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Opinión

Castigan al castigador

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Opinión / Cicuta del Caribe

• Asur invertirá más de $2,000 millones para ampliar la Terminal 4
• Mujeres tardarán 100 años para alcanzar paridad laboral: ANES
• Air France también rechazó volar al aeropuerto lopezobradorista
• Peligran inversiones por 36 mil mdd para renovables en México

Por: Carlos Águila Arreola


Andrés Manuel López Obrador no halla quién se la hizo, sino quién se la pague, y en ese enfermizo sentimiento de omnipotencia que le nubló la mente desde aquel sábado 1 de diciembre de 2018, cuando inició su “administración —más bien parecía clínica geriátrica; es el presidente con más renuncias en el gabinete—, el estado de Quintana Roo se le ha indigestado, pero no por el gobierno estatal, sino por su sociedad civil, que sí piensa.

Nunca pensó que el Tramo Cinco —Norte y Sur— de su Tren Maya le fuera a provocar tantos dolores de cabeza, y todo por falta de estudios de factibilidad y manifestaciones de Impacto Ambiental (MIA), entre otros requisitos, todos relacionados con el respeto a la naturaleza… creyó que ser presidente eximía a sus proyectos de cumplir las leyes mexicanas, esas que una y otra ha violentado durante los 41 meses como inquilino de Palacio Nacional.

Por lo pronto, el juez primero de distrito de Yucatán, Adrián Fernando Novelo Pérez, ordenó la suspensión provisional del trazo cinco sur —de Playa del Carmen a Tulum— por carecer de permisos ambientales. La demanda de amparo fue de buzos y activistas integrados en el colectivo “Sélvame del Tren”, un gancho al hígado de López Obrador porque la queja es de la sociedad civil, a la que detesta y denosta, según lo que ha declarado.

Como “buen” vengativo que es el tabasqueño, por sus celos y pensamientos negativos experimenta esa pulsión a causa de sus inseguridades y su baja autoestima. A veces, el simple hecho de ver a otros tener éxito despierta su frustración y deseo de hacer daño debido a su falta de empatía; en ese sentido, primero “la agarró” contra el hotelero José Antonio Chapur Zahoul, y al día siguiente contra Miguel Quintana Pali, sus socios y el Grupo Xcaret.

Por buena o mala fortuna, depende del cristal con que se mire, se me asignó la cobertura de la campaña presidencial de Andrés Manuel en el año 2000 para el Diario de México, propiedad del extinto Federico Bracamontes Gálvez, cuando Vicente Fox Quesada ganó las elecciones del domingo 2 de julio, asumiendo la Presidencia de México el 1 de diciembre del mismo año. Ya desde entonces se mostraba proclive a desquitarse de quien osara cuestionarlo.

Ese discurso de odio y división no es nuevo en él, pero hoy la situación es otra; hace años eran rabietas porque le “robaban” las elecciones, pero ahora, ya con el poder en su poder —valga la redundancia— me hizo recordar al maquiavélico Joseph Fouché, el político francés que ejerció su poder durante la Revolución francesa desde el Ministerio de Policía, solo bajo las órdenes del emperador Napoleón Bonaparte.

El duque de Otranto, fue llamado el genio tenebroso. Su falta de escrúpulos, habilidad fantástica para trabajar desde las sombras y, sobre todo, para cambiar de pensamiento político —del que carecía realmente porque siempre estaba del lado del vencedor—, lo convirtieron en uno de los ministros más temidos. En el caso mexicano no está oculto, todas las mañanas opera desde su púlpito personal adoctrinando a su rebaño y manteniéndose en campaña.

El miércoles 27 de abril, en un acto armado durante “la mitotera” por uno de sus principales lacayos, Jesús Ramírez Cuevas —que cobra como vocero del régimen—, su “alteza pequeñísima” se le fue a la yugular al hotelero yucateco José Antonio Chapur Zahoul y lo acusó de beneficiarse del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) durante el gobierno de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, con contratos millonarios.

