Opinión
Otra “caída” de sistema
Opinión / Cicuta del Caribe LXXXXV
• ¿Inicia la debacle? Cancún pierde la ruta desde Connecticut
• Ebrard tenía razón; hoteleros del sur “importarán” beliceños
• Pierden dos millones de viajeros las aerolíneas mexicanas
• Playas sin sargazo atrae a miles de turistas a isla de Holbox
• En Los Cabos, la décima edición del World Meetings Forum
Por: Carlos Águila Arreola
Desde hace bastantes décadas, el sistema de justicia mexicano está en entredicho; en juzgados federales como en los estatales hay casos de impunidad “para aventar pa’rriba”, así como pendientes para llenar cajones y anaqueles en los inmuebles de ambas instancias, pero qué pensar cuando el sistema “se cae” y afecta la labor de los litigantes.
En la entrega anterior halábamos del ocaso de quizá la mujer más poderosa del sexenio por concluir, la omnipotente Verónica Gloria Acacio Trujillo, bajo el padrinazgo de dos oscuros personajes: Juan Melquiades Vergara Fernández, con quien habría mantenido un romance, y el Fouché mexicano: Juan de la Luz Enríquez Kanfachi, el señor de la oscuridad.
Meteóricos ascensos como el de la abogada de marras solo se entienden por el doble apadrinamiento del que gozó prácticamente desde el arranque de la administración estatal por fenecer; claro que no se debe generalizar, pero por relatos de no pocos juristas se sabe de casos en los que son beneficiados, o perjudicados, todo depende de tener los contactos “adecuados” en los juzgados.
El martes, varios juristas se quejaban en uno de los cientos de chats que hay en WhatsApp de lo que sucede en el sistema estatal de justicia —tampoco se ha librado de cuestionamientos sobre su efectividad—: resulta que, como a (Manuel) Bartlett (Díaz) —actualmente al frente de la Comisión Federal de Electricidad (CFE)—en las elecciones de 1988, “se les cayó” el sistema-
Fueron decenas los leguleyos que se quejaron públicamente de la anomalía en los juzgados de la avenida Tulum. Un caso ocurrió en una audiencia familiar que no se pudo realizar porque el sistema “se les cayó, pero investigando, cuestionando por aquí y por allá, resulta que el delicado problema, que mantiene en la “holgazanería” al sistema estatal de impartición de justicia, ya tiene días.
La falta de “sistema” provoca la detención y/o aplazamiento de cientos de casos —en lo familiar, civil y penal—; incluso, varios juristas rememoraban que en tiempos ya idos, cuando el trabajo y los registros se hacían en máquinas de escribir, e incluso en forma escrita, nunca se suspendía una audiencia por ninguna razón, salvo por casos de fuerza mayor como alguna enfermedad.
Algunos abogados, que creían que el problema era temporal o que solo se trataba de una falla en la conexión a internet, se enteraron de que el sistema “está caído” desde el jueves pasado —es decir, mañana ajustaría una semana—. Incluso, en la página del tribunal decenas de litigantes se están quejando porque no se pueden consultar los expedientes “electrónicos”.
“No se vale. Por favor pongan en el banquillo al ineficiente y corrupto sistema de administración de justicia que tenemos;”, se lamentaban varios jurisconsultos; otros deslizaban que hay temas tremendos que se vienen con el fin de sexenio y que tienen que ver con funcionarios de diversas dependencias que quedarán sin poder y en el orfanato político, y no pocos servidores públicos que aún tienen fuero..
“Imaginen cuántos juicios llevan días porque los datos personales y documentos digitalizados no se pueden consultar”. Un abogado del municipio de Benito Juárez comentó en forma sarcástica que “al final todos los litigantes aguantamos todo. Ai están la Barra de Abogados y el Colegio de Abogados de Cancún… calladitos, ni una queja como agrupación, lo que levanta sospechas de no pocos contubernios”.
