Opinión
¡LAS MANCHAS, MANCHAS SON!
Fila taxista
Sin miedo a la ley
Trío de tres
Joda, digo coda…
Cierre del sindicato de taxistas, trajes guangos, tolerancia a la torpeza y seudo líderes adelantados
Para JAML, mi profesor por más de cuatro décadas
Por Héctor Cobá
¿Peralta cerrará, en el inicio de 2021, las puertas del Sindicato de Taxistas “Andrés Quintana Roo”?
¿Podrá ser candidato a gobernador de Yucatán: Rogerio Castro Vázquez?
Tras la guerra sucia contra Layda Sansores seguirá en el puesto Lezama
Enorme, enorme le quedó el puesto al representante de la Dirección General del Infonavit en Campeche Rafael Felipe Lezama Minaya. Lo que evidencia una extraña relación entre el secretario general y jurídico del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) en México Rogerio Castro Vázquez con el primero.
Máxime cuando el segundo trae una cauda de conflictivo desde la secundaria y preparatoria de 2016 en adelante su fama de hacedor de disturbios ha crecido: hostigador, extorsionador, golpeador de mujeres y secuestrador. Todavía no rebasa las cuatro décadas de edad y ya es ave de…, qué ave, es una parvada de mal agüero.
Este talante, a la larga, afectará, sin duda, el futuro político de Rogerio Castro Vázquez, exdiputado federal por el partido Morena, responsable de las telesecundarias de Yucatán. Si es que busca ser regidor, presidente municipal, diputado local, intenta de nuevo ser senador de la república o busca ser gobernador de su estado.
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La prensa local de Campeche registra que el Infonavit tiene entre sus filas, un empleado que es un golpeador, y su jefe (Castro-jurídico) no tiene reparo alguno en tener un colaborador de ese tipo, contrario a la defensa de las mujeres. Aunque “su delegado” nacido de las filas del Partido Acción Nacional (PAN), brincó al exPartido Encuentro Social y hoy es totalmente ““moreno””, vende el garlito que es todo lo contrario.
No hay que olvidarlo, la cruel realidad se impone. En 2015, es candidato del exPartido Encuentro Social (PES) a la alcaldía de Campeche, donde su bandera era que “los ciudadanos están hartos de alcaldes deshonestos”, sin lograrlo. 2017, siendo síndico del Ayuntamiento se peleó con un agente de vialidad de la Secretaría de Seguridad Pública de Campeche porque se pasó un alto, no lo aceptó y le retuvieron el auto… Síndico se llevó a su hija y no la ha devuelto, tituló un periódico. “Uno de los precursores de la honestidad en el cabildo municipal, podría ser acusado de privación de la libertad de una menor -su primogénita- al separarla de su madre” (24 de julio de 2017). Fallido candidato a diputado local por el VII distrito electoral de mayoría relativa, por Tenabo, del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). El cierre de este año de la pandemia está en el cotidiano Crónica de Campeche, del 31 de enero de 2020. Acusado Rafael Felipe Lezama Minaya por acoso laboral, violencia de género e incapacidad por Claudia Valladares Guzmán tras laborar ella 12 años en el Infonavit-Campeche. Remate: Noticia nacional. Lezama instrumentó una campaña sucia en contra de Layda Sansores, tiempos más, tiempos menos, similar al Borolas Felipe Calderón Hinojosa, ambos de origen albiazul-panista. A pesar de que se subió al tren del triunfo de Morena, incluso así es acusado de instrumentar guerra sucia contra Layda Sansores, probable candidato a gobernador del estado de Campeche por Morena…
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A sus 36 años Rafael Felipe carga sobre sus espaldas acusaciones de “secuestrador”, “acosador”, “golpeador”, “violento”, “guerrero sucio” y “hostigador” hasta que se demuestre lo contrario. Cuya inexplicable y oscura contratación resulta contraria a los servidores públicos que se esfuerzan en el servicio civil de carrera o como se le llame ahora, escalafón, u lo que sea, bla bla bla…
Su negativo currículum mancha de negro oscuro tirando a la oscuridad hasta el más inocente político que esté muy cerca de él.
¡Las manchas, manchas son!
En 2015, Rogerio Castro Vázquez, inició como diputado plurinominal por Yucatán en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión; ahí fue de 2015 a 2017, encargado de la presidencia de la Comisión de Transparencia y anticorrupción de la Cámara de Diputados.
