Opinión
¿Sectur o Fonatur?
Opinión / Cicuta del Caribe LXXX
• Otorga amparos el mismo juez contra los tramos Seis y Siete
• “Tiemblan” hoteleros y turisteros en plena época de verano
• Municipio de Bacalar empieza a crecer de forma importante
• Ya son 31 mil toneladas de sargazo en las costas del estado
• Cumple 40 años navegando el Buque Escuela Cuauhtémoc
• Supervivencia de Aeromar con septiembre como fecha clave
Por: Carlos Águila Arreola
El aún gobernador Carlos Manuel Joaquín González se incorporará al gabinete legal (Secretaría de Turismo, Sectur) o al ampliado (Fondo Nacional de Fomento al Turismo, Fonatur) de Andrés Manuel López Obrador tras concluir su mandato el próximo viernes 25 de septiembre, dependiendo de cómo vaya el Tren Maya para esa fecha.
Me explico: si el capricho sexenal de su “alteza pequeñísima” —, como llama “Ek Jefe” Diego Fernández de Cevallos Ramos al inquilino de Palacio Nacional— ya se enfiló para entonces, el ex mandatario iría directo a la Sectur, seguramente para corregir y apuntalar la política del sector, que bien o mal, mantiene a flote la paupérrima economía nacional.
Si en cambio el ferrocarril continúa conflictuado—el mismo juez que otorgó el amparo a los buzos, y que lleva todo lo legal relacionado con el polémico megaproyecto admitió otro, pero ahora para los tramos seis y siete—, Carlos Joaquín iría al Fonatur, se dice en la sede del Poder Ejecutivo federal en Ciudad de México (Cdmx).
[El juez primero de distrito del estado de Yucatán, Adrián Fernando Novelo Pérez, admitió un amparo que busca frenar la construcción y trámites de autorizaciones provisionales de ambos tramos, obra prioritaria para López Obrador.
[El magistrado yucateco, quien concedió la suspensión definitiva en el Tramo Cinco sur, admitió ahora la ampliación de la demanda que busca poner freno a los últimos tramos, que ya tienen permisos provisionales de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
[Se trata del amparo 923/2022, tramitado el 5 de abril pasado por la organización Defendiendo el Derecho a un Medio Ambiente Sano (DMAS), que en principio sólo fue contra los permisos, autorizaciones y trabajos que conllevan a la planeación, ejecución, y desarrollo en el Tramo 5 del proyecto Tren Maya.]
De acuerdo a lo que se maneja en la Cdmx, Joaquín González iría al Fonatur si se mantiene —como se prevé— en la ilegalidad en cuanto al cumplimiento de la legislación ambiental vigente bajo una lógica que no tiene desperdicio: el principal problema que enfrenta el ferrocarril del Sureste está en el Tramo Cinco Sur.
En los casi 65 kilómetros de Playa del Carmen a Tulum, en lo que era selva virgen y que las manos de mono y trascabos ya devastaron, Tartufo —persona falsa e hipócrita, que finge bondad y generosidad para beneficiarse— cree que el aún gobernador podría destrabar el conflicto; al final, fue alcalde de Solidaridad, done está Playa.
En contra de esa teoría está el detalle que quizá ha pasado por alto López Obrador y sus “flamantes” asesores, empezando por el aún neófito Javier May Rodríguez, director del Fonatur: la principal “amenaza” para la Presidencia de la República no está en Quintana Roo, aunque aquí esté la amenaza más seria para el trenecito.
Quien podría sepultar los sueños del tabasqueño, que no del Sureste mexicano como vende su mega-capricho, está en Mérida, la capital del estado de Yucatán: es el juez Novelo Pérez, quien en el tema del Tren Maya es el +único que se ha comportado en forma coherente, otorgando la protección de la justicia a quien tiene la razón.
Sin embargo, en su frustración y desesperación al ver que legalmente su trenecito no avanza y difícilmente tendría un avance, digamos “decente” para diciembre de 2023, se aventó la “jalada” de declararlo de “seguridad nacional… cómo justifica tamaña superchería , pues simple y sencillamente por sus pistolas.
