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Serenar a México, el mayor reto en 2020

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Por Juan Manuel Herrera Real

En lo que fue su mensaje de fin de año, y que reiteró en su primera conferencia mañanera de 2020 el jueves dos de enero, el presidente Andrés Manuel López Obrador aceptó que entre las asignaturas pendientes de la 4T está el combate a la inseguridad pública, que es prioridad, y por lo que el reto en el nuevo ciclo anual será serenar a México.

En el último día de 2019, en la plaza principal de la zona arqueológica maya de Palenque, Chiapas, el tabasqueño envió su felicitación de Año Nuevo, y aprovechó a enumerar los principales logros del ciclo anual que fenecía. “2019 no fue malo, se avanzó al iniciarse la transformación de la vida pública del país. Puedo asegurar que se acabó con la corrupción, sobre todo arriba. Estamos limpiando al gobierno de la corrupción como se limpian las escaleras, de arriba para abajo; no hay impunidad”, resaltó. 

En su rosario de logros la economía se mantuvo estable, se fortaleció el peso, sin alza inflacionaria, aumentaron los salarios mínimos como no había sucedido en 40 años, y hay bienestar en el pueblo, sobre todo desarrollo, no solo crecimiento económico; explicó la diferencia entre esto al exponer que el crecimiento es que haya dinero, y el desarrollo es que se tenga también pero que se distribuya con justicia el ingreso, la riqueza, y eso es lo que sucedió en 2019, y millones de mexicanos están recibiendo apoyos y beneficios como nunca había sucedido.

Sin embargo, su optimismo fue cauto al aceptar que hay que reconocerlo “para aplicarnos más”, asignaturas pendientes como es el caso de la inseguridad y de la violencia. Dijo tener confianza de que “vamos a ir apaciguando, serenando nuestro país, porque no se permite la corrupción, se están atendiendo las causas que originaron la inseguridad y la violencia en México, es decir, tiene que haber progreso y justicia, bienestar para la gente, empleos.

Se tiene que atender a los jóvenes como se está haciendo, garantizándoles el derecho al trabajo y a la educación; y algo que es muy importante, separar lo que es la delincuencia de lo que es la autoridad, “pintar con mucha claridad buscando que no suceda lo que pasaba en gobiernos anteriores”. El nativo de Macuspana, Tabasco aseguró que hubo un tiempo en que el narcotraficante Joaquín Guzmán Loera tenía el mismo poder e influencia del entonces presidente que ostentaba el máximo cargo en el gobierno de la República “porque había un contubernio, y eso impedía que se castigara a los que cometían los delitos. Eso ya pasó al basurero de la historia, y no va a volver a suceder”.

Se moraliza la vida pública de México, se purifica a fin de tener moral y autoridad política, y vamos a lograr la Cuarta Transformación de la vida pública de México. López Obrador envió un abrazo cariñoso y sincero, “independientemente de la corriente de pensamiento a la que se pertenece o a la religión que se profese. Tenemos que unirnos todos los mexicanos, y deseo felicidad de todo corazón en el 2020”. Este mensaje, el mandatario de la nación lo reiteró en lo que fue su primera conferencia en el salón de la Tesorería de Palacio Nacional en el nuevo año, en que destacó además que cerrará su ciclo político una vez que concluya su mandato en septiembre de 2024.  