El caso de Fernanda Cayetana Canul Blanco, la menor de 12 años desaparecida desde el pasado 21 de julio en la zona continental de Isla Mujeres ejemplifica la situación del aparato de impartición de justicia: tuvieron al vecino y presunto responsable (Marcos Antonio Cauich Adrián), prófugo tras escapar de la casa de un familiar donde informó a las autoridades que podían localizarlo
Resulta que tras los hechos se interrogó al sujeto —esposo de la vecina y donde la niña lavaba trastes—: “Cuando les dije a las autoridades que me dejaran patrullas para que el señor no se escapara, no lo hicieron y me dijeron que nada más iban a hacer rondines. Siempre he dicho que es él, desde que empezamos, es él y nadie más”, afirmó Deysi Noemí Blanco Chi, madre de la menor
Recordó que las autoridades (agente del ministerio Público) le dijeron que como no había muchas evidencias, por eso no lo podían retener. “¿Cómo demonios no? Se puede detener, en su casa desapareció mi hija”, sostiene la madre, cuyo caso revive los cuestionamientos sobre el funcionamiento del actual sistema de justicia penal, e incluso acerca de posibles redes de corrupción al interior del Poder Judicial.
Graves deficiencias en la cadena de procuración de justicia en el país: desde un sistema presumiblemente benévolo para los infractores, hasta la incapacidad de los cuerpos policiales y las fiscalías para investigar y llevar ante un juez a quienes cometen algún delito, vuelven a poner, una vez más, al sistema de justicia en tela de juicio… y luego “se les cae” el sistema, valga la redundancia.
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*Menudencias*
*Tal y como* lo advirtió Francisco Madrid Flores, director del Centro de Investigación y Competitividad Turística (Cicotur), Cancún perdería vuelos desde Estados Unidos, y el primero es desde el Aeropuerto Internacional Bradley de Connecticut, una de las 37 rutas que JetBlue Airways tenía programadas a finales de este año hasta el 2023; sin embargo, Spirit —aerolínea que tiene planeado adquirir—, opera seis entre Newark a Atlanta, Austin y San Diego, y desde Fort Lauderdale a Chicago, Portland y Seattle.
*Ton’s, el canciller* Marcelo Ebrard Casaubón siempre tuvo razón, ¿o cómo? En su visita a Cancún propuso contratar centroamericanos ante la escasez de mano de obra en el Caribe mexicano, y das después Elsa Miriam Cortés Franco, presidenta de la Asociación de Clubes Vacacionales de Quintana Roo (Acluvaq), casi se rasga las vestiduras con absurdos como que la falta de trabajadores es porque ¡viven lejos! Ahora, Bertha Medina Núñez de Cáceres, lideresa de la los hoteleros del sur estatal, reveló que contratarán beliceños..
*De acuerdo con* el Cicotur, las aerolíneas Aeroméxico, Volaris y Viva Aerobús han perdido más de dos millones de pasaje a Estados Unidos por la degradación que la Administración Federal de Estados Unidos (FAA) mantiene al espacio aéreo mexicano. Las compañías aéreas nacionales bajaron el año pasado de 31.6 a 27.6 por ciento en participación de mercado, comparado con 2019, mientras que las estadunidenses pasaron de 68.4 a 72.4 en los dos años recientes..
*Decenas de miles* de turistas nacionales e internacionales abarrotan las playas libres de sargazo de la isla de Holbox, dejando ganancias importantes para todos los prestadores de servicios turísticos, además de posicionar a la ínsula como uno de los destinos preferidos del Caribe mexicano, de acuerdo con el alcalde Manuel Escamilla García, quien destacó que se ha desplegado un operativo en la zona para seguridad del visitante, evitando el robo de pertenencias mientras el turismo se baña en las aguas del golfo de México.
*El World Meetings* Forum (Foro Mundial de Reuniones) celebra, del 29 de agosto al 1 de septiembre, 10 años de ser la plataforma de negocios que reúne a los protagonistas de la industria. La sede del evento será el hotel Hard Rock Los Cabos, en Baja California Sur. El ritmo de reactivación del sector es sorprendente, alcanzando metas previstas para 2023, y se estima que su derrama ronda los 22 mil millones de dólares, cifra incluso conservadora, refirió Rafael Hernández, presidente del WMF
EN LA OPINIÓN DE:
Belleza artificial, daño real: Estética digital, peligro creciendo en la pantalla
Entre la estética virtual y la salud mental: los riesgos psicológicos de vivir en un mundo donde lo “perfecto” se fabrica con un clic.
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera
Vivimos en una era en la que la apariencia puede alterarse con un gesto: un filtro que afina el rostro, una aplicación que elimina una arruga, una inteligencia artificial que fabrica una imagen perfecta desde cero. Lo que comenzó como un juego estético se ha convertido en un factor de riesgo para la salud mental: la proliferación de filtros y de fotografías generadas por IA está alimentando formas de insatisfacción corporal que, en casos extremos, se traducen en trastornos como la disformia, o dicho de otra forma. la percepción distorsionada de la propia apariencia física, (body dysmorphic disorder, BDD).
