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Internacional

Inician segunda fase de recuperación de flores luego de la tragedia del Jet Set

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Neufris Pérez también iba a ir. Había quedado en la mañana del lunes con uno de sus mejores amigos, Johnny Humberto García Abreu, y decidieron que se pasaría un rato por JetSet, la discoteca de Santo Domingo en la que García trabajaba como guarda. Pero se recostó en el sofá y se quedó dormido. Horas después, sobre las dos de la madrugada, despertó a leer la prensa, como acostumbra cada noche, y leyó la trágica noticia: el techo del icónico bar se había desplomado sobre los cuerpos de cientos de celebridades y empleados del local. “Salí corriendo y me encontré con ese desastre”, cuenta por teléfono el abogado. El encargado de seguridad, de 53 años, es uno de los cientos de desaparecidos que no figuran en ninguna de las listas. Ni en la de los 221 fallecidos, ni en la de los pacientes ingresados. “Lo vamos a encontrar con vida, él es un hombre atlético”, se repite.

Pérez dice que hace diez años que se conocieron y desde entonces se volvieron inseparables. Han compartido trabajos y la afición por el deporte. “Nos une la hermandad”, resume. La noticia cayó como un jarro de agua fría y desde esa madrugada del lunes se las ha pasado recorriendo cada uno de los hospitales de la capital, las morgues y las carpas donde van actualizando los nombres de los cuerpos hallados a ver si aparecía el nombre de su amigo. “A esta hora de la noche [del miércoles] no sabemos nada de su paradero. Nada”.

A Abreu, papá de tres hijas de 25, 19 y 8 años, lo busca toda su familia. “El lunes terminaba como un día de celebración, pero el martes fue un día de tristeza nacional”, zanja afectado el abogado, quien no descarta presentar acciones legales contra la empresa JetSet, de la multimillonaria familia Espaillat. La firma se negó a compartir con EL PAÍS los nombres de sus empleados. “JetSet se está salvaguardando, pero nosotros ahora sólo podemos pensar en el dolor. Más adelante pensaremos en lo demás”, señala. A primera hora del jueves, los fallecidos alcanzaban las 221 personas y al menos 189 rescatados.

El dolor en República Dominicana está en cada rincón, pero también la solidaridad. En las inmediaciones de la discoteca, varios ciudadanos y organizaciones sociales instalaron carpas con agua, galletas y plátanos y un cartel que decía “gratis”. Una vecina del barrio repartía café a los que amanecieron a las puertas del local, un turista costarricense que decidió sumarse a las labores de rescate y muchos otros fueron simplemente a consolar a los familiares. En estos momentos de crisis, todos coinciden en que el pueblo dominicano se unió.

Para quienes  estuvieron en la discoteca, el recuerdo es traumático. Algunos no están aún preparados para hablar con la prensa y siguen digiriendo que se escaparon “de milagro”, en escuetos mensajes de WhatsApp. Otros, como Marisol Chalas, relató a medios locales lo que vivió. Con heridas en la ceja derecha y en las piernas, esta dominicana narra la “pesadilla” que vivió la madrugada del 8 de abril. “Había muchísima gente en el área mía, destapadas de la cintura para arriba, y yo creo que por eso fue que nos auxiliaron más rápido. Nosotros fuimos unos de los primeros que salimos, pero perdimos muchísimos amigos”, narra.

Ella es una de las 155 personas que fueron derivadas a seis hospitales del país. La joven recibió el alta en el Hospital Docente Universitario Dr. Darío Contreras. “Estamos vivos de milagro, volvimos a nacer. Yo le daba ánimos a dos jovencitos que estaban ahí gritando que se iban a morir, que las piernas no las sienten, y yo les decía: ‘Mira, hay personas que están peores que nosotros, enterrados. Nosotros por lo menos tenemos la cabeza afuera. No se desesperen, vamos a orar. Dios es grande y nos va a salvar de esta’. A ellos los salvaron también”, declaró. Víctor de la Cruz, su esposo, relató a los diarios dominicanos que pensó que iba a morir: “Llegó un momento en que le dije ‘Mari, adiós’, porque ya no tenía respiración. Estaba esperando mi momento de morir”.

Para los rescatistas y voluntarios del país tampoco han sido nada fácil las más de 48 horas de intensa actividad. Miguel Alejandro Martínez, ingeniero civil y bombero voluntario, trata de ordenar las ideas tras un largo suspiro al otro lado del teléfono. Él salió corriendo el martes a las seis de la mañana hacia la discoteca JetSet para ayudar en lo que se necesitara. Durante dos días, se ha dedicado a retirar escombros del camino para que pudieran entrar con rapidez las camillas y los socorristas. “Nunca había vivido algo así. Esto es algo que uno no se imagina que nos fuera a pasar. Parece una zona de guerra, como si se hubiera producido un pequeño sismo dentro de la ciudad”, reflexiona.

