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Padre obliga a su hijo a destruir su PlayStation por malas calificaciones

ESTADOS UNIDOS, 4 DE ABRIL.- En un video subido a YouTube un padre afroamericanomencionó que ya había advertido a su hijo para que mejorara sus notas, las cuales habían caído dramáticamente desde que el joven empezó a jugar y ver demasiado YouTube en su PlayStation 4.
Al no ver mejora, el señor obligó al menor a destruir su propia consola con un martillo. Dado que el niño no pudo hacerlo pues se encontraba en un mar de lágrimas, el padre lo destruyó finalmente con un martillo y luego lo arrolló con su auto. Mira la evidencia a continuación:
El video se volvió rápidamente viral en redes sociales, en donde recibió tanto críticas por ser una medida extrema como elogios por obligar al niño las consecuencias de sus actos. Aunque la sentencia pudo haber salido cara, el padre se aseguró que su hijo aprendiera la lección… por las malas.
Fuente: Debate

Fé & Religión
EL HIJO PRODIGO

Números 21, 4b-9:
El pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo».
El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:
«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

Salmo 77
No olvidéis las acciones del Señor.
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, inclina el oído a las palabras de mi boca: que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado.
Cuando los hacía morir, lo buscaban, y madrugaban para volverse hacia Dios; se acordaban de que Dios era su roca, el Dios Altísimo su redentor.
Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él, ni eran fieles a su alianza.
Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía: una y otra vez reprimió su cólera, y no despertaba todo su furor.
Filipenses 2, 6-11
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre.

Juan 3, 13-17
Dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».
De paso por el desierto.
Este texto del libro de los Números nos resulta hoy una verdadera leyenda religiosa, casi pagana, propia de un pueblo del desierto que tiene que defenderse contra los adversarios más naturales de ese hábitat. No podía ser de otra manera y no merecería la pena entrar en una interpretación historicista del relato (como sería el pensar que esta tradición habría nacido en contacto con las minas de cobre en la Arabá, en Timna, cuando el pueblo pasa por allí). Sabemos que a la religión se le ha dotado de tradiciones y leyendas que a veces pueden resultar demasiado culturalistas. Eso es lo que sucede en este caso. Los hombres siempre han recurrido a artes extrañas e incluso las han plasmado en ritos religiosos con los que quiere expresar que solamente es posible que Dios nos defienda.

La solidaridad divina se ha humanizado.
Son muchos los que piensan que Filipenses 2: 6-11 es en su esencia un antiguo himno cristiano. Pablo lo tomó, lo adaptó y lo retocó, con objeto de que sirviera para poner ante la comunidad de Filipos el “modelo” de la deidad velada en el misterio de su anonadamiento. Los creyentes alababan al Hijo de Dios: porque “se despojó a sí mismo” (v. 7) y escogió dejar de lado sus propios derechos y privilegios para convertirse en hombre. Y no cualquier hombre, sino un siervo humilde, esclavo, con lo que ello significaba en aquél ambiente. Y murió, pero no con una muerte humana, sino inhumana: la “mors turpissima” que se despreciaba en aquella sociedad, como se repudiaba a los esclavos y a los que hambreaban tener la dignidad que su conciencia y su corazón les dictaban.
No es determinante que insistamos o pongamos de manifiesto si las dos estrofas del himno tienen el mismo equilibrio; tampoco el trasfondo que las sustenta, aunque resulte erudito. Es una pieza, sin embargo, que quiere cantar antes que nada la kénosis (el vaciamiento, el despojamiento) de lo divino en lo humano. No se trata tampoco de que ésto lo entendamos ontológicamente, porque no es la ontología del ser divino y el humano que aquí prevalece. Es verdad que antes de que Jesús, el Señor y el Hijo de Dios, fuera uno de nosotros, preexiste en una «prehistoria” divina a la que renuncia para llegar a la kénosis. Esa, y no otra, es la razón de la alabanza de este himno que se cantaba en alguna comunidad paulina. Esa prehistoria es importante, porque no se está hablando simplemente de la aparición de un hombre extraordinario, como otros hombres maravillosos han aparecido en la historia. ¡No! “Apparuit Deus in humanitatem suam” (“Dios apareció en su humanidad”).

