las que ya se observaba la magnitud del problema que amenaza tirar las vacaciones del verano.
Los recales que infestan las costas del Caribe mexicano podrían pudrirse ante la incapacidad por falta de elementos físicos (embarcaciones) de la Secretaría de Marina (Semar) y la negligencia empresarial del primer destino turístico no solo del país, sino de América Latina, lo que obligaría al cierre de playas en los próximos días… y quizá a cancelaciones anticipadas.
Ya lo decíamos en abril —Cicuta del Caribe LI, del lunes 18 de abril, en plena Semana Santa—, que era inconcebible que cada año, desde hace un lustro, es la misma película —en 2023 será lo mismo si no cambia la apatía e indolencia de la iniciativa privada—: playas atestadas de talofita, el hedor y deterioro de la línea costera estatal al echar mano de maquinaria pesada.
El domingo, según la Red de Monitoreo, 85 playas tenían “sargazo excesivo” —el color rojo de su semáforo— y solo siete no tenían la presencia del vegetal, por lo que se detuvo la ridícula frase que la Secretaría estatal de Turismo (Sedetur), e incluso el gobierno del estado utilizan: “Ni todos los días ni en todas las playas hay sargazo”, por la de “Todos los días, en todas las…”.
No son pocas las cancelaciones por el tema —siempre debido al nauseabundo hedor que despide el sargazo cuando se pudre—; empero, es algo que ocultan hoteleros y autoridades, y la afectación es paradójica porque así como beneficia también perjudica a los cenotes por la visita masiva de los bañistas que huyen de las playas… menos los que se refugian en las albercas, de acuerdo con la óptica de José Antonio Chapur Zahoul, patriarca de Palace Resorts.
El nombramiento
En junio de 2019, en una de sus primeras visitas a Cancún, tras su perorata, al despedirse, Andrés Manuel López Obrador nombró su “representante personal en el tema del sargazo” al empresario Francisco Córdova Lira, que minutos antes había solicitado su intervención, cuando días antes el mandatario había minimizado el grave problema del arribo de miles de toneladas de talofita.
“Algunos periodistas escucharon el diálogo e hicieron público el nombramiento. Sin contar con algún documento —que lo probara— consideré que era una buena oportunidad para apoyar (…) a resolver ese enorme desafío. Para mi total sorpresa, un nombramiento sin documento generó celos, envidias y rechazó entre mis «amigos» y líderes empresariales”, redactó en un tuit.
Tres años después, Córdova Lira recordó que “no solo no lo aceptaron, sino que pagaron a Carlos Loret de Mola (Álvarez) para que agrediera con mentiras y medias verdades a mi familia y a un servidor”. El periodista hizo una mordaz columna contra Pablo Careaga Córdova (qepd), su sobrino, coordinador del Tren Maya y quien creó la empresa Escudo del Caribe, presuntamente para que fuera favorecida en los contratos para limpiar el sargazo.
“Al observar esas absurdas y sorpresivas reacciones, y ante la realidad que no contaba con documento que comprobara mi nombramiento, me hice a un lado. El presidente generó una buena decisión: nombrar a la Secretaría de Marina para enfrentar la llegada de sargazo a nuestras playas. Tres años después, resulta obvio que ha habido un esfuerzo de la Semar, los gobiernos estatales, municipales y los empresarios para resolver ese asunto.
“Ante las circunstancias actuales, ha sido insuficiente. En los pocos días que estudié el fenómeno, me di cuenta que era necesario apoyar a la Semar en forma inmediata con un presupuesto importante para adquirir todo el equipo necesario para enfrentar el reto (…) no se hizo y el problema persiste.”
Córdova Lira añadió que es posible que sus “amigos” y los gobiernos locales no lo aceptaron porque entre sus primeras ideas propuso establecer un derecho etiquetado, provisional, para generar recursos frescos para enfrentar la llegada de sargazo: “Hubiera sido una buena solución, pero los hubiera no sirven para nada. El problema sigue y es mayor; la propuesta es la correcta, pero la falta de recursos la hace incompleta e inviable a corto, mediano y largo plazo”.
