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Registran en Francia éxodo de judíos por ola de terrorismo yihadista

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FRANCIA, 29 DE ABRIL.- Unos 60 mil judíos franceses  —que representan 10% de la comunidad—  abandonaron el país desde el año 2000 debido al creciente aumento del antisemitismo y el aumento de la “inseguridad”.

La cifra escalofriante de 55 mil 049 personas que decidieron hacer el alyah (“regreso” a Israel) fue revelada por el ensayista Pascal Bruckner en la presentación de El nuevo antisemitismo, trabajo colectivo que acaba de salir en Francia.

El éxodo registró un pico sin precedentes de 7 mil 892 “olims” en 2015. El éxodo record de año refleja el pánico que se produjo en la comunidad tras las primeras manifestaciones de la ola de terrorismo yihadista en Francia.

Ese fenómeno comenzó el 7 de enero de 2015 con el atentado contra el semanario satírico “Charlie-Hebdo”, que dejó 11 muertos, y dos días más tarde con el ataque al hipermercado de alimentación kasher en París, que provocó 5 víctimas (tres clientes, un empleado y el terrorista).

Las cifras citadas en el libro sobre El nuevo antisemitismo coinciden con los resultados de los trabajos realizados por el historiador Marc Knobel, director de estudios en el Consejo Representativo de Instituciones Judías de Francia (CRIF).

Esas estadísticas equivalen, en todo caso, a aproximadamente 10 por ciento de la comunidad judía. [En Francia está prohibido realizar censos o llevar cualquier tipo de registros de carácter racial, étnico o religioso].

Los que se fueron

Las 60 mil personas que partieron en los últimos 17 años representan un sensible aumento con respecto al periodo entre 1970 y 1999. Durante ese periodo  —dos veces más amplio—, 48 mil 097 judíos abandonaron Francia para radicarse en Israel.

Esas estadísticas corresponden, según Marc Knobel, a datos suministrados oficialmente por la Agencia Judía, institución que tradicionalmente se encarga de acompañar a los olims (candidatos al alyah).

El éxodo actual “es un fenómeno sin precedentes” que traduce “un muy fuerte sentimiento de inseguridad, malestar y de dudas”, consecutivos al aumento de actos antisemitas, según el diagnóstico coincidente de Knobel y de Francis Kalifat, presidente del CRIF.

En verdad, la cantidad de actos de violencia contra la comunidad judía no registró un aumento importante. Desde el año 2000, las estadísticas policiales contabilizan entre 400 y 600 actos antisemitas por año con un fuerte pico de 800 anuales a partir de 2014.

En 2016 y 2017 ese nivel descendió a poco más de 300, pero ese fenómeno constituye un espejismo: a partir de 2015, la mayoría de los “blancos” (sinagogas, colegios e instituciones judías) comenzaron a ser custodiados por los militares del dispositivo anti-terrorista Vigiepirate, lo que tuvo un efecto disuasivo.En cambio, hubo un incremento más que significativo de la “calidad” de la violencia con un repunte de las agresiones físicas.

Alahu Akhbar una frase divina ligada a la muerte

Francia, precisamente, acaba de ser conmovida por muerte Mireille Knoll. La anciana, que milagrosamente había sobrevivido a los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, fue asesinada por dos jóvenes. En el momento de matarla, uno de ellos gritó: Alahu Akhbar (“Dios es grande”).

Por otro lado, la justicia acaba de recalificar como “asesinato antisemita” la muerte de Sarah Halimi, perpetrada en abril de 2017.

La mujer fue arrojada desde el balcón de su casa por un joven que recitaba versículos del Corán y gritaba Allah Akhbar. “Maté al sheitan (demonio, en árabe), exclamó cuando llegó la policía.

Esos episodios permitieron percibir la existencia de un incremento de un fuerte aumento del llamado “antisemitismo islamista”.

Debido a la gravedad que alcanzó ese fenómeno, un grupo de 300 intelectuales acaba de firmar una declaración alertando al país sobre la gravedad de esa tendencia.

Pero ese llamamiento no consiguió evitar que cada día que pasa, los judíos continúan abandonando Francia  –al ritmo de 10 por día–  para radicarse en Israel o en algún país europeo que les ofrezca mayor seguridad.

Fuente El Sol de México Online

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Internacional

Cubanos piden ayuda alimentaria a la ONU, economía se hunde

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Agenda: En un acontecimiento que pasó casi desapercibido en medio de los dramas y las crisis que golpean a América Latina cada semana, los últimos días de febrero el Gobierno cubano pidió ayuda a las Naciones Unidas para abordar una creciente escasez de alimentos.

