Opinión
Fallan municipios en manejo de la basura

“Caminos del Mayab”
Por Martín G. Iglesias
Durante ya mis 26 años en el periodismo, desde mis inicios escribo sobre el cuidado del medio ambiente, el fenómeno del efecto invernadero, las emisiones de CO2, la contaminación por transgénicos, evitar la contaminación del agua, del suelo, del aire y de los ecosistemas sensibles, como la mayoría de los presentes en la Península de Yucatán, que, como un todo, está integrada por Quintana Roo, Yucatán y Campeche.
No olvido el bienestar animal, así como la conservación de las especies en peligro de extinción, tanto que dentro de mi dieta están eliminados toda especie de caracol, tortugas, faisanes, venados y demás aves, que están dentro de la Norma Oficial Mexicana de Especies en Peligro de Extinción.
En ese contexto, las y los nuevos legisladores (Legislatura XVIII), así como las y los presidentes municipales que están por tomar el cargo en septiembre próximo, deben poner especial atención en el medio ambiente, pues Quintana Roo tiene ecosistemas muy sensibles, como los corales, los manglares, los cenotes, las cavernas, así como los litorales del Mar Caribe mexicano, sin olvidar al Gran Acuífero Maya están en el territorio.
Para poder cumplir con la conservación del medio ambiente, el Legislativo dotó de atribuciones a los municipios que están impresos en la Ley del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente del Estado de Quintana Roo, que en su artículo 6to especifica por medio de 28 fracciones lo que deben hacer los Ayuntamientos para mitigar y evitar la destrucción del medio ambiente.
Me llama la atención que en la fracción IV (4) del mencionado artículo, la Ley mandata al Municipio a “La regulación de las disposiciones jurídicas relativas a la prevención y control de los efectos sobre el ambiente ocasionados por la generación, transporte, lmacenamiento, manejo, tratamiento y disposición final de residuos sólidos urbanos”, pero éstos cumplen a medias, porque si de algo carecen los 11 municipios de Quintana Roo es del correcto manejo, tratamiento y disposición final de los residuos sólidos, conocidos popularmente como basura.
Me atrevo a decir que pocos Cabildos conocen el inciso ‘g’ la fracción III del artículo 10 Bis de la Ley de Acción de Cambio Climático en el Estado de Quintana Roo, donde dice que corresponde a los Ayuntamientos, las siguientes atribuciones: Formular e implementar acciones para enfrentar al cambio climático, e integrarlas en los instrumentos correspondientes en las siguientes materias… g) Manejo Integral de Residuos Sólidos Urbanos.
Traigo a ejemplo algunos basureros a cielo abierto mal llamados rellenos sanitarios, así como los tiraderos de desechos en las carreteras del Estado, como el que está en el kilómetro 7 de la carretera Cafetal-Mahahual, en Othón P. Blanco, o los tres basureros clandestinos de la carretera Kantunilkín-Chiquilá; igual si transita de Felipe Carrillo Puerto a Tihosuco, a 9 kilómetros de la cabecera municipal está el basurero a cielo abierto, con todos los efectos que trae la filtración de lixiviados. También en la vía de la ‘Ruta de los Cenotes’ de la carretera Puerto Morelos-Leona Vicario hay dos tiraderos a cielo abierto a la orilla del camino.
No puedo olvidar las crisis ecológicas por falta de espacios para la disposición de los residuos sólidos que pasaron en el 2023 tanto Benito Juárez como Tulum, al colapsar sus rellenos sanitarios. Y obvio, el reportaje hecho por organizaciones civiles sobre la contaminación de la Laguna Chacmuchuc en Isla Mujeres. Es evidente que fallan los municipios para manejar correctamente la basura que prefieren concesionarla.
Así es que urgente, imperativo, necesario y legal, que el Legislativo reforme la Ley Ecológica de Quintana Roo para promover la economía circular, basada en la reducción de residuos en el sistema productivo moderno; donde pueda denunciar y castigar las malas prácticas en la gestión de residuos; así como motivar al ciudadano quintanarroense para que cambie su desinterés por el reciclaje o el control de los residuos peligrosos. Al tiempo…


SASCAB
Cada año parece que la conmemoración del inicio de la Guerra de Castas (Guerra Social Maya) va en decadencia, no puedo explicar a ciencia cierta lo que sucede, porque no solo se trata de la apatía de las autoridades en turno, sino de todas aquellas organizaciones “defensoras” de los pueblos originales; aunado, quizá, a la indiferencia de las nuevas generaciones por una historia, que desde mi punto de vista fue el génesis de lo que sería Quintana Roo.