Lo único seguro es el que proyecto seguirá adelante aunque el juez primero de distrito de Yucatán siga —también como se prevé— otorgando amparos y posteriormente suspensiones definitivas, está más que claro que lo único que le interesa al Kk’s no es el “pueblo bueno”, sino sus compromisos políticos.
‘
Y es que lo venimos repitiendo hace semanas: el Tren Mata será inaugurado esté como esté, incluso sin que se hayan concluido los tramos que pasan por Quintana Roo (Cinco Norte y Cinco Sur, Seis y Siete); empero, no sería muy recomendable porque ahí sí qué es lo que vendería el dueño del rancho “La Chingada”-
Con la aceptación de amparos contra en los tramos Seis (Tulum-Chetumal) y Siete (Bacalar-Escárcega) se ciernen más oscurisimos nubarrones contra el mega-capricho lopezobradorista, pues otra vez se trata de los ambientalistas que han advertido ante la tozudez del adulto mayor que no van a permitir llegar al tendido de rieles sobre las cavernas subacuáticas y los ríos subterráneos.

Menudencias
México, pero sobre todo Quintana Roo, sufrirá la caída de vuelos desde Estados Unidos durante lo que resta de año tras el boom de turistas, de acuerdo con el Centro de Investigación y Competitividad Turística (Cicotur), que prevé una desaceleración de septiembre a diciembre debido a la recesión técnica en la que ha caído la economía estadunidense, y es que quien tenía pensado viajar para fin de año antepondrá el bolsillo.
En Quintana Roo hay tres municipios que crecen a doble dígito desde hace varios años: Benito Juárez, con Cancún, que desde hace 35 años no ha dejado de crecer a doble dígito; Solidaridad, con Playa del Carmen, que lleva 20 años expandiéndose, y el de Tulum que lleva poco más de un lustro incrementando su infraestructura y población, y ha empezado a crecer también de manera importante Bacalar en la zona sur del estado.
Las costas de Quintana Roo continúan recibiendo miles de toneladas de sargazo y la Secretaría de Marina (Semar) estima que hasta el momento han recalado unas 30 mil 980 toneladas. El nivel de alerta se mantiene en número seis; muy alto. La dependencia mantiene un nivel de alertamiento nivel seis, que corresponde a “Muy alto”, que señala que “el sargazo se acumula en montículos de 50 a 70 centímetros de altura en menos de 24 horas”.
La Secretaría de Marina se congratula en celebrar los 40 años del Buque Escuela Velero “Cuauhtémoc” (BE-01); cuya misión es llevar un mensaje de paz y buena voluntad alrededor del mundo. El “Embajador y Caballero de los Mares” tiene 42 cruceros de instrucción y visitado 217 puertos de 63 países, contabilizando seis mil 432 días en altamar y más de 829 mil millas náuticas navegadas, lo que equivale a poco más de 38 vueltas al planeta.
Aeromar podría perder su centro de operación en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) si no recibe una inyección de capital antes del próximo mes de septiembre. La compañía, propiedad de la familia Katz, sufre abandono por parte de sus propietarios desde 2017 y adeuda importantes sumas a la terminal aérea, y si no paga el gobierno la sacará.
EN LA OPINIÓN DE:
Belleza artificial, daño real: Estética digital, peligro creciendo en la pantalla
Entre la estética virtual y la salud mental: los riesgos psicológicos de vivir en un mundo donde lo “perfecto” se fabrica con un clic.
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera
Vivimos en una era en la que la apariencia puede alterarse con un gesto: un filtro que afina el rostro, una aplicación que elimina una arruga, una inteligencia artificial que fabrica una imagen perfecta desde cero. Lo que comenzó como un juego estético se ha convertido en un factor de riesgo para la salud mental: la proliferación de filtros y de fotografías generadas por IA está alimentando formas de insatisfacción corporal que, en casos extremos, se traducen en trastornos como la disformia, o dicho de otra forma. la percepción distorsionada de la propia apariencia física, (body dysmorphic disorder, BDD).
No es una alarma infundada algunas investigaciones recientes y revisiones académicas como la publicada en la revista Springer Nature muestran que las plataformas centradas en la imagen (Instagram, Snapchat, TikTok) y las prácticas de edición cotidiana fomentan comparaciones constantes y expectativas irreales sobre el cuerpo y el rostro.