Éste también investigó y defendió causas afines a la de cientos de trabajadores explotados y defraudados por Oceanografía y el Sistema de Administración de Bienes (SAE) durante el tiempo que la empresa estuvo asegurada por la desaparecida Procuraduría General de la República (PGR)
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Asimismo, fue secretario de la Comisión de Ganadería de la Cámara de Diputados, y fue parte de las comisiones de Régimen, Reglamento y Prácticas Parlamentarias, así como de la comisión encargada de estudiar, analizar, evaluar y supervisar el funcionamiento de aduanas, puertos y aeropuertos nacionales. Cerca de los malos-malos.
Ya en 2017 Andrés Manuel López Obrador lo hace dirigente nacional de Morena, al nombrarlo coordinador de Organización en Morena Yucatán.
Antes que Castro Vázquez sea diputado federal se desempeñaba como docente, debido a que él es egresado de la Escuela Normal Rural Superior de Yucatán “Antonio Betancourt Pérez”, de la que egresó con el grado de profesor normalista
Una década antes, fue profesor de Educación Básica, docente de escuela secundaria Rafael Matos Escobedo, en Oxcutzcab, Yucatán y maestro de la escuela secundaria nocturna en Peto, Yucatán.
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Enorme discordancia se ve, entre lo jurídico y lo educativo. Tal vez ahí reside el mal. Aguantar a Lezama Minaya, a pesar de sus exabruptos en menos de 10 años como remedo de administrador público desde su inicio hacia su cercano fin.
Ahora Rogerio Castro Vázquez quiere ser el candidato a gobernador de Yucatán por Morena; sin embargo, su protegido no abona a su intención. Parece se le olvidó plantear justicia e igualdad contra la corrupción.
Para los dos. A uno por bisoño, y el otro por bisoño. Hermanos del desconocimiento del contenido de la palabra análisis como parte de su quehacer cotidiano, político y administrativo. Sin mencionar su necesario desconocimiento de los pasos del proceso administrativo. Creen que el producto de la lengua es todo en política.
Fila taxista
Alejandro Peralta como contador se confunde tan solo con las vocales, Quiere la elección del nuevo dirigente del Sindicato de choferes, taxistas y similares del Caribe “Andrés Quintana Roo”, conocido popular como Sindicato de Taxistas de Cancún, a la voz de ya, desobedeciendo los lineamientos de las autoridades estatales del Trabajo, acerca de la prórroga de los comités ejecutivos sindicales en el estado, que permanezcan en el cargo hasta alcanzar el semáforo verde en Quintana Roo y se reduzca el porcentaje de riesgo de contagio del COVID19 (coronavirus). Disposición también instrumentada por las autoridades de la federal Secretaría del Trabajo.
Se le olvida que más del 40 por ciento de socios concesionarios o votantes, son más de 8 mil 500, mayores de 50 años, población de riesgo de contagiarse fácilmente del coronavirus…
Se le olvida que para una reunión de ese tipo tiene que autorizarla la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) en la nueva normalidad, si el gobierno estatal marca como límite 10 personas en una reunión, qué se cree este aspirante, que así dejara atrás a Heriberto Núñez y a Álvaro Rosado.
De pilón amenaza que si no hay dirigente electo a partir de enero él se verá obligado a cerrar las puertas del Sindicato “Andrés Quintana Roo”.
Su mala, pésima lectura de la realidad, parte de una reunión en Chetumal con el secretario de Gobierno del Estado Arturo Contreras, el que según Peralta ve su disposición para recomendar se lleve a buen término estas elecciones, él no ve ningún problema.
¿Será qué uno se pasa de crédulo y el otro de expresivo, adivine usted quién es quién?
(Peralta) también considera hay total acuerdo entre Heriberto Núñez, Álvaro Rosado y Alejandro Peralta de concretar las elecciones antes que finalice diciembre. Lo que disgustó al aspirante a dirigir el sindicato taxista es una frase de Erasmo Abelar: “quien no lo entendió”, al secretario de Gobierno del Estado, “es porque así le conviene”.
A lo que el acelerado respondió, “Erasmo Abelar, es responsable de 20 mil familias taxistas del Sindicato. Queremos marcar una postura firme, de no llegar a un acuerdo, este tema es muy serio, si el 1 de enero (de 2021), de no tener representación sindical, nos veremos obligados a cerrar las puertas de nuestro sindicato”.