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Menudencias
Zacua, primer automóvil eléctrico mexicano ensamblado por mujeres, se creó en cinco años en el Parque Industrial de Puebla y cuesta 599 mil 990 pesos, en sus versiones MX 2 y MX 3, ambos deportivos con dos asientos que alcanzan 85 kilómetros por hora. La duración de la batería es de 160 kilómetros y tres mil ciclos (cargas de 0 a 100%), alrededor de ocho años de vida. Su nombre es la del ave preferida del emperador Moctezuma y se prevé abrir, gradualmente, 150 electrolineras —equivalente a la gasolinería— en Ciudad de México
Desde que México perdió la categoría uno de seguridad en aviación que dan las autoridades de Estados Unidos, el 21 de mayo de 2021, la participación de las aerolíneas nacionales dejaron de movilizar a más de un millón 100 mil personas a esa nación, de 31.6 a 17.6 por ciento, de acuerdo con la Cámara Nacional de Aerotransporte (Canaero) y el Centro de Investigación y Competitividad Turística (Cicotur).
En México, solo en el primer trimestre del año se recibieron 80 mil millones de amenazas, según Fortinet, multinacional pionera en integrar varias funciones en una sola plataforma de gestión unificada contra amenazas, mientras que en Estados Unidos el FBI publicó su informe de delitos en internet durante 2021, y las noticias no son buenas, sobre todo para la banca y los gobiernos del mundo, pues en cinco años se quintuplicaron los ataques del crimen cibernético.
Royal Caribbean International, la línea de cruceros más grande del mundo inició la construcción de su sexto barco de la clase Oasis en Saint-Nazaire, Francia, que bajo el nombre de Utopía of the Seas protagonizó la ceremonia de corte de acero en el astillero Chantiers de l’Atlantique. Se prevé que la botadura del trasatlántico propulsado por gas natural licuado sea en la primavera de 2024, lo que sin duda marcará un hito en la industria de los cruceros.
EN LA OPINIÓN DE:
Belleza artificial, daño real: Estética digital, peligro creciendo en la pantalla
Entre la estética virtual y la salud mental: los riesgos psicológicos de vivir en un mundo donde lo “perfecto” se fabrica con un clic.
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera
Vivimos en una era en la que la apariencia puede alterarse con un gesto: un filtro que afina el rostro, una aplicación que elimina una arruga, una inteligencia artificial que fabrica una imagen perfecta desde cero. Lo que comenzó como un juego estético se ha convertido en un factor de riesgo para la salud mental: la proliferación de filtros y de fotografías generadas por IA está alimentando formas de insatisfacción corporal que, en casos extremos, se traducen en trastornos como la disformia, o dicho de otra forma. la percepción distorsionada de la propia apariencia física, (body dysmorphic disorder, BDD).
No es una alarma infundada algunas investigaciones recientes y revisiones académicas como la publicada en la revista Springer Nature muestran que las plataformas centradas en la imagen (Instagram, Snapchat, TikTok) y las prácticas de edición cotidiana fomentan comparaciones constantes y expectativas irreales sobre el cuerpo y el rostro.
La evidencia indica que la exposición continuada a imágenes idealizadas y manipuladas, y el uso recurrente de filtros sobre el propio rostro, se asocian con mayor insatisfacción corporal, baja autoestima y conductas de verificación o evitación, síntomas que caracterizan la disformia, lo preocupante es que para muchos el espejo ya no es el referente inmediato: sino la pantalla.
Los filtros no son inocuos por dos razones clave. Primero, alteran el estándar de comparación: cuando la norma visible es una versión “mejorada” de la realidad, las personas tienden a medir su valor contra un ideal inalcanzable. Estudios sobre filtros de belleza y efectos cognitivos muestran que estas imágenes generan un “halo” de atributos positivos (mayor atractivo, confianza y hasta credibilidad) que amplifican la presión por parecerse a esas versiones digitales.
