Opinión
Agresor público número #1
Opinión / Cicuta del Caribe LXXI
• Anuncia TUI Airways que retomará sus vuelos entre Dublín y Cancún
• Se desarrollan en México el avión más eficiente y versátil del mundo
• Tramo 5 y aeropuerto de Tulum, un semestre, al menos, retrasados
• Los Cabos: mitad de vuelos son privados y tarifa media de US 400
• Segundo aeropuerto militar, a casi 1,500 kilómetros, ahora en Tulum
El mensaje a quienes quieren silenciar periodistas es que pueden hacerlo, que lo tienen permitido, que es muy fácil y barato, que no habrá costo que pagar
Marcela Turati
Por: Carlos Águila Arreola
México es el país más peligroso del mundo para ser periodista, según el último ranking sobre la libertad de prensa publicado por Reporteros sin Fronteras (RSF). En lo que va del año, 11 periodistas han sido asesinados, nueve por una conexión directa con su actividad periodística. Los periodistas mexicanos hemos aprendido a sobrevivir mientras se reportea.
En ese contexto, qué se puede esperar si el agresor público número uno de la prensa en México es el propio Andrés Manuel López Obrador, quien por si eso no fuera poco, sugerir diariamente desde el púlpito que un periodista o medio está contra un movimiento o grupo amplio de la sociedad, coloca al periodista en un mayor grado de vulnerabilidad.
Las agresiones verbales —laborales y físicas, a partir de la complicidad y la omisión— también vienen del Poder Ejecutivo nacional, que un día y otro también tilda de “fifí” y “conservadora” a la prensa opositora; es decir, no zanja, sino que sigue abriendo el camino para las agresiones, recuerdan el “Muerden la mano de quien les quitó el bozal”, el 3 de julio de 2019.
Las ofensivas de López Obrador en su estrategia de confrontación y búsqueda de enemigos que, al tratarse de la prensa prende las alarmas por una derivada aún más sensible: la seguridad de los periodistas. Los defensores de derechos humanos alertan las consecuencias que esos “discursos estigmatizantes” puedan provocar en el país más peligroso para ejercer el periodismo.
Incluso el relator especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Pedro Vaca, pidió al gobierno reconsiderar el “Quién es quién en las mentiras” ante el riesgo de que esté “afectando las garantías para un debate informado y libre del señalamiento público (…) no puede trazarse bajo la culpabilidad de reprender y tiene que ser más abierto en términos de libertad de expresión y democracia”.
Ensoberbecido como sigue López Obrador, escuchó la petición pero, como se dice coloquialmente, “le valió”. No en pocas ocasiones sus ofensivas contra la prensa han encendido las alarmas de varios organismos internacionales.
Desde 2006, al menos 140 periodistas han sido asesinados y 30 desaparecido, según la organización mexicana Propuesta Cívica, que lanzó la campaña “Y a mí qué me toca hacer” para visibilizar la violencia en México, donde “los principales agresores son las autoridades públicas, lo que genera una dinámica muy perversa desde el propio Estado, obligado a proteger la vida”.
El país tiene el récord de periodistas asesinados en un contexto sin guerra, de acuerdo con el Comité contra la Desaparición Forzada en su visita a México. En 98 por ciento de casos, los reporteros investigaban temas relacionados con violaciones a derechos humanos, narcopolítica, crimen organizado y corrupción relacionada con funcionarios públicos.
Somos el país más peligroso del mundo para ejercer el oficio, según RSF, que asegura que en suelo azteca han muerto más periodistas por el ejercicio de su labor que en países en guerra como Ucrania, Siria, Yemen o Palestina.
Precariedad
Para defensores de derechos humanos y familiares de víctimas, en México hay una red de complicidad entre la política y el narcotráfico. En muchos casos, son las autoridades públicas quienes ordenan el crimen y los actores del crimen organizado quienes la ejecutan… hay un problema severo de “narcopolítica”, de vinculación entre actores políticos y del crimen organizado.
México es más grande que la perversidad de quien hoy gobierna. Habiendo tenido la posibilidad real y material de hacer un cambio con su arribo al poder, optó por la acumulación de poder, ideologizar la toma de decisiones, eliminar la capacidad de gestión gubernamental y en general dejar la huella de una bola de acero que sin razón destruye todo a su paso.
