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¿Seguirán los abrazos?

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Opinión / Visión Periférica

Por: Cliserio E. Cedillo Godínez

Ante los últimos acontecimientos bélicos en los estados de Guanajuato, Jalisco, Chihuahua, Baja California y Michoacán con verdaderos actos de terrorismo que alarman a propios y a extraños, los Invitados Permanentes de la Sociedad Civil al Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP) hacen un exhorto, a través de una carta abierta,  serio y desesperado a las altas autoridades del país por la “necesidad imperante de buscar a los responsables de tales hechos y que sean llevados de manera expedita ante la justicia para ser procesados acorde a las leyes vigentes y así reestablecer el orden”.

¿Qué significa eso? Sencillamente que ya se rebasaron todos los límites, porque según los invitados al CNSP se ha perdido el orden. Es decir, las autoridades encargadas de mantener la seguridad de todos los mexicanos, incluyendo al Ejército, Marina Armada de México y Guardia Nacional, han sido rebasadas con repercusiones graves para todos los mexicanos, sobre todo para los destinos turísticos del norte del país, ya que el Departamento de Estado de Estados Unidos (EU) recomienda no viajar a cinco estados de México; en tanto que mantiene la alerta para once entidades más.

La verdad es que la acción del hampa ha rebasado todos los parámetros, razón por la cual el vecino país del norte, a través de su consulado en Tijuana, emitió recientemente una alerta más bajo el título de “Incendios, bloqueos carreteros y actividad policiaca” por la violencia que se ha vivido en lugares de Baja California, como el mismo Tijuana, Mexicali, Rosarito, Ensenada y Tecate, a donde recomienda no viajar.

Sí. Desde hace mucho quedó claro que la “estrategia de abrazos, no balazos” es un vil fracaso, porque el hampa no tiene escrúpulos y no se tienta el corazón para nada, sin importar que en su guerra criminal se lleve entre sus balas a inocentes de todas las edades; en tanto que mantiene a toda la población con “el Jesús en la boca” ante el terrorismo creciente, donde muchos inocentes son los paganos.

Es así que los Invitados Permanentes de la Sociedad Civil al CNSP advierten que los acontecimientos sucedidos en los últimos días en los estados de Guanajuato, Jalisco, Chihuahua, Baja California y Michoacán, “son actos que a todas luces han vulnerado la tranquilidad y la paz a la cual nos hemos comprometido todos en el Consejo a mantener”.

De igual forma dicen que tienen claro que los retos son mayúsculos y que es necesario trabajar de la mano, y también “tenemos claro que las facultades para atender tales eventos corresponden a todos los niveles y órdenes de gobierno… lo cual obliga a focalizar de manera puntual desde el orden federal por todas las implicaciones que derivarán en términos sociales y económicos, pero sobre todo por la necesidad de brindar el orden y la paz que es una obligación del Estado Mexicano”.

Cabe explicar que los firmantes del documento en cuestión, no son simples ciudadanos, sino que tomaron protesta de voz del presidente Andrés Manuel López Obrador como “Invitados Permanentes de la Sociedad Civil al CNSP en la cuadragésima séptima sesión ordinaria celebrada el 16 de diciembre de 2021 en Villahermosa Tabasco, según acuerdo 06/XLVII/21, mismo que fue publicado en Diario Oficial de la Federación el día 29 de diciembre de 2021.

Es decir, son personajes de excelente trayectoria, pero que ante el fracaso de las estrategias gubernamentales “apelan a la necesidad imperante de buscar a los responsables de tales hechos y que sean llevados de manera expedita ante la justicia…”

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Cirugías estéticas: la piel de la salud mental

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Someterse a una cirugía estética antes de los 21 puede poner en riesgo tu cuerpo, tu salud y tu futuro.

Conciencia Saludablemente

Por: Psicol. Alex Barrera**

Cancún, Q.Roo (24-sep).-En las últimas dos décadas, México y gran parte del mundo han visto crecer de manera notable la demanda de cirugías estéticas. La Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) reportó que en 2023 México se consolidó entre los cinco países con mayor número de procedimientos realizados. En 2024, México registró 1 millón 294 mil 946 cirugías estéticas realizadas. Liposucción, rinoplastia y aumento de busto encabezan la lista.

No sorprende: vivimos en una era donde la imagen personal se ha convertido en carta de presentación y, en muchas ocasiones, en sinónimo de éxito; además hoy en día no solo se compite con lo que es real, sino que la IA ha propuesto estándares de belleza totalmente disruptivos a la realidad.

