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Opinión

Aguakan, de azul

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Opinión / Cicuta del Caribe XCVII

• Aumentará el costo por el canje de placas en Quintana Roo

• Analizan crear agencia de turismo que controlaría la Sedena

• Inflación frena la digitalización en seis de cada 10 empresas

• Chapur mantener “turismo prestado”; Almaguer, en Canadá

• Vuelo inaugural de Alice, primer avión totalmente eléctrico

Por: Carlos Águila Arreola

El lunes 26 de septiembre pasado, la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) informó que la agencia calificadora internacional HR Ratings asignó el nivel de “impacto sustentable con perspectiva estable” para los bonos azules que pretende emitir Desarrollos Hidráulicos de Cancún (DHC) por hasta dos mil 500 millones de pesos.

En castellano, lo anterior quiere decir que Aguakan —la razón comercial de DHC—, en concordancia con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pretende conseguir financiamiento para proyectos relacionados con el tratamiento, almacenamiento y suministro sustentable de agua.

Cuando la concesionaria del servicio agua potable, alcantarillado y saneamiento en los municipios de Benito Juárez, Isla Mujeres, Puerto Morelos y Solidaridad enfrenta una nueva campaña de injurias por algunos ambientalistas, la empresa da un paso al frente y, al menos en actitud, supera momentáneamente los denuestos ciudadanos.

La oferta está prevista para lanzarse durante el cuarto trimestre de este año —concretamente durante el mes de octubre—, y los recursos serán destinarlos a proyectos que ayuden a aumentar “el acceso al agua potable y para mejorar la calidad de los servicios de saneamiento”, se lee en el comunicado emitido por la BMV.

Aguakán se prepara para colocar un bono azul para recaudar hasta dos mil 500 millones de pesos. Se trata de instrumentos de renta fija que se emiten en el mercado de valores para financiar proyectos relacionados con el tema del agua, e incluyen las inversiones para el tratamiento, almacenamiento y suministro sustentable del líquido.

Serán dos series: la primera (DHIC 22B) tendrá vigencia de 3.5 años y pagará intereses con base en la tasa de interés interbancaria de equilibrio a 28 días (TIIE 28), más una sobretasa fija, y la segunda (DHIC 22-2B) de siete años —hasta 2030— con una tasa fija más una sobretasa, que se determinará al ser colocada.

Desarrollos Hidráulicos de Cancún busca financiamiento para proyectos que ayuden a aumentar “el acceso al agua potable y mejorar la calidad de saneamiento”; por ello, ha conformado carteras de proyectos elegibles u una de éstas comprende una inversión estimada de mil 979 millones de pesos. 

Otro portafolio para asegurar el acceso al agua potable implicará una inversión de casi 832 millones de pesos y otro busca implementar el uso de energías renovables mediante 33.9 millones más, “inversiones que incluyen remodelar los sistemas de agua potable, alcantarillado y saneamiento de aguas residuales en Solidaridad”, según HR Rating.

Esa emisión tiene un Marco de Referencia que estipula que los proyectos financiados con los recursos generados por los bonos azules deberán ser alineados con el ODS de la ONU relacionado con agua limpia y saneamiento, así como con la industria, innovación e infraestructura de ese sector.

“DHC busca contribuir al acceso al agua y servicios de saneamiento, y garantizar innovación en infraestructura. Por otro lado, el Marco de Referencia está apegado a los Principios de Bonos Verdes, a los de Bonos Sociales y la Guía de Bonos Sostenibles, elaborados por el International Capital Market Association (ICMA)”, dijo la calificadora. 

El marco también se alinea con la Guía de Financiamiento Azul de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) —piedra angular para actividades en la economía azul, respaldada por una comunidad de más de 50 instituciones del mundo, que tiene una cartera colectiva superior a los seis billones de dólares— y con los principios del ICMA.