La presente administración no ha hecho nada por mejorar la vida de todo ciudadano en lo que cuenta (inseguridad, injusticia, impunidad, inmovilidad e inequidad), y sin embargo han sido unos magos para la mercadotecnia y la propaganda, de la mano de Epigmenio “Goebbels” Ibarra como director de orquesta, han acusado diversos medios.
El principal problema de la prensa en México no es la falta de capacitación de los periodistas, sino la precariedad de sus condiciones de trabajo. Podrán acusar carencias formativas, hasta cierto conformismo o desactualización, pero ninguno de esos déficits compite ni por asomo con las adversidades que definen su entorno profesional.
La agresión también se da en las condiciones laborales: “Quienes trabajamos en los medios sufrimos una violencia silenciosa que se expresa en la falta de seguridad social, bajos salarios que nos vulnera en todos los sentidos”, expresó Laura Quintero, reportera de El Heraldo de México. La violencia económica cada vez es más normal en medios de comunicación.
El simple hecho de no ganar lo suficiente para poder tener una vida digna, ya constituye una agresión… y es algo que se ha normalizado entre quienes nos dedicamos a los medios de comunicación. El salario mínimo en México es de 172.87 pesos (260.34 en la frontera norte). Para periodistas es de 387.70 pesos durante 2022, y aun así es insuficiente en muchos casos.
Se debería estar en huelga o reclamar que se pague bien, tener prestaciones, seguros de vida, todas las condiciones y se ayude a profesionalizar. Por desgracia, los medios están “aburguesados”, llenos de gente sin ambición, pero con muchas palancas. Tu color de piel, la escuela de la que provienes y tu apellido o vínculos te abren puertas; si no tienes eso, te atoras.
No me refiero a quienes ocupan puestos directivos, editoriales, de conducción o análisis, sino a los reporteros, a quienes el argot del propio gremio denomina “la tropa”; me refiero a cuán normalizada está la violación de derechos laborales; al alto riesgo en el que a veces se incurre y a los bajos salarios; a la hostilidad, las agresiones y violencia, muy normalizada, de las que somos víctimas.
México se sitúa en la posición 179 sobre 180 del indicador de seguridad para los periodistas; Costa Rica sigue siendo la excepción del continente, siendo el más seguro para ejercer la profesión, en el octavo lugar de peligrosidad, pero a nivel mundial; es decir, tiene una sociedad de primer mundo.
Singular Aircraft desarrolla el avión no tripulado más eficiente y versátil del mundo, el Flyox I, que tiene el objetivo de extinguir incendios, cuidar fronteras, misiones militares, agrícolas y de carga. Depende de las necesidades, tiene gran capacidad de adaptación: puede cargar 1.8 toneladas o realizar vuelos hasta por 24 horas continuas. El costo de operación es de 250 dólares por hora, sería el avión más eficiente del mundo; además, funciona con gasolina de 95 octanos, la convencional para automóviles. Ya interesa a las organizaciones del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de las Naciones Unidas (ONU) y gobiernos de distintos países- La aeronave se está cotizando en 1.5 millones de euros, lo que lo hace accesible para que cualquier gobierno tenga una flota que permita lograr acciones como la extinción de incendios sin arriesgar vidas humanas.
Menudencias
TUI Airways reanuda sus operaciones entre Dublín y Cancún a partir del 5 de junio de 2023 con una frecuencia semanal (lunes). El servicio estará disponible hasta el 17 de julio de 2023. Los paquetes vacacionales están ya disponibles desde mil 799 euros (37 mil 632 pesos) por semana para una estancia de 14 días. Datos de la Agencia Federal de Aviación Civil de México (AFAC) indican que en 2019 se movilizaron cuatro mil 177 pasajeros en 14 vuelos.
Los amparos interpuestos contra la devastación de selva y especies animales, ya provocaron que la construcción del Tren Maya se retrasará cuando menos seis meses, así como la del aeropuerto de Tulum, este por la demora de los estudios de preinversión. El tercer convenio modificado, que corresponde al Tramo Cinco Sur, especifica que su inauguración será un semestre después, proyectando finalizar la megaobra para mayo de 2024, y no en diciembre de 2023; empero, los caprichos de Tartufo son inconmensurables.
Aunque se podría decir que es un destino exitoso, la verdad es que está creciendo de manera desmedida, pues durante la pandemia se convirtió en el lugar favorito para el viajero de alto nivel económico de Estados Unidos y de México. Los Cabos es de los destinos más apetecidos, sobre todo del turista de gran poder adquisitivo: los vuelos privados representan la mitad de la operación de su aeropuerto, y la tarifa media hotelera ya supera los 400 dólares.
