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Identifican los restos de la mexicana Blanca Arellano; le quitaron los órganos

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Ciudad de México.- Diez días después de que se localizaran restos humanos en una playa de Perú, de los cuales se sospechaba podría tratarse de la mexicana Blanca Arellano, quien viajó a aquel país para encontrarse con un médico peruano a quien conoció por internet, hoy se confirmó que se trata de ella.

De acuerdo con medios nacionales el cuerpo presentaba fracturas en las costillas, no tenía órganos y en las manos se le habían borrado las huellas digitales.

Además el criminal “practicó en la víctima un proceso de necropsia” debido a que no se hallaron órganos y que el rostro fue retirado con la intención de no identificarse, dijeron medios locales.

Pese a las agravantes y las pruebas que van saliendo a la luz, el presunto asesino, que ya se encuentra detenido, ha negado ser el autor del crimen.

HALLAZGO DE LOS RESTOS

Este jueves ha sido capturado Juan Pablo Villafuerte, su pareja y principal sospechoso de su asesinato. Un anillo de plata flotando sobre el mar de Huacho, una provincia al norte de Lima, fue la primera pista que ayudó a los investigadores a desenmarañar el caso más brutal de feminicidio en Perú. La joya estaba encajada en un dedo sin huellas dactilares de un cuerpo que había sido descuartizado.

El pasado 9 de noviembre un hallazgo estremeció a los pescadores del puerto de Huacho, en la playa de Chorrillos. Encontraron primero una cabeza sin rostro y, horas después, un brazo. Al día siguiente, en un canal de regadío colindante a la playa, emergió el torso de un cuerpo sin órganos. Tres días después, a través de las redes sociales, la sobrina de una ciudadana mexicana llamada Blanca Arellano Gutiérrez, de 51 años, denunció que su tía estaba desaparecida, que habían perdido comunicación con ella desde el 7 de noviembre y que su pareja, Juan Pablo Jesús Villafuerte Pinto, un peruano, de 37 años, estudiante de Medicina, se había mostrado esquivo. Al punto de decirle a su familia que Blanca se había aburrido de él y había tomado la decisión de regresar a México.

Aunque Villafuerte Pinto negara, días después, haber tenido una relación sentimental con Blanca Arellano, lo cierto es que ambos se conocieron mediante grupos de videojuegos en línea durante la pandemia. Hubo afinidad y en julio de este año, Arellano, licenciada en Turismo, llegó a Lima para vivir con Villafuerte Pinto, en la casa que alquilaba en la ciudad de Huacho.

No pasaron muchos días para que los peritos de criminalística tuvieran la certeza de que el anillo pertenecía a Blanca Arellano. Encontraron demasiadas similitudes con un anillo que la víctima lucía en fotografías publicadas en sus redes sociales. El martes 15, agentes del Departamento de Investigación Criminal ingresaron a la casa de Villafuerte Pinto, quien guardó silencio durante el interrogatorio policial, y realizaron una prueba de luminol para aflorar manchas de sangre latentes en diversas zonas del lugar. Las pruebas son irrefutables: se hallaron rastros en el baño, el lavadero, artículos de limpieza e incluso en el colchón. También hallaron ropa de mujer, unas maletas y una bandera de México.

Fue recién ese día, una semana después de la desaparición de Blanca Arellano, que la Fiscalía solicitó al Poder Judicial una orden de detención preliminar contra Villafuerte Pinto. Después de horas de incertidumbre, el presunto asesino fue capturado la tarde del jueves en el distrito de Villa El Salvador, en Lima. No solo está acusado de feminicidio, sino que es sospechoso de tráfico de órganos.

Los peritos en criminalística sostienen que las mutilaciones, sobre todo la desfiguración del rostro, fue realizado por un especialista, pues se trata de cortes sin irregularidades. Y que probablemente no lo realizó solo. La familia de Blanca Arellano se encuentra en la capital peruana para realizar las diligencias correspondientes a la formalización de la identificación.

