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Opinión

¿Cinismo o “pax narca”?

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Opinión / Cicuta del Caribe LXXVI

• El actual sexenio se perfila a ser el de mayor violencia de la historia
• En 42 meses endeudamiento creció 95% respecto a gobierno de EPN
• Anuncia la Marina la construcción del Hospital Naval en Isla Mujeres
• Las descargas eléctricas cuestan 50 mil pesos por año a los hogares
• Hoteleros exigen ocho sargaceras más contra el sargazo; “eran 11”**
• Las aerolíneas tienen derecho a decidir dónde operar: IATA a AMLO
• Qatar Airways acusa de bloquear su llegada al país a Aeroméxico

Carlos Águila Arreola
Tenemos que reconocer que lo que está viviendo México y que llevó al poder a Andrés Manuel López Obrador es la corrupción del Partido Revolucionario Institucional (PRI) —al fin renegado priista que tras 41 meses, mil 298 días o 185 semanas—; gracias a ello este sujeto llegó al poder y actualmente tiene más endeudado al país y en una “pax narca” por sus “abrazos, no balazos”.

La tolerancia, sin la condición mínima de supremacía del Estado en cuanto al uso de la fuerza, es la “pax narca”. Durante los tiempos del viejo PRI prevaleció en varias regiones del país un esquema, que mal que bien funcionaba, de simulación y solapamiento a los grandes capos… y era funcional, pues permitía mantener al país en relativa paz.

Una condición clave en aquel periodo era que el gobierno tenía la sartén por el mango. Los narcos se atrevían a muy poco en lo que concierne a agresiones a la autoridad… era raro que asesinaran a policías e impensable que atacaran unidades habitacionales del Ejército, como pasó durante el ‘culiacanazo’ de 2019, mucho menos ver correr a soldados perseguidos por delincuentes.

Hace una semana, en una más de sus falaces mañaneras, ese que cobra, más no devenga el salario de presidente, con postura de predicador y desde su poderoso púlpito, reconoció que gracias a que hay entidades en las que domina un solo grupo criminal, no hay homicidios, y colocó a Sinaloa como ejemplo donde hay “una sola banda”, refiriéndose al cártel de Sinaloa o del Pacífico.

Se trata de la muestra de cómo el gobierno federal apuesta a la llamada “pax narca”, enfocada a que un grupo delincuencial predominante controle el territorio y los diversos mercados ilícitos, aunque para que la fórmula funcione se necesita la protección o la omisión del Estado, que en este caso es complicidad mediante la política de “abrazos, no balazos”.

“Hay lugares en donde predomina una banda fuerte y no hay enfrentamientos entre grupos, y por eso no hay homicidios”, dijo López Obrador, así de grave está la inseguridad en que la población vive bajo el yugo del crimen organizado, donde el “pan de cada día” son las extorsiones por los cobros de piso, los secuestros, asesinatos y desapariciones

División
Los analistas se dividen respecto a 2024: hay quienes dicen que lo peor está por venir y que será bueno aprender a bucear; otros prevén que así como supo capitalizar el hartazgo contra el tricolor, podría ocurrirle lo mismo, pues siguen muy rupestre y aún le queda año y medio para seguir dando traspiés, porque de que aprenda a gobernar, ya es muy difícil…

Ahora bien, durante su campaña de 18 años a la Presidencia, el remedo de Ejecutivo federal que cobra como tal, sin serlo, se cansó de vociferar sobre el endeudamiento, nunca supo que escupía hacia arriba —o siempre lo supo y actúa a mansalva—, pues volvió a endeudarse ante el Banco Mundial con 700 millones de dólares.

En tres años y medio superó en 95.41 por ciento a toda la administración de Enrique Peña Nieto en líneas de crédito ante el organismo; previamente, en sus primeros 19 meses, la gestión lopezobradorista endeudó 438.87 por ciento más a México en el mismo periodo de gobierno.