Esta petición de ayuda nunca antes realizada por un régimen comunista siempre orgulloso de su modelo de bienestar social muestra la grave situación a la que se enfrenta la economía cubana.

Golpeada por el recrudecimiento de las restricciones impuestas por Estados Unidos, la decadente producción doméstica, una debilitada actividad turística tras el fin de la era soviética y la indiferencia de sus aliados, esta isla atraviesa por sus peores momentos en materia económica desde el colapso de la Unión Soviética hace más de treinta año

Una cadena de apagones provocó que la gente saliera a las calles este pasado fin de semana, exigiendo a gritos “comida y electricidad”, lo que constituye una rara demostración de agitación social desde los desórdenes que convulsionaron al país en el mes de julio del año 2021, y que el régimen controló con una fuerza demoledora.

Actualmente, su situación económica constituye un inmenso reto para el Partido Comunista de Cuba, institución que controla la vida nacional desde el triunfo de la revolución de Fidel Castro de 1959.

Testigo de esto ha sido la incesante búsqueda de chivos expiatorios y de distracción a nivel interno: el presidente Miguel Díaz-Canel anunció una extraña investigación en contra de un viejo aliado y amigo, Alejandro Gil Fernández, debido a supuesta corrupción, luego de despedirle del cargo de ministro de Economía.

Naturalmente, para distraer la atención, siempre existe el embargo de Estados Unidos, el pretexto al que siempre ha recurrido Cuba cuando atraviesa dificultades económicas.

Es cierto que el embargo es un antiguo modelo de la Guerra Fría que tendría que haberse retirado hace ya mucho tiempo, sin embargo, no es el culpable de la escasez de comida en Cuba: desde 2001, la isla puede importar alimentos y otros productos agrícolas de EE.UU. por un importe de más de US$7.000 millones.

El embargo que pesa sobre Cuba desde hace 62 años no puede explicar que el país perdió al menos 500.000 ciudadanos, lo que representa alrededor del 5% del total de la población cubana, entre los años 2021 y 2023. Estos son cubanos jóvenes y educados que huyen del hambre, la mala administración de la economía y la represión política.

Más allá de las acusaciones, lo que estamos presenciando es el colapso del régimen socialista cubano. Esta transición podría llevar décadas. O podría suceder de manera muy parecida a como el gran aficionado a Cuba, Ernest Hemingway, escribió una vez sobre las quiebras: “primero de forma gradual… y luego, de forma repentina”.

Una cosa está clara: la crisis no se puede solucionar sin cambiar principalmente el modelo de país centralizado y controlado por el Estado, donde los burócratas gobiernan todos los aspectos de la vida pública.

Ese cambio político, que debe surgir desde dentro de la sociedad cubana, amenaza la supervivencia del régimen y el futuro de la revolución, un riesgo inaceptable para la vieja guardia bien alimentada que aún dirige el país. Esa es la esencia del conflicto en este momento.

Esta situación representa una prueba importante para la región, pero también una oportunidad.

Por ingenuo que parezca, imaginamos una Cuba funcional y más libre, en la que sus profesionales y su fuerza laboral altamente calificada son capaces de aprovechar el potencial del país, desde el turismo hasta la agricultura, la cultura, o incluso el petróleo.

Sin embargo, el escenario más previsible ahora es uno de incertidumbre y caos. Algunos legisladores estadounidenses podrían celebrar un colapso arrepentido del régimen cubano como un éxito político. Pero en el enorme caso hipotético que eso sucediera, no hay una oposición organizada esperando para tomar el control y corregir el rumbo del barco.

Tampoco sabemos cuál sería la reacción de los militares cubanos. Como me dijo William LeoGrande, observador de Cuba desde hace mucho tiempo y profesor de gobierno en la Escuela de Asuntos Públicos de la American University en Washington, DC, “el resultado podría ser un Estado fallido con la migración masiva y el establecimiento de organizaciones criminales transnacionales. Eso sería un problema mucho mayor para EE.UU., un desastre potencial”.

Por ahora, el Gobierno de Cuba está tratando de solucionar sus problemas económicos implementando un programa de austeridad profundamente impopular que incluye quintuplicar los precios de la gasolina, el diésel y la gasolina pasaron de 25 pesos cubanos (US$1,02) a 132 pesos cubanos (US$5,50), o un alza del 428 %, en un intento por cerrar un enorme agujero presupuestario —que se estima que alcanza el 18,5% del PIB— y por contener la inflación galopante.