En septiembre pasado, Aguakán desarrolló el Marco de Referencia de Bonos Azules para sentar las bases y llevar a cabo emisiones temáticas, tomando en cuenta la alineación de los proyectos al cumplimiento del ODS 6, que contempla las seis “ces”: calidad, cantidad, cobertura, continuidad, costo y cultura hídrica

Es deseable que también se cumpla el ODS 9, que pretende infraestructuras sostenibles, resilientes y de calidad, impulsar una nueva industria bajo criterios de sostenibilidad que adopte tecnologías y procesos industriales limpios y ambientalmente racionales, fomentar la tecnología, la innovación y la investigación.

Menudencias

Casi 900 mil unidades vehiculares tendrán que cambiar placas en 2023. Se estima que cueste 158 pesos más que en 2020, cuando costó mil 141. La Ley de Derechos indica que la lámina tiene un valor de 13.50 veces la Unidad de Medida y Actualización (UMA, 96.22 pesos); es decir, 1298.97, para motocicletas un mínimo de 433 pesos, 53 más que la vez pasada, y para remolques 601 pesos, además del costo de la tarjeta de circulación: 120 pesos.

La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) pretende ser ima gran agencia de turismo con proyectos hoteleros (Desarrollo Hotelero Nuevo Uxmal y cuatro ecohoteles en estaciones del Tren Maya), parques temáticos, museos y una aerolínea con 10 aeronaves rentadas, que operarían 100 horas de vuelo al mes; antes, se prevé crear la empresa “Servicios Turísticos Itzamná”, de acuerdo con documentos contenidos en los correos electrónicos extraídos por los hackers “Guacamaya”. La línea aérea aún no tiene nombre.

En México, seis de cada 10 empresas aceptan que la inflación está afectando sus procesos de digitalización, pero no los abandonan, de acuerdo con el estudio “Inversión en innovación vs Inflación”, elaborado por Citrix Virtual Apps and Desktops —empresa de soluciones de virtualización—; sin embargo, cinco de cada decena indicaron que el impacto las ha llevado a aumentar las inversiones en tecnología para apoyar el trabajo a distancia e híbrido.

José Antonio Chapur Zahoul, director ejecutivo del Grupo Palace Resorts, dijo que el reto para el siguiente lustro es mantener los “turistas prestados” a los que se refirió el líder hotelero regional Jesús Almaguer Salazar —de gira por Canadá, acompañando al secretario federal de Turismo (Sectur), Miguel Torruco Marqués— y, al mismo tiempo, decretó el fin de las temporadas bajas, u es que durante septiembre y lo que va de octubre la ocupación es de 70 por ciento, más del doble de los años recientes en las mismas fechas.

El avión eléctrico Alice, de la empresa Eviation, hizo su primer vuelo con pasajeros despegando del aeropuerto del condado de Grant, en Washington; permaneció ocho minutos en el aire a una altitud de tres mil 500 pies (mil 066.8 metros). La aeronave tiene tres versiones: una cabina para nueve pasajeros, una ejecutiva para seis y una versión de carga, y alcanza una velocidad máxima de 260 nudos (casi 500 kilómetros) con una carga de dos mil 500 libras (mil 133.9 kilogramos) con pasajeros y 100 más en la versión de carguero.

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Extorsión: violencia económica que se vuelve trauma emocional 

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Aunque es un delito del que mucho se habla, pocos toman en cuenta la factura a la salud mental que significa no resolverlo.


Conciencia Saludablemente

Por: Psicol. Alex Barrera

La reciente aprobación en el Congreso de la Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar los Delitos en materia de Extorsión marca un antes y un después jurídico en México: la reforma aspira a homogeneizar criterios, perseguir el delito de oficio y endurecer sanciones frente a una práctica que se ha disparado en los últimos años. La votación responde a una urgencia tangible: la extorsión ya no es un daño sólo económico, es una máquina de erosionar vidas. 

Los números lo confirman y, a la vez, ocultan realidades. Según la Encuesta Nacional de Victimización de Empresas (ENVE) del INEGI, en 2023 se cometieron 747 mil delitos de extorsión contra unidades económicas, cifra que ilustra la magnitud del fenómeno entre negocios formales.  Cabe señalar que las estadísticas oficiales de carpetas de investigación son mucho menores por no decir engañosas, precisamente es por la altísima “cifra negra” (cantidad de delitos que no se registran en las estadísticas oficiales) que la mayoría de las víctimas no denuncia, es decir las víctimas tienen miedo o desconfianza institucional.  

