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El narco impone su ley en Sinaloa y exhibe la debilidad del Estado mexicano: El País

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CIUDAD DE MÉXICO, 18 DE OCTUBRE.- El medio español El País señaló que los hechos violentos registrados el jueves en Culiacán, Sinaloa, dejaron “en evidencia” la “debilidad del Estado para combatir al crimen organizado“.

Una serie de enfrentamientos entre presuntos miembros del Cártel de Sinaloa y fuerzas del orden se desató en la capital sinaloense el jueves 17 de octubre tras un encuentro de agentes con Ovidio Guzmán López, hijo del “Chapo” Guzmán Loera.

En total, ocho personas murieron: un civil, dos custodios de Aguaruto y cinco agresores. Además, hubo 16 heridos, de los cuales seis pertenecen a la Guardia Nacional.

Aquí la nota íntegra publicada por el diario español:

México ha vuelto a firmar una de las páginas más tristes de una historia de violencia que acumula ya demasiados volúmenes. La debilidad del Estado para combatir al crimen organizado quedó de nuevo en evidencia este jueves en Culiacán, la capital de Sinaloa, cuna del cartel con el que Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, hoy encerrado a cal y canto en Estados Unidos, construyó un narcoimperio las últimas décadas ante la incapacidad e ineptitud, cuando no complicidad, de las autoridades. La detención y posterior liberación de uno de sus hijos el jueves; la precipitación en un operativo con más dudas que certeza, los argumentos del presidente López Obrador, develan la falta de rumbo a la hora de poner freno a la violencia que consume al país.

Lo único que se sabe a ciencia cierta es que el jueves, un enfrentamiento entre militares y criminales, entre los que se encontraba Ovidio Guzmán, uno de los hijos de El Chapo, desató el terror en las calles de Culiacán, al norte de México, durante horas. La incertidumbre y el caos se apoderaron de la capital de Sinaloa y se extendió por todo el país en la medida en que las imágenes de los enfrentamientos, con armas de gran calibre, se propagaron por las redes sociales. La confusión sobre lo que ocurrió, no obstante, sigue siendo enorme un día después debido en gran medida a la errática política de comunicación oficial.

En un primer momento, las autoridades explicaron que los uniformados estaban patrullando cuando fueron atacados por los criminales, una versión que cambió con el paso de las horas: se trataba de un operativo para capturar a Ovidio Guzmán. Las informaciones sobre la detención del hijo del Chapo fueron tan confusas como las de su posterior liberación. Hubo que esperar hasta este viernes para tener una confirmación oficial. El presidente, Andrés Manuel López Obrador, argumentó que se liberó a Guzmán para evitar que los criminales tomaran represalias con los habitantes de Sinaloa. “No puede valer más la captura de un delincuente que las vidas de unas personas”, defendió durante su rueda de prensa de prensa matutina, que esta vez celebró en Oaxaca. Al mandatario que ha hecho de los gestos y los simbolismos su bandera de gobierno, la peor crisis de su mandato no solo le pilló a punto de subirse a un avión comercial —por lo que, previsiblemente, estaría incomunicado—, sino que ha mantenido la gira programada por el Estado sureño y ha rechazado desplazarse a Sinaloa.

López Obrador explicó que fue el Gabinete de Seguridad —los principales mandos militares y el secretario de Seguridad Pública— quien tomó la decisión de liberar a Ovidio Guzmán ante la contundencia con la que respondieron los criminales, sin aclarar realmente qué implicó el contraataque, desatando una ola de conjeturas y especulaciones que aún continúan. “Yo avalé esa decisión porque se tornó muy difícil la situación”, afirmó. México despertaba, pues, con la noticia de que su presidente no tomó directamente una decisión crucial, con la que, en cualquier caso, estaba de acuerdo.

“La decisión se tomó para proteger a los ciudadanos. No se puede apagar el fuego con el fuego”, argumentó López Obrador, para quien lo ocurrido en ningún caso revela fragilidad del Estado. Cuando se le insinuó tal cosa, el presidente volvió a cargar contra sus críticos: “Eso es más que nada una conjetura de los expertos, sobre todo de nuestros adversarios. Los conservadores no van a estar contentos con nada”, aseguró. “No queremos muertos, no queremos la guerra. Esto les cuesta trabajo entenderlo a muchos. La anterior estrategia convirtió al país en un cementerio, lo he dicho una y mil veces. Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”, insistió.