¡Aguas!: la nueva terminal aérea en Tulum comparte características con la edificada en Santa Lucía: poco tiempo de ejecución, instalaciones militares y participación de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Las obras comenzaron con los ingenieros militares que construyeron el aeropuerto Felipe Ángeles en el Estado de México, se trasladaron casi mil 500 kilómetros para que Andrés Manuel López Obrador diera el banderazo de salida el 3 de marzo.
EN LA OPINIÓN DE:
“Vivir con miedo: la huella psicológica de la inseguridad en México”
Los Mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad…
Conciencia Saludablemente
Psicol. Alex Barrera
¡Mexicanos al grito de guerra! Esta es una de las estrofas más fuertes de nuestro himno nacional, cualquier mexicano conoce esta frase, pero cuantos de los habitantes de este país repara en el significado de esta frase que pareciera ser una realidad en estos días, cuantos de verdad se dan cuenta que la violencia en México si indiscutiblemente se ha convertido en una guerra, una que enfrentamos día a día y que se ha enraizado en nuestra sociedad.
Peor aún, ¿cuántos mexicanos si quiera se dan cuenta lo que le hace a su salud mental? La percepción de inseguridad, más allá de cifras, opera como un reflejo trastornador en el bienestar psicológico de la ciudadanía. En México, cuando los titulares de prensa retumban con asesinatos públicos, atrocidades y organismos de seguridad incapaces de contener el escalamiento criminal, lo que se resquebraja no es únicamente la confianza en las instituciones: se fractura la sensación de habitar un entorno protector, lo que repercute directamente en el ánimo, la salud mental y la capacidad de resiliencia de las personas.
Mientras el gobierno actual culpa a los anteriores gobiernos de la herencia de violencia, poco se ocupa de comunicar sus propias estrategias para brindar la certeza que la gente necesita hoy, y es que, si vamos al pasado inmediato, tan sólo en octubre se registraron un par de episodios que ilustran a la vez la crudeza de la violencia y su potencia simbólica.
La violencia ya no solo es violencia, sino que está plagada de un claro mensaje “NO HAY TREGUA”, porque no es solo el hecho de que en el estado de Michoacán, se registrara el asesinato de siete presidentes municipales en menos de cuatro años, si no que el último de ellos haya sido el de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, ejecutado el 1 de noviembre durante un evento público en pleno centro de la ciudad, y no cualquier evento, sino la celebración de Día de Muertos, uno de los eventos más significativos para los mexicanos. ¿Y entonces, no es este un atentado contra la misma sociedad, como podemos no entender esto como un mensaje, no para una persona, no para un estado, sino para un país entero? ¿Cómo puede no ser esto una agresión directa a la sociedad?
Este mismo mes en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, se vivió una semana de “limpieza” entre cárteles cuyo resultado fueron 41 muertos en seis días, 12 solamente el 22 de octubre, estos eventos inundan las páginas de los medios de comunicación locales e internacionales, que detallan enfrentamientos sangrientos entre bandos criminales.
Cuando la violencia se vuelve espectáculo —y aún más cuando el blanco son eventos culturales o áreas urbanas frecuentadas—, la inquietud colectiva crece y se instala un estado de permanente alerta emocional. La población no sólo teme por su integridad física, sino por la certeza de que el espacio en el que habita ya no es predecible ni seguro. En este contexto, la evidencia señala que la percepción de inseguridad persiste pese a mejoras estadísticas en homicidios. Por ejemplo, en una nota de El País publicada el pasado 23 de octubre se señala que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que, en septiembre de 2025, el 34 % de los mexicanos consideraba que la inseguridad permanecería “igual de mal” en su ciudad los próximos doce meses, y el 23.9 % estimaba que “empeorará”.
Desde la psicología, esos datos no son únicamente indicadores sociales: son síntomas de un clima emocional colectivo afectado. La inseguridad percibida produce estrés crónico, desgaste emocional y una reducción progresiva de lo que se denomina “capital psicológico”. Las personas pueden volverse más reacias a participar, a salir o a confiar en su entorno; aparece la hipervigilancia, la ansiedad, la alteración del sueño, e incluso la evitación de actividades cotidianas. Cuando la amenaza parece constante (aunque en el sentido probabilístico no esté dirigida a cada persona en lo individual) el efecto se propaga y se torna comunitario.