Sin miedo a la ley
Los quintanarroenses, al menos de Cancún, unos no le tienen miedo al decreto sobre que es un delito no portar cubrebocas. Cientos caminan sin él en la ciudad cancunenses. Hecho que demuestra el enorme miedo que le tienen al señor Carlos Manuel Joaquín González con todo y su Decreto gubernamental.
Camiones y camionetas combi con gente parada sin respetar la sana distancia, la distancia social, algunos viajeros sin cubrebocas, otro(a)s viajan junto al conducto -algo prohibido-. Así no quieren el descenso al semáforo naranja contrario al amarillo, en el que los quintanarroenses se alejan drásticamente del semáforo verde.
Trío de tres
Una ladilla en el asterisco. Ni al secretario general y jurídico del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) en México Rogerio Castro Vázquez. Ni a al Alejandro Peralta, aspirante a dirigir los destinos del Sindicato de choferes, taxistas y similares del Caribe “Andrés Quintana Roo”. Mucho menos al representante de la Dirección General del Infonavit en Campeche Rafael Felipe Lezama Minaya, les pasa por la cabeza o le son familiares distinguir y separar las partes de un todo, o algo, para conocer su composición. Sin acercamiento, de manera individual o en conjunto de un estudio detallado de algo, en especial de una obra o de un escrito. ¡Que jodidos están!
Joda, digo coda…
Estas líneas que acaban de leer no son broma, Ojo: ¡no son broma! Son la puritita realidad en tres entidades eternamente hermanadas: Campeche, Quintana Roo y Yucatán.
Contracto: Twitter: @HctorCob y Facebook: Héctor Cobá
EN LA OPINIÓN DE:
Cuando el estrés se vuelve hogar
En una mente estresada por años, el silencio se vuelve territorios peligrosos ocultando el verdadero mal
Conciencia Saludablemente
Por. Psicol. Alex Barrera
Hubo un tiempo en el que el estrés era una señal de alarma: algo no estaba bien y el cuerpo pedía pausa. Hoy, para muchas personas, el estrés dejó de ser un estado pasajero y se convirtió en una forma de vida. Muchas personas sin darse cuenta aprendieron a vivir aceleradas, hiperconectadas y con la sensación constante de que, si no estamos ocupados o tensos, estamos fallando en algo. El problema no es solo vivir con estrés, sino volverse incapaz de vivir sin él.
Durante años hemos aprendido a vivir con el estrés como si fuera una condición natural de la adultez. “Así es la vida”, decimos, mientras normalizamos el cansancio crónico, la ansiedad constante y la sensación de que, si no estamos ocupados, algo anda mal. Poco a poco, sin darnos cuenta, dejamos de preguntarnos si el estrés es inevitable y comenzamos a organizarnos alrededor de él. El problema no es sólo que vivamos estresados, sino que a de que sabemos que existe, no sabemos ni como reconocerlo, es decir, sabemos que existe el estrés, pero no sabemos cómo se siente el estrés, y mucho menos como detenerlo, aunque suene duro muchos hemos desarrollado una incapacidad real para vivir sin estrés.
Y es que cuando el estrés se normaliza, el silencio incomoda. Los espacios de calma generan culpa y la tranquilidad se interpreta como pérdida de tiempo incluso hay quien al intentar detenerlo se encuentra con la respuesta automática del cerebro una rotunda negativa, como si el propio cuerpo se negara a abandonar ese estado. Y lo grave es que aunque el cerebro lo haya normalizado, el generar estrés mantiene los mecanismos del naturales del cuerpo provocando daños clínicos en la salud de las personas.
No hablo del estrés como respuesta adaptativa —ese mecanismo biológico que nos permite reaccionar ante una amenaza real—, sino de un estado permanente de activación que se vuelve identidad. Hay personas que no saben qué hacer cuando no hay pendientes, conflictos o urgencias. El silencio les incomoda. El descanso les genera culpa. La calma se percibe como improductiva, sospechosa, incluso peligrosa. En ese punto, el estrés deja de ser una reacción y se convierte en una forma de vida.
Desde la psicología sabemos que el cuerpo no distingue entre una amenaza real y una simbólica. El sistema nervioso responde igual a un león que a un correo electrónico. Cuando vivimos en estado de alerta constante, el organismo se adapta a esa intensidad. El cortisol y la adrenalina se mantienen elevados y, con el tiempo, el cuerpo aprende a funcionar así. Entonces ocurre algo paradójico: la calma empieza a sentirse extraña, y el estrés se vuelve familiar. Incluso necesario.