En solo 19 meses, “el gobierno” de López Obrador solicitó créditos por dos mil 130 millones de pesos. En sus seis años de gobierno, Peña Nieto tramitó préstamos por dos mil 331 millones para 18 proyectos. Entonces, la deuda de López Obrador se colocó a 201 millones de dólares de esa cantidad.

El 31 de mayo pasado, según la página del Banco Mundial, se aprobó una línea de crédito a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público por 700 millones de dólares para el proyecto P178224 “México, Crecimiento Económico Inclusivo y Sostenible DPL (…) y acompañará la política pública que impulse el crecimiento económico inclusivo y sostenible del país”.

En el portal se agrega que “los detalles del crédito incluyen impulso a un nuevo régimen tributario simplificado, el desarrollo de mecanismos financieros para garantizar el apoyo en caso de desastres naturales”, aunque hay que recordar que el 28 de julio de 2021 desapareció el Fonden, que auxiliaba a poblaciones afectadas por fenómenos naturales, otra incongruencia más de Tartufo.

En 42 meses, la administración de López Obrador tiene registrados nueve créditos por cuatro mil 555 millones de dólares. Durante el sexenio de Peña Nieto se solicitaron créditos para 18 proyectos por dos mil 331 millones de dólares, un incremento de 95.14 por ciento más en detrimento de los mexicanos que confiaron en “Su alteza pequeñísima”.

Al final, la historia juzgará a quienes hundan al país, como lo ha hecho con los anteriores malos gobiernos, nunca se equivoca… ahora comprendo por qué el señor López nunca se ha expuesto a una verdadera entrevista pública y abierta, no con “periodistas” a modo, desde que es inquilino de Palacio Nacional y cobra como si fuera presidente.

Menudencias
Aún no termina el sexenio, pero los años de “ya saben quién” registran 121 mil 655 homicidios, cifra superior al periodo de la “guerra contra el narcotráfico” de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y al gobierno de Enrique Peña Nieto. La violencia en el país suma cifras récord. Con Tartufo, cada mes, en promedio hay dos mil 896 homicidios dolosos; con el priista la cifra fue de mil 779, y con el panista fueron mil 269.

La Secretaría de Marina-Armada de México anunció la edificación del Hospital Naval en Isla Mujeres, conformado por un edificio principal, estacionamiento, edificio de mantenimiento y servicios; área de Urgencias, cámara hiperbárica, medicina física, 12 consultorios de medicina general y especialidades, quirófano de cirugía general y de tococirugía, 12 camas, laboratorios, cocina, comedor, alojamientos para personal de ´planta y área de gobierno, entre las calles Cabo Catoche y Boca Limbo, en la colonia Salina Grande.

Los daños provocados a los aparatos electrodomésticos por las variaciones de voltaje cuestan hasta 50 mil pesos al año a los hogares mexicanos, y solo 20 de cada 100 protegen sus aparatos con algún regulador, y es que “el costo para reparar o comprar nuevos aparatos equivale a 278 días de salario mínimos, y representa 6.6 veces el ingreso promedio mensual de las familias (siete mil 542 pesos). Los equipos que más daños sufren son las pantallas, lavadoras, hornos de microondas, refrigeradores, computadoras y módems, entre otros, explicó el directivo. Cada evento puede afectar a entre tres y cinco electrodomésticos, según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

Jesús Almaguer Salazar, presidente de los hoteleros de la región, considera que el gobierno federal debe hacer más de lo que hace por contener el arribo de sargazo, pidió se actúe pronto y cumpla con poner a funcionar las ocho sargaceras que faltan “pues dijeron que tenían 11”, y denunció que solo les informan cuánto sargazo arribará al día y no un reporte de qué acciones se hacen para evitar el recale de la macroalga: “En algunos puntos de la zona norte ya es necesario actuar de forma urgente, como en Playa del Carmen”.

Durante la 78ª Asamblea General Anual de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), que se realizó en Catar, Peter Cerdá, vicepresidente regional del organismo para las Américas, reconoció que el aeropuerto Felipe Ángeles es de clase mundial; pero “el gobierno debe dejar a las aerolíneas y cargueras la libertad para decidir en qué terminal aérea establecerse, y resaltó que carece de transporte terrestre adecuado; es decir, de conectividad: “Se necesita con urgencia, para conectar a la ciudad con el aeropuerto”.