Además, esta erosión de la confianza se reconoce también en la relación entre ciudadanía y Gobierno. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum según publica en su sitio web PolíticoMX mantiene una aprobación del 74 % al cierre de octubre de 2025, mientras que la desaprobación ronda el 25 %, eso no sostiene la percepción sobre la inseguridad que la ciudadanía no aprueba pues el mismo medio publica que otra encuesta hecha entre abril-mayo de 2025 que señala que solo 21.6 % de los mexicanos afirmaron sentirse seguros viviendo en el país, lo que significa que ~78.4 % se siente inseguro.
Los mexicanos esperan seguridad, efectividad institucional y protección, cuando eso falla, también se quiebra el sentido de que “las cosas están bajo control”. Ese quiebre tiene consecuencias psicológicas: ¡el orden que sostiene la rutina y la confianza se vuelve frágil!
La percepción de que “nadie está a salvo” o que “las autoridades no se dan abasto” abre una fisura emocional que afecta la vida social: las personas se retraen, desconfían, se inhiben. En la práctica clínica, se puede observar cómo en zonas de alta violencia o alta percepción de riesgo, los pacientes presentan mayor vulnerabilidad ante trastornos de ansiedad, alteraciones del sueño, síntomas de hipervigilancia y menos recursos para enfrentar los imprevistos. Cuando se vive con la sensación de que el entorno se volvió hostil, el bienestar se vuelve una meta difícil.
Es imprescindible comprender que, aunque los índices de homicidio puedan bajar en ciertos meses, la experiencia subjetiva de inseguridad no cae de inmediato. El retraso entre la mejora real y la percepción ciudadana deja un vacío de tiempo en que la salud emocional queda expuesta. Y mientras tanto, la violencia, al ser tan visible y tan simbólica, sigue reforzando la sensación de vulnerabilidad.
¿Qué hacer ante este escenario? En primer lugar, desde lo comunitario, es necesario promover espacios de diálogo, reforzar lazos de vecindad, crear plataformas de resiliencia colectiva: porque la inseguridad emocional se enfrenta también socialmente. Pero, en segundo lugar, y no menos importante, desde el ámbito individual, no se puede trivializar el impacto psicológico que tiene vivir bajo la sombra de la violencia. Acudir a servicios de salud mental, recibir contención, comprender que la reacción emocional es lógica, constituye un acto de cuidado.
No solo “sobrevivir” a la inseguridad física, sino preservar el bienestar psicológico, es una tarea urgente, porque la constante percepción de peligro provoca estrés constante, y esto a su vez genera, malestar físico, y más allá de ello fragmenta el bienestar social. Las autoridades tienen la obligación de garantizar la seguridad, pero las personas también tienen el derecho y la necesidad de salvaguardar su salud emocional cuando la protección estatal se ve comprometida.
En un país donde la violencia arremete en plazas públicas, atenta contra autoridades, se infiltra en la vida cotidiana y deja huella en la percepción de la gente, el bienestar psicológico no es un lujo: es una condición para el mínimo sustento de la dignidad humana.
Los mexicanos vivimos con miedo y eso es una realidad, aceptarlo, afrontarlo y en su caso buscar ayuda profesional, hablar con un terapeuta, explorar las formas en que la inseguridad impacta nuestra mente, es tan importante como procurar cerraduras y alarmas. Porque al final del día, tenemos que reconstruir no solo ciudades más seguras, sino experiencias interiores donde no nos sintamos indefensos.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
EN LA OPINIÓN DE:
Entre flores y recuerdos: la psicología del Día de Muertos
Colocar un altar nos lleva a encontrar un vinculo en el que se pude sanar la perdida
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera
En México, la muerte no se esconde; se decora con flores de cempasúchil, se endulza con pan y se acompaña de risas y canciones. El Día de Muertos no es sólo una tradición; es una declaración cultural profundamente humana: la vida y la muerte no son opuestos, sino partes del mismo ciclo. Desde la psicología, esta visión ofrece una lección esencial sobre cómo enfrentamos la pérdida, el duelo y la memoria.
En muchas culturas occidentales, hablar de la muerte sigue siendo un tema prohibido. Se evita mencionar a los fallecidos, se apartan sus objetos, se oculta el dolor tras una aparente fortaleza. Sin embargo, la cultura mexicana, heredera de cosmovisiones indígenas y creencias sincréticas, ha desarrollado una relación distinta con la finitud. Aquí la muerte se sienta a la mesa. Se le invita, se le honra, se le ríe. En lugar de negar su existencia, se le integra como una compañera inevitable.