Segundo, la práctica de editar la propia imagen (self-filtering) puede resultar más dañina que observar filtrados ajenos: en primer lugar porque refuerza la idea de ser como “Se supone debo ser” en lugar de promover la “aceptación del como soy”. Manipular el propio rostro fomenta la atención excesiva hacia defectos percibidos y refuerza conductas compulsivas de comprobación.
La irrupción de la IA complica aún más el panorama. Las imágenes generadas por algoritmos son cada vez más verosímiles y muchas personas dejan de distinguir entre lo real y lo fabricado; esa dificultad para detectar “deepfakes” permite que modelos corporales imposibles circulen como aspiracionales, naturalizando una estética artificial que no se puede alcanzar haciendo que el daño psicológico se vuelva sistémico: no se trata solo de un individuo que sufre, sino de una cultura visual que normaliza la perfección editada y penaliza la diferencia, de forma inconsciente esto decanta en insatisfacción pues no puedo obtener por ningún medio la imagen que la sociedad acepta, lo que termina en trastornos psicológicos que pueden llegar a ser severos.
¿Cuáles son las consecuencias conductuales?
En el extremo, la disformia se manifiesta por presencia de pensamientos constantes sobre el tema, búsqueda repetida de seguridad (miradas al espejo, fotos infinitas), evitación social y, en algunos casos, búsquedas de procedimientos estéticos invasivos. En la práctica clínica se observa también un incremento de consultas relacionadas con la insatisfacción facial y el deseo de “corregir” rasgos que llevan a quienes lo padecen a una vida limitada por la preocupación estética, razón por la cual pueden presentarse ataques de ansiedad, evitar tener contacto social, incluso angustia y tristeza constante.
Ante esto, la terapia psicológica puede ser una buena opción, dado que actualmente los filtros y el uso de IA para mejorar la apariencia son parte del día a día la terapia para fortalecer las habilidades socioemocionales es recomendable, pues al desarrollar ciertas capacidades, el individuo comprende los limites sobre la realidad y lo que es inalcanzable, esto sobre todo en etapas de desarrollo como la adolescencia cuando las personas aún están formando una personalidad propia.
Los psicólogos aplican técnicas probadas, y actuan como agentes de prevención y educación: los psicólogos pueden desarrollar programas de alfabetización mediática que enseñen habilidades críticas para interpretar imágenes, reducir la comparación social y gestionar la autoimagen; pueden colaborar con escuelas y plataformas para mitigar contenidos nocivos; y pueden adaptar intervenciones digitales (terapia en línea, módulos guiados) para alcanzar a jóvenes expuestos a estos riesgos. Además, el trabajo interdisciplinario con dermatólogos, cirujanos plásticos y educadores es esencial para distinguir deseos estéticos razonables de síntomas clínicos que requieren tratamiento.
La responsabilidad, sin embargo, no es solo profesional: es colectiva. Empresas tecnológicas deben transparentar cuándo una imagen ha sido alterada o generada por IA; los medios deben abandonar la glorificación de cuerpos uniformes; las escuelas y las familias deben enseñar a las nuevas generaciones a cuestionar la verosimilitud de lo que consumen. Y quienes sienten que la preocupación por su aspecto se ha vuelto persistente, invasiva o limitante, deben saber que pedir ayuda es una decisión de cuidado, de igual manera las personas deben permanecer alerta y saber cuándo alguien a su alrededor está presentando conductas que pueden ponerle en riesgo.
La belleza filtrada puede dar placer momentáneo, pero la disformia —esa brecha entre imagen ideal y experiencia sufriente— deja cicatrices conductuales y emocionales al individuo, además de un severo daño en el tejido social.