La aerolínea Qatar Airways dijo que “cabilderos de Aeroméxico” bloquean la entrada de la aerolínea al país. “Sí, queremos volar a México pero estamos a merced de Aeroméxico, que influencia al presionar para que el gobierno no nos dé los derechos”, dijo Akbar al Baker, director ejecutivo de la compañía durante la asamblea de la IATA. No sería la primera vez que Aeroméxico litiga contra el ingreso de otra empresa: entre 2018 y 2019 se amparó contra la entrada de Emirates al país mediante el uso de la Quinta Libertad, que actualmente le permite volar de Dubái a la Ciudad de México, con una parada en Barcelona.

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Extorsión: violencia económica que se vuelve trauma emocional 

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Aunque es un delito del que mucho se habla, pocos toman en cuenta la factura a la salud mental que significa no resolverlo.


Conciencia Saludablemente

Por: Psicol. Alex Barrera

La reciente aprobación en el Congreso de la Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar los Delitos en materia de Extorsión marca un antes y un después jurídico en México: la reforma aspira a homogeneizar criterios, perseguir el delito de oficio y endurecer sanciones frente a una práctica que se ha disparado en los últimos años. La votación responde a una urgencia tangible: la extorsión ya no es un daño sólo económico, es una máquina de erosionar vidas. 

Los números lo confirman y, a la vez, ocultan realidades. Según la Encuesta Nacional de Victimización de Empresas (ENVE) del INEGI, en 2023 se cometieron 747 mil delitos de extorsión contra unidades económicas, cifra que ilustra la magnitud del fenómeno entre negocios formales.  Cabe señalar que las estadísticas oficiales de carpetas de investigación son mucho menores por no decir engañosas, precisamente es por la altísima “cifra negra” (cantidad de delitos que no se registran en las estadísticas oficiales) que la mayoría de las víctimas no denuncia, es decir las víctimas tienen miedo o desconfianza institucional.  

El impacto económico también aparece con cifras contundentes. Coparmex y diversas estimaciones señalan pérdidas multimillonarias: sólo en 2025, hasta septiembre, las extorsiones han significado una erogación que supera los 21 mil millones de pesos para empresarios, además de multiplicar costos en seguridad privada y obstaculizar la inversión. 

El daño no se limita a lo material. La extorsión induce estrés crónico, ansiedad, insomnio y sensación de indefensión tanto en propietarios como en trabajadores. Pequeños comerciantes describen la extorsión como un “perdón a cambio de sobrevivir”: pagar para continuar operando. Esa lógica genera culpabilidad, vergüenza y un desgaste emocional que se transmite al núcleo familiar y comunitario. Estudios sobre victimización muestran que la repetición del ataque y la impunidad fomentan trastornos de estrés postraumático, depresión y paranoia colectiva, los cuales han sido publicados por ENVE/INEGI y reportes de victimización.  

Las consecuencias secundarias son palpables: zonas enteras ven cerrar negocios ante la imposibilidad de sostener pagos extorsivos o por la pérdida de clientes ante la percepción de riesgo. En Sinaloa, por ejemplo, Coparmex reportó el cierre de alrededor de 2 mil empresas en el primer semestre de 2025 atribuible al clima de inseguridad local; sin embargo, no existe aún una cifra nacional homologada sobre cierres empresariales exclusivamente por extorsión.  

Ese silencio la llamada la cifra negra agrava el golpe psicológico. No denunciar porque temes represalias o porque “las autoridades no harán suficiente” es una doble privación: económica y emocional. La persona queda aislada, sin redes de apoyo formales, normalizando el temor y enquistando el daño. A nivel comunitario, esa normalización mina la confianza social y la capacidad de resiliencia colectiva, además activa un mecanismo de defensa en el cerebro sobre todo porque como miembro de una comunidad el miedo se agrava pues ya no tienes libertad de acudir a lugares recreativos, esto se convierte en una viciosa cadena, que impacta también la economía, pues la extorción desmotiva la inversión, reduce fuentes de ingreso y atemoriza a la comunidad, es decir que el daño es sistémico. 

