Internacional
ESTADOS UNIDOS ARRANCA JORNADA ELECTORAL EN MEDIO DE FUERTE POLARIZACIÓN

ESTADOS UNIDOS. – Este martes, los estadounidenses están convocados a una jornada histórica en la que decidirán entre el actual presidente y candidato republicano, Donald Trump, o su rival, el demócrata Joe Biden.
Los primeros colegios electorales de Estados Unidos abrieron este martes a las 6:00 h local.
Ocho de los 50 estados (Connecticut, Indiana, Kentucky, Maine, Nuevo Hampshire, Nuevo Jersey, Nueva York y Virginia) comenzaron a votar a las 6:00 h local, mientras que algunos electores pudieron depositar su papeleta una hora antes en Vermont, donde los centros electorales abren entre las 5:00 y las 10:00 h local.
Los centros electorales abrirán de manera escalonada en el resto de estados de Estados Unidos, que está dividido en nueve husos horarios.
Los comicios se desarrollan en medio de una fuerte polarización, con un país azotado por los efectos sanitarios y económicos de la pandemia de COVID-19, enmarcado entre las protestas sociales contra el racismo institucional.
Según la media de encuestas elaborada por la web RealClearPolitics, un 50.6 por ciento de los estadounidenses apoyan a Biden mientras que un 43.9 por ciento respalda a Trump.
Cierre frenético de campañas
Las campañas del presidente Donald Trump y su contrincante demócrata, Joe Biden, cerraron de manera frenética.
El republicano Trump cerró su campaña la madrugada de este martes con un mitin en Grand Rapids (Michigan), donde vaticinó una victoria histórica sobre su oponente.
“Mañana vamos a hacer historia de nuevo”, afirmó el mandatario en la misma ciudad en la que cerró su campaña de 2016. El presidente viajó con sus cuatro hijos mayores -Donald Junior, Eric, Ivanka y Tiffany- y sus yernos, y bromeó que si pierde las elecciones no volverá a dirigirles la palabra “nunca más”.
No es fácil que el oeste y el este de Pensilvania se entiendan. Pero ayer los (Pittsburgh) Steelers y los (Filadelfia) Eagles (dos equipos de fútbol americano) ganaron y yo tengo la sensación de que vamos a ganar a lo grande mañana”, señaló Biden en un guiño a las dos ciudades en las que simultáneamente se celebraron mítines de cierre de campaña.
Este martes, tanto Biden como Harris tendrán eventos menores durante la jornada electoral y posteriormente se recluirán en su cuartel general en Wilmington (Delaware) a la espera de los primeros resultados oficiales.
¿Qué se elige este 3 de noviembre?
Además de elegir quién ocupará los cargos de presidente y vicepresidente de Estados Unidos; en paralelo se escogerán a los parlamentarios de la Cámara de Representantes, así como a 35 puestos en el Senado –incluyendo las elecciones especiales en Georgia y Arizona–.
Para la elección de los cargos de presidente y vicepresidente, Estados Unidos cuenta con un sistema de elección indirecta, donde los estados eligen a sus electores, miembros del Colegio Electoral quienes –habitualmente siguiendo el voto popular de su estado– eligen al presidente y vicepresidente.
Así, un candidato requiere del voto de la mayoría de los electores (desde 1964, al menos 270 electores del total de 538) para triunfar en la elección presidencial.
Es importante tener en consideración que el número de electores por estado es determinado en función del último Censo disponible (para estas elecciones, según lo establecido en el Censo de 2010), por lo que contar con el voto popular no garantiza la victoria en la elección (como lo fueron los casos de la elección de Donald Trump ante Hillary Clinton, así como la de George W. Bush ante Al Gore Jr.).
En la ruta para alcanzar dicha mayoría, los candidatos deberán cautivar a los denominados “estados bisagra o columpio” (swing states), esto es, aquellos estados donde el voto popular oscila entre los partidos Demócrata y Republicano, sin una tendencia clara y definida, lo que acaba determinando el resultado de una elección.