La pregunta del achichincle fue sobre qué opinión tenía de los hoteleros que se oponían al Tren Maya, a lo que contestó que “se dedicaban a saquear, a robar, y había impunidad. Y ahora no hay impunidad para nadie —según él—. Y esto tiene que ir cambiando y no importa que se enojen”, a lo que dueño de la cadena Palace Resorts respondió que “durante 35 años en Quintana Roo, nunca le he vendido nada a Fonatur ni mucho menos construido (…)”.

Un día después, el jueves 28 (ayer), Tartufo, otro de los desopilantes apodos del tabasqueño, se abalanzó contra el Grupo Xcaret de Miguel Quintana Pali —y sus socios, los hermanos Óscar, Marcos y Carlos Constandse Madrazo— y ordenó la clausura del nuevo parque Xibalbá por violar la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA) y tampoco tener MIA.

El desarrollo pretende unir ocho cenotes por medio de ríos subterráneos artificiales en el municipio yucateco de Valladolid —156.7 kilómetros al suroeste de Cancún—. La obra incluye la perforación de paredes y bóvedas, además se desviaron ríos subterráneos y otras infracciones ambientales, según la agorera de su majestad, Elizabeth García Vilchis.

López Obrador se lanzó contra los artistas, especialmente contra Eugenio Derbez porque “no dijeron nada sobre Xcaret, que ha conectado cenotes en Cancún”. En un video en redes, el comediante le respondió; además, calificó a los artistas de seudoambientalistas porque “no se han escuchado denuncias de ambientalistas ni amparos, ni campañas como “Sélvame de Xcaret”, publicó la vocera como réplica a la campaña que frenó al Tren Maya.

Todo lo que se ha hecho en Xibalbá no es ningún secreto en la región; los propios ambientalistas aceptan que toda obra provoca destrucción y que la aprobación de una MIA depende de los planes de prevención, mitigación y restauración de daños al ambiente, que se entregan a la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que los aprueba o rechaza.

La andanada de Lopitos contra activistas, ambientalistas, y en general contra la sociedad civil organizada —¡qué ironías de la vida!, la misma que lo llevó al poder—, recién empieza, y es que si el juez yucateco se sostiene y otorga la suspensión definitiva el viernes 13 de mayo, como se espera por el cúmulo de pruebas que diario aumenta por la denodada labor del colectivo “Sélvame del Tren”, ¿a ver quién le tapa la boca y aplaca su ira? Ya veremos…

Menudencias
Invertirá dos mil 68.7 millones de pesos el Grupo Aeroportuario del Sureste (Asur) en la ampliación de la Terminal 4 del aeropuerto de Cancún, y en la reconfiguración del edificio terminal para aduana y migración en Cozumel, como parte de los 12 mil 358 que el sector aéreo mexicano recibirá durante 2022, una inversión conjunta, pública y privada, destinada principalmente al mantenimiento y ampliación de las terminales de la red aeroportuaria del país.

Hasta 100 años tardará la paridad en puestos directivos, dijo Karla Graciela Cedano Villavicencio, presidenta de la Asociación Nacional de Energía Solar (ANES), en el conversatorio “Mujeres en energía. Cerrando la brecha de género”, donde explicó que la representación femenina creció solo 1.3 por ciento anual entre 2017 y 2020. “Si se mantiene esa tendencia el porcentaje llegará a 20 en 2050, a 30 en 2080 y a la mitad en 2120, es decir nos faltan 100 años para llegar a la paridad labora… es aterrador”.

Air France rechazó operar en el nuevo aeropuerto; se trata de otra aerolínea de renombre que declina volar a la terminal aérea de Andrés Manuel López Obrador, quien por otra parte ha pedido a Aeroméxico, Viva y Volaris revertir el fracaso que empieza a suponer el Aeropuerto Felipe Ángeles —sigue sin ser internacional—. El puerto aéreo registró 135 vuelos desde el día de su inauguración hasta el cierre de abril.

Si México mantiene su actual política energética hacia el cierre de sexenio, perderá la oportunidad de generar nuevas inversiones hasta por 36 mil millones de dólares en energías renovables, asegura Ramón Fiestas, director para América Latina del Global Wind Energy Council (GWEC). Ese monto alcanzaría para financiar cuatro proyectos de gran escala como la refinería que López Obrador construye en Dos Bocas, en su natal Tabasco.