Frente a este panorama, la ley y las acciones policiales son necesarias pero insuficientes por sí solas. Es imprescindible integrar respuestas que atiendan la salud mental de las víctimas: protocolos de contención, orientación jurídica y fundamentalmente atención psicológica especializada.  

La terapia ayuda a procesar el trauma, recuperar la calma y volver a sentir que se tiene control sobre la propia vida. También permite desarrollar estrategias para manejar el miedo y evitar que este se vuelva permanente. Intervenciones breves, apoyo psicoeducativo y programas comunitarios de resiliencia pueden reducir la ansiedad, mejorar el sueño y favorecer decisiones más seguras, ya sea sobre denunciar o reestructurar la actividad económica. 

La extorsión ataca hogares y tejido económico, pero también hiere la confianza que sostiene la vida cotidiana. Por eso la política pública debe ir más allá de la cárcel para extorsionadores: debe contemplar la reparación integral del individuo y la comunidad, incluida la salud mental para que las personas y comunidades recuperen no sólo su patrimonio, sino su confianza. Si la ley ayer fortaleció la respuesta penal, hoy la prioridad es que la respuesta humana, psicológica y social. llegue al mismo ritmo. Buscar ayuda profesional no es solamente una medida individual: es un acto de reconstrucción colectiva. 

Te interesan los temas de desarrollo humano y bienestar intégrate a https://bit.ly/Kumaneko-SaludyBienestar es Gratis.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

Si deseas contactar al especialista o necesitas ayuda terapéutica puedes comunicarte vía Whats App.


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La criatura que nos mira: identidad, mirada ajena y el espejo psicológico en Frankenstein de Guillermo del Toro 

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En un entorno donde tantas voces compiten por definirnos, el acto más radical es elegir seguir siendo más allá del juicio ajeno

Conciencia Saludablemente

Por: Psicol. Alex Barrera**

Como fiel seguidora del cine sobre todo como una gran admiradora de la visión fantástica del director Guillermo del  Toro no podía perder la oportunidad de compartir con usted mi estimado lector un breve análisis sobre Frankenstein, la reciente entrega de uno de los directores más queridos de México. 

Y es que, al revisar sus más emblemáticas películas, no podemos dejar de lado que además del gozo increíble que significa la obra visual de quien me permito llamar maestro, se encuentra una marcada tendencia del creador a resaltar siempre temas profundamente filosóficos en sus producciones.  

En Frankenstein, una reinterpretación visualmente poderosa y emocionalmente compleja, la historia clásica de Mary Shelley recupera su esencia original: no es un relato de monstruos, sino una meditación profunda sobre lo que significa ser visto, nombrado y definido por otros. Del Toro coloca el foco en uno de los conflictos humanos más estudiados: la identidad que construimos, y en aquella que otros construyen de nosotros. 

La criatura, construida a partir de fragmentos, ensamblada desde lo roto, encarna una verdad psicológica tan vigente hoy como en la época de Shelley: somos el resultado de muchas manos, voces y expectativas que moldean nuestra forma de vivirnos. El “monstruo” no nace monstruoso; se vuelve tal cuando descubre que el mundo lo mira sin posibilidad de redención, añadiendo además que el monstruo no eligió ser así, sino que es creado por una figura incapaz de mirar en él otra cosa que su propio abismo personal, el creador sufre de igual forma por el deseo de una confirmación externa que no llega. Ese choque entre la autoimagen y la mirada ajena es, quizá, uno de los dilemas más profundos de la psicología contemporánea. 

La mirada del otro como espejo 

En psicología, la identidad se construye de manera relacional. Desde Cooley y su concepto del self reflejado, hasta los aportes más recientes sobre autoimagen y validación social, como los de Zygmunt Bauman y Judith Butler; sabemos que los seres humanos aprendemos a ser en función de cómo creemos que los demás nos perciben. Esa dinámica se intensifica cuando la mirada ajena es hostil, reduccionista o violenta, y no deja paso a lo diferente. 