Pero detrás de cada bisturí se ocultan preguntas que no son meramente físicas, sino profundamente psicológicas: ¿qué nos motiva a modificar el cuerpo? ¿qué rol juega la autoestima en esa decisión? Y, sobre todo, ¿qué riesgos existen cuando estas intervenciones se realizan a edades tempranas?

El espejo de la autoestima

La psicología explica que la autoimagen es un constructo que se forma desde la infancia, influido por la familia, los pares y, en tiempos recientes, las redes sociales. Las cirugías estéticas suelen presentarse como la solución rápida a inseguridades profundas: la nariz que no encaja con los cánones, el cuerpo que no se ajusta a los filtros digitales, la piel que no refleja la juventud eterna que nos venden los anuncios.

Para muchas personas, el cambio físico puede efectivamente mejorar la percepción de sí mismas y contribuir a una vida más plena. Sin embargo, cuando la motivación surge de la presión social o de la incapacidad de aceptar el propio cuerpo, el bisturí se convierte en un parche emocional que no resuelve la raíz del problema, y que además se convierte en una situación peligrosa, dado que sin importar los cambios la mente simplemente no encuentra la satisfacción que busca.

En este orden de ideas podemos encontrar en la literatura clínica que existen pacientes que, tras una cirugía, experimentan lo que se conoce como “síndrome de dismorfia corporal” —una insatisfacción persistente con la apariencia física, que los lleva a buscar una intervención tras otra sin que con ellas puedan sentirse conformes. Aquí la cirugía no funciona como un camino hacia la salud, sino como una espiral de dependencia emocional y económica, que en el peor de los casos puede tener consecuencias fatales.

Juventud, bisturí y decisiones apresuradas

Un tema particularmente sensible es el de las cirugías estéticas en personas menores de 21 años. Y es que a pesar de que los registros estadísticos en México no demuestran una cifra específica para operaciones en menores de edad, el diario el País, en una nota reciente menciona que en México se realizan más de 280 mil cirugías plásticas a menores cada año, cifra que no es pequeña y es que la recomendación de esperar hasta los 21 años de edad para efectuar alguna cirugía estética no es caprichosa: tiene fundamentos médicos y psicológicos.

En primer lugar, el cuerpo humano sigue en desarrollo hasta el inicio de la tercera década de vida. Someter a una persona de 16 o 18 años a una cirugía de aumento o reducción implica intervenir sobre un organismo aún cambiante. El resultado puede distorsionarse con el tiempo, con consecuencias físicas y emocionales.

En segundo lugar, el cerebro humano (especialmente la corteza prefrontal, que regula la toma de decisiones y la capacidad de anticipar consecuencias) alcanza su madurez plena alrededor de los 21 a 25 años. Esto significa que un adolescente o joven adulto puede tomar decisiones quirúrgicas impulsivas, motivadas más por la presión externa que por un análisis consciente y realista de los riesgos y beneficios. La psicología del desarrollo es clara: antes de esa edad la identidad personal todavía se está consolidando, y con ella, la relación con el propio cuerpo, que dicho sea de paso tampoco ha alcanzado su madurez.

No es casual que asociaciones médicas y colegios de cirugía plástica en el mundo subrayen la importancia de posponer intervenciones electivas hasta después de los 21 años. El bisturí, aplicado antes de tiempo, no sólo corta tejido: puede marcar de manera prematura la narrativa vital de una persona que todavía está aprendiendo a habitar su cuerpo.
Lo anterior es violento, porque impide al individuo relacionarse de forma natural con su cuerpo, e integrarlo de una manera óptima con el medio que le rodea, integrándose en la sociedad con sus propias virtudes y limitaciones.

La otra cirugía: la de la mente

Pensar en cirugía estética sin contemplar la salud mental es, en el mejor de los casos, una omisión peligrosa. La preparación psicológica debería ser tan indispensable como los análisis preoperatorios. Una evaluación adecuada permite detectar trastornos de la imagen corporal, episodios de depresión o ansiedad, y expectativas poco realistas. Si alguien cree que una cirugía cambiará radicalmente su vida, salvará su relación de pareja o resolverá todos sus problemas laborales, el bisturí no sólo no cumplirá su promesa: puede agravar la frustración.

La psicoterapia funciona como un “quirófano preventivo”: un espacio donde se diseccionan las motivaciones, se alinean expectativas y se fortalecen recursos internos. Muchas personas descubren que su deseo de operarse estaba más relacionado con el juicio externo que con un malestar propio. Otras, en cambio, confirman su decisión, pero lo hacen desde un lugar más sano, conscientes de los riesgos y limitaciones.
Por ello realizar una operación estética sin el debido acompañamiento psicológico resulta sin importar la edad una práctica irresponsable.