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Entre flores y recuerdos: la psicología del Día de Muertos

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Colocar un altar nos lleva a encontrar un vinculo en el que se pude sanar la perdida

Conciencia Saludablemente

Por: Psicol. Alex Barrera

En México, la muerte no se esconde; se decora con flores de cempasúchil, se endulza con pan y se acompaña de risas y canciones. El Día de Muertos no es sólo una tradición; es una declaración cultural profundamente humana: la vida y la muerte no son opuestos, sino partes del mismo ciclo. Desde la psicología, esta visión ofrece una lección esencial sobre cómo enfrentamos la pérdida, el duelo y la memoria.

En muchas culturas occidentales, hablar de la muerte sigue siendo un tema prohibido. Se evita mencionar a los fallecidos, se apartan sus objetos, se oculta el dolor tras una aparente fortaleza. Sin embargo, la cultura mexicana, heredera de cosmovisiones indígenas y creencias sincréticas, ha desarrollado una relación distinta con la finitud. Aquí la muerte se sienta a la mesa. Se le invita, se le honra, se le ríe. En lugar de negar su existencia, se le integra como una compañera inevitable.

Esta actitud, lejos de ser una mera expresión folklórica, tiene profundas implicaciones psicológicas. Aceptar la muerte —propia y ajena— es aceptar la impermanencia de todo. Es reconocer que la pérdida forma parte de la vida, y que el dolor, cuando se vive con consciencia, puede transformarse en gratitud. Desde la psicología existencial, este reconocimiento no conduce a la desesperanza, sino a una mayor plenitud: saber que el tiempo es finito nos empuja a vivir con sentido, a cuidar los vínculos y a encontrar propósito en cada día.

Pero el Día de Muertos no solo nos enseña a pensar en la muerte; también nos enseña a recordar con amor. El altar, corazón simbólico de la celebración, se convierte en un espacio terapéutico. Al colocar una fotografía, una vela o el platillo favorito del ser querido, no solo evocamos su presencia: actualizamos el vínculo. Recordar no es aferrarse al pasado, sino mantener viva la conexión emocional que sigue existiendo más allá de la ausencia física.

En psicología del duelo, esto se conoce como el vínculo continuo. Lejos de promover el olvido, se alienta a las personas a encontrar formas sanas de mantener esa relación interior con quienes ya no están. El altar cumple exactamente esa función: da forma, color y orden al dolor. Permite hablar con los que se fueron, agradecerles, perdonarlos o simplemente compartir un instante simbólico de convivencia. Es, en términos terapéuticos, una representación externa del proceso interno de sanar.

Cada objeto en el altar cumple una función emocional: las flores representan el ciclo de la vida, la comida evoca el cuidado, las velas guían el camino y las fotografías preservan la memoria. A través de este acto ritual, la persona que recuerda también se reconstruye. Como en cualquier proceso terapéutico, el ritual ofrece estructura, contención y sentido: tres elementos fundamentales para elaborar el duelo.

La psicología contemporánea reconoce que los rituales —ya sean religiosos, culturales o personales— facilitan la transición emocional tras una pérdida. Funcionan como puentes entre el dolor y la aceptación, entre el caos y la calma. En ese sentido, el Día de Muertos puede entenderse como una forma colectiva de terapia: una jornada en la que la sociedad entera legitima el dolor, lo comparte y lo transforma en celebración.

Sin embargo, bajo el colorido de las ofrendas y la alegría de las calaveras, también laten silencios profundos. No todos los duelos son iguales ni todas las pérdidas se procesan del mismo modo. Hay quienes, tras la muerte de un ser querido, sienten que la vida pierde sentido, que el vacío es demasiado grande o que la tristeza se ha vuelto una compañera constante. En esos casos, el acompañamiento psicológico puede marcar una diferencia vital.

Hablar del duelo en terapia es un acto de valentía. Es reconocer que, aunque la cultura ofrezca rituales para honrar la muerte, a veces el dolor necesita otro espacio: un lugar donde ser escuchado, comprendido y trabajado con herramientas profesionales. La psicoterapia ayuda a darle forma a la ausencia, a integrar el recuerdo y a reconstruir la vida sin negarla, es iniciar el camino hacia una nueva forma de coexistir con el dolor y afrontarlo de manera que no se convierta en un trauma.