Los hechos, sin embargo, dan al traste con las grandilocuentes declaraciones del presidente mexicano. Poco después de su comparecencia, el jefe del Ejército reconoció que hubo precipitación en el operativo contra el hijo del Chapo, sobre el que existe una petición de extradición por parte de Estados Unidos desde septiembre del año pasado: “En el afán de obtener un resultado positivo, [el comando] actuó de manera precipitada, con deficiente planeación y falta de previsión sobre las consecuencias”, fue como describió Luis Sandoval el proceder en uno de los operativos más importantes de los últimos años en México. Además, admitió que el comando omitió “el consenso de sus mandos superiores” y que carecía de una orden de registro. Las autoridades rechazaron que se negociase la entrega de Ovidio Guzmán ante las informaciones de que los criminales habían secuestrado a casi una decena de militares. “No hay ningún pacto, absolutamente ningún pacto, con el crimen organizado”, aseguró el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo.

La retórica y el optimismo de López Obrador, cada vez más desconcertante, choca con la cruda realidad mexicana. El presidente se afana en decir que la política de seguridad ha cambiado, aunque no termina de aclarar en qué consiste. Como ha hecho con el combate a la corrupción, da a entender que su mera llegada al poder es suficiente para que se dé esa transformación. Sus afirmaciones, y las de todos los que lo rodean, sin embargo, no cambian un ápice las evidencias.

Los últimos días han sido ilustrativos del desnorte en la estrategia para poner fin a la inseguridad en el país. A principios de semana, Alfonso Durazo aseguró que se había producido “un punto de inflexión” en las cifras de homicidios dolosos. Aunque no hubiese “nada que festejar”, el secretario de Seguridad Pública insistió en que lo importante es el “quiebre en la tendencia” de la percepción de seguridad en el país. Esta misma semana, al menos 13 militares murieron en una emboscada del Cartel Jalisco Nueva Generación en Michoacán; pocos días después, 14 civiles y otro uniformado murieron en una balacera en Iguala, en el Estado de Guerrero, en un episodio que las autoridades siguen investigando. Las imágenes de terror de Culiacán consumaron el revés para el Gobierno, el epílogo de una trágica semana para México. Otra más.

Con información de El País

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Fé & Religión

SEÑOR, DATE PRISA EN AYUDARME

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Jeremías 38, 4-6.8-10:
Los dignatarios dijeron al rey:
«Hay que condenar a muerte a ese Jeremías, pues, con semejantes discursos, está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia».
Respondió el rey Sedecías:
«Ahí lo tenéis, en vuestras manos. Nada puedo hacer yo contra vosotros».
Ellos se apoderaron de Jeremías y lo metieron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. Jeremías se hundió en el lodo del fondo, pues el aljibe no tenía agua.
Ebedmélec abandonó el palacio, fue al rey y le dijo:
«Mi rey y señor, esos hombres han tratado injustamente al profeta Jeremías al arrojarlo al aljibe, donde sin duda morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad».
Entonces el rey ordenó a Ebedmélec el cusita:
«Toma tres hombres a tu mando y sacad al profeta Jeremías del aljibe antes de que muera».

Salmo 39
Señor, date prisa en socorrerme.

Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito.

Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos.

Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor.

Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes.

Hebreos 12, 1-4
Hermanos:
Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.

Lucas 12, 49-53
Dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.
Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

La fe como un combate de vida.
Las lecturas de hoy llevan, como santo y seña, el signo de contradicción, lo que a veces es el evangelio y el proyecto de Dios frente al proyecto del mundo.

La palabra profética no se pudre.
Esta primera lectura nos relata el famoso pasaje biográfico (aunque escrito por sus discípulos) de la experiencia amarga del profeta Jeremías en una cisterna, de esas cisternas que recogen el agua en Jerusalén para poder subsistir. Un día el profeta había hablado precisamente contra el pueblo, especialmente contra sus dirigentes, que prefieren a otros dioses, otros proyectos, y comparaba esta actitud con el cambio entre beber de la fuente de agua viva o beber de las cisternas, donde el agua no corre. Incluso el rey Sedecías es impotente contra ellos. La situación de Jerusalén era catastrófica, y un grupo poderoso cerraba los ojos a la realidad que el profeta veía venir, no porque aceptase la derrota de Babilonia que estaba llegando, pero tampoco era partidario de echarse en manos de otro poderoso como Egipto.

Dios, Yahvé, es la fuente viva, y los otros dioses, las cisternas agrietadas y de aguas estancadas (Jer 2,13). Ahora, quiere decirnos el texto, recibe el profeta su merecido por hablar contra la clase dominante, por proclamar la palabra de Dios y no acomodarse a los mandatos humanos. Pero los profetas aman lo propio, su religión, pero de otra manera. Los otros, los opositores, los situados, quieren encerrar la palabra de vida en una cisterna para ver si se pudre. Pero la palabra profética nunca muere. Alguien se compadece de Jeremías, y el rey, quizá por respeto, lo permite liberar.