La evidencia indica que la exposición continuada a imágenes idealizadas y manipuladas, y el uso recurrente de filtros sobre el propio rostro, se asocian con mayor insatisfacción corporal, baja autoestima y conductas de verificación o evitación, síntomas que caracterizan la disformia, lo preocupante es que para muchos el espejo ya no es el referente inmediato: sino la pantalla.
Los filtros no son inocuos por dos razones clave. Primero, alteran el estándar de comparación: cuando la norma visible es una versión “mejorada” de la realidad, las personas tienden a medir su valor contra un ideal inalcanzable. Estudios sobre filtros de belleza y efectos cognitivos muestran que estas imágenes generan un “halo” de atributos positivos (mayor atractivo, confianza y hasta credibilidad) que amplifican la presión por parecerse a esas versiones digitales.
Segundo, la práctica de editar la propia imagen (self-filtering) puede resultar más dañina que observar filtrados ajenos: en primer lugar porque refuerza la idea de ser como “Se supone debo ser” en lugar de promover la “aceptación del como soy”. Manipular el propio rostro fomenta la atención excesiva hacia defectos percibidos y refuerza conductas compulsivas de comprobación.
La irrupción de la IA complica aún más el panorama. Las imágenes generadas por algoritmos son cada vez más verosímiles y muchas personas dejan de distinguir entre lo real y lo fabricado; esa dificultad para detectar “deepfakes” permite que modelos corporales imposibles circulen como aspiracionales, naturalizando una estética artificial que no se puede alcanzar haciendo que el daño psicológico se vuelva sistémico: no se trata solo de un individuo que sufre, sino de una cultura visual que normaliza la perfección editada y penaliza la diferencia, de forma inconsciente esto decanta en insatisfacción pues no puedo obtener por ningún medio la imagen que la sociedad acepta, lo que termina en trastornos psicológicos que pueden llegar a ser severos.
¿Cuáles son las consecuencias conductuales?
En el extremo, la disformia se manifiesta por presencia de pensamientos constantes sobre el tema, búsqueda repetida de seguridad (miradas al espejo, fotos infinitas), evitación social y, en algunos casos, búsquedas de procedimientos estéticos invasivos. En la práctica clínica se observa también un incremento de consultas relacionadas con la insatisfacción facial y el deseo de “corregir” rasgos que llevan a quienes lo padecen a una vida limitada por la preocupación estética, razón por la cual pueden presentarse ataques de ansiedad, evitar tener contacto social, incluso angustia y tristeza constante.
Ante esto, la terapia psicológica puede ser una buena opción, dado que actualmente los filtros y el uso de IA para mejorar la apariencia son parte del día a día la terapia para fortalecer las habilidades socioemocionales es recomendable, pues al desarrollar ciertas capacidades, el individuo comprende los limites sobre la realidad y lo que es inalcanzable, esto sobre todo en etapas de desarrollo como la adolescencia cuando las personas aún están formando una personalidad propia.
Los psicólogos aplican técnicas probadas, y actuan como agentes de prevención y educación: los psicólogos pueden desarrollar programas de alfabetización mediática que enseñen habilidades críticas para interpretar imágenes, reducir la comparación social y gestionar la autoimagen; pueden colaborar con escuelas y plataformas para mitigar contenidos nocivos; y pueden adaptar intervenciones digitales (terapia en línea, módulos guiados) para alcanzar a jóvenes expuestos a estos riesgos. Además, el trabajo interdisciplinario con dermatólogos, cirujanos plásticos y educadores es esencial para distinguir deseos estéticos razonables de síntomas clínicos que requieren tratamiento.
La responsabilidad, sin embargo, no es solo profesional: es colectiva. Empresas tecnológicas deben transparentar cuándo una imagen ha sido alterada o generada por IA; los medios deben abandonar la glorificación de cuerpos uniformes; las escuelas y las familias deben enseñar a las nuevas generaciones a cuestionar la verosimilitud de lo que consumen. Y quienes sienten que la preocupación por su aspecto se ha vuelto persistente, invasiva o limitante, deben saber que pedir ayuda es una decisión de cuidado, de igual manera las personas deben permanecer alerta y saber cuándo alguien a su alrededor está presentando conductas que pueden ponerle en riesgo.