De esta forma, varios analistas ponen su atención en los resultados de Florida (con 29 votos electorales), Pennsylvania (20), Michigan (16), Carolina del Norte (15), Arizona (14) y Wisconsin (10), los cuales podrían inclinar la balanza hacia el lado vencedor.
Voto anticipado
Estados Unidos permitió el voto anticipado, sujeto a las normas y definiciones que cada estado ha dado para sus votantes. De esta forma, los votantes estadounidenses pudieron sufragar anticipadamente a través de dos mecanismos: el voto postal, que involucra el envío de su papeleta a través del correo, o el voto presencial anticipado, donde se habilitan las urnas antes del día oficial de la elección.
La pandemia de COVID-19 provocó niveles récord del voto anticipado. De acuerdo con los datos recopilados por U.S. Elections Project, al menos 99.6 millones han acudido a las urnas, lo que representa más de un 72 por ciento de los votos de 2016, cuando solo votó un 55 por ciento del censo.
Con los votos anticipados de este lunes que aún faltan por reportar, es probable que la cifra final rebase los 100 millones.
El voto anticipado ha obligado a modificar las estrategias de las campañas. Los demócratas han impulsado el voto postal, siguiendo los consejos de funcionarios de salud pública, mientras que Trump y sus aliados republicanos han desaprobado reiteradas veces este mecanismo.
El mandatario ha insistido en que el voto por correo puede resultar en ‘fraude’ y ‘caos’, instalando un mito infundado que polariza otro aspecto más de las elecciones (The Economist, 18 de agosto de 2020).
El pasado 24 de octubre, el presidente Trump votó de manera anticipada –pero presencial– en Florida, aprovechando la instancia para hacer un nuevo ataque al voto postal y cuestionando la integridad del proceso.
Por su parte, Joe Biden también votó de manera anticipada en Wilmington el 28 de octubre.
Debido a que las boletas enviadas por correo tienen una tasa más alta de rechazo (Edsall, 23 de septiembre de 2020), la preocupación es que los demócratas puedan perder votos críticos en estados claves, especialmente porque es mucho más probable que los simpatizantes de este partido emitan un voto postal.
Mientras que un 50 por ciento de los votantes de Biden planeaban votar por correo, en comparación, apenas el 21 por ciento de los partidarios de Trump tenía esta forma en sus planes.
Si Biden llega a la Presidencia
El temor en parte de Estados Unidos, y en concreto Texas, a una posible escalada de violencia en las calles si Joe Biden gana las elecciones, es latente en el estado sureño, cuya población ha sido tradicionalmente amante de las armas.
Las leyes estatales permiten portar armamento de manera visible, una regla que a menudo aprovechan grupos que defienden a capa y espada la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense, que precisamente protege el derecho a la tenencia de armas, para exponer su arsenal sin problema en manifestaciones.
Este contexto y el hecho de que el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, desplegará tropas de la Guardia Nacional en las grandes ciudades del estado vislumbran un panorama complicado en el día de las elecciones presidenciales y posteriores.
Hay muchísimas colas de gente para comprar armas y munición, que dan la vuelta al bloque, y esto realmente me preocupa mucho. Vemos violencia por racismo, contra religiones minoritarias y el colectivo LGTBQI”, comentó a EFE Dona Murphey, doctora en Neurociencia por el Colegio de Medicina de Baylor (Texas) y cofundadora del comité de acción política Doctors in Politics.
La realidad es que la venta de armas, según datos del Sistema Nacional Instantáneo de Verificación de Antecedentes (NICS, en inglés) de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), han crecido exponencialmente en las semanas previas a las elecciones presidenciales: En octubre se realizaron 192 mil verificaciones de antecedentes de armas en el estado de Texas, un aumento sustancial de las 178 mil hechas en septiembre.
Con información de López-Dóriga Digital y EFE