Jesús, un creyente de verdad.
La segunda lectura viene a completar aspectos de la liturgia del domingo anterior y del famoso c. 11 de la carta sobre el tema de la fe; la fe como combate en el largo caminar del pueblo cristiano que peregrina hacia el futuro. Pero el autor de la carta sabe presentar bien las cosas y habla de Jesús como de nuestro modelo, superando a todos los antepasados, y por eso se le llama « iniciador y consumador de nuestra fe». Esto se debe interpretar en el sentido con el que Jesús, en las tentaciones, en Getsemaní, tuvo que mantener ese combate de la fe que le llevará a la victoria. No lo tenía todo conquistado, tuvo que luchar, era humano, muy humano, aunque fuera Dios. Este aspecto es, cristológicamente hablando, muy sugerente y siempre se habla de Jesús como si no hubiera tenido fe, confianza, emunah en Dios. Eso sería negar la humanidad de Jesús, la fuerza de la realidad de la encarnación.

Eso significa, pues, que la fe es imprescindible para vivir, para dar sentido a la vida. La fe, por tanto, no es aceptar fórmulas, sino que es un combate entre la vida y la muerte, entre la vida ética y la vida sin sentido. Es de esa manera como se presenta a Jesús, en ese combate que le lleva hasta dar la vida. El autor trata de ser práctico o parenético: Jesús no hubiera dado su vida por nosotros, para vencer el pecado del mundo, si no hubiera sido un gran creyente. No era un “dios que se pasea por la tierra”, sino el creyente verdadero “capaz de Dios” (capax Dei) en su vida hasta la consumación de todo. El antagonismo contra el pecado (usa el verbo antagônidsomai) se ha convertido en la fuerza trasformadora de su vida y esa debe ser la actitud cristiana para el autor de Hebreos.

El fuego del amor que trasforma el mundo.
Y en este ámbito de radicalidades que la lecturas de este domingo ponen de manifiesto, aparece el texto del evangelio de Lucas (12,49-53) con todas sus contradicciones semíticas, con su lenguaje de símbolos, de contrastes orientales: paz-guerra, amor-odio. Jesús profetiza prendiendo fuego al mundo; trayendo una guerra, un combate, mejor, al que invita a participar. Estas palabras de Jesús nos hablan de la radicalidad de su mensaje evangélico. Este es radical porque busca la raíz de las cosas. En todo caso no debemos evitar la pregunta en lo que respecta al qué hacer para llevar a la práctica el seguimiento de Jesús y, en consecuencia, la radicalidad por la que hay que optar. Sabemos que estas palabras se trasmiten en el ámbito de un grupo apocalíptico, radicales itinerantes cristianos de primera hora, al menos en una primera fase, que muestra lo en serio que se tomaron el evangelio de Jesús.

Consideramos que el espíritu de la radicalidad de estas palabras de Jesús permanece y debe mantener su vigor en medio del realismo que sin duda nos apremia. La radicalidad obedece a una mentalidad, a unas circunstancias, que no pueden ser las mismas para el s. XXI. Jesús era un hombre de su tiempo que usaba también el lenguaje de su tiempo. Él hablaba sirviéndose de metáforas, imágenes y comparaciones entendidas en aquella época. Porque ¿a dónde nos llevaría una interpretación literal del evangelio de hoy, o un dicho como “si alguno viene a mi y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26), cuando él mandó amar a todos, incluso a los enemigos? No se puede pedir amar a los enemigos y “odiar” a los padres o hermanos, ¡sería absurdo! Pero el espíritu de lo que Jesús quería expresar permanece: frente a este mundo, el evangelio es un signo de contradicción. Hay que amar, no odiar; pero el amor, frente a este mundo injusto y de desamor, es una guerra. Lo será siempre. En realidad es una guerra en la que no caben medias distintas y en la que los lazos familiares pueden saltar por los aires.

No es posible olvidar que estamos hablando desde la analogía, del contraste y el simbolismo. Los profetas itinerantes, casi como unos filósofos cínicos para algunos, se expresaban así: ¿los míos o Jesús? ¿yo o el evangelio? Son palabras proféticas que siempre mantendrán su vigencia, sin que las rebajemos a lo inútil. Algunos han hablado del “terrorismo” o el “fundamentalismo” de la ética cristiana. Es posible que los conceptos de actualidad puedan resultar explicativos… pero no es ni terrorismo ni fundamentalismo, sino que cuando el evangelio se vive con radicalidad nuestra vida no puede ser como siempre, como se ha aprendido de los “nuestros”, porque los “nuestros” pueden estar lejos del proyecto profético de Jesús. Lo que se ha mamado en nuestro ámbito no siempre es lo mejor. Los “nuestros” son más nuestros cuando vivimos la radicalidad del amor y eso trae fuego a la tierra. A los nuestros los amamos, pero sin renunciar a lo que Dios desea. Eso lo vivió Jesús como experiencia liberadora que quiso trasmitir a los suyos, para cambiar una religión “nuestra” que no tenía vida. Y si “los nuestros” no nos aceptan en esta guerra de amor, desde el evangelio y con el evangelio, seguirán siendo los nuestros, pero no haremos lo que ellos quieren. Los nuestros, a veces, piden odio o venganza: ahí está la guerra, el fuego del evangelio. Esa fue la experiencia del profeta de Galilea.