Están buscando nueva ayuda externa, como la solicitud de alimentos a la ONU, y trabajando para lograr la recuperación total de su importante industria turística. Existe la posibilidad de que un aumento de la producción local que permita mayores exportaciones, una recuperación de las remesas y una serie de otros factores logren reactivar la economía y permitan que el Gobierno sobreviva a los efectos inmediatos de la crisis, según LeoGrande.

Pero ese sería el mejor de los escenarios para un sistema que ya pasó su fecha de caducidad.

Es posible que los izquierdistas latinoamericanos de la vieja escuela, como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el colombiano Gustavo Petro y, por supuesto, el venezolano Nicolás Maduro, todavía recurran a Cuba en busca de inspiración ideológica.

Pero como han señalado otros comentaristas, los latinoamericanos más jóvenes son, en el mejor de los casos, indiferentes. Además, a pesar de todas las especulaciones sobre las relaciones estratégicas de Cuba con Rusia y China (Díaz-Canel visitó ambas naciones en 2022), la realidad es que, más allá de su alineación geopolítica y rivalidad contra EE.UU., estas naciones se muestran reacias a financiar un gobierno con un historial sistémico de incumplimiento de su deuda.

Mientras EE.UU. se prepara para elegir un presidente en noviembre, Cuba también parece enterrada al final de las prioridades estratégicas del Tío Sam (aparte de lidiar con la influencia de cubanos en la frontera suroeste). Dada la cantidad de otros asuntos geopolíticos en ebullición y la mala política de establecer relaciones con el régimen cubano después de su brutal represión de 2021, la reticencia de la Administración Biden es comprensible.

Sin embargo, EE.UU., al igual que América Latina y el resto del mundo, tiene poderosas razones para no renunciar a imaginar una Cuba moderna y prepararse para una transición, ya sea difícil o suave.

Se deben realizar más esfuerzos para promover vínculos con el incipiente sector privado de Cuba, que surgió tras la legalización de empresas más pequeñas en 2021 y que, según algunos cálculos, ya emplea a alrededor del 35% de la fuerza laboral de la isla. Eso aumentaría la actividad comercial y fortalecería la interdependencia económica del país.

Pero, como me dijo John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial de EE.UU.-Cuba, esa estrategia involucra riesgos para el régimen: “cuando se permite que los empresarios ganen dinero, se comienza a hacer muy visible que hay gente rica en Cuba y gente que no lo es. ¿Cuán exitoso puede ser alguien antes de que el Gobierno decida quitarle todo?”

Aun así, Kavulich está presionando para que la embajada de Estados Unidos. apruebe una lista de pequeñas empresas cubanas con las que los estadounidenses podrían hacer negocios, fomentando relaciones comerciales dentro de las regulaciones y prohibiciones existentes, incluso mientras continúa el actual congelamiento político estadounidense.

Pareciera que fue hace un siglo que el presidente Barack Obama visitó la isla, el primer presidente estadounidense en hacerlo en 88 años, y que los Rolling Stones tocaron para medio millón de cubanos en la Ciudad Deportiva de La Habana. Sin embargo, eso fue apenas en 2016, lo que demuestra que las cosas pueden cambiar rápidamente a ambos lados del estrecho de Florida.

Como dijo recientemente el gran escritor cubano Leonardo Padura a un medio brasileño: “Creo que lo que más falta hoy no es la comida, el combustible, la electricidad o el café, lo que más falta es la esperanza”. Y eso puede seguir siendo escaso bajo el gobierno actual. Pero por el bien del pueblo de Cuba, sus vecinos deberían ayudar a mantener viva la esperanza.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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Internacional

Haití declara estado de emergencia y toque de queda tras la fuga masiva de presos

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Caracas.- El Gobierno de Haití declaró este 3 de marzo el estado de emergencia y un toque de queda nocturno después de que al menos una docena de personas muriera tras el ataque de una banda criminal a la prisión más grande de Puerto Príncipe, propiciando la fuga de miles de reclusos.

El toque de queda comenzará a las 18:00 horas y terminará a las 05:00 horas y estará vigente hasta el 6 de marzo, de acuerdo con las autoridades haitianas.

Horas antes, hombres armados atacaron la prisión nacional de la capital, Puerto Príncipe, y liberando a una gran cantidad de prisioneros, cuyo número exacto aún se desconoce.

Haití vive una crisis sociopolítica desde hace décadas, la cual se agravó a partir del asesinato del presidente Jovenel Moise en julio de 2021.

Desde entonces, la inacción de las autoridades provocó un aumento sin precedentes de la influencia de los grupos mafiosos que se dedican a la extorsión, al secuestro, para pedir rescates y que controlan zonas enteras del país, incluidas las terminales de combustible.

Fuente: EL Universal de Perú

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