La belleza filtrada puede dar placer momentáneo, pero la disformia —esa brecha entre imagen ideal y experiencia sufriente— deja cicatrices conductuales y emocionales al individuo, además de un severo daño en el tejido social.
Y la realidad dura que quizá se está dejando de lado es que la popularidad de los filtros y las imágenes creadas por IA revela una crisis silenciosa: la insatisfacción corporal y el malestar psicológico en la era digital, para contrarrestarla hacen falta políticas, educación y, sobre todo, la intervención de profesionales capacitados.
Los psicólogos están listos para intervenir: evaluar, acompañar y ofrecer herramientas que restauren una relación más realista y amable con el propio cuerpo. En un entorno donde lo artificial compite con lo auténtico, esa tarea puede ser la diferencia entre una vida dominada por la imagen y una vivida en plenitud.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo, Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano, y especialización en neurobiología de los trastornos mentales, enfocada a la psicología.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
EN LA OPINIÓN DE:
“Vivir con miedo: la huella psicológica de la inseguridad en México”
Los Mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad…
Conciencia Saludablemente
Psicol. Alex Barrera
¡Mexicanos al grito de guerra! Esta es una de las estrofas más fuertes de nuestro himno nacional, cualquier mexicano conoce esta frase, pero cuantos de los habitantes de este país repara en el significado de esta frase que pareciera ser una realidad en estos días, cuantos de verdad se dan cuenta que la violencia en México si indiscutiblemente se ha convertido en una guerra, una que enfrentamos día a día y que se ha enraizado en nuestra sociedad.
Peor aún, ¿cuántos mexicanos si quiera se dan cuenta lo que le hace a su salud mental? La percepción de inseguridad, más allá de cifras, opera como un reflejo trastornador en el bienestar psicológico de la ciudadanía. En México, cuando los titulares de prensa retumban con asesinatos públicos, atrocidades y organismos de seguridad incapaces de contener el escalamiento criminal, lo que se resquebraja no es únicamente la confianza en las instituciones: se fractura la sensación de habitar un entorno protector, lo que repercute directamente en el ánimo, la salud mental y la capacidad de resiliencia de las personas.
Mientras el gobierno actual culpa a los anteriores gobiernos de la herencia de violencia, poco se ocupa de comunicar sus propias estrategias para brindar la certeza que la gente necesita hoy, y es que, si vamos al pasado inmediato, tan sólo en octubre se registraron un par de episodios que ilustran a la vez la crudeza de la violencia y su potencia simbólica.
La violencia ya no solo es violencia, sino que está plagada de un claro mensaje “NO HAY TREGUA”, porque no es solo el hecho de que en el estado de Michoacán, se registrara el asesinato de siete presidentes municipales en menos de cuatro años, si no que el último de ellos haya sido el de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, ejecutado el 1 de noviembre durante un evento público en pleno centro de la ciudad, y no cualquier evento, sino la celebración de Día de Muertos, uno de los eventos más significativos para los mexicanos. ¿Y entonces, no es este un atentado contra la misma sociedad, como podemos no entender esto como un mensaje, no para una persona, no para un estado, sino para un país entero? ¿Cómo puede no ser esto una agresión directa a la sociedad?
Este mismo mes en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, se vivió una semana de “limpieza” entre cárteles cuyo resultado fueron 41 muertos en seis días, 12 solamente el 22 de octubre, estos eventos inundan las páginas de los medios de comunicación locales e internacionales, que detallan enfrentamientos sangrientos entre bandos criminales.
Cuando la violencia se vuelve espectáculo —y aún más cuando el blanco son eventos culturales o áreas urbanas frecuentadas—, la inquietud colectiva crece y se instala un estado de permanente alerta emocional. La población no sólo teme por su integridad física, sino por la certeza de que el espacio en el que habita ya no es predecible ni seguro. En este contexto, la evidencia señala que la percepción de inseguridad persiste pese a mejoras estadísticas en homicidios. Por ejemplo, en una nota de El País publicada el pasado 23 de octubre se señala que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que, en septiembre de 2025, el 34 % de los mexicanos consideraba que la inseguridad permanecería “igual de mal” en su ciudad los próximos doce meses, y el 23.9 % estimaba que “empeorará”.