Así, el Día de Muertos no es sólo una tradición que mira hacia el pasado, sino una invitación a mirar hacia adentro. Nos recuerda que el amor y la pérdida son inseparables, y que recordar no duele: lo que duele es callar. Cada altar que encendemos es una forma de iluminar nuestra historia, de reconciliarnos con lo inevitable y de encontrar sentido en el recuerdo.

Quizás por eso, entre el aroma del copal y la luz de las velas, comprendemos que no se trata de vencer a la muerte, sino de aprender a convivir con ella, y entender que la vida es sólo el camino que nos lleva inevitablemente hacia el final. Y en ese aprendizaje, la psicología tiene mucho que aportar: ayudarnos a aceptar, a transformar y, sobre todo, a vivir con conciencia.

Porque así como los altares se llenan de flores cada noviembre, también nuestra mente y nuestro corazón pueden renovarse. A veces, solo hace falta dar el primer paso: hablar con alguien, pedir ayuda, acudir a terapia.
La vida como el altar, se enciende de nuevo cuando nos atrevemos a mirar la sombra y convertirla en luz en este ciclo cuya belleza se encuentra en tomar conciencia de que un día se va terminar.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje

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Cuando el trabajo quema: el costo humano y empresarial del Burnout

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El burnout agota a las personas, y cuesta millones a las empresas

Conciencia Saludablemente

Por: Psicol. Alex Barrera**

En los últimos años, el burnout o síndrome de desgaste profesional ha dejado de ser una molestia temporal para convertirse en una amenaza silenciosa para la salud mental, física, y la productividad de empresas y empleados. Desafortunadamente la iniciativa privada ha decidido que las necesidades de productividad sean ponderadas sobre las necesidades de bienestar humano, afectando a la sociedad de una manera que aparentemente nadie quiere ver, pero todos resentimos.

En México, cifras recientes reflejan un panorama de urgencia: según el informe Burnout Laboral 2025 de la plataforma Buk (plataforma tecnológica líder en gestión de capital humano), 72 por ciento de los colaboradores ha experimentado burnout al menos alguna vez durante el último año; de estos, 16 por ciento lo vive ocasionalmente y un 12 por ciento lo padece de forma frecuente.

Por otro lado, la consultora Betterfly estima pérdidas por hasta 16 mil millones de pesos anuales para las empresas mexicanas derivadas del ausentismo, la baja productividad y otros efectos del agotamiento laboral, estos datos no son secreto, pues se pueden encontrar publicados en diferentes medios de comunicación, y ocupan espacio en medio de las miles y miles de noticias que, aunque están ahí a nadie parecen alertarle.

Sin embargo, estos números no son meras estadísticas; tienen rostro, cuerpo, mente. El burnout se manifiesta primero como un agobio emocional: ansiedad constante, irritabilidad, dificultad para desconectarse del trabajo. A nivel mental puede dar paso a trastornos más serios como depresión, alteraciones del sueño, falta de concentración, pérdida de sentido de logro y despersonalización (sentir que el trabajo es alienante, que uno se vuelve “un engranaje”).

Y con los trastornos mentales, vienen también los desórdenes biológicos, el cerebro no está bien, ¿cómo el cuerpo lo estaría? El desgaste crónico también pasa factura. El estrés laboral prolongado se asocia con aumento de cortisol, lo que puede desencadenar efectos como hipertensión arterial, problemas del ritmo cardíaco, insomnio, migrañas, disfunciones digestivas (gastritis, colon irritable), debilitamiento del sistema inmune, e incluso alteraciones hormonales. Estas manifestaciones físicas se vuelven una alarma temprana de que el cuerpo ya no tolera más la presión.