Esto explica por qué algunas personas, al tener un fin de semana libre, se enferman, se angustian o buscan inconscientemente un conflicto. No es mala suerte: es un sistema nervioso que no sabe bajar la guardia. La mente, acostumbrada al ruido, interpreta la quietud como vacío. Y el vacío, para muchos, resulta insoportable.
La cultura contemporánea ha hecho del estrés una medalla de honor. Estar ocupados es sinónimo de éxito. Dormir poco es señal de compromiso. Decir “no tengo tiempo” nos valida socialmente. Hemos romantizado el agotamiento al punto de sospechar de quien vive con calma. ¿Qué estará haciendo mal? ¿Por qué no corre como los demás? Así, el estrés deja de ser un problema y se vuelve un valor cultural.
Pero el cuerpo no negocia con las narrativas sociales. El estrés sostenido tiene consecuencias claras: trastornos del sueño, problemas digestivos, enfermedades cardiovasculares, irritabilidad, dificultades de concentración, distanciamiento social, ansiedad y depresión. Lo más grave es que muchas de estas señales se ignoran porque se consideran “normales”. Vivir cansados se vuelve la norma. Sentirse mal, el precio a pagar.
Hay otro aspecto menos visible pero igual de dañino: el estrés constante empobrece la vida emocional. Cuando estamos siempre en modo supervivencia, no hay espacio para el placer, la creatividad ni la introspección. Todo se vuelve funcional. Incluso las relaciones. Escuchamos a medias, convivimos con prisa, respondemos desde la reactividad. Vivir así no sólo desgasta el cuerpo; también nos desconecta de nosotros mismos.
Con frecuencia escucho frases como: “Si me relajo, pierdo el control”, “Si descanso, me atraso”, “Si bajo el ritmo, todo se desmorona”” Hay que seguir” y la más atros “Puedo con eso y más”, todas ellas de personas que puedo ver están a punto de desmoronarse. Detrás de ellas hay una creencia profunda: la idea de que sólo somos valiosos cuando estamos produciendo o resolviendo problemas. El estrés, entonces, se convierte en una forma de sostener la autoestima. Mientras estoy ocupado, existo. Cuando paro, me enfrento al vacío de no saber quién soy sin la urgencia.
En ese sentido, la incapacidad de vivir sin estrés no es sólo fisiológica; es también psicológica. El estrés funciona como anestesia. Mantiene la mente ocupada y evita preguntas incómodas: ¿estoy donde quiero estar?, ¿esto me hace sentido?, ¿qué estoy evitando sentir? Cuando bajamos el ritmo, esas preguntas aparecen. Y no siempre estamos preparados para escucharlas.
La ironía es que muchas personas buscan “manejar mejor el estrés” sin cuestionar por qué viven en un estado que lo genera de manera permanente han olvidado siquiera como se sentían, y casi puedo asegurar que ya ni siquiera lo distinguen. Hacemos yoga, meditamos cinco minutos, tomamos suplementos… pero regresamos a la misma lógica de exigencia. No se trata de eliminar el estrés —eso sería imposible—, sino de dejar de necesitarlo para sentirnos vivos.
Incluso el cerebro puede interpretar como amenazantes los ejercicios orientados a la calma y la relajación cuando ha pasado demasiado tiempo funcionando en modo de alerta. Desde la neurociencia sabemos que el sistema nervioso se adapta a los estados que se repiten con mayor frecuencia; si una persona vive bajo estrés crónico, su cerebro aprende que la activación constante es sinónimo de seguridad.
En ese contexto, prácticas como la respiración profunda, la meditación o el silencio corporal pueden generar incomodidad, ansiedad o inquietud, porque implican “bajar la guardia”. Al disminuir la estimulación externa, emergen sensaciones internas, emociones reprimidas o pensamientos evitados, lo que el cerebro interpreta como pérdida de control.
La amígdala, encargada de detectar amenazas, puede activarse ante esta quietud desconocida, enviando señales de alarma que se manifiestan como nerviosismo, tensión muscular o necesidad urgente de interrumpir el ejercicio. No es que la calma sea peligrosa, sino que resulta extraña para un sistema acostumbrado a sobrevivir desde la urgencia. Por ello, aprender a relajarse no siempre es placentero al inicio; es un proceso de reaprendizaje en el que el cerebro necesita tiempo y acompañamiento para reconocer que el descanso también es un estado seguro.