Y la realidad dura que quizá se está dejando de lado es que la popularidad de los filtros y las imágenes creadas por IA revela una crisis silenciosa: la insatisfacción corporal y el malestar psicológico en la era digital, para contrarrestarla hacen falta políticas, educación y, sobre todo, la intervención de profesionales capacitados.
Los psicólogos están listos para intervenir: evaluar, acompañar y ofrecer herramientas que restauren una relación más realista y amable con el propio cuerpo. En un entorno donde lo artificial compite con lo auténtico, esa tarea puede ser la diferencia entre una vida dominada por la imagen y una vivida en plenitud.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo, Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano, y especialización en neurobiología de los trastornos mentales, enfocada a la psicología.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
EN LA OPINIÓN DE:
“Vivir con miedo: la huella psicológica de la inseguridad en México”
Los Mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad…
Conciencia Saludablemente
Psicol. Alex Barrera
¡Mexicanos al grito de guerra! Esta es una de las estrofas más fuertes de nuestro himno nacional, cualquier mexicano conoce esta frase, pero cuantos de los habitantes de este país repara en el significado de esta frase que pareciera ser una realidad en estos días, cuantos de verdad se dan cuenta que la violencia en México si indiscutiblemente se ha convertido en una guerra, una que enfrentamos día a día y que se ha enraizado en nuestra sociedad.
Peor aún, ¿cuántos mexicanos si quiera se dan cuenta lo que le hace a su salud mental? La percepción de inseguridad, más allá de cifras, opera como un reflejo trastornador en el bienestar psicológico de la ciudadanía. En México, cuando los titulares de prensa retumban con asesinatos públicos, atrocidades y organismos de seguridad incapaces de contener el escalamiento criminal, lo que se resquebraja no es únicamente la confianza en las instituciones: se fractura la sensación de habitar un entorno protector, lo que repercute directamente en el ánimo, la salud mental y la capacidad de resiliencia de las personas.
Mientras el gobierno actual culpa a los anteriores gobiernos de la herencia de violencia, poco se ocupa de comunicar sus propias estrategias para brindar la certeza que la gente necesita hoy, y es que, si vamos al pasado inmediato, tan sólo en octubre se registraron un par de episodios que ilustran a la vez la crudeza de la violencia y su potencia simbólica.
La violencia ya no solo es violencia, sino que está plagada de un claro mensaje “NO HAY TREGUA”, porque no es solo el hecho de que en el estado de Michoacán, se registrara el asesinato de siete presidentes municipales en menos de cuatro años, si no que el último de ellos haya sido el de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, ejecutado el 1 de noviembre durante un evento público en pleno centro de la ciudad, y no cualquier evento, sino la celebración de Día de Muertos, uno de los eventos más significativos para los mexicanos. ¿Y entonces, no es este un atentado contra la misma sociedad, como podemos no entender esto como un mensaje, no para una persona, no para un estado, sino para un país entero? ¿Cómo puede no ser esto una agresión directa a la sociedad?
Este mismo mes en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, se vivió una semana de “limpieza” entre cárteles cuyo resultado fueron 41 muertos en seis días, 12 solamente el 22 de octubre, estos eventos inundan las páginas de los medios de comunicación locales e internacionales, que detallan enfrentamientos sangrientos entre bandos criminales.
Cuando la violencia se vuelve espectáculo —y aún más cuando el blanco son eventos culturales o áreas urbanas frecuentadas—, la inquietud colectiva crece y se instala un estado de permanente alerta emocional. La población no sólo teme por su integridad física, sino por la certeza de que el espacio en el que habita ya no es predecible ni seguro. En este contexto, la evidencia señala que la percepción de inseguridad persiste pese a mejoras estadísticas en homicidios. Por ejemplo, en una nota de El País publicada el pasado 23 de octubre se señala que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que, en septiembre de 2025, el 34 % de los mexicanos consideraba que la inseguridad permanecería “igual de mal” en su ciudad los próximos doce meses, y el 23.9 % estimaba que “empeorará”.