No es una alarma infundada algunas investigaciones recientes y revisiones académicas como la publicada en la revista Springer Nature muestran que las plataformas centradas en la imagen (Instagram, Snapchat, TikTok) y las prácticas de edición cotidiana fomentan comparaciones constantes y expectativas irreales sobre el cuerpo y el rostro.
La evidencia indica que la exposición continuada a imágenes idealizadas y manipuladas, y el uso recurrente de filtros sobre el propio rostro, se asocian con mayor insatisfacción corporal, baja autoestima y conductas de verificación o evitación, síntomas que caracterizan la disformia, lo preocupante es que para muchos el espejo ya no es el referente inmediato: sino la pantalla.
Los filtros no son inocuos por dos razones clave. Primero, alteran el estándar de comparación: cuando la norma visible es una versión “mejorada” de la realidad, las personas tienden a medir su valor contra un ideal inalcanzable. Estudios sobre filtros de belleza y efectos cognitivos muestran que estas imágenes generan un “halo” de atributos positivos (mayor atractivo, confianza y hasta credibilidad) que amplifican la presión por parecerse a esas versiones digitales.
Segundo, la práctica de editar la propia imagen (self-filtering) puede resultar más dañina que observar filtrados ajenos: en primer lugar porque refuerza la idea de ser como “Se supone debo ser” en lugar de promover la “aceptación del como soy”. Manipular el propio rostro fomenta la atención excesiva hacia defectos percibidos y refuerza conductas compulsivas de comprobación.
La irrupción de la IA complica aún más el panorama. Las imágenes generadas por algoritmos son cada vez más verosímiles y muchas personas dejan de distinguir entre lo real y lo fabricado; esa dificultad para detectar “deepfakes” permite que modelos corporales imposibles circulen como aspiracionales, naturalizando una estética artificial que no se puede alcanzar haciendo que el daño psicológico se vuelva sistémico: no se trata solo de un individuo que sufre, sino de una cultura visual que normaliza la perfección editada y penaliza la diferencia, de forma inconsciente esto decanta en insatisfacción pues no puedo obtener por ningún medio la imagen que la sociedad acepta, lo que termina en trastornos psicológicos que pueden llegar a ser severos.
¿Cuáles son las consecuencias conductuales?
En el extremo, la disformia se manifiesta por presencia de pensamientos constantes sobre el tema, búsqueda repetida de seguridad (miradas al espejo, fotos infinitas), evitación social y, en algunos casos, búsquedas de procedimientos estéticos invasivos. En la práctica clínica se observa también un incremento de consultas relacionadas con la insatisfacción facial y el deseo de “corregir” rasgos que llevan a quienes lo padecen a una vida limitada por la preocupación estética, razón por la cual pueden presentarse ataques de ansiedad, evitar tener contacto social, incluso angustia y tristeza constante.
Ante esto, la terapia psicológica puede ser una buena opción, dado que actualmente los filtros y el uso de IA para mejorar la apariencia son parte del día a día la terapia para fortalecer las habilidades socioemocionales es recomendable, pues al desarrollar ciertas capacidades, el individuo comprende los limites sobre la realidad y lo que es inalcanzable, esto sobre todo en etapas de desarrollo como la adolescencia cuando las personas aún están formando una personalidad propia.
Los psicólogos aplican técnicas probadas, y actuan como agentes de prevención y educación: los psicólogos pueden desarrollar programas de alfabetización mediática que enseñen habilidades críticas para interpretar imágenes, reducir la comparación social y gestionar la autoimagen; pueden colaborar con escuelas y plataformas para mitigar contenidos nocivos; y pueden adaptar intervenciones digitales (terapia en línea, módulos guiados) para alcanzar a jóvenes expuestos a estos riesgos. Además, el trabajo interdisciplinario con dermatólogos, cirujanos plásticos y educadores es esencial para distinguir deseos estéticos razonables de síntomas clínicos que requieren tratamiento.