Lucas 12, 49-53
«¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra?»
-De labios de Jesús- escuchamos afirmaciones estremecedoras: «He venido a encender fuego en el mundo» (Lc 12,49); «¿creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues os digo que no, sino división» (Lc 12,51). Y es que la verdad divide frente a la mentira; la caridad ante el egoísmo, la justicia frente a la injusticia…

En el mundo -y en nuestro interior- hay mezcla de bien y de mal; y hemos de tomar partido, optar, siendo conscientes de que la fidelidad es “incómoda”. Parece más fácil contemporizar, pero a la vez es menos evangélico.

Nos tienta hacer un “evangelio” y un “Jesús” a nuestra medida, según nuestros gustos y pasiones. Hemos de convencernos de que la vida cristiana no puede ser una pura rutina, un “ir tirando”, sin un constante afán de mejorar y de perfección. Benedicto XVI ha afirmado que «Jesucristo no es una simple convicción privada o una doctrina abstracta, es una persona real cuya entrada en la historia es capaz de renovar la vida de todos».

El modelo supremo es Jesús (hemos de “tener la mirada puesta en Él”, especialmente en las dificultades y persecuciones). Él aceptó voluntariamente el suplicio de la Cruz para reparar nuestra libertad y recuperar nuestra felicidad: «La libertad de Dios y la libertad del hombre se han encontrado definitivamente en su carne crucificada» (Benedicto XVI). Si tenemos presente a Jesús, no nos dejaremos abatir. Su sacrificio representa lo contrario de la tibieza espiritual en la que frecuentemente nos instalamos nosotros.

La fidelidad exige valentía y lucha ascética. El pecado y el mal constantemente nos tientan: por eso se impone la lucha, el esfuerzo valiente, la participación en la Pasión de Cristo. El odio al pecado no es cosa pacífica. El reino del cielo exige esfuerzo, lucha y violencia con nosotros mismos, y quienes hacen este esfuerzo son quienes lo conquistan (cf. Mt 11,12).

«Sintamos la ilusión de llevar el fuego divino de un extremo a otro del mundo, de darlo a conocer a quines nos rodean: para que también ellos conozcan la paz de Cristo y, con ella, encuentren la felicidad» (San Josemaría)

«El fuego del cual habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Jesús desea que el Espíritu Santo estalle como el fuego en nuestro corazón» (Francisco)

«En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un ‘Bautismo’ con que debía ser bautizado. La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado son “figuras” del Bautismo y de la Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.225)

EL SEÑOR LES DA LA PAZ

Fuente: Jorge Armando Girón Sosa

PRESBITERO

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Chetumal

CALOR, LLUVIAS Y HUMEDAD: QUINTANA ROO BAJO EL EFECTO DE LA VAGUADA TROPICAL

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Este sábado, Quintana Roo amanece bajo la influencia de una vaguada en altura que, junto con el ingreso de humedad proveniente del Golfo de México y el Mar Caribe, genera condiciones propicias para lluvias fuertes en gran parte del estado. Aunque el ambiente se mantiene caluroso, se prevén precipitaciones intermitentes acompañadas de actividad eléctrica y ráfagas de viento.

🌡️ Temperaturas por municipio (°C / sensación térmica):

  • Benito Juárez (Cancún): 32° / 36°
  • Solidaridad (Playa del Carmen): 32° / 37°
  • Cozumel: 31° / 35°
  • Tulum: 32° / 38°
  • Felipe Carrillo Puerto: 32° / 37°
  • Othón P. Blanco (Chetumal): 32° / 39°
  • Bacalar: 32° / 38°
  • José María Morelos: 32° / 36°
  • Isla Mujeres: 31° / 34°
  • Lázaro Cárdenas: 32° / 36°
  • Puerto Morelos: 32° / 35°

☁️ Condiciones generales:

  • Cielo mayormente nublado
  • Lluvias ligeras a moderadas por la tarde
  • Vientos del este-noreste entre 10 y 15 km/h
  • Humedad relativa alta, superior al 70%

📝 Conclusión: El día se perfila caluroso y húmedo, con lluvias que podrían aliviar momentáneamente el bochorno. Se recomienda mantenerse hidratado, evitar la exposición prolongada al sol y tomar precauciones ante posibles encharcamientos. El clima tropical sigue marcando el ritmo de la península.

Fuente: 5to Poder Agencia de Noticias

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