Fuente Sin Embargo

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Tabasco al Borde del Abismo: La Guerra Silenciosa entre el CJNG y La Barredora Siembra Terror y Desafía la Estabilidad Estatal

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La primera luz del alba apenas comenzaba a pintar el horizonte tabasqueño cuando el hallazgo macabro irrumpió en la relativa calma, tiñendo la jornada de un presagio sombrío y familiar. En la periferia polvorienta de Villahermosa, una ciudad que paradójicamente ostenta el deshonroso título de la más insegura del país según las recientes encuestas del INEGI, un cuerpo decapitado yacía como un despojo, abandonado a la vera del camino. Junto a él, un narcomensaje, un trozo de cartulina con letras amenazantes, helaba la sangre incluso antes de ser leído por los peritos de la fiscalía. Este no es un incidente aislado, sino un eslabón más en la cadena de terror que estrangula al estado, una consecuencia directa de la brutal guerra territorial entre el omnipresente Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y la organización local, La Barredora, cuya sed de sangre no es menor.

La noticia, cruda y escalofriante, se propagó rápidamente a través de los grupos de WhatsApp y las transmisiones de radio locales, sembrando una profunda sensación de vulnerabilidad entre los habitantes de Tabasco. La brutalidad del acto, la decapitación como una firma macabra que evoca los peores momentos de la lucha contra el narcotráfico en México, resonó con fuerza en una región históricamente marcada por la violencia. Aunque las autoridades han optado por un silencio cauteloso, la confirmación tácita a través de fuentes extraoficiales fue suficiente para que el miedo se arraigara nuevamente en los hogares tabasqueños, donde las puertas se cierran con doble llave al caer la noche.

El narcomensaje encontrado junto al cuerpo, cuyos detalles específicos se mantienen bajo reserva para no entorpecer las investigaciones en curso, se presume que contenía amenazas directas y advertencias explícitas dirigidas a La Barredora. Este tipo de comunicación, directa y sin adornos, es una táctica común en la guerra entre cárteles, utilizada para intimidar al rival, marcar territorio con sangre y enviar un mensaje escalofriante a la sociedad: el control se disputa a balazos y cuchilladas, y la vida de cualquiera puede ser moneda de cambio. La mera existencia del mensaje tensa aún más el ambiente, sugiriendo que la confrontación, lejos de amainar, se recrudece con cada amanecer.

La escalada de violencia en Tabasco no es un fenómeno reciente, sino la dolorosa culminación de una lenta pero constante descomposición del tejido social y de la evidente incapacidad del Estado para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. En los últimos meses, el estado ha sido testigo de un aumento alarmante en los enfrentamientos armados, tanto en las colonias populares de las ciudades como en las comunidades rurales olvidadas. Secuestros exprés que dejan familias rotas, extorsiones que asfixian a los pequeños negocios, el robo descarado de hidrocarburos que alimenta las arcas del crimen y las ejecuciones sumarias que engrosan las estadísticas de muertes violentas se han convertido en una preocupante rutina, alterando la vida cotidiana y sembrando el terror en cada esquina. La presencia de hombres fuertemente armados, moviéndose en camionetas blindadas y portando un arsenal que a menudo supera al de las fuerzas del orden locales, es una imagen cada vez más común en las carreteras y los caminos vecinales de Tabasco.

La disputa entre el CJNG y La Barredora responde a una lógica territorial y económica despiadada. El control de las rutas de trasiego de drogas que atraviesan el estado, el lucrativo negocio del “huachicol” que sangra los ductos de Pemex, y la extorsión sistemática a comerciantes, empresarios e incluso pequeños vendedores ambulantes son los principales combustibles de esta sangrienta confrontación. El CJNG, con su vasta infraestructura y su poderío económico a nivel nacional, busca imponer su ley en Tabasco, un estado estratégico por su ubicación y sus conexiones logísticas. Por su parte, La Barredora, un grupo local con un conocimiento profundo del terreno y arraigo en algunas comunidades, se resiste a ceder su control, luchando con una ferocidad desesperada por mantener su cuota de poder e influencia.