La responsabilidad, sin embargo, no es solo profesional: es colectiva. Empresas tecnológicas deben transparentar cuándo una imagen ha sido alterada o generada por IA; los medios deben abandonar la glorificación de cuerpos uniformes; las escuelas y las familias deben enseñar a las nuevas generaciones a cuestionar la verosimilitud de lo que consumen. Y quienes sienten que la preocupación por su aspecto se ha vuelto persistente, invasiva o limitante, deben saber que pedir ayuda es una decisión de cuidado, de igual manera las personas deben permanecer alerta y saber cuándo alguien a su alrededor está presentando conductas que pueden ponerle en riesgo.
La belleza filtrada puede dar placer momentáneo, pero la disformia —esa brecha entre imagen ideal y experiencia sufriente— deja cicatrices conductuales y emocionales al individuo, además de un severo daño en el tejido social.
Y la realidad dura que quizá se está dejando de lado es que la popularidad de los filtros y las imágenes creadas por IA revela una crisis silenciosa: la insatisfacción corporal y el malestar psicológico en la era digital, para contrarrestarla hacen falta políticas, educación y, sobre todo, la intervención de profesionales capacitados.
Los psicólogos están listos para intervenir: evaluar, acompañar y ofrecer herramientas que restauren una relación más realista y amable con el propio cuerpo. En un entorno donde lo artificial compite con lo auténtico, esa tarea puede ser la diferencia entre una vida dominada por la imagen y una vivida en plenitud.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo, Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano, y especialización en neurobiología de los trastornos mentales, enfocada a la psicología.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
EN LA OPINIÓN DE:
“Vivir con miedo: la huella psicológica de la inseguridad en México”
Los Mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad…
Conciencia Saludablemente
Psicol. Alex Barrera
¡Mexicanos al grito de guerra! Esta es una de las estrofas más fuertes de nuestro himno nacional, cualquier mexicano conoce esta frase, pero cuantos de los habitantes de este país repara en el significado de esta frase que pareciera ser una realidad en estos días, cuantos de verdad se dan cuenta que la violencia en México si indiscutiblemente se ha convertido en una guerra, una que enfrentamos día a día y que se ha enraizado en nuestra sociedad.
Peor aún, ¿cuántos mexicanos si quiera se dan cuenta lo que le hace a su salud mental? La percepción de inseguridad, más allá de cifras, opera como un reflejo trastornador en el bienestar psicológico de la ciudadanía. En México, cuando los titulares de prensa retumban con asesinatos públicos, atrocidades y organismos de seguridad incapaces de contener el escalamiento criminal, lo que se resquebraja no es únicamente la confianza en las instituciones: se fractura la sensación de habitar un entorno protector, lo que repercute directamente en el ánimo, la salud mental y la capacidad de resiliencia de las personas.
Mientras el gobierno actual culpa a los anteriores gobiernos de la herencia de violencia, poco se ocupa de comunicar sus propias estrategias para brindar la certeza que la gente necesita hoy, y es que, si vamos al pasado inmediato, tan sólo en octubre se registraron un par de episodios que ilustran a la vez la crudeza de la violencia y su potencia simbólica.
La violencia ya no solo es violencia, sino que está plagada de un claro mensaje “NO HAY TREGUA”, porque no es solo el hecho de que en el estado de Michoacán, se registrara el asesinato de siete presidentes municipales en menos de cuatro años, si no que el último de ellos haya sido el de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, ejecutado el 1 de noviembre durante un evento público en pleno centro de la ciudad, y no cualquier evento, sino la celebración de Día de Muertos, uno de los eventos más significativos para los mexicanos. ¿Y entonces, no es este un atentado contra la misma sociedad, como podemos no entender esto como un mensaje, no para una persona, no para un estado, sino para un país entero? ¿Cómo puede no ser esto una agresión directa a la sociedad?
Este mismo mes en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, se vivió una semana de “limpieza” entre cárteles cuyo resultado fueron 41 muertos en seis días, 12 solamente el 22 de octubre, estos eventos inundan las páginas de los medios de comunicación locales e internacionales, que detallan enfrentamientos sangrientos entre bandos criminales.
Cuando la violencia se vuelve espectáculo —y aún más cuando el blanco son eventos culturales o áreas urbanas frecuentadas—, la inquietud colectiva crece y se instala un estado de permanente alerta emocional. La población no sólo teme por su integridad física, sino por la certeza de que el espacio en el que habita ya no es predecible ni seguro. En este contexto, la evidencia señala que la percepción de inseguridad persiste pese a mejoras estadísticas en homicidios. Por ejemplo, en una nota de El País publicada el pasado 23 de octubre se señala que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que, en septiembre de 2025, el 34 % de los mexicanos consideraba que la inseguridad permanecería “igual de mal” en su ciudad los próximos doce meses, y el 23.9 % estimaba que “empeorará”.