Desde la psicología, esos datos no son únicamente indicadores sociales: son síntomas de un clima emocional colectivo afectado. La inseguridad percibida produce estrés crónico, desgaste emocional y una reducción progresiva de lo que se denomina “capital psicológico”. Las personas pueden volverse más reacias a participar, a salir o a confiar en su entorno; aparece la hipervigilancia, la ansiedad, la alteración del sueño, e incluso la evitación de actividades cotidianas. Cuando la amenaza parece constante (aunque en el sentido probabilístico no esté dirigida a cada persona en lo individual) el efecto se propaga y se torna comunitario.
Además, esta erosión de la confianza se reconoce también en la relación entre ciudadanía y Gobierno. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum según publica en su sitio web PolíticoMX mantiene una aprobación del 74 % al cierre de octubre de 2025, mientras que la desaprobación ronda el 25 %, eso no sostiene la percepción sobre la inseguridad que la ciudadanía no aprueba pues el mismo medio publica que otra encuesta hecha entre abril-mayo de 2025 que señala que solo 21.6 % de los mexicanos afirmaron sentirse seguros viviendo en el país, lo que significa que ~78.4 % se siente inseguro.
Los mexicanos esperan seguridad, efectividad institucional y protección, cuando eso falla, también se quiebra el sentido de que “las cosas están bajo control”. Ese quiebre tiene consecuencias psicológicas: ¡el orden que sostiene la rutina y la confianza se vuelve frágil!
La percepción de que “nadie está a salvo” o que “las autoridades no se dan abasto” abre una fisura emocional que afecta la vida social: las personas se retraen, desconfían, se inhiben. En la práctica clínica, se puede observar cómo en zonas de alta violencia o alta percepción de riesgo, los pacientes presentan mayor vulnerabilidad ante trastornos de ansiedad, alteraciones del sueño, síntomas de hipervigilancia y menos recursos para enfrentar los imprevistos. Cuando se vive con la sensación de que el entorno se volvió hostil, el bienestar se vuelve una meta difícil.
Es imprescindible comprender que, aunque los índices de homicidio puedan bajar en ciertos meses, la experiencia subjetiva de inseguridad no cae de inmediato. El retraso entre la mejora real y la percepción ciudadana deja un vacío de tiempo en que la salud emocional queda expuesta. Y mientras tanto, la violencia, al ser tan visible y tan simbólica, sigue reforzando la sensación de vulnerabilidad.
¿Qué hacer ante este escenario? En primer lugar, desde lo comunitario, es necesario promover espacios de diálogo, reforzar lazos de vecindad, crear plataformas de resiliencia colectiva: porque la inseguridad emocional se enfrenta también socialmente. Pero, en segundo lugar, y no menos importante, desde el ámbito individual, no se puede trivializar el impacto psicológico que tiene vivir bajo la sombra de la violencia. Acudir a servicios de salud mental, recibir contención, comprender que la reacción emocional es lógica, constituye un acto de cuidado.
No solo “sobrevivir” a la inseguridad física, sino preservar el bienestar psicológico, es una tarea urgente, porque la constante percepción de peligro provoca estrés constante, y esto a su vez genera, malestar físico, y más allá de ello fragmenta el bienestar social. Las autoridades tienen la obligación de garantizar la seguridad, pero las personas también tienen el derecho y la necesidad de salvaguardar su salud emocional cuando la protección estatal se ve comprometida.
En un país donde la violencia arremete en plazas públicas, atenta contra autoridades, se infiltra en la vida cotidiana y deja huella en la percepción de la gente, el bienestar psicológico no es un lujo: es una condición para el mínimo sustento de la dignidad humana.
Los mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad, aceptarlo, afrontarlo y en su caso buscar ayuda profesional, hablar con un terapeuta, explorar las formas en que la inseguridad impacta nuestra mente, es tan importante como procurar cerraduras y alarmas. Porque al final del día, tenemos que reconstruir no solo ciudades más seguras, sino experiencias interiores donde no nos sintamos indefensos.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
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