Del Toro enfatiza este punto: la criatura experimenta el mundo con asombro y curiosidad, pero la sociedad le responde con miedo, miedo que se trasforma en violencia. Ante cada gesto de rechazo, él aprende una lección: “no soy quien creo, soy lo que ellos temen”. Y cuando esa enseñanza se repite, cuando la identidad se edifica con ladrillos de desprecio, el resultado es inevitable: una fractura psicológica profunda. 

La psicología clínica lo observa en múltiples ámbitos: personas que crecen bajo etiquetas dañinas, niños a quienes se les llama “problemáticos”, adolescentes que reciben rechazos por su cuerpo, su voz, su forma de ser, hasta llegar a la forma más violenta, personas que son rechazadas por su mera existencia. Como en la película, no es la naturaleza sino la experiencia social la que siembra el conflicto. Y entonces la idea queda implícitamente expresada, quien entonces engendra al monstruo, no es sino otro monstruo.  

Del Toro y la compasión como respuesta estética 

Guillermo del Toro, fiel a su visión humanista y con una inefable belleza, no demoniza a la criatura, sino que la convierte en el concepto de la dualidad, un ser que a pesar de sus características grotescas, despierta en el espectador un sentimiento de ternura representado con maestría en la bondadosa Elizabeth quien no sólo encuentra la gracia en el monstruo sino que identifica la verdadera fealdad en su creador Frankenstein, y pone al descubierto el gran fallo estructural de la sociedad que rechaza todo aquello que es diferente; así del Toro denuncia la crueldad de una sociedad que no sabe mirar desde la comprensión sino que lo hace desde el prejuicio.  

En su versión, la cámara se detiene en los ojos del monstruo, no para exhibirlo sino para invitarnos a reconocer su dolor. Es un recordatorio estético de una idea psicológica fundamental: la identidad se estabiliza solo cuando alguien nos mira con benevolencia. 

En terapia, y en la vida real, esto se traduce en el poder transformador de una mirada que valida, que reconoce y que acompaña. La criatura de Del Toro sufre esa transformación de la mano de quien no le juzga desde la apariencia, y así tiene la oportunidad de experimentar una conexión auténtica, descubriendo la verdad absoluta que nos lleva a la verdad, el deseo más profundo, que probablemente se encuentra en todo ser humano, y es: ser visto con amor por otro que es como “yo”. 

El rechazo como herida fundacional 

La película subraya un patrón: cada rechazo alimenta la narrativa interna de no pertenencia. Esto resuena con estudios actuales sobre trauma relacional, los cuales muestran que la marginación, el abandono y la deshumanización tienen efectos comparables a heridas físicas. La criatura aprende que su valor depende del juicio externo; aprende a temerse a sí misma porque teme a los otros. 

En términos psicológicos, esta es una condición ideal para la fragmentación de la identidad: cuando lo que somos y lo que se nos permite ser se contradicen, surge el conflicto interno. Del Toro lo muestra con una sensibilidad casi clínica: la criatura oscila entre la búsqueda de afecto y la ira desesperada de quien ha sido quebrado. 

¿Y si fuéramos el doctor Frankenstein? 

La película también sugiere que, como espectadores y como sociedad, ocupamos el lugar del creador. Somos quienes definimos qué merece ser aceptado y qué merece ser repudiado. Todos hemos sido, en algún momento, Frankenstein: creadores de expectativas imposibles, constructores de etiquetas, emisores de juicios que dejan cicatrices. Y en esa triada simbólica que Del Toro construye, el científico, la criatura y Elizabeth, aparece una metáfora poderosa sobre la identidad.  

La criatura, hecha de fragmentos y marcada por el abandono, se convierte en un espejo incómodo: revela lo que otros proyectan sobre ella. Elizabeth, con su mirada compasiva, es la única capaz de ver belleza allí donde otros ven monstruosidad; para ella, aquello que la sociedad desecha adquiere dignidad, humanidad e incluso ternura.  