Saetillas…

Y como iniciara su gobierno el pasado 13 de junio, el gobernador Carlos Miguel Aysa González cerró el 2019 con sendas reuniones de gabinete los últimos dos días del año pasado. El 30 de diciembre el político paliceño presidió una reunión de evaluación de las acciones de gobierno que se habrán de realizar durante el ejercicio 2020 en beneficio de todas las comunidades y municipios de Campeche, al día siguiente trabajó con parte de sus colaboradores a fin de cerrar bien el ciclo anual e iniciar el nuevo, con compromisos renovados de trabajo en beneficio de las familias campechanas…De los pocos que siguieron su ritmo estuvieron el titular de la Secretaría de Cultura, Delio Ricardo Carrillo Pérez, que hasta los últimos minutos del 2019 estuvo al pendiente de los pormenores del baile popular con que se despedía la Noche Vieja y se recibía el nuevo año, y con lo que concluía el FICH…No aconteció así con el titular de la Secretaría de Turismo, Jorge Enrique Manos Esparragoza, que literalmente desapareció, y su última aparición la tuvo en las vísperas de que iniciara el asueto de fin de año, en que dijo que Campeche estaba preparado para recibir a los miles de visitantes que por esta temporada nos visitan, más que nada turistas europeos, canadienses, norteamericanos, japoneses y coreanos…Mal se vio además la Dirección de Cultura y Turismo de la Comuna de Campeche, en que su director, Saúl Ancona Salazar, estuvo más entretenido en sus estrenos de Navidad y Fin de Año en la capital yucateca, que en atender sus obligaciones…Por cierto el edil capitalino que sigue empecinado en su precampaña adelantada anunció que el mayor presupuesto de Cultura y Turismo se destinará al Carnaval de Campeche 2020, dejando de lado aspectos de mejora al acervo bibliotecario municipal o en fortalecer otras artes…Parece que sus estrategas le indicaron que así como la edición pasada de las fiestas en honor de la carne fueron su peor pesadilla, ahora con un mejor cartel artístico puede ser pasarela idónea en su loca obsesión…Por fin apareció la delegada del Centro INAH Campeche y empezó a meter orden a los excesos que en pleno Centro Histórico  comerciantes y la propia autoridad capitalina realizan violentando la Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, que prohíben exprofeso anuncios, toldos y demás parafernalia propagandística que rompa el entorno, en este caso de la ciudad amurallada y fortificada de San Francisco de Campeche…Muchos ediles en sus proyectos futuristas confunden lo mediático con la gobernanza, y demuestran que no pueden ni administrar una municipalidad, y menos podrán con un estado…De pronósticos reservados concluyó el PAN el 2019, en que el diputado del III distrito, José Francisco Ynurreta Borges, lanzó un ”fuera máscaras” y acusó al alcalde de Campeche de tóxico, perverso y contravenir leyes e incurrir en todo lo que criticaba al PRI, pues destina personal, recursos y tiempo a promover a la que ungió como su delfín a sucederlo, la diputada por el segundo distrito…Habría que recordarle a algunos políticos que las leyes electorales prohíben precampañas adelantadas e incluso hay sanciones cuando se utilizan recursos públicos en la autopromoción personal de autoridades o determinados actores políticos, pues lo que se debe difundir son los alcances de las administraciones del nivel que sea…Un cierre de año bastante dinámico tuvo la presidenta del Sedif, Victoria Damas de Aysa, que a la par de presidir convivios decembrinos, se dio tiempo de visitar a los primeros bebés del 2020 y darles presentes…Iniciaron con incertidumbre las acciones del Insabi, el nuevo sistema de Salud de la 4T, pues es poca la información que se tiene al respecto, al igual que la que circula sobre la discrepancia fiscal y el hecho de que el gobierno de AMLO quiera a través de la Segob tener datos biométricos de todos los mexicanos…Nos leemos a la próxima.

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UN DICIEMBRE DE BUENOS DESEOS

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“El Minotauro”
Por Nicolás Durán de la Sierra

A riesgo de caer en la demagogia filosófica, que es como la política, pero con palabras más lustrosas; dado que las fiestas decembrinas están próximas y su nimbo nos envuelve a todos, este comentario irá por el camino de la armonía y los plácemes, aunque se anota que renos y demás parafernalia sajona y teutona quedaran fuera ya que la glosa tiene aires marinos, de Creta en especial.

El Señor del Egeo, Asterión para sus cercanos, añora el cochinillo al horno con hierbas, el kourabiedes, dulce de almendras y el melomakaron, un bizcocho empapado en miel, pero sobre todo extraña el vino caliente especiado y más si es de Creta, cuna de los vinos… Mas dejemos a El Minotauro con sus griegas saudades, y vamos a los temas locales que nos competen.