Internacional
¡Infierno en el Cielo de Saná! Israel Pulveriza el Aeropuerto Principal de Yemen en Represalia sin Precedentes

La noche cayó sobre la capital yemení envuelta en el rugido ensordecedor de explosiones y el ominoso resplandor de incendios incontrolables. El Aeropuerto Internacional de Sana’a, la puerta de entrada vital para la asediada nación, yacía reducida a un paisaje apocalíptico de metal retorcido, hormigón pulverizado y llamas danzantes tras un ataque aéreo de una magnitud nunca antes vista, perpetrado por la implacable fuerza aérea israelí.
La incursión, ejecutada con precisión quirúrgica y una potencia devastadora, fue confirmada horas después por un comunicado oficial del ejército israelí, que la calificó como una “respuesta contundente e inequívoca” al lanzamiento de un misil hutí que, en la jornada anterior, había sembrado el pánico y la disrupción en el corazón de Israel, impactando directamente las instalaciones del Aeropuerto Internacional Ben Gurion de Tel Aviv.
Los relatos de testigos presenciales desde Saná pintan un cuadro dantesco de terror y destrucción. Residentes, despertados bruscamente por una serie de estruendos que hicieron temblar los cimientos de sus hogares, describieron cómo el cielo nocturno se iluminó con destellos cegadores seguidos de ondas expansivas que rompieron ventanas y desataron el caos en las calles.

“Pensé que el mundo se acababa”, sollozó Fatima Khalil, una enfermera que vive cerca del aeropuerto, un corresponsal local a través de una conexión de internet intermitente. “Las explosiones eran como truenos multiplicados por mil. Vi bolas de fuego elevándose hacia el cielo y el aire se llenó de un olor acre a quemado. La gente gritaba, corría sin rumbo, madres abrazaban a sus hijos con desesperación.”
Las primeras evaluaciones de los daños sugieren una devastación sistémica. Imágenes satelitales preliminares y testimonios de equipos de rescate que intentaban abrirse paso entre los escombros revelan la destrucción de las pistas de aterrizaje, dejándolas inutilizables y sembradas de cráteres. Las terminales de pasajeros, antaño bulliciosas con viajeros y trabajadores, ahora son esqueletos carbonizados. La torre de control, vital para la gestión del tráfico aéreo, parece haber sufrido un impacto directo, colapsando parcialmente. Los sistemas de radar y navegación, esenciales para la operación segura de cualquier aeropuerto, también habrían sido gravemente dañados o destruidos.
La justificación ofrecida por el gobierno israelí fue tajante: el ataque al aeropuerto de Saná fue un acto de legítima defensa contra una amenaza directa y creciente. En su declaración, acusaron al movimiento hutí, que controla gran parte de Yemen, de ser una marioneta de Irán, utilizada para desestabilizar la región y atacar objetivos israelíes. “No permitiremos que nuestro espacio aéreo y nuestros ciudadanos sean puestos en peligro impunemente”, aseveró un alto funcionario del Ministerio de Defensa israelí. “La infraestructura que permite a estos terroristas lanzar sus ataques debe ser neutralizada”.
Sin embargo, la magnitud y la naturaleza del ataque israelí han generado una ola de indignación y condena a nivel internacional. Numerosas organizaciones de derechos humanos y gobiernos han expresado su profunda preocupación por el potencial impacto humanitario de la destrucción del aeropuerto de Sana’a, que servía como un punto crucial para la entrada de ayuda humanitaria a un país devastado por años de conflicto y hambruna.
“Atacar una infraestructura civil de esta importancia, especialmente en un país ya al borde del colapso humanitario, es un acto de brutalidad inaceptable”, declaró un portavoz de la ONU en Ginebra, exigiendo una investigación exhaustiva y responsabilización por lo ocurrido. “Este acto podría exacerbar aún más la ya catastrófica situación humanitaria en Yemen, poniendo en riesgo la vida de millones de personas.”
La respuesta de los líderes hutíes no se hizo esperar. En un discurso televisado, un visiblemente enfurecido Abdul-Malik al-Houthi, el líder del movimiento, prometió una “venganza dolorosa y sin límites” contra Israel. “Este acto de agresión cobarde no quedará sin castigo”, bramó. “Convertiremos sus ciudades en cenizas y haremos que paguen un precio que nunca antes han imaginado.” Esta retórica belicosa ha encendido aún más las alarmas sobre la posibilidad de una escalada regional incontrolable, atrayendo a otros actores y potencias en un conflicto de consecuencias impredecibles.
La comunidad internacional se encuentra ahora en una encrucijada peligrosa. Las llamadas a la calma ya la desescalada resuenan en las capitales del mundo, pero la profunda desconfianza y la creciente hostilidad entre Israel y sus adversarios regionales hacen que cualquier intento de diplomacia parezca cada vez más frágil. El cielo sobre Sana’a, aún humeante y marcado por la violencia, se ha convertido en un sombrío recordatorio de la facilidad con la que la chispa de un conflicto puede encender una conflagración regional, con consecuencias devastadoras para la estabilidad y la paz en el Oriente Medio y más allá. El mundo guarda con tensa expectación el próximo movimiento en este peligroso juego de ajedrez geopolítico.
Fuente: 5to Poder Agencia de Noticias