Entonces ¿qué significa kénosis? Entre las muchas cosas que me pueden decir elegimos ésta: la solidaridad con los que no son nada en este mundo. Esa es la razón por la que se compuso este himno. Y no se trata de una simple solidaridad social, sino de radicalidad antropológica. Si se hizo esa opción antropológica es porque a Dios le interesa el hombre, la humanidad y, de la humanidad, aquellos que han sido reducidos a lo inhumano. La muerte en la cruz es la máxima expresión de lo inhumano y hasta ahí llegó. Y ello no es una simple representación estética. Por medio está toda una vida y unas opciones proféticas en medio de un pueblo quo adora a Dios, pero que le llevan a una condena. No eligió concretamente la muerte en la cruz en el misterio de su kénosis; eso quedaba a decisiones de los que podían resolver y decidían sobre la vida y la muerte de las personas. Y esos precisamente, emperadores y reyes, querían recorrer un camino opuesto al del Hijo: dejar de ser hombres para ser adorados como dioses. Algunos lo consiguieron con mucha sangre y crueldad, pero su divinidad se ha esfumado. Que Pablo haya añadido ‘y una muerte de cruz” -como muchos creen-, es para dejar bien asentada esa solidaridad radical.
Por eso se le dio un nombre nuevo. El nombre es una misión, Su nombre es Jesús, el que tuvo siendo hombre en esta historia, pero desde la cruz ese nombre viene a ser fuente de salvación: Dios es mi salvador, significa. El crucificado, pues, ya no es un maldito, sino el bendito porque ha sabido llegar a “entregarse” por todos. Y al nombre de Jesús… La cruz no es adorada, no puede serlo, La cruz es un patíbulo y sigue siendo un patíbulo para muchos. En la cruz hay que poner un nombre, una persona, una historia real, un Hijo, que es lo que le da sentido. Allí, en la cruz, se resuelve toda una historia de amor de Dios por la humanidad. Y esa historia la realiza Jesús, el crucificado, que por su solidaridad con la humanidad es glorificado.
El amor crucificado es glorificado.
El diálogo con Nicodemo es una de las estampas más significativas del evangelio de Juan. Nicodemo, desde “su noche”, viene -según el evangelista- a encontrarse con Jesús ¿por qué? Habría que pensar en el trasfondo de la comunidad joánica, así como en el acercamiento de algunos judíos a los cristianos, para poder entender esta escena. Hubo enfrentamientos muy fuertes entre judíos y cristianos, y esto se refleja en este evangelio. Pero también hubo judíos que con toda su carga religiosa y su tradición querían buscar la verdad, la luz, el agua viva, el nuevo maná. Los israelitas en el desierto protestaban contra el maná y vinieron serpientes. Estos conceptos teológicos son muy propios del evangelio de Juan.

En concreto, los vv. 13-17 corresponden a una reflexión teológica, sobre palabras de Jesús, que tienen una carga soteriológica de envergadura. Aquí se ha querido ir más allá de lo que el mismo Jesús pudo decir en su vida histórica. Porque no podemos olvidar que este evangelio se construye con una ideología soteriológica que se pone de manifiesto desde la misma presencia de Jesús en la “encarnación”. Jesús es el “revelador” de la salvación y quien se encuentra con él y cree en él, se encuentra con la vida. El texto, además, intenta superar la escena religioso-culturalista de la primera lectura (Núm 21,8). Ahora los hombres no tienen que mirar a una serpiente en su “abrasador” (saraf: cf Is 30,6), sino al trono de la cruz, donde ha sido elevado el Hijo del hombre. Ahora la salvación no queda en mirar a un animal venenoso, por mucho simbolismo que tuviera en la antigüedad y en la Biblia.
En la cruz está el “hijo del Hombre”. El “abrasador” es una cruz que los hombres han levantado para quien revelaba a Dios de una forma nueva e inaudita. Y esto lo explica la teología joánica como “amor” de Padre al mundo. Es, probablemente, la afirmación soteriológica más decisiva de estas palabras del evangelio. El Hijo de Dios ha venido entregado por el Padre “para salvar” al mundo. El mundo en San Juan son los hombres que no aceptan el proyecto salvífico de Dios. Bien, pues ese Dios no odia al mundo, sino que lo ama y así lo muestra en el misterio de la entrega del Hijo. Podríamos atrevemos a decir que el texto evangélico de hoy es una “versión” joánica del himno de la carta a los Filipenses, ni más, ni menos. Con un trasfondo distinto, pero que viene a misma verdad.
Se ha dicho que este es también un texto de profundo calado escatológico, muy propio de la teología joánica. ¡Es verdad! El juicio de nuestra salvación futura no es una decisión jurídica y enrevesada de última hora ante un ficticio tribunal divino. Esa es una imagen apocalíptica poco feliz. Es en el presente donde se está decidiendo nuestro porvenir salvífico. Ello es posible al aceptar por la fe al que ha sido “elevado a lo alto”, en la cruz, donde se inicia su gloria. En la teología del cuarto evangelio la elevación en la cruz es la glorificación; por eso se permite proclamar: “y yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.” (Jn 12,32-33). Toda una garantía que teológicamente es irrenunciable: el Dios de nuestra salvación es un Dios que ama al mundo que lo rechaza. No un dios perverso o rencoroso. Es un Dios que quiere ser aceptado, que quiere ser amado, desde el amor que Él mismo ha mostrado en su Hijo entregado hasta la muerte en la cruz. Esa es su gloria esa es nuestra garantía.