Por ello van estos deseos, rayanos casi con la candidez, pero guiados por positivo afán. Bueno sería que cesara el centralismo estatal y se diera un respiro a las arcas de las alcaldías, pues de seguir la delgadez que implica tal concentración, todas las comunas, incluido Cancún, pronto quedarán como el de José María Morelos, que tiene que pedir prestado hasta para pagar su nómina.

Cuentan que desde la llegada de doña Mary Hernández al municipio Felipe Carrillo Puerto las arcas comunales se han enjutado, aunque por otras razones, pero tal no es un tema con espíritu decembrino por lo que quedará en pausa junto con el de José Alfredo Contreras, el edil de Bacalar, al que también señalan como autor de la delgadez presupuestal de ese municipio.

El respeto al federalismo, trazado en la constitución de 1824, parte esencial de nuestra república, es decir de lo que hoy es México y su pacto con estados y municipios, confiere a estas dos instancias soberanías y haciendas que les dan viabilidad económica, por lo que… así pues, la centralización estatal no es una buena idea, pero esto tampoco tiene aires navideños.

Como final de esta glosa, van un par de buenos deseos: que Ana Paty Peralta, la edil de Cancún, busque nueva parcela para el basurero de la ciudad, pues la “celda emergente” se está agotando, y que el congreso estatal, salvo excepciones, siga siendo un fértil sembradío de pifias, de joyas del humor involuntario para recreo de la comunidad en este inminente 2026.

Dicho esto, feliz navidad y próspero año nuevo a todos.

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Cuando el estrés se vuelve hogar

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En una mente estresada por años, el silencio se vuelve territorios peligrosos ocultando el verdadero mal

Conciencia Saludablemente

Por. Psicol. Alex Barrera

Hubo un tiempo en el que el estrés era una señal de alarma: algo no estaba bien y el cuerpo pedía pausa. Hoy, para muchas personas, el estrés dejó de ser un estado pasajero y se convirtió en una forma de vida. Muchas personas sin darse cuenta aprendieron a vivir aceleradas, hiperconectadas y con la sensación constante de que, si no estamos ocupados o tensos, estamos fallando en algo. El problema no es solo vivir con estrés, sino volverse incapaz de vivir sin él.

Durante años hemos aprendido a vivir con el estrés como si fuera una condición natural de la adultez. “Así es la vida”, decimos, mientras normalizamos el cansancio crónico, la ansiedad constante y la sensación de que, si no estamos ocupados, algo anda mal. Poco a poco, sin darnos cuenta, dejamos de preguntarnos si el estrés es inevitable y comenzamos a organizarnos alrededor de él. El problema no es sólo que vivamos estresados, sino que a de que sabemos que existe, no sabemos ni como reconocerlo, es decir, sabemos que existe el estrés, pero no sabemos cómo se siente el estrés, y mucho menos como detenerlo, aunque suene duro muchos hemos desarrollado una incapacidad real para vivir sin estrés.

Y es que cuando el estrés se normaliza, el silencio incomoda. Los espacios de calma generan culpa y la tranquilidad se interpreta como pérdida de tiempo incluso hay quien al intentar detenerlo se encuentra con la respuesta automática del cerebro una rotunda negativa, como si el propio cuerpo se negara a abandonar ese estado. Y lo grave es que aunque el cerebro lo haya normalizado, el generar estrés mantiene los mecanismos del naturales del cuerpo provocando daños clínicos en la salud de las personas.

No hablo del estrés como respuesta adaptativa —ese mecanismo biológico que nos permite reaccionar ante una amenaza real—, sino de un estado permanente de activación que se vuelve identidad. Hay personas que no saben qué hacer cuando no hay pendientes, conflictos o urgencias. El silencio les incomoda. El descanso les genera culpa. La calma se percibe como improductiva, sospechosa, incluso peligrosa. En ese punto, el estrés deja de ser una reacción y se convierte en una forma de vida.