Una cultura que opera sobre nosotros

Más allá de lo individual, también es necesario hablar de lo cultural. Vivimos en sociedades que glorifican ciertos cuerpos y estigmatizan otros. En plena era digital donde las redes sociales amplifican estas narrativas con filtros, comparaciones y “antes y después” que rara vez cuentan toda la historia, la situación se magnifica descomunalmente en el imaginario de situaciones en los que el número de likes se correlaciona con la felicidad.

En ese ecosistema, la cirugía estética aparece como un boleto de entrada al reconocimiento y la aceptación; sin embargo, esa aceptación es frágil, porque depende de estándares cambiantes y, a menudo, inalcanzables que dan los medios digitales, que se distancian mucho de la realidad.

Entonces la salud mental se convierte en el antídoto: cultivar la resiliencia frente a la presión social, aprender a aceptar la propia corporalidad y diferenciar entre el deseo propio y la imposición externa. Solo desde esa fortaleza puede decidirse si una cirugía estética es un recurso válido o un espejismo.

Tristemente ni la industria ni la mayoría de la sociedad parecen querer advertir lo anterior, pues en los últimos años han sido documentadas varias muertes asociadas a cirugías estéticas en México, la mayoría vinculadas a clínicas clandestinas o procedimientos realizados sin supervisión adecuada.

Por ejemplo, en agosto de 2022 en Tijuana se reportaron al menos tres muertes en clínicas estéticas durante un corto periodo, lo que encendió alertas sobre el turismo médico mal regulado. Uno de los más sonados recientemente es el caso de Paloma Nicole, una adolescente de 14 años en Durango, quien falleció tras una operación estética (implantes y liposucción), generando indignación sobre intervenciones en menores.

Pero este no es el único caso que se ha hecho mediático, pues en 2021 corrió una liposucción letal en Monterrey, donde se identificaron irregularidades en el personal y el procedimiento, la paciente tenía 22 años; Para el siguiente año, en Tijuana, en tan solo un mes se reportaron 3 muertes.

Aunque no existe un registro nacional consolidado que permita afirmar cuántas muertes ocurren al año por estas intervenciones, los reportes locales y las denuncias en medios revelan un riesgo real y creciente ante la falta de certificación, acompañamiento psicológico y controles sanitarios eficientes.

Las cirugías estéticas no son, en sí mismas, enemigas de la salud. Pueden ser aliadas legítimas cuando responden a decisiones maduras, informadas y acompañadas por un buen cuidado psicológico. Pero la edad importa, y mucho: antes de los 21 años, tanto el cuerpo como la mente aún están en construcción, y apresurar bisturís en ese proceso puede traer más pérdidas que ganancias.

En un mundo que nos invita constantemente a cambiar la piel para encajar, la verdadera cirugía necesaria quizá no sea sobre el cuerpo, sino sobre nuestra manera de pensarnos y valorarnos. Porque ningún bisturí podrá suturar las heridas de la autoestima si no aprendemos primero a mirarnos con ojos propios, empezando por el interior.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

Si deseas contactar al especialista o necesitas ayuda terapéutica puedes comunicarte vía Whats App

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Equinoccio: la psicología de habitar la luz y la sombra

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Soltar para poder reconstruir desde la consciencia despierta

Conciencia Saludablemente


Por:  Psicol. Alex Barrera**

Cancún, Q.Roo (24-sep).-Este 22 de septiembre se cumplió un ciclo más en la vida terrícola y es que como cada año llega la renovación con el cambio de estación, la madre naturaleza con su sutil lenguaje trae el equinoccio; este suceso que dos veces al año llega para recordarnos una lección que solemos olvidar en la prisa cotidiana: la necesidad del equilibrio. El equinoccio, ese instante en que el día y la noche se encuentran en perfecta igualdad, no es sólo un evento astronómico; sino que también es una oportunidad para reflexionar, y pensar en un espejo en el que podemos mirar nuestras propias contradicciones internas.

Tomando como base lo anterior me atrevo a introducir la materia que a mi compete y es que estimado lector, no puedo dejar pasar la oportunidad de abordar el tema desde la psicología, que siendo la ciencia que estudia las complejidades de la mente y la conducta, encuentra en este fenómeno un símbolo poderoso: aprender a convivir con nuestra luz, pero también con nuestra sombra.