La labor de rescate, cuenta, es bien compleja. “Es como jugar al jenga. Toca ir moviendo una roca o una viga con mucho cuidado de no hacer daño a alguien que sigue con vida. Y cuando estás en ello, no se puede desprender del peso de golpe, hay que tener en cuenta muchos factores”. Para este dominicano, la única “buena noticia” que ha traído esta tragedia es que el país entero se ha unido en solidaridad: “Siento que la gente está siendo muy respetuosa con la dignidad de quienes siguen bajo los escombros, los conozcan o no”.

La noche del miércoles concluyeron las labores de rescate y, con ellas, la esperanza de encontrar con vida al resto de personas que siguen desaparecidas. Al menos para las autoridades. Pérez está seguro de que ocurrirá un milagro. En un comunicado, Presidencia informó a la ciudadanía de que a partir de las ocho de la noche. aproximadamente, se iniciaría una nueva fase de recuperación de cuerpos. “El Gobierno desea enfatizar que este cambio responde exclusivamente a criterios técnicos y de protección de vidas, y no significa en modo alguno que se está cerrando el caso o disminuyendo la atención”, se leía. Después de este periodo, anunciaron, iniciará la fase de investigación de lo sucedido.

Fuente: El País

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Internacional

TRUMP DESATA UNA OFENSIVA NAVAL CONTRA CÁRTELES: SUBMARINO NUCLEAR Y BUQUES DE GUERRA RUMBO AL CARIBE

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En una jugada que ha sacudido el tablero geopolítico del continente, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó el despliegue de una poderosa flota militar hacia el sur del mar Caribe. La operación incluye el envío de un submarino nuclear de ataque rápido y un crucero de misiles guiados, que se suman a tres buques anfibios ya posicionados cerca de las costas de Venezuela, Colombia y Panamá.

El objetivo declarado: combatir a los cárteles de la droga latinoamericanos, ahora catalogados por Washington como “organizaciones narcoterroristas”. Entre ellas figuran el Cártel de Sinaloa y el grupo venezolano Tren de Aragua. La ofensiva naval contempla más de 4,500 efectivos, incluidos 2,200 infantes de marina, con capacidad de desembarco inmediato.

La respuesta del gobierno venezolano no se hizo esperar. Nicolás Maduro anunció el despliegue de 15,000 efectivos en la frontera con Colombia y convocó a millones de civiles a integrarse a la milicia nacional. Denunció una “amenaza directa” a la soberanía venezolana y acusó a Estados Unidos de preparar una invasión encubierta.

Mientras tanto, la Guardia Costera estadounidense reportó la incautación de más de 34 toneladas de droga en operativos recientes en el Caribe y el Pacífico, reforzando el argumento de que el narcotráfico representa una amenaza transnacional.

Analistas advierten que esta escalada militar podría tener consecuencias impredecibles en una región marcada por tensiones migratorias, crisis humanitarias y disputas diplomáticas. La presencia de un submarino nuclear en aguas caribeñas no solo envía un mensaje de fuerza, sino que plantea interrogantes sobre los límites de la seguridad nacional y el equilibrio regional.

Fuente: 5to Poder Agencia de Noticias

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Internacional

“EL MAYO” ZAMBADA SE DECLARA CULPABLE: CAE EL ÚLTIMO GRAN CAPO DEL CÁRTEL DE SINALOA

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Ismael “El Mayo” Zambada García, uno de los líderes históricos del Cártel de Sinaloa, se declaró culpable ante una corte federal en Estados Unidos por cargos de narcotráfico y conspiración criminal. La confesión marca un momento clave en la lucha contra el crimen organizado, al cerrar el ciclo de uno de los capos más longevos y discretos del narcotráfico mexicano.

Zambada admitió haber dirigido operaciones de tráfico de drogas durante más de cinco décadas, incluyendo el envío de toneladas de cocaína, heroína y metanfetaminas hacia territorio estadounidense. También reconoció haber financiado una red de corrupción que involucraba a funcionarios públicos, militares y cuerpos de seguridad.

Como parte del acuerdo, aceptó pagar una multa de 15 mil millones de dólares y renunció a cualquier derecho de apelación. Su sentencia está programada para enero de 2026, y podría enfrentar cadena perpetua.

La caída de “El Mayo” reconfigura el panorama del narcotráfico en México, dejando un vacío de poder en el Cártel de Sinaloa y aumentando la tensión entre facciones internas. Autoridades advierten sobre posibles escaladas de violencia en regiones clave.

Fuente: 5to Poder Agencia de Noticias

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