Desde la psicología sabemos que el cuerpo no distingue entre una amenaza real y una simbólica. El sistema nervioso responde igual a un león que a un correo electrónico. Cuando vivimos en estado de alerta constante, el organismo se adapta a esa intensidad. El cortisol y la adrenalina se mantienen elevados y, con el tiempo, el cuerpo aprende a funcionar así. Entonces ocurre algo paradójico: la calma empieza a sentirse extraña, y el estrés se vuelve familiar. Incluso necesario.

Esto explica por qué algunas personas, al tener un fin de semana libre, se enferman, se angustian o buscan inconscientemente un conflicto. No es mala suerte: es un sistema nervioso que no sabe bajar la guardia. La mente, acostumbrada al ruido, interpreta la quietud como vacío. Y el vacío, para muchos, resulta insoportable.

La cultura contemporánea ha hecho del estrés una medalla de honor. Estar ocupados es sinónimo de éxito. Dormir poco es señal de compromiso. Decir “no tengo tiempo” nos valida socialmente. Hemos romantizado el agotamiento al punto de sospechar de quien vive con calma. ¿Qué estará haciendo mal? ¿Por qué no corre como los demás? Así, el estrés deja de ser un problema y se vuelve un valor cultural.

Pero el cuerpo no negocia con las narrativas sociales. El estrés sostenido tiene consecuencias claras: trastornos del sueño, problemas digestivos, enfermedades cardiovasculares, irritabilidad, dificultades de concentración, distanciamiento social, ansiedad y depresión. Lo más grave es que muchas de estas señales se ignoran porque se consideran “normales”. Vivir cansados se vuelve la norma. Sentirse mal, el precio a pagar.

Hay otro aspecto menos visible pero igual de dañino: el estrés constante empobrece la vida emocional. Cuando estamos siempre en modo supervivencia, no hay espacio para el placer, la creatividad ni la introspección. Todo se vuelve funcional. Incluso las relaciones. Escuchamos a medias, convivimos con prisa, respondemos desde la reactividad. Vivir así no sólo desgasta el cuerpo; también nos desconecta de nosotros mismos.

Con frecuencia escucho frases como: “Si me relajo, pierdo el control”, “Si descanso, me atraso”, “Si bajo el ritmo, todo se desmorona”” Hay que seguir” y la más atros “Puedo con eso y más”, todas ellas de personas que puedo ver están a punto de desmoronarse. Detrás de ellas hay una creencia profunda: la idea de que sólo somos valiosos cuando estamos produciendo o resolviendo problemas. El estrés, entonces, se convierte en una forma de sostener la autoestima. Mientras estoy ocupado, existo. Cuando paro, me enfrento al vacío de no saber quién soy sin la urgencia.

En ese sentido, la incapacidad de vivir sin estrés no es sólo fisiológica; es también psicológica. El estrés funciona como anestesia. Mantiene la mente ocupada y evita preguntas incómodas: ¿estoy donde quiero estar?, ¿esto me hace sentido?, ¿qué estoy evitando sentir? Cuando bajamos el ritmo, esas preguntas aparecen. Y no siempre estamos preparados para escucharlas.

La ironía es que muchas personas buscan “manejar mejor el estrés” sin cuestionar por qué viven en un estado que lo genera de manera permanente han olvidado siquiera como se sentían, y casi puedo asegurar que ya ni siquiera lo distinguen. Hacemos yoga, meditamos cinco minutos, tomamos suplementos… pero regresamos a la misma lógica de exigencia. No se trata de eliminar el estrés —eso sería imposible—, sino de dejar de necesitarlo para sentirnos vivos.

Incluso el cerebro puede interpretar como amenazantes los ejercicios orientados a la calma y la relajación cuando ha pasado demasiado tiempo funcionando en modo de alerta. Desde la neurociencia sabemos que el sistema nervioso se adapta a los estados que se repiten con mayor frecuencia; si una persona vive bajo estrés crónico, su cerebro aprende que la activación constante es sinónimo de seguridad.

En ese contexto, prácticas como la respiración profunda, la meditación o el silencio corporal pueden generar incomodidad, ansiedad o inquietud, porque implican “bajar la guardia”. Al disminuir la estimulación externa, emergen sensaciones internas, emociones reprimidas o pensamientos evitados, lo que el cerebro interpreta como pérdida de control.