Por más de 50 años se derramó sangre mexicana, sangre peninsular y sangre de los guerreros mayas que lucharon contra la opresión de los invasores de estas tierras, que defendieron con ahínco lo que consideraban suyo, el derecho a la libre determinación de su tierra, del cultivo, de una vivienda y de una remuneración justa.
Es decepcionante ver cómo algunos lugareños desprecian sus orígenes, y como otros “fuereños” quieren atribuirse la defensa del territorio, de la dignidad maya, de la cultura milenaria que fue (es) superior a las contemporáneas de su tiempo; no en vano por el odio racial, los invasores destruyeron los códices, que narraban los descubrimientos más asombrosos de los mayas. Ahí se las dejo…

EN LA OPINIÓN DE:
El 10 de octubre: un llamado urgente en favor de la salud

Salud Mental el talón de Aquiles de la sociedad
Conciencia Saludablemente
Por:Psicol.Alex Barrera**
La salud mental se ha convertido en nuestros días en uno de los temas que poco a poco toma la relevancia que se merece, y si sin miedo a ser señalada de exagerada, y es que para quien esto escribe, el cuidado de la salud mental es sin lugar a duda la llave que reduciría en un alto porcentaje los dos grandes problemas de la época, las enfermedades cronicodegenerativas y la violencia.
Así pues, aprovecho el espacio para recordar que cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha instituida en 1992 por la Federación Mundial de Salud Mental (World Federation for Mental Health) para sensibilizar sobre las enfermedades mentales, reducir el estigma y promover el acceso a servicios de atención psicológica y psiquiátrica. Esta jornada no es una simple efeméride: es un recordatorio de que la salud mental —tan crucial como la salud física— exige atención colectiva y políticas concretas.
En 2025, la temática propuesta para el Día Mundial de la Salud Mental enfatiza “Acceso a servicios: salud mental en catástrofes y emergencias”. Con ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sus organismos aliados pretenden poner foco en la resiliencia colectiva, especialmente en contextos de crisis —pandemias, desastres naturales, desplazamientos y guerras—, donde el bienestar psicológico se vuelve aún más frágil como lo aclara el ya mencionado organismo mundial.
Pero ¿por qué hacer tanto énfasis en esta fecha? Porque no es marketing, ni un invento, mucho menos es una moda. Los números nos dicen que el riesgo está aquí, ahora, y para muchos expertos se encuentra en incremento.
El pulso inquietante de las estadísticas
En México, los datos más recientes desnudan una emergencia silenciosa. En 2022 se registraron 8 mil 123 suicidios, frente a los 6 mil 494 de 2017 —una tasa que pasó de 5.3 a 6.3 muertes por cada 100 mil habitantes en ese lapso según datos proporcionados por el Inegi
Para 2023, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) apuntó que se registraron 8 mil 837 suicidios, lo que representa el 1.1 % del total de muertes del año. En 2024, la cifra alcanzó los 8 mil 856 suicidios, manteniendo una tasa nacional de 6.8 por 100 mil habitantes.
La brecha de género también es alarmante: para 2023, el 81.1 % de las muertes por suicidio correspondió a hombres y solo 18.9 % a mujeres. En este sentido, los hombres se enfrentan a presiones culturales que muchas veces inhiben su acceso al apoyo emocional.
Para los jóvenes no es diferente: en México, el porcentaje de adolescentes entre 10 y 19 años que alguna vez pensaron en suicidarse pasó de 5.1 % en 2020 a 7.6 % en 2022, según datos publicados por el propio gobierno de México. Las niñas adolescentes destacan por su vulnerabilidad, con tasas casi dobles frente a los varones del mismo rango.
Asimismo, en México se estima que 3.6 millones de personas adultas padecen depresión, con al menos 1 % de los casos considerados severos según los servicios de atención psiquiátrica del gobierno. Esto significa que la depresión no es una excepción: es un rostro cotidiano que muchos viven sin ser vistos.