Y como en casi la mayoría de los casos, acudimos al médico, quien tiene la solución en la palma de la mano, sintetizada en 100 mgs de algo químicamente probado para solucionar de manera rápida los dolores de tu cuerpo de manera artificial, porque claro está que la vida no puede parar, engaña a tu cerebro, y sigue, sin importar los costos a largo plazo para tu cuerpo que en algunos casos aprende a resistir y en otros colapsa colosalmente, dejando en tu cabeza la pregunta, “¿Cuándo y por qué me pasa esto a mí?”. Por su puesto en la empresa ya tendrán un remplazo, por que como dicen por ahí, “El show debe continuar” o la muy celebre “Nadie es indispensable”. Y entonces nos convertimos en esas máquinas orgánicas cuya principal meta es “Aguantar, aguantas hasta el final”

El impacto económico: pérdidas palpables

Pero no, hay que molestarse en odiar a las empresas o a quienes las encabezan, pues de ese lado las cosas no son mejores; para las empresas, el burnout represente un problema económico de gran escala, pues impacta en la operatividad y producción algunos ejemplos son:

Rotación de personal: las pérdidas de empleados de manera frecuente significan costos de reclutamiento, capacitación e integración de nuevos recursos. En el caso de empresas grandes mexicanas, los reportes indican que la salida anual de decenas de empleados les puede costar hasta 2 millones de pesos por año, lo anterior publicado por Wellhub (plataforma de bienestar corporativo)

Baja productividad y presentismo: cuando un empleado está presente pero desgastado, realiza el mínimo esfuerzo, comete errores, baja la calidad del trabajo. Según un estudio citado por OCC a través de El Economista, el 38 por ciento de los trabajadores reconoce que su productividad baja debido al burnout; el 40 por ciento que la calidad de su trabajo disminuye; el 45 por ciento señala que su compromiso y motivación decaen; y entonces ¿Por qué sigue pasando?

Costo global: a nivel mundial la OMS estima que la depresión y la ansiedad (que con frecuencia conviven o se desencadenan con burnout) representan pérdidas en productividad por aproximadamente 1 billón de dólares al año, sin embargo, las empresas ignoran este tipo de alertas, porque claro, aparentemente es mejor la solución rápida, la sustitución del elemento dañado, como si la empresa fuera un reloj, y el talento humano los engranajes que fácilmente pueden ser sustituidos por piezas nuevas que ayuden a continuar con la operación, porque ¿cuántos millones de engranajes vivientes pululan en el mundo? Sin embargo, como pasa con los mecanismos de verdad las piezas de desecho también ocupan un lugar, peor aún los engranajes humanos se convierten en materiales con los que la sociedad tendrá que lidiar. Porque los seres humanos no somos piezas y la sociedad no es un basurero, donde se puede reciclar u olvidar desechos. Los humanos no se desechan las personas y sus problemas impactan en la sociedad y las patologías mentales tienen un alto costo social que en algunas ocasiones desconocemos y en otras ignoramos.

El futuro ideal, empresas responsables y consientes.

¿Qué pasaría si las empresas jugaran en favor de la humanidad y no la productividad? Los datos también muestran que hay retornos concretos cuando las organizaciones se hacen cargo del bienestar emocional de sus trabajadores.

Programas de salud mental bien diseñados pueden reducir el ausentismo hasta en un 30 por ciento, mejorar la productividad en aproximadamente un 10-12 por ciento según lo publicado por la Revista Zona Libre en donde se mencionan Estudios de la Asociación Americana de Psicología.

Otro beneficio está en la retención de talento: empleados que sienten que su empresa se preocupa por su salud mental tienen menos probabilidad de irse, menor rotación, mejor clima laboral. Esto implica menores costos de contratación, capacitación e indemnizaciones, así como mayor conocimiento institucional retenido en la organización.

Además, hay beneficios indirectos: mejora del ambiente laboral, menos conflictos internos, menores errores, menos accidentes laborales, mayor innovación si las personas están mentalmente sanas y creativas.

Lo que empresa considera un gasto debería ser considerado una inversión ya que, en comparación, lo que las empresas invierten en programas de atención psicológica (por ejemplo, asesoría, terapia breve, talleres, mindfulness, pausas activas, capacitación en manejo de estrés) suele ser mucho menor que lo que pierden por rotación, errores, bajas laborales y disminución de productividad. El retorno de inversión puede ser alto: hasta 4 dólares de retorno por cada dólar invertido en algunos estudios internacionales; lo anterior publicado en lhh.com

Somos humanos no engranes

Mientras la empresa ve pérdidas cuantificables, la persona afectada sufre consecuencias que van más allá del trabajo, muchas de las cuales no tienen una justificación biológica y por tanto no serán tomadas en cuenta como riesgo de trabajo por los seguros médicos, y mucho menos si estos últimos son del orden gubernamental, por ejemplo, IMSS o ISSSTE.