La amígdala, encargada de detectar amenazas, puede activarse ante esta quietud desconocida, enviando señales de alarma que se manifiestan como nerviosismo, tensión muscular o necesidad urgente de interrumpir el ejercicio. No es que la calma sea peligrosa, sino que resulta extraña para un sistema acostumbrado a sobrevivir desde la urgencia. Por ello, aprender a relajarse no siempre es placentero al inicio; es un proceso de reaprendizaje en el que el cerebro necesita tiempo y acompañamiento para reconocer que el descanso también es un estado seguro.

Aprender a vivir sin estrés no significa abandonar responsabilidades ni aspiraciones. Significa recuperar la capacidad de alternar entre acción y reposo reconociendo conscientemente cual es cual. Dejar que el sistema nervioso recuerde que la calma también es segura. Que no todo es amenaza. Que no todo es urgente. Que el descanso no es un premio, sino una necesidad biológica y emocional y de usar herramientas que me permitan disminuir el estrés en momentos precisos de la vida.

Este reaprendizaje no es sencillo. Para alguien acostumbrado a la hiperactividad, el descanso puede generar ansiedad, irritabilidad o incluso tristeza. Es como quitarle una muleta al cuerpo: al principio duele. Por eso, muchas personas fracasan en sus intentos de bajar el ritmo y concluyen que “no pueden”. No es que no puedan; es que están deshabituándose de un estado que se volvió adictivo.

Aquí es donde la terapia psicológica cobra un papel fundamental. No sólo para enseñar técnicas de relajación, sino para explorar qué función cumple el estrés en la vida de la persona. ¿Qué evita? ¿Qué sostiene? ¿Qué identidad refuerza? Acompañar este proceso permite construir una relación más sana con el tiempo, el cuerpo y las emociones.

Vivir sin estrés constante no es una utopía, pero sí un acto contracultural. Implica cuestionar mandatos, tolerar la incomodidad del silencio y redefinir el valor personal más allá del rendimiento. Implica, en muchos casos, aceptar que hemos estado sobreviviendo cuando podríamos estar viviendo.

Tal vez la pregunta no sea cómo eliminar el estrés, sino algo más incómodo y honesto: ¿qué parte de mí no sabe existir sin él? Mientras no nos atrevamos a responderla, seguiremos corriendo, no porque sea necesario, sino porque detenernos nos confronta con una calma que aún no sabemos habitar.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial de manera privada.


Si le interesa el tema puede profundizar en los siguientes textos:
American Psychological Association. (2020). Stress effects on the body.
https://www.apa.org/topics/stress/body

Describe cómo el estrés crónico mantiene al sistema nervioso en estado de alerta y dificulta la activación de respuestas de relajación.

Porges, S. W. (2011). The polyvagal theory: Neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication, and self-regulation. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393707007

Explica cómo el sistema nervioso autónomo puede interpretar estados de calma como inseguros cuando el organismo está habituado a la hiperactivación.

Van der Kolk, B. (2014). The body keeps the score: Brain, mind, and body in the healing of trauma. Viking.
https://www.penguinrandomhouse.com/books/215391/the-body-keeps-the-score-by-bessel-van-der-kolk-md/

Aborda cómo personas con estrés prolongado o trauma pueden experimentar ansiedad al intentar relajarse o meditar.

Thayer, J. F., & Lane, R. D. (2000). A model of neurovisceral integration in emotion regulation and dysregulation. Journal of Affective Disorders, 61(3), 201–216.
https://doi.org/10.1016/S0165-0327(00)00338-4

Expone cómo la regulación emocional deficiente hace que el sistema nervioso perciba la calma como una pérdida de control.

Treleaven, D. A. (2018). Trauma-sensitive mindfulness: Practices for safe and transformative healing. W. W. Norton & Company.
https://wwnorton.com/books/9780393709780

Analiza por qué prácticas de mindfulness pueden activar ansiedad en personas con sistemas nerviosos hipervigilantes.

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