Esta actitud, lejos de ser una mera expresión folklórica, tiene profundas implicaciones psicológicas. Aceptar la muerte —propia y ajena— es aceptar la impermanencia de todo. Es reconocer que la pérdida forma parte de la vida, y que el dolor, cuando se vive con consciencia, puede transformarse en gratitud. Desde la psicología existencial, este reconocimiento no conduce a la desesperanza, sino a una mayor plenitud: saber que el tiempo es finito nos empuja a vivir con sentido, a cuidar los vínculos y a encontrar propósito en cada día.
Pero el Día de Muertos no solo nos enseña a pensar en la muerte; también nos enseña a recordar con amor. El altar, corazón simbólico de la celebración, se convierte en un espacio terapéutico. Al colocar una fotografía, una vela o el platillo favorito del ser querido, no solo evocamos su presencia: actualizamos el vínculo. Recordar no es aferrarse al pasado, sino mantener viva la conexión emocional que sigue existiendo más allá de la ausencia física.
En psicología del duelo, esto se conoce como el vínculo continuo. Lejos de promover el olvido, se alienta a las personas a encontrar formas sanas de mantener esa relación interior con quienes ya no están. El altar cumple exactamente esa función: da forma, color y orden al dolor. Permite hablar con los que se fueron, agradecerles, perdonarlos o simplemente compartir un instante simbólico de convivencia. Es, en términos terapéuticos, una representación externa del proceso interno de sanar.
Cada objeto en el altar cumple una función emocional: las flores representan el ciclo de la vida, la comida evoca el cuidado, las velas guían el camino y las fotografías preservan la memoria. A través de este acto ritual, la persona que recuerda también se reconstruye. Como en cualquier proceso terapéutico, el ritual ofrece estructura, contención y sentido: tres elementos fundamentales para elaborar el duelo.
La psicología contemporánea reconoce que los rituales —ya sean religiosos, culturales o personales— facilitan la transición emocional tras una pérdida. Funcionan como puentes entre el dolor y la aceptación, entre el caos y la calma. En ese sentido, el Día de Muertos puede entenderse como una forma colectiva de terapia: una jornada en la que la sociedad entera legitima el dolor, lo comparte y lo transforma en celebración.
Sin embargo, bajo el colorido de las ofrendas y la alegría de las calaveras, también laten silencios profundos. No todos los duelos son iguales ni todas las pérdidas se procesan del mismo modo. Hay quienes, tras la muerte de un ser querido, sienten que la vida pierde sentido, que el vacío es demasiado grande o que la tristeza se ha vuelto una compañera constante. En esos casos, el acompañamiento psicológico puede marcar una diferencia vital.
Hablar del duelo en terapia es un acto de valentía. Es reconocer que, aunque la cultura ofrezca rituales para honrar la muerte, a veces el dolor necesita otro espacio: un lugar donde ser escuchado, comprendido y trabajado con herramientas profesionales. La psicoterapia ayuda a darle forma a la ausencia, a integrar el recuerdo y a reconstruir la vida sin negarla, es iniciar el camino hacia una nueva forma de coexistir con el dolor y afrontarlo de manera que no se convierta en un trauma.
Así, el Día de Muertos no es sólo una tradición que mira hacia el pasado, sino una invitación a mirar hacia adentro. Nos recuerda que el amor y la pérdida son inseparables, y que recordar no duele: lo que duele es callar. Cada altar que encendemos es una forma de iluminar nuestra historia, de reconciliarnos con lo inevitable y de encontrar sentido en el recuerdo.
Quizás por eso, entre el aroma del copal y la luz de las velas, comprendemos que no se trata de vencer a la muerte, sino de aprender a convivir con ella, y entender que la vida es sólo el camino que nos lleva inevitablemente hacia el final. Y en ese aprendizaje, la psicología tiene mucho que aportar: ayudarnos a aceptar, a transformar y, sobre todo, a vivir con conciencia.
Porque así como los altares se llenan de flores cada noviembre, también nuestra mente y nuestro corazón pueden renovarse. A veces, solo hace falta dar el primer paso: hablar con alguien, pedir ayuda, acudir a terapia.
La vida como el altar, se enciende de nuevo cuando nos atrevemos a mirar la sombra y convertirla en luz en este ciclo cuya belleza se encuentra en tomar conciencia de que un día se va terminar.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje
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