En cambio, cuando mira al doctor Frankenstein, no encuentra brillantez ni nobleza, sino una forma más profunda de monstruo: el ser que, incapaz de empatía y preso de su propia ambición, destruye lo que crea y luego huye de las consecuencias. En esa inversión moral, la criatura como lo bello inesperado y su creador como lo verdaderamente oscuro, la película nos confronta con un dilema ineludible: ¿somos Elizabeth cuando miramos a los otros con apertura, o somos Frankenstein cuando solo vemos defectos, desviaciones y amenazas? 

La pregunta que subyace a esta analogía es profundamente ética: 
¿qué identidades estamos “creando” o deformando con nuestra forma de mirar? 

En la era digital, todos somos criaturas bajo escrutinio 

Si la criatura de Shelley sufría por la mirada directa, nuestra época añade un espejo más complejo: el digital. Redes sociales, filtros, opiniones al instante, la necesidad perpetua de ajustar quién somos para encajar con una audiencia invisible… La lógica es la misma: permitimos que la mirada del otro determine nuestro valor. Cambia el contexto; permanece la vulnerabilidad. Porque al final la autoimagen se deteriora, se fractura, se desestabiliza, cuando el de afuera devalúa a nuestro propio ser y pone en duda nuestras creencias sobre el “yo” 

Del Toro no habla explícitamente de redes sociales, pero su versión de Frankenstein dialoga con nuestra era: identidades que se modifican para sobrevivir y subjetividades que se fragmentan bajo la presión del juicio público. 

La psicología como espacio para reconstruirnos 

En medio de esa tensión, entre lo que somos y lo que creemos que debemos ser, la psicología ofrece un camino. El trabajo terapéutico ayuda a desmontar identidades construidas desde el miedo, la culpa o la vergüenza. Permite resignificar la mirada ajena, construir una voz interna propia y comprender que nuestra identidad no depende únicamente de lo que los demás interpretan. 

Porque, a diferencia de la criatura de Del Toro, nosotros podemos en conciencia, abrazar nuestras carencias, conocer y entender lo que nos hace diferentes y modificar aquello que nos causa malestar, en un espacio donde seamos vistos sin el peso del juicio: la consulta psicológica. 

Al final el monstruo vive 

La historia de Frankenstein sigue viva porque habla de nosotros: de las veces que hemos sido criaturas, rechazadas o incomprendidas; y de las veces que hemos sido Frankenstein, incapaces de mirar con compasión, dejando en otros un poco del monstruo que a veces somos. La versión de Guillermo del Toro nos recuerda que la identidad es un territorio construido entre muchas miradas, pero que merece ser reclamado. 

“Mientras permanezcas vivo, ¿qué más puedes hacer sino vivir?”

Del Toro cierra con maestría con una frase que no sólo es conmovedora, sino que invita a la resiliencia y al perdón, no hacia el que nos hizo monstruos sino a nosotros mismos por convertirnos en aquello que no es genuino y que nos separa de la bondad. “Mientras permanezcas vivo, ¿qué más puedes hacer sino vivir?” Esa pregunta, sencilla y contundente, que termina de cerrar con la única orden verdadera que un padre puede ofrecerle a su hijo “VIVE”, ofreciendo un final, que nos recuerda que la existencia sigue siendo un gesto de apuesta, incluso cuando el mundo, o la mirada de los otros, parezca negarnos un lugar.  

Vivir implica resistir las narrativas que nos reducen, cuestionar las identidades que nos impusieron y recuperar, con paciencia y valentía, la posibilidad de reescribirnos. En un entorno donde tantas voces compiten por definirnos, el acto más radical es elegir seguir siendo, seguir explorando quiénes somos más allá del juicio ajeno. Porque mientras hay vida, hay margen para la transformación; mientras respiras, existe la oportunidad de regresar a ti, de reconstruir tu historia y de reclamar una identidad que, aun frágil, sigue siendo tuya.  

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo, Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano, y especialización en neurobiología de los trastornos mentales, enfocada a la psicología.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque biopsicosocial.

Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje

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