Terrible es poner en la mesa el tema sobre los propios especialistas de la salud quienes también enfrentan niveles elevados de desgaste, angustia y suicidio en comparación con la población general y entonces: ¿Quién podrá salvarnos?
Estas cifras no deben leerse como estadísticas frías: son vidas que gritan por ayuda, comunidades donde el silencio se convierte en prisión.
¿Qué busca visibilizar el 10 de octubre?
- La urgencia del problema: romper el tabú de la salud mental y reconocer que muchos sufren en soledad.
- Promover acciones concretas: no basta con discursos; hace falta inversión en atención psicológica accesible, capacitación de personal de salud y protocolos de emergencia.
- Generar solidaridad comunitaria: apoyar a quienes viven dificultades, enseñar herramientas preventivas y fomentar redes de escucha.
- Presionar políticas públicas: que el derecho a la salud mental quede inscrito en políticas estatales, municipales y nacionales con presupuestos adecuados, y que se exija por medio de la legislación a la iniciativa privada establecer protocolos para cuidar la salud mental de sus colaboradores.
En regiones afectadas por desastres climáticos, conflictos sociales o migraciones forzadas, el Día Mundial se convierte en una herramienta crucial para atender no solo el trauma físico, sino el impacto psicológico prolongado.
La urgencia de cuidarse más
Cuando hablamos de salud mental, la prevención no es un cliché: es esencial. No es suficiente saber que es urgente atenderla, es necesario pasar del pensamiento colectivo a la acción individual, en el que exista una narrativa en la que se deje de lado el sólo pensar para poner en práctica, y lo que es mucho más importante abandonar la doble moral en la que aceptamos que la salud mental es importante, pero evitamos el existir socialmente como “anormales” por acudir a los servicios de psicología o psiquiatría.
En ese orden de ideas una buena salud mental no necesariamente habla de una enfermedad grave que debe ser atendida, por el contrario, habla de la responsabilidad de mantenernos adecuadamente para evitar un problema de índole mayor como el burn out, la depresión o algún tipo de neurosis. Así pues para cuidar la salud mental se pueden abordar tres áreas fundamentales:
- Autocuidado diario: hábitos de sueño, ejercicio, alimentación equilibrada, desconexión digital, momentos de ocio y contacto con personas queridas.
- Atención temprana: detectar signos tempranos como el desinterés persistente, alteraciones de sueño, irritabilidad, aislamiento o pensamientos negativos constantes. Pedir ayuda o acompañamiento cuando estos síntomas duren semanas.
- Apoyo profesional: psicoterapia, atención psiquiátrica o terapia de apoyo pueden marcar la diferencia entre una crisis temporal y una enfermedad crónica.
En un contexto donde los suicidios aumentan, los síntomas depresivos y la ansiedad se hacen cotidianos en jóvenes, y muchas zonas no cuentan con profesionales suficientes, el mensaje del Día Mundial de la Salud Mental retumba con urgencia: no se vale descuidarse.
Un llamado colectivo
El 10 de octubre no conmemoremos ignorando la herida, sino iluminándola. Que no sea solamente un cartel con “Salud mental importa”, sino un punto de partida para una transformación real: que escuelas integren educación emocional, que empresas cuiden el bienestar psicológico de sus trabajadores, que gobiernos destinen recursos para la red de apoyo psicológico comunitaria.
Cada vez que alguien decide no hablar, no buscar ayuda o callar su dolor, construimos una cultura silente que mata. Pero cada vez que rompemos el tabú, abrazamos al otro, ofrecemos un espacio seguro, abrimos la puerta a un camino de sanación.
El 10 de octubre es más que una fecha: es una invitación a vernos, escucharnos y cuidarnos con la urgencia que nos reclama la estadística, la experiencia y la dignidad humana. Porque la mente no puede seguir siendo el terreno sin defensa de la salud pública y mucho menos ignorada por la sociedad.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si deseas contactar al especialista o necesitas ayuda terapéutica puedes comunicarte vía Whats App
EN LA OPINIÓN DE:
Cirugías estéticas: la piel de la salud mental

Someterse a una cirugía estética antes de los 21 puede poner en riesgo tu cuerpo, tu salud y tu futuro.