La vida moderna, cargada de sus viejos ideales, suele empujarnos hacia una narrativa unilateral, en la que se nos injertó la costumbre de mostrar sólo lo “luminoso”: logros, fortalezas, momentos de alegría cuidadosamente editados. Porque Dios nos libre de que alguien se entere que no somos perfectos, esa falsa idea del común social que nos invita a esconder la “oscuridad”: el miedo, la frustración, la vulnerabilidad. Sin embargo, negar esta parte es tanto como pretender que el equinoccio sólo puede existir con sol o con noche perpetua.

Es aquí donde cabe mencionar a una de las grandes figuras de la psiquiatría Carl G. Jung, quien desde la psicología profunda, ya advertía que nuestra sombra —aquello que rechazamos o reprimimos— forma parte integral de la psique. No integrarla nos vuelve incompletos, nos fragmenta.

Así en su infinita naturaleza y como buena madre la naturaleza nos enseña como regresar al balance cada cierto tiempo. El equinoccio es una oportunidad simbólica para detenernos y reconocer la dualidad. Así como el sol y la luna se dan la mano en un mismo cielo, también nosotros podemos permitirnos la reconciliación, porque la tristeza no cancela la alegría, el miedo no invalida la valentía, el fracaso no borra los logros. Lo que nos define no es la exclusión de una o varias partes de nosotros, sino la capacidad de integrarlas todas en un relato más honesto y completo, en el que entendamos que no se evade la oscuridad, por el contrario, se integra como parte de un camino que nos llevó a construir lo que hoy somos y porque existimos.

En el campo de la psicología clínica, esta metáfora cobra especial relevancia. Los procesos terapéuticos no buscan borrar la sombra, sino iluminarla. La depresión, la ansiedad o el duelo no desaparecen por decreto; requieren ser nombrados, aceptados y procesados. Para dar pie a nuevos capítulos de nuestra existencia formando nuevos mecanismos y actitudes que nos ayuden a acercarnos a nuestro bienestar.

Del mismo modo, el equinoccio nos recuerda que la oscuridad no es enemiga de la luz: es su complemento; porque sin noche no hay descanso y sin sombra no hay profundidad.

Vivir desde esta perspectiva implica también reconocer los ciclos. El equinoccio marca un tránsito: hacia la abundancia de la primavera o hacia la introspección del otoño. Y en la vida psíquica transitamos también por etapas: momentos de expansión y momentos de repliegue.

El error está en creer que debemos permanecer siempre en un estado de “día pleno”, mientras que la psicología del bienestar nos enseña que la resiliencia no consiste en evitar el dolor, sino en aprender a transitarlo, a darle un sentido y a permitir que nos prepare para la siguiente estación, sin olvidar que las piedras que hoy te lastiman, mañana en la distancia serán las mismas con las que construiste tu camino.

Este simbolismo tiene aplicaciones prácticas. En terapia narrativa, por ejemplo, el paciente es invitado a reescribir su historia desde un nuevo ángulo. El equinoccio ofrece un punto de partida perfecto para este ejercicio: mirar atrás y reconocer qué aspectos hemos mantenido en la penumbra, cuáles hemos dejado florecer bajo la luz, y qué relato queremos construir al integrar ambas dimensiones. Así como la naturaleza nunca se queda estática, nosotros tampoco estamos condenados a repetir un mismo guion.

En un mundo que constantemente nos exige perfección y positividad, reivindicar el valor del equilibrio es casi un acto de resistencia que a la larga nos lleva a una revolución interna cuyo fin sea la libertad. Permitirnos ser seres en transición, incompletos y en movimiento, es aceptar nuestra humanidad. El equinoccio, con su exactitud cósmica, nos invita a recordar que ninguna luz es eterna y ninguna sombra definitiva.

Por eso, en este cambio de estación, la invitación no es a contemplar el fenómeno astronómico como una curiosidad pasajera, sino a asumirlo como una metáfora vital. Una muestra de la sabiduría divina de la naturaleza que nos ofrece la oportunidad de soltar todo aquello que nos ata y reconstruirnos con una mirada nueva en la que no necesitemos la perpetua luz si no que nos atrevamos a surcar la obscuridad buscando el balance necesario para vivir con libertad.

Así como el día y la noche se encuentran en el mismo horizonte, nosotros también podemos reconciliarnos con nuestras contradicciones. Y en ese acto, reescribir nuestra historia personal desde la perspectiva de equilibrio y renovación, construyendo con valentía lo que por elección deseamos ser.

***** Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

Si deseas contactar al especialista o necesitas ayuda terapéutica puedes comunicarte vía Whats App

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