Juan 3, 13-17
«Para que todo el que crea en Él tenga vida eterna»
El Evangelio es una profecía, es decir, una mirada en el espejo de la realidad que nos introduce en su verdad más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos: la Cruz, la Santa Cruz de Jesucristo, es el Trono del Salvador. Por esto, Jesús afirma que «tiene que ser levantado el Hijo del hombre» (Jn 3,14).
Bien sabemos que la cruz era el suplicio más atroz y vergonzoso de su tiempo. Exaltar la Santa Cruz no dejaría de ser un cinismo si no fuera porque allí cuelga el Crucificado. La cruz, sin el Redentor, es puro cinismo; con el Hijo del Hombre es el nuevo árbol de la Sabiduría. Jesucristo, «ofreciéndose libremente a la pasión» de la Cruz ha abierto el sentido y el destino de nuestro vivir: subir con Él a la Santa Cruz para abrir los brazos y el corazón al Don de Dios, en un intercambio admirable. También aquí nos conviene escuchar la voz del Padre desde el cielo: «Éste es mi Hijo, en quien me he complacido» (Mc 1,11). Encontrarnos crucificados con Jesús y resucitar con Él: ¡he aquí el porqué de todo! ¡Hay esperanza, hay sentido, hay eternidad, hay vida! No estamos locos los cristianos cuando en la Vigilia Pascual, de manera solemne, es decir, en el Pregón pascual, cantamos alabanza del pecado original: «¡Oh!, feliz culpa, que nos has merecido tan gran Redentor», que con su dolor ha impreso “sentido” al dolor.
«Mirad el árbol de la cruz, donde colgó el Salvador del mundo: venid y adorémosle» (Liturgia del Viernes Santo). Si conseguimos superar el escándalo y la locura de Cristo crucificado, no hay más que adorarlo y agradecerle su Don. Y buscar decididamente la Santa Cruz en nuestra vida, para llenarnos de la certeza de que, «por Él, con Él y en Él», nuestra donación será transformada, en manos del Padre, por el Espíritu Santo, en vida eterna: «Derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados».
«Allí donde un cristiano gaste su vida honradamente, debe poner con su amor la Cruz de Cristo, que atrae a Sí todas las cosas» (San Josemaría)
«No existe un cristianismo sin la Cruz y no existe una Cruz sin Jesucristo. Por esto, un cristiano que no sabe gloriarse en Cristo crucificado no ha entendido lo que significa ser cristiano» (Francisco)
«La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados. La oración cristiana practica el Vía Crucis siguiendo al Salvador. Las estaciones desde el Pretorio, al Gólgota y al Sepulcro jalonan el recorrido de Jesús que con su santa Cruz nos redimió» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.669)
EL SEÑOR LES DA LA PAZ
Fuente: Presbítero Jorge Armando Girón Sosa

Cancún
TRANSFORMACIÓN SOCIAL EN CANCÚN: EDUCACIÓN Y DIGNIDAD PARA QUIENES MÁS LO NECESITAN

Cancún, Q. R., a 12 de septiembre de 2025.– En su Primer Informe de Gobierno, la Presidenta Municipal Ana Paty Peralta reafirmó el compromiso de su administración 2024-2027 con los sectores más vulnerables de Benito Juárez, destacando avances significativos en educación y asistencia social.
Como parte del programa “Pasos para la Transformación”, se entregaron 119 mil pares de tenis escolares a estudiantes de nivel básico en 429 escuelas públicas, además de tres mil 834 becas educativas para alumnos de nivel básico, medio superior y superior, priorizando a quienes enfrentan condiciones económicas adversas.

En infraestructura escolar, se construyeron 14 domos ligeros, dos domos con canchas de usos múltiples, módulos de arcotecho y una barda perimetral en el C.B.T.I.S. 272, fortaleciendo el entorno educativo y la seguridad de los estudiantes.

Asimismo, se distribuyeron más de 2.6 millones de raciones alimenticias a niñas y niños en zonas prioritarias, garantizando su nutrición y desarrollo.

En atención a adultos mayores, se ofrecieron talleres, actividades recreativas y más de 24 mil raciones alimenticias, promoviendo su bienestar integral desde espacios comunitarios seguros.
“Las personas mayores son el corazón vivo de Cancún”, expresó la Alcaldesa.
Fuente: 5to Poder Agencia de Noticias