El impacto económico también aparece con cifras contundentes. Coparmex y diversas estimaciones señalan pérdidas multimillonarias: sólo en 2025, hasta septiembre, las extorsiones han significado una erogación que supera los 21 mil millones de pesos para empresarios, además de multiplicar costos en seguridad privada y obstaculizar la inversión. 

El daño no se limita a lo material. La extorsión induce estrés crónico, ansiedad, insomnio y sensación de indefensión tanto en propietarios como en trabajadores. Pequeños comerciantes describen la extorsión como un “perdón a cambio de sobrevivir”: pagar para continuar operando. Esa lógica genera culpabilidad, vergüenza y un desgaste emocional que se transmite al núcleo familiar y comunitario. Estudios sobre victimización muestran que la repetición del ataque y la impunidad fomentan trastornos de estrés postraumático, depresión y paranoia colectiva, los cuales han sido publicados por ENVE/INEGI y reportes de victimización.  

Las consecuencias secundarias son palpables: zonas enteras ven cerrar negocios ante la imposibilidad de sostener pagos extorsivos o por la pérdida de clientes ante la percepción de riesgo. En Sinaloa, por ejemplo, Coparmex reportó el cierre de alrededor de 2 mil empresas en el primer semestre de 2025 atribuible al clima de inseguridad local; sin embargo, no existe aún una cifra nacional homologada sobre cierres empresariales exclusivamente por extorsión.  

Ese silencio la llamada la cifra negra agrava el golpe psicológico. No denunciar porque temes represalias o porque “las autoridades no harán suficiente” es una doble privación: económica y emocional. La persona queda aislada, sin redes de apoyo formales, normalizando el temor y enquistando el daño. A nivel comunitario, esa normalización mina la confianza social y la capacidad de resiliencia colectiva, además activa un mecanismo de defensa en el cerebro sobre todo porque como miembro de una comunidad el miedo se agrava pues ya no tienes libertad de acudir a lugares recreativos, esto se convierte en una viciosa cadena, que impacta también la economía, pues la extorción desmotiva la inversión, reduce fuentes de ingreso y atemoriza a la comunidad, es decir que el daño es sistémico. 

Frente a este panorama, la ley y las acciones policiales son necesarias pero insuficientes por sí solas. Es imprescindible integrar respuestas que atiendan la salud mental de las víctimas: protocolos de contención, orientación jurídica y fundamentalmente atención psicológica especializada.  

La terapia ayuda a procesar el trauma, recuperar la calma y volver a sentir que se tiene control sobre la propia vida. También permite desarrollar estrategias para manejar el miedo y evitar que este se vuelva permanente. Intervenciones breves, apoyo psicoeducativo y programas comunitarios de resiliencia pueden reducir la ansiedad, mejorar el sueño y favorecer decisiones más seguras, ya sea sobre denunciar o reestructurar la actividad económica. 

La extorsión ataca hogares y tejido económico, pero también hiere la confianza que sostiene la vida cotidiana. Por eso la política pública debe ir más allá de la cárcel para extorsionadores: debe contemplar la reparación integral del individuo y la comunidad, incluida la salud mental para que las personas y comunidades recuperen no sólo su patrimonio, sino su confianza. Si la ley ayer fortaleció la respuesta penal, hoy la prioridad es que la respuesta humana, psicológica y social. llegue al mismo ritmo. Buscar ayuda profesional no es solamente una medida individual: es un acto de reconstrucción colectiva. 

Te interesan los temas de desarrollo humano y bienestar intégrate a https://bit.ly/Kumaneko-SaludyBienestar es Gratis.

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.

Si deseas contactar al especialista o necesitas ayuda terapéutica puedes comunicarte vía Whats App.