Aprender a vivir sin estrés no significa abandonar responsabilidades ni aspiraciones. Significa recuperar la capacidad de alternar entre acción y reposo reconociendo conscientemente cual es cual. Dejar que el sistema nervioso recuerde que la calma también es segura. Que no todo es amenaza. Que no todo es urgente. Que el descanso no es un premio, sino una necesidad biológica y emocional y de usar herramientas que me permitan disminuir el estrés en momentos precisos de la vida.
Este reaprendizaje no es sencillo. Para alguien acostumbrado a la hiperactividad, el descanso puede generar ansiedad, irritabilidad o incluso tristeza. Es como quitarle una muleta al cuerpo: al principio duele. Por eso, muchas personas fracasan en sus intentos de bajar el ritmo y concluyen que “no pueden”. No es que no puedan; es que están deshabituándose de un estado que se volvió adictivo.
Aquí es donde la terapia psicológica cobra un papel fundamental. No sólo para enseñar técnicas de relajación, sino para explorar qué función cumple el estrés en la vida de la persona. ¿Qué evita? ¿Qué sostiene? ¿Qué identidad refuerza? Acompañar este proceso permite construir una relación más sana con el tiempo, el cuerpo y las emociones.
Vivir sin estrés constante no es una utopía, pero sí un acto contracultural. Implica cuestionar mandatos, tolerar la incomodidad del silencio y redefinir el valor personal más allá del rendimiento. Implica, en muchos casos, aceptar que hemos estado sobreviviendo cuando podríamos estar viviendo.
Tal vez la pregunta no sea cómo eliminar el estrés, sino algo más incómodo y honesto: ¿qué parte de mí no sabe existir sin él? Mientras no nos atrevamos a responderla, seguiremos corriendo, no porque sea necesario, sino porque detenernos nos confronta con una calma que aún no sabemos habitar.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial de manera privada.
Si le interesa el tema puede profundizar en los siguientes textos:
American Psychological Association. (2020). Stress effects on the body.
https://www.apa.org/topics/stress/body
Describe cómo el estrés crónico mantiene al sistema nervioso en estado de alerta y dificulta la activación de respuestas de relajación.
Porges, S. W. (2011). The polyvagal theory: Neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication, and self-regulation. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393707007
Explica cómo el sistema nervioso autónomo puede interpretar estados de calma como inseguros cuando el organismo está habituado a la hiperactivación.
Van der Kolk, B. (2014). The body keeps the score: Brain, mind, and body in the healing of trauma. Viking.
https://www.penguinrandomhouse.com/books/215391/the-body-keeps-the-score-by-bessel-van-der-kolk-md/
Aborda cómo personas con estrés prolongado o trauma pueden experimentar ansiedad al intentar relajarse o meditar.
Thayer, J. F., & Lane, R. D. (2000). A model of neurovisceral integration in emotion regulation and dysregulation. Journal of Affective Disorders, 61(3), 201–216.
https://doi.org/10.1016/S0165-0327(00)00338-4
Expone cómo la regulación emocional deficiente hace que el sistema nervioso perciba la calma como una pérdida de control.
Treleaven, D. A. (2018). Trauma-sensitive mindfulness: Practices for safe and transformative healing. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393709780
Analiza por qué prácticas de mindfulness pueden activar ansiedad en personas con sistemas nerviosos hipervigilantes.
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EN LA OPINIÓN DE:
El lado oscuro de la navidad: una mirada psicológica a la depresión invernal
Detrás de la mercadotecnia de la época de paz en el mundo, la cifra de suicidios se eleva
Conciencia Saludablemente
Por Psicol. Alex Barrera**
Cada año, cuando el invierno comienza a instalarse y los días se acortan, noto un cambio sutil pero profundo en muchas de las personas, lo cual inevitablemente a mi parecer crea una bruma en todo el ambiente, y es que mientras la gran maquinaria de la mercadotecnia nos vende un espacio de amor, familia y entornos diseñados a modo para fomentar el espíritu de dar y recibir, la realidad es que muchas veces esto es la máscara que oculta, lo que no queremos saber, pero que nuestro cerebro ya sabe. Y no es otra cosa sino la reacción biológica natural que nos alinea con la naturaleza, invierno significa el final.