Mentales: ansiedad, depresión, trastornos del sueño (insomnio, dificultad para dormir), deterioro en la autoestima, sensación de inutilidad, distanciamiento emocional de familiares y amigos, dificultad para concentrarse o disfrutar de actividades que antes eran gratificantes.

Físicos: fatiga crónica, dolores de cabeza, migrañas, malestares gastrointestinales, problemas como gastritis, hipertensión, alteraciones inmunológicas, trastornos hormonales. A largo plazo, un burnout no tratado puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, metabólicas, e incluso daño cognitivo por el peso del estrés mantenido.

Las personas también pagan con calidad de vida: relaciones personales deterioradas, ocio reducido, insatisfacción general y, en casos extremos, riesgo de otros trastornos psiquiátricos o ideas suicidas; a fin de cuentas, todo se convierte en un círculo sin salida en el que individuo y por ende la sociedad porque el individuo con Burn Out no es un miembro funcional de la sociedad lo cual desencadena malestar en su círculo social, el estrés que no es bien manejado puede incluso provocar en las personas secuestros emocionales que a menudo terminan en escenas violentas, la depresión tiene fuerte impacto en la familia de quien la sufre y ya ni hablar de los efectos del suicidio a nivel comunidad.

Cuando la psicología encuentra su uso en medio de la vida

La psicología no solo diagnostica, también ofrece herramientas concretas para prevenir, identificar y tratar el burnout. Un buen psicólogo o una intervención psicológica empresarial ayuda en varios frentes:

En el tema de la psicología organizacional representa una de las herramientas más poderosas para fortalecer el bienestar y la productividad dentro de las empresas. Su enfoque permite comprender cómo piensan, sienten y actúan los colaboradores en el entorno laboral, ayudando a crear climas organizacionales saludables, mejorar la comunicación interna y prevenir conflictos. Además, mediante estrategias de selección, desarrollo y motivación, la psicología organizacional favorece la retención del talento y el compromiso, incrementando la eficiencia y reduciendo el ausentismo.

Por la parte clínica la psicología enseña habilidades de regulación emocional, manejo del estrés, estrategias de afrontamiento reales, trabajando la conciencia de los límites (saber cuándo decir no, priorizar y delegar).

Acompañamiento psicológico combinando en sus dos ramas, permite que la persona reconecte con sus motivaciones, valores, y recupere un sentido de propósito en su trabajo; ayuda a reconstruir autoestima dañada por la exigencia constante y el agotamiento.

En lo biológico, técnicas psicológicas como la terapia cognitivo-conductual, mindfulness, relajación y otras prácticas ayudan a reducir cortisol, mejorar patrones de sueño, disminuir la tensión física, disminución de síntomas psicosomáticos.

Para las empresas, ofrecer servicios psicológicos) no solo es un gesto humanitario sino una inversión estratégica. Al cuidar la mente de sus colaboradores, cuidan la productividad, reducen costos y construyen organizaciones más sostenibles.

En definitiva, si como sociedad aceptamos que trabajar hasta quemarse no es sinónimo de eficacia sino de desgaste, estamos reconociendo nuestro derecho a cuidarnos. El éxito no debe tener como costo la salud del individuo, la abundancia económica ni la efectividad productiva deberían ser indicadores de una vida valiosa, porque ningún KPI (Indicador de desempeño) vale más que la salud integral de quienes hacen posible la empresa: mente y cuerpo incluidos, no somos engranes en una máquina, somos seres humanos cuya finalidad en la vida no debería ser el éxito de la empresa a la que pertenecemos, sino el bienestar integral de la sociedad a la que pertenecemos, la cual tampoco debe depender de la industria sino de lograr una ecología social donde el humano pueda sentirse en equilibrio.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

Si deseas contactar al especialista o necesitas ayuda terapéutica puedes comunicarte vía Whats App

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