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera**
Cancún, Q.Roo (24-sep).-En las últimas dos décadas, México y gran parte del mundo han visto crecer de manera notable la demanda de cirugías estéticas. La Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) reportó que en 2023 México se consolidó entre los cinco países con mayor número de procedimientos realizados. En 2024, México registró 1 millón 294 mil 946 cirugías estéticas realizadas. Liposucción, rinoplastia y aumento de busto encabezan la lista.
No sorprende: vivimos en una era donde la imagen personal se ha convertido en carta de presentación y, en muchas ocasiones, en sinónimo de éxito; además hoy en día no solo se compite con lo que es real, sino que la IA ha propuesto estándares de belleza totalmente disruptivos a la realidad.
Pero detrás de cada bisturí se ocultan preguntas que no son meramente físicas, sino profundamente psicológicas: ¿qué nos motiva a modificar el cuerpo? ¿qué rol juega la autoestima en esa decisión? Y, sobre todo, ¿qué riesgos existen cuando estas intervenciones se realizan a edades tempranas?
El espejo de la autoestima
La psicología explica que la autoimagen es un constructo que se forma desde la infancia, influido por la familia, los pares y, en tiempos recientes, las redes sociales. Las cirugías estéticas suelen presentarse como la solución rápida a inseguridades profundas: la nariz que no encaja con los cánones, el cuerpo que no se ajusta a los filtros digitales, la piel que no refleja la juventud eterna que nos venden los anuncios.
Para muchas personas, el cambio físico puede efectivamente mejorar la percepción de sí mismas y contribuir a una vida más plena. Sin embargo, cuando la motivación surge de la presión social o de la incapacidad de aceptar el propio cuerpo, el bisturí se convierte en un parche emocional que no resuelve la raíz del problema, y que además se convierte en una situación peligrosa, dado que sin importar los cambios la mente simplemente no encuentra la satisfacción que busca.
En este orden de ideas podemos encontrar en la literatura clínica que existen pacientes que, tras una cirugía, experimentan lo que se conoce como “síndrome de dismorfia corporal” —una insatisfacción persistente con la apariencia física, que los lleva a buscar una intervención tras otra sin que con ellas puedan sentirse conformes. Aquí la cirugía no funciona como un camino hacia la salud, sino como una espiral de dependencia emocional y económica, que en el peor de los casos puede tener consecuencias fatales.
Juventud, bisturí y decisiones apresuradas
Un tema particularmente sensible es el de las cirugías estéticas en personas menores de 21 años. Y es que a pesar de que los registros estadísticos en México no demuestran una cifra específica para operaciones en menores de edad, el diario el País, en una nota reciente menciona que en México se realizan más de 280 mil cirugías plásticas a menores cada año, cifra que no es pequeña y es que la recomendación de esperar hasta los 21 años de edad para efectuar alguna cirugía estética no es caprichosa: tiene fundamentos médicos y psicológicos.
En primer lugar, el cuerpo humano sigue en desarrollo hasta el inicio de la tercera década de vida. Someter a una persona de 16 o 18 años a una cirugía de aumento o reducción implica intervenir sobre un organismo aún cambiante. El resultado puede distorsionarse con el tiempo, con consecuencias físicas y emocionales.
En segundo lugar, el cerebro humano (especialmente la corteza prefrontal, que regula la toma de decisiones y la capacidad de anticipar consecuencias) alcanza su madurez plena alrededor de los 21 a 25 años. Esto significa que un adolescente o joven adulto puede tomar decisiones quirúrgicas impulsivas, motivadas más por la presión externa que por un análisis consciente y realista de los riesgos y beneficios. La psicología del desarrollo es clara: antes de esa edad la identidad personal todavía se está consolidando, y con ella, la relación con el propio cuerpo, que dicho sea de paso tampoco ha alcanzado su madurez.
No es casual que asociaciones médicas y colegios de cirugía plástica en el mundo subrayen la importancia de posponer intervenciones electivas hasta después de los 21 años. El bisturí, aplicado antes de tiempo, no sólo corta tejido: puede marcar de manera prematura la narrativa vital de una persona que todavía está aprendiendo a habitar su cuerpo.