Y no, no es fatalismo, es la naturaleza terminando un ciclo, es por eso que durante el invierno muchos animales se retiran a descansar, los arboles desojados esperan pacientes para poder reverdecer, la luz del día es menos, y por supuesto los seres humanos experimentamos cambios que desafortunadamente intentamos ignorar debido a que cada día nos alejamos más y más de lo natural, pensando con la soberbia que solo el razonamiento nos puede dar, que si la luz del sol se va, nosotros podemos llenarla con pequeñas luces artificiales, que se venden en aquellos puestos que ocupan miles de esquinas en el país.
Pero dejemos el romanticismo y la filosofía de lado y para no abrumarle entremos de lleno a lo que quiero en este espacio, comentarle a usted, que se toma el tiempo de leer estas líneas y es que, si hablamos de los síntomas del invierno, incluso yo, como especialista en salud mental debo confesar que experimento cierta variación en mi nivel de energía y claridad emocional.
Así pues, le hablaré de las cosas por su nombre, lo que muchas personas experimentamos no se trata simplemente de “mal humor por el frío”, sino de un fenómeno ampliamente documentado: la depresión invernal, también conocida como Trastorno Afectivo Estacional (TAE). Aunque a veces se percibe como una exageración o un invento moderno, la ciencia ha demostrado que es una condición real y prevalente, estrechamente vinculada a los ciclos de luz y a la respuesta biológica de nuestro organismo.
La American Psychological Association (APA) explica que el TAE aparece cuando la disminución de luz solar altera nuestros ritmos circadianos, los cuales funcionan como un reloj interno que regula funciones tan esenciales como el sueño, el apetito, la energía y el estado de ánimo. Cuando ese reloj se desajusta, aumentan la melatonina —la hormona del sueño— y disminuyen los niveles de serotonina, vinculada al bienestar. El resultado es una combinación de fatiga, desmotivación, tristeza persistente, irritabilidad, dificultades de concentración y, en algunos casos, un fuerte deseo de aislamiento social.
Observando desde un ángulo clínico, lo más complejo de la depresión invernal no es sólo la sintomatología, sino la forma en que suele ser minimizada. Muchas personas que pasan por este tipo de situaciones se expresan diciendo: “Debe ser flojera”, “Solo necesito echarle ganas”, “Es normal, a todos nos cae pesado el invierno”. Y aunque es cierto que los cambios estacionales influyen en nuestro ánimo, no debemos normalizar un malestar que interfiere en la vida cotidiana. Reconocer que algo no está bien permite atenderlo y evitar que el evento evolucione hacia formas más severas por ejemplo caer en depresión.
Es importante señalar que algunas personas tienen mayor vulnerabilidad biológica a este trastorno. Investigaciones del National Institute of Mental Health (NIMH) indican que quienes viven lejos del ecuador, en regiones donde el invierno tiene menor exposición solar, presentan tasas más altas de TAE. Además, quienes tienen antecedentes de depresión mayor suelen ser más sensibles a las variaciones de luz. Esto no significa que sea inevitable, sino que debemos prestar especial atención a los primeros síntomas.
En terapia, he observado que uno de los desafíos más grandes es el impacto en la percepción personal: quienes viven depresión invernal suelen sentirse “culpables” de no rendir igual, de no tener la misma energía o motivación que en otras épocas. Explicarles el componente biológico, ese juego de hormonas, luz y ritmos internos, les ayuda a comprender que no se trata de una falla personal, sino de un proceso fisiológico que puede regularse con estrategias adecuadas. Probablemente es por ello que muchas personas no son capaces de aceptar que están pasando por un mal momento, incluso ni siquiera lo reconocer, y tapan este tipo de sentimientos con conductas dañinas que curiosamente son fomentadas con el falso espíritu de la navidad, por ejemplo las compras excesivas, o el descontrol en los hábitos alimenticios.
Aun cuando se supone que la temporada enaltece virtudes como la paz, el amor, y la fraternidad, resulta preocupante observar que la disminución de luz natural y la carga emocional invernal coinciden con un aumento sostenido de suicidios en México, en donde para 2023 se registraron 8 mil 837 suicidios, lo que representa una tasa de 6.8 por cada 100 mil habitantes, una cifra más alta que la de años previos, según el INEGI. Estos datos sugieren que la temporada de oscuridad, soledad o desánimo puede agravar la vulnerabilidad psicológica (especialmente en personas predispuestas) y transformar la tristeza estacional en crisis profundas.