La respuesta de las autoridades estatales y federales ante esta creciente ola de violencia ha sido recibida con escepticismo y frustración por gran parte de la población. Si bien se han implementado operativos conjuntos, con el despliegue de elementos de la Guardia Nacional, el Ejército y la policía estatal, la percepción generalizada es que las fuerzas de seguridad se ven superadas por la capacidad de fuego y la sofisticación de los grupos criminales. La falta de una estrategia integral y a largo plazo, así como las persistentes denuncias de corrupción en algunos niveles de gobierno, son señaladas como obstáculos que impiden una respuesta efectiva y contundente.

La situación de inseguridad tiene un impacto devastador en todos los aspectos de la vida en Tabasco. El sector empresarial local se ve paralizado por las extorsiones y la incertidumbre, lo que frena la inversión y la creación de empleos formales. La vida cotidiana de los ciudadanos se ve cada vez más restringida por el miedo a salir de casa, a transitar por ciertas zonas consideradas peligrosas o a realizar actividades que antes eran parte de la normalidad. La confianza en las instituciones se desmorona, y la sensación de indefensión se extiende como una sombra sobre la población. La reciente designación de Villahermosa como la ciudad más insegura del país no es una simple estadística; es el reflejo palpable del miedo y la angustia que viven sus habitantes día a día.

Ante la aparente ineficacia de las medidas gubernamentales, la sociedad civil organizada comienza a movilizarse con mayor determinación. Colectivos de víctimas que buscan justicia, organizaciones no gubernamentales que trabajan en la defensa de los derechos humanos y ciudadanos preocupados que exigen un cambio han convocado a marchas silenciosas, foros de discusión y campañas de concientización para visibilizar la magnitud del problema y presionar a las autoridades para que actúen con firmeza y transparencia. La demanda unánime es por un Tabasco donde la paz no sea una utopía y donde el Estado de Derecho deje de ser una promesa incumplida.

El gobierno estatal, liderado por el Gobernador Carlos Manuel Merino Campos, ha emitido comunicados oficiales condenando enérgicamente los actos de violencia y reiterando su compromiso de trabajar en coordinación con las fuerzas federales para restablecer el orden. Sin embargo, estas declaraciones contrastan con la cruda realidad que viven los tabasqueños, quienes exigen resultados tangibles y una estrategia clara para frenar la espiral de violencia. La magnitud del desafío requiere una acción que vaya más allá de los operativos reactivos y que aborde las causas profundas de la violencia, incluyendo la desigualdad social, la falta de oportunidades para los jóvenes y la impunidad que protege a los criminales.

La crisis de seguridad en Tabasco no es un problema aislado, sino un síntoma alarmante de la compleja y multifacética lucha contra el crimen organizado que enfrenta México en varias regiones del país. Sin embargo, la particular dinámica entre el CJNG y La Barredora, con sus propias reglas no escritas y códigos de confrontación, exige un análisis detallado y soluciones adaptadas a la realidad local. La inteligencia policial efectiva, la desarticulación de las redes financieras que sostienen a estos grupos, el fortalecimiento de las instituciones de justicia para romper el ciclo de impunidad y la implementación de programas de prevención del delito con un enfoque social son elementos cruciales para intentar revertir la tendencia actual.

Mientras la violencia continúa cobrando vidas y sembrando terror en cada rincón del estado, los habitantes de Tabasco viven en una angustiosa incertidumbre. El hallazgo del cuerpo decapitado en el amanecer y el ominoso narcomensaje son un sombrío recordatorio de la urgencia de una respuesta efectiva y coordinada por parte de las autoridades. La nación observa con creciente preocupación el desarrollo de los acontecimientos en Tabasco, esperando que se implementen medidas concretas que logren frenar esta escalada de violencia y devolver la esperanza a una sociedad que clama por paz y justicia. El futuro del estado pende de un hilo, y la capacidad del Estado mexicano para hacer frente a este desafío definirá no solo el destino de Tabasco, sino también la credibilidad de sus instituciones en la lucha contra la sombra ensangrentada del crimen organizado.