Lo anterior es violento, porque impide al individuo relacionarse de forma natural con su cuerpo, e integrarlo de una manera óptima con el medio que le rodea, integrándose en la sociedad con sus propias virtudes y limitaciones.
La otra cirugía: la de la mente
Pensar en cirugía estética sin contemplar la salud mental es, en el mejor de los casos, una omisión peligrosa. La preparación psicológica debería ser tan indispensable como los análisis preoperatorios. Una evaluación adecuada permite detectar trastornos de la imagen corporal, episodios de depresión o ansiedad, y expectativas poco realistas. Si alguien cree que una cirugía cambiará radicalmente su vida, salvará su relación de pareja o resolverá todos sus problemas laborales, el bisturí no sólo no cumplirá su promesa: puede agravar la frustración.
La psicoterapia funciona como un “quirófano preventivo”: un espacio donde se diseccionan las motivaciones, se alinean expectativas y se fortalecen recursos internos. Muchas personas descubren que su deseo de operarse estaba más relacionado con el juicio externo que con un malestar propio. Otras, en cambio, confirman su decisión, pero lo hacen desde un lugar más sano, conscientes de los riesgos y limitaciones.
Por ello realizar una operación estética sin el debido acompañamiento psicológico resulta sin importar la edad una práctica irresponsable.
Una cultura que opera sobre nosotros
Más allá de lo individual, también es necesario hablar de lo cultural. Vivimos en sociedades que glorifican ciertos cuerpos y estigmatizan otros. En plena era digital donde las redes sociales amplifican estas narrativas con filtros, comparaciones y “antes y después” que rara vez cuentan toda la historia, la situación se magnifica descomunalmente en el imaginario de situaciones en los que el número de likes se correlaciona con la felicidad.
En ese ecosistema, la cirugía estética aparece como un boleto de entrada al reconocimiento y la aceptación; sin embargo, esa aceptación es frágil, porque depende de estándares cambiantes y, a menudo, inalcanzables que dan los medios digitales, que se distancian mucho de la realidad.
Entonces la salud mental se convierte en el antídoto: cultivar la resiliencia frente a la presión social, aprender a aceptar la propia corporalidad y diferenciar entre el deseo propio y la imposición externa. Solo desde esa fortaleza puede decidirse si una cirugía estética es un recurso válido o un espejismo.
Tristemente ni la industria ni la mayoría de la sociedad parecen querer advertir lo anterior, pues en los últimos años han sido documentadas varias muertes asociadas a cirugías estéticas en México, la mayoría vinculadas a clínicas clandestinas o procedimientos realizados sin supervisión adecuada.
Por ejemplo, en agosto de 2022 en Tijuana se reportaron al menos tres muertes en clínicas estéticas durante un corto periodo, lo que encendió alertas sobre el turismo médico mal regulado. Uno de los más sonados recientemente es el caso de Paloma Nicole, una adolescente de 14 años en Durango, quien falleció tras una operación estética (implantes y liposucción), generando indignación sobre intervenciones en menores.
Pero este no es el único caso que se ha hecho mediático, pues en 2021 corrió una liposucción letal en Monterrey, donde se identificaron irregularidades en el personal y el procedimiento, la paciente tenía 22 años; Para el siguiente año, en Tijuana, en tan solo un mes se reportaron 3 muertes.
Aunque no existe un registro nacional consolidado que permita afirmar cuántas muertes ocurren al año por estas intervenciones, los reportes locales y las denuncias en medios revelan un riesgo real y creciente ante la falta de certificación, acompañamiento psicológico y controles sanitarios eficientes.

Las cirugías estéticas no son, en sí mismas, enemigas de la salud. Pueden ser aliadas legítimas cuando responden a decisiones maduras, informadas y acompañadas por un buen cuidado psicológico. Pero la edad importa, y mucho: antes de los 21 años, tanto el cuerpo como la mente aún están en construcción, y apresurar bisturís en ese proceso puede traer más pérdidas que ganancias.
En un mundo que nos invita constantemente a cambiar la piel para encajar, la verdadera cirugía necesaria quizá no sea sobre el cuerpo, sino sobre nuestra manera de pensarnos y valorarnos. Porque ningún bisturí podrá suturar las heridas de la autoestima si no aprendemos primero a mirarnos con ojos propios, empezando por el interior.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
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