Desde la psicología, esos datos no son únicamente indicadores sociales: son síntomas de un clima emocional colectivo afectado. La inseguridad percibida produce estrés crónico, desgaste emocional y una reducción progresiva de lo que se denomina “capital psicológico”. Las personas pueden volverse más reacias a participar, a salir o a confiar en su entorno; aparece la hipervigilancia, la ansiedad, la alteración del sueño, e incluso la evitación de actividades cotidianas. Cuando la amenaza parece constante (aunque en el sentido probabilístico no esté dirigida a cada persona en lo individual) el efecto se propaga y se torna comunitario.
Además, esta erosión de la confianza se reconoce también en la relación entre ciudadanía y Gobierno. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum según publica en su sitio web PolíticoMX mantiene una aprobación del 74 % al cierre de octubre de 2025, mientras que la desaprobación ronda el 25 %, eso no sostiene la percepción sobre la inseguridad que la ciudadanía no aprueba pues el mismo medio publica que otra encuesta hecha entre abril-mayo de 2025 que señala que solo 21.6 % de los mexicanos afirmaron sentirse seguros viviendo en el país, lo que significa que ~78.4 % se siente inseguro.
Los mexicanos esperan seguridad, efectividad institucional y protección, cuando eso falla, también se quiebra el sentido de que “las cosas están bajo control”. Ese quiebre tiene consecuencias psicológicas: ¡el orden que sostiene la rutina y la confianza se vuelve frágil!
La percepción de que “nadie está a salvo” o que “las autoridades no se dan abasto” abre una fisura emocional que afecta la vida social: las personas se retraen, desconfían, se inhiben. En la práctica clínica, se puede observar cómo en zonas de alta violencia o alta percepción de riesgo, los pacientes presentan mayor vulnerabilidad ante trastornos de ansiedad, alteraciones del sueño, síntomas de hipervigilancia y menos recursos para enfrentar los imprevistos. Cuando se vive con la sensación de que el entorno se volvió hostil, el bienestar se vuelve una meta difícil.
Es imprescindible comprender que, aunque los índices de homicidio puedan bajar en ciertos meses, la experiencia subjetiva de inseguridad no cae de inmediato. El retraso entre la mejora real y la percepción ciudadana deja un vacío de tiempo en que la salud emocional queda expuesta. Y mientras tanto, la violencia, al ser tan visible y tan simbólica, sigue reforzando la sensación de vulnerabilidad.
¿Qué hacer ante este escenario? En primer lugar, desde lo comunitario, es necesario promover espacios de diálogo, reforzar lazos de vecindad, crear plataformas de resiliencia colectiva: porque la inseguridad emocional se enfrenta también socialmente. Pero, en segundo lugar, y no menos importante, desde el ámbito individual, no se puede trivializar el impacto psicológico que tiene vivir bajo la sombra de la violencia. Acudir a servicios de salud mental, recibir contención, comprender que la reacción emocional es lógica, constituye un acto de cuidado.
No solo “sobrevivir” a la inseguridad física, sino preservar el bienestar psicológico, es una tarea urgente, porque la constante percepción de peligro provoca estrés constante, y esto a su vez genera, malestar físico, y más allá de ello fragmenta el bienestar social. Las autoridades tienen la obligación de garantizar la seguridad, pero las personas también tienen el derecho y la necesidad de salvaguardar su salud emocional cuando la protección estatal se ve comprometida.
En un país donde la violencia arremete en plazas públicas, atenta contra autoridades, se infiltra en la vida cotidiana y deja huella en la percepción de la gente, el bienestar psicológico no es un lujo: es una condición para el mínimo sustento de la dignidad humana.
Los mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad, aceptarlo, afrontarlo y en su caso buscar ayuda profesional, hablar con un terapeuta, explorar las formas en que la inseguridad impacta nuestra mente, es tan importante como procurar cerraduras y alarmas. Porque al final del día, tenemos que reconstruir no solo ciudades más seguras, sino experiencias interiores donde no nos sintamos indefensos.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
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