Fuente: medios locales Tabasco

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Doble Golpe a Tabasco: Fugas Gemelas en Ducto de Pemex Desatan Crisis Ambiental y Polémica en Torno a Dos Bocas

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Una densa capa de crudo ha transformado la paradisíaca costa de Tabasco en un escenario de desolación, luego de que Petróleos Mexicanos (Pemex) confirmara la pesadilla que los habitantes de la región temían: dos fugas simultáneas en un ducto vital, ubicado en las proximidades de la emblemática, y a menudo controversial, refinería de Dos Bocas. La magnitud del desastre se ha revelado con la admisión de que aproximadamente 300 barriles de hidrocarburo han sido vertidos al Golfo de México, extendiéndose a lo largo de varios kilómetros de litoral y sembrando la alarma entre comunidades pesqueras y ambientalistas.

Desde las primeras horas del día, reportes de pescadores y pobladores alertaban sobre manchas oscuras y un fuerte olor a petróleo que invadía el ambiente. Imágenes impactantes, difundidas a través de redes sociales, mostraban la cruda realidad: aves cubiertas de un espeso manto negro luchando por sobrevivir, tortugas marinas intentando desesperadamente escapar de la contaminación y la arena, antes un lienzo dorado, ahora impregnada de un pegajoso residuo oscuro. La biodiversidad local, rica y vulnerable, se enfrenta a una amenaza sin precedentes.

La confirmación oficial, aunque tardía para muchos, llegó de la mano de la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, quien aseguró que Pemex ya se encuentra desplegando esfuerzos para contener y remediar la situación. Sin embargo, esta declaración no ha logrado disipar la creciente indignación y la desconfianza que se han instalado en la región. La lentitud en la respuesta inicial, sumada a la opacidad en la información sobre las causas exactas de las fugas y la extensión real del daño, han exacerbado la sensación de abandono y la exigencia de rendición de cuentas.

“Es una catástrofe, una verdadera tragedia para nuestras familias”, lamentaba entre lágrimas Don Manuel, un pescador con más de 40 años faenando en las ahora contaminadas aguas. “Nuestras redes están llenas de petróleo, los peces están muriendo. ¿De qué vamos a vivir ahora?”. Su testimonio es solo uno de los muchos que reflejan la angustia de una comunidad cuya subsistencia depende directamente de la salud del ecosistema marino.

Las preguntas sobre las causas de estas fugas gemelas resuenan con fuerza a nivel nacional. ¿Se trató de un accidente fortuito, de un acto de sabotaje, de una negligencia en el mantenimiento de la infraestructura o, quizás, de un sombrío presagio de los desafíos operativos que podría enfrentar la tan publicitada refinería de Dos Bocas? La falta de respuestas claras por parte de Pemex alimenta la especulación y la exigencia de una investigación transparente y exhaustiva.

Mientras brigadas de trabajadores luchan contra el tiempo para contener la expansión de la “marea negra”, utilizando barreras de contención y equipos de limpieza, el daño ecológico ya es significativo. Expertos en medio ambiente advierten sobre las consecuencias a largo plazo para los manglares, los arrecifes de coral y las diversas especies marinas que habitan la zona. La recuperación del ecosistema podría llevar años, e incluso décadas, con un impacto económico devastador para las comunidades locales.

Organizaciones de la sociedad civil y grupos ambientalistas han alzado la voz, condenando enérgicamente la negligencia de Pemex y anunciando la presentación de acciones legales para exigir justicia y reparación del daño. Recuerdan los amargos precedentes de otros derrames en la región, donde la impunidad y la falta de remediación efectiva han dejado cicatrices imborrables en el medio ambiente y en la vida de las personas.

Este incidente se erige como un desafío temprano y de gran magnitud para el nuevo gobierno que se avecina. La gestión de esta crisis pondrá a prueba su compromiso con la protección ambiental, la transparencia en la información y la capacidad de hacer rendir cuentas a una empresa estatal históricamente marcada por incidentes de este tipo. La mirada de la nación y de la comunidad internacional se posa ahora sobre Tabasco, esperando no solo medidas paliativas, sino una estrategia integral y efectiva para prevenir futuros desastres y garantizar la justicia ambiental para las comunidades afectadas. La doble fuga en Dos Bocas ha desatado una crisis que va más allá de la contaminación, abriendo un debate crucial sobre el futuro de la industria petrolera en México y su relación con el medio ambiente y las comunidades locales.

Fuente: 5to Poder Agencia de Noticias

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