Internacional
TRUMP VS. HARVARD: UNA BATALLA QUE PODRÍA CAMBIAR LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN EE.UU.

La tensión entre la administración de Donald Trump y la Universidad de Harvard ha alcanzado un nuevo nivel. En un movimiento sin precedentes, el presidente de Estados Unidos ha reiterado su intención de retirar la exención de impuestos a la prestigiosa institución, acusándola de promover “enfermedades ideológicas” y de no combatir adecuadamente el antisemitismo.
El origen del conflicto
La disputa comenzó el 15 de abril, cuando Trump sugirió por primera vez que Harvard debería perder su estatus fiscal debido a lo que él considera una agenda política sesgada. Desde entonces, la controversia ha escalado rápidamente. La administración congeló 2,200 millones de dólares en fondos federales destinados a la universidad, una medida que Harvard calificó como un ataque directo a su autonomía y misión educativa.
La respuesta de Harvard
Lejos de ceder ante la presión del gobierno, Harvard ha respondido con firmeza. La universidad ha negado las acusaciones de Trump y ha dejado claro que no modificará sus programas de diversidad ni supervisará la ideología de sus estudiantes extranjeros, como exige la administración.
Un portavoz de la institución declaró que no existe base legal para revocar la exención de impuestos de Harvard y advirtió que una medida de este tipo podría poner en riesgo la capacidad de la universidad para cumplir con su misión educativa.
Implicaciones legales y políticas
El anuncio de Trump ha generado un intenso debate en el ámbito político y académico. Expertos legales han señalado que la revocación de la exención fiscal de Harvard podría enfrentar desafíos judiciales prolongados, ya que la ley federal prohíbe que el presidente solicite al Servicio de Impuestos Internos (IRS) que investigue o audite a una entidad específica.
Además, la medida ha sido criticada por legisladores demócratas, quienes han solicitado una investigación sobre los intentos de Trump de despojar a Harvard de su estatus fiscal. Según el senador Chuck Schumer, esta acción plantea preocupantes cuestiones constitucionales, incluyendo si el presidente está tratando de sofocar la libertad de expresión en los campus universitarios.
El futuro de Harvard bajo la administración Trump
Mientras la batalla legal y política continúa, Harvard enfrenta un futuro incierto. La universidad ha presentado una demanda contra el gobierno por la congelación de fondos y ha unido fuerzas con más de 200 presidentes de universidades en protesta contra las políticas de educación superior de Trump.
Por su parte, la Casa Blanca ha insistido en que cualquier acción del IRS se llevará a cabo de manera independiente del presidente, aunque la orden de iniciar el proceso de revocación del estatus fiscal de Harvard se produjo poco después de los comentarios públicos de Trump.
Conclusión
La amenaza de Trump contra Harvard no solo pone en juego el futuro financiero de la universidad, sino que también abre un debate más amplio sobre el papel del gobierno en la educación superior y la libertad académica. Con una batalla legal en el horizonte y una creciente oposición dentro del Congreso, el desenlace de este conflicto podría marcar un precedente histórico en la relación entre el poder ejecutivo y las instituciones educativas en Estados Unidos.

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