Desde la psicología, esos datos no son únicamente indicadores sociales: son síntomas de un clima emocional colectivo afectado. La inseguridad percibida produce estrés crónico, desgaste emocional y una reducción progresiva de lo que se denomina “capital psicológico”. Las personas pueden volverse más reacias a participar, a salir o a confiar en su entorno; aparece la hipervigilancia, la ansiedad, la alteración del sueño, e incluso la evitación de actividades cotidianas. Cuando la amenaza parece constante (aunque en el sentido probabilístico no esté dirigida a cada persona en lo individual) el efecto se propaga y se torna comunitario.
Además, esta erosión de la confianza se reconoce también en la relación entre ciudadanía y Gobierno. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum según publica en su sitio web PolíticoMX mantiene una aprobación del 74 % al cierre de octubre de 2025, mientras que la desaprobación ronda el 25 %, eso no sostiene la percepción sobre la inseguridad que la ciudadanía no aprueba pues el mismo medio publica que otra encuesta hecha entre abril-mayo de 2025 que señala que solo 21.6 % de los mexicanos afirmaron sentirse seguros viviendo en el país, lo que significa que ~78.4 % se siente inseguro.
Los mexicanos esperan seguridad, efectividad institucional y protección, cuando eso falla, también se quiebra el sentido de que “las cosas están bajo control”. Ese quiebre tiene consecuencias psicológicas: ¡el orden que sostiene la rutina y la confianza se vuelve frágil!
La percepción de que “nadie está a salvo” o que “las autoridades no se dan abasto” abre una fisura emocional que afecta la vida social: las personas se retraen, desconfían, se inhiben. En la práctica clínica, se puede observar cómo en zonas de alta violencia o alta percepción de riesgo, los pacientes presentan mayor vulnerabilidad ante trastornos de ansiedad, alteraciones del sueño, síntomas de hipervigilancia y menos recursos para enfrentar los imprevistos. Cuando se vive con la sensación de que el entorno se volvió hostil, el bienestar se vuelve una meta difícil.
Es imprescindible comprender que, aunque los índices de homicidio puedan bajar en ciertos meses, la experiencia subjetiva de inseguridad no cae de inmediato. El retraso entre la mejora real y la percepción ciudadana deja un vacío de tiempo en que la salud emocional queda expuesta. Y mientras tanto, la violencia, al ser tan visible y tan simbólica, sigue reforzando la sensación de vulnerabilidad.
¿Qué hacer ante este escenario? En primer lugar, desde lo comunitario, es necesario promover espacios de diálogo, reforzar lazos de vecindad, crear plataformas de resiliencia colectiva: porque la inseguridad emocional se enfrenta también socialmente. Pero, en segundo lugar, y no menos importante, desde el ámbito individual, no se puede trivializar el impacto psicológico que tiene vivir bajo la sombra de la violencia. Acudir a servicios de salud mental, recibir contención, comprender que la reacción emocional es lógica, constituye un acto de cuidado.
No solo “sobrevivir” a la inseguridad física, sino preservar el bienestar psicológico, es una tarea urgente, porque la constante percepción de peligro provoca estrés constante, y esto a su vez genera, malestar físico, y más allá de ello fragmenta el bienestar social. Las autoridades tienen la obligación de garantizar la seguridad, pero las personas también tienen el derecho y la necesidad de salvaguardar su salud emocional cuando la protección estatal se ve comprometida.
En un país donde la violencia arremete en plazas públicas, atenta contra autoridades, se infiltra en la vida cotidiana y deja huella en la percepción de la gente, el bienestar psicológico no es un lujo: es una condición para el mínimo sustento de la dignidad humana.
Los mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad, aceptarlo, afrontarlo y en su caso buscar ayuda profesional, hablar con un terapeuta, explorar las formas en que la inseguridad impacta nuestra mente, es tan importante como procurar cerraduras y alarmas. Porque al final del día, tenemos que reconstruir no solo ciudades más seguras, sino experiencias interiores donde no nos sintamos indefensos.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
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