Sobre esto existen métodos que pueden ayudar a reducir el riesgo de padecer TAE, ninguno de ellos tan efectivo como la atención psicológica profesional. Un especialista de la salud puede evaluar el nivel del problema además el acompañamiento terapéutico brinda herramientas para detectar pensamientos suicidas, regular el estado de ánimo y reconstruir el bienestar emocional en los meses más oscuros del año.
Algunas acciones cotidianas contribuyen significativamente a reducir el impacto del TAE. Por ello, aquí te comparto tres recomendaciones basadas en evidencia para prevenir o disminuir la depresión invernal:
1) Exponte diariamente a la luz solar entre 5 y 10 minutos, siempre con la protección adecuada.
Salir por la mañana, abrir cortinas, caminar un poco o simplemente recibir la luz directa del gran astro ayuda a regular la serotonina y el reloj biológico. Puede parecer un gesto mínimo, pero su impacto es notable cuando se vuelve parte de la rutina, eso sí, no olvides el bloqueador solar y los lentes con filtro UV.
2) Mantén horarios regulares de sueño y actividad física.
Tu cuerpo necesita estabilidad cuando la luz es escasa. Dormir a horas similares y realizar ejercicio —aunque sea ligero— mejora la energía, la regulación emocional y el descanso nocturno. Aun si la noche dura más tiempo que el día es importante mantener la rutina.
3) Cultiva espacios de conexión social, incluso si la apatía te invita al aislamiento.
El invierno tiende a encerrarnos, pero el contacto humano funciona como un amortiguador emocional. Conversar con alguien, compartir actividades o participar en grupos de apoyo contribuye a mejorar el estado de ánimo.
Y, sobre todo, recuerda que la terapia psicológica es un acompañamiento fundamental durante esta temporada. No solo ofrece un espacio seguro para explorar lo que sientes, sino que te brinda herramientas para comprender tus ciclos internos, reorganizar rutinas, manejar pensamientos negativos y fortalecer tu resiliencia. En los meses más fríos del año, cuando el mundo parece apagarse un poco, la terapia se convierte en un punto de luz que ayuda a atravesar el invierno con mayor claridad y bienestar. Y no olvides que el invierno es el final que marca el inicio de algo nuevo, la navidad no sólo es época de dar y recibir, sino que también amerita un tiempo de introspección para disminuir el ritmo y reflexionar sobre lo que finalizamos y como queremos comenzar el nuevo ciclo.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo Humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
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Para más información del tema puede consultar:
Textos de Interes
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5.ª ed.). Washington, D.C.: Author.
(Para la definición clínica del Trastorno Afectivo Estacional como especificador del trastorno depresivo mayor.)
Rosenthal, N. E., Sack, D. A., Gillin, J. C., Lewy, A. J., Goodwin, F. K., Davenport, Y., … & Wehr, T. A. (1984). Seasonal Affective Disorder: A description of the syndrome and preliminary findings with light therapy. Archives of General Psychiatry, 41(1), 72–80.
(Estudio pionero que define la depresión invernal y su relación con la luz.)
Melrose, S. (2015). Seasonal Affective Disorder: An Overview of Assessment and Treatment Approaches. Depression Research and Treatment, 2015, 1–6.
(Revisión general sobre causas, síntomas y tratamiento del TAE.)
Partonen, T., & Lönnqvist, J. (1998). Bright light improves vitality and alleviates distress in healthy people. Journal of Affective Disorders, 46(1), 175–181.
(Evidencia científica del impacto de la luz en el estado de ánimo.)
Rohan, K. J., Roecklein, K. A., & Haaga, D. A. F. (2009). Cognitive-behavioral therapy for seasonal affective disorder: A randomized controlled trial. American Journal of Psychiatry, 166(5), 503–510.
(Estudio que valida la efectividad de la terapia psicológica para el TAE.)
Lewy, A. J. (2007). Circadian misalignment in mood disturbances. Current Psychiatry Reports, 9(6), 517–522.
(Base científica sobre ritmos circadianos y trastornos del estado de ánimo.)
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2023). Estadísticas a propósito del día mundial para la prevención del suicidio.
(Fuente de la cifra: 8,837 suicidios y tasa de 6.8 por cada 100 mil habitantes en México.)
Lam, R. W., & Levitt, A. J. (1999). Canadian Consensus Guidelines for the Treatment of Seasonal Affective Disorder. Clinical & Academic Publishing.
(Guía clínica que respalda intervenciones terapéuticas para depresión invernal.)
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