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EN LA OPINIÓN DE:

La criatura que nos mira: identidad, mirada ajena y el espejo psicológico en Frankenstein de Guillermo del Toro 

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En un entorno donde tantas voces compiten por definirnos, el acto más radical es elegir seguir siendo más allá del juicio ajeno

Conciencia Saludablemente

Por: Psicol. Alex Barrera**

Como fiel seguidora del cine sobre todo como una gran admiradora de la visión fantástica del director Guillermo del  Toro no podía perder la oportunidad de compartir con usted mi estimado lector un breve análisis sobre Frankenstein, la reciente entrega de uno de los directores más queridos de México. 

Y es que, al revisar sus más emblemáticas películas, no podemos dejar de lado que además del gozo increíble que significa la obra visual de quien me permito llamar maestro, se encuentra una marcada tendencia del creador a resaltar siempre temas profundamente filosóficos en sus producciones.  

En Frankenstein, una reinterpretación visualmente poderosa y emocionalmente compleja, la historia clásica de Mary Shelley recupera su esencia original: no es un relato de monstruos, sino una meditación profunda sobre lo que significa ser visto, nombrado y definido por otros. Del Toro coloca el foco en uno de los conflictos humanos más estudiados: la identidad que construimos, y en aquella que otros construyen de nosotros. 

La criatura, construida a partir de fragmentos, ensamblada desde lo roto, encarna una verdad psicológica tan vigente hoy como en la época de Shelley: somos el resultado de muchas manos, voces y expectativas que moldean nuestra forma de vivirnos. El “monstruo” no nace monstruoso; se vuelve tal cuando descubre que el mundo lo mira sin posibilidad de redención, añadiendo además que el monstruo no eligió ser así, sino que es creado por una figura incapaz de mirar en él otra cosa que su propio abismo personal, el creador sufre de igual forma por el deseo de una confirmación externa que no llega. Ese choque entre la autoimagen y la mirada ajena es, quizá, uno de los dilemas más profundos de la psicología contemporánea. 

La mirada del otro como espejo 

En psicología, la identidad se construye de manera relacional. Desde Cooley y su concepto del self reflejado, hasta los aportes más recientes sobre autoimagen y validación social, como los de Zygmunt Bauman y Judith Butler; sabemos que los seres humanos aprendemos a ser en función de cómo creemos que los demás nos perciben. Esa dinámica se intensifica cuando la mirada ajena es hostil, reduccionista o violenta, y no deja paso a lo diferente. 

Del Toro enfatiza este punto: la criatura experimenta el mundo con asombro y curiosidad, pero la sociedad le responde con miedo, miedo que se trasforma en violencia. Ante cada gesto de rechazo, él aprende una lección: “no soy quien creo, soy lo que ellos temen”. Y cuando esa enseñanza se repite, cuando la identidad se edifica con ladrillos de desprecio, el resultado es inevitable: una fractura psicológica profunda. 

La psicología clínica lo observa en múltiples ámbitos: personas que crecen bajo etiquetas dañinas, niños a quienes se les llama “problemáticos”, adolescentes que reciben rechazos por su cuerpo, su voz, su forma de ser, hasta llegar a la forma más violenta, personas que son rechazadas por su mera existencia. Como en la película, no es la naturaleza sino la experiencia social la que siembra el conflicto. Y entonces la idea queda implícitamente expresada, quien entonces engendra al monstruo, no es sino otro monstruo.  

Del Toro y la compasión como respuesta estética 

Guillermo del Toro, fiel a su visión humanista y con una inefable belleza, no demoniza a la criatura, sino que la convierte en el concepto de la dualidad, un ser que a pesar de sus características grotescas, despierta en el espectador un sentimiento de ternura representado con maestría en la bondadosa Elizabeth quien no sólo encuentra la gracia en el monstruo sino que identifica la verdadera fealdad en su creador Frankenstein, y pone al descubierto el gran fallo estructural de la sociedad que rechaza todo aquello que es diferente; así del Toro denuncia la crueldad de una sociedad que no sabe mirar desde la comprensión sino que lo hace desde el prejuicio.  

En su versión, la cámara se detiene en los ojos del monstruo, no para exhibirlo sino para invitarnos a reconocer su dolor. Es un recordatorio estético de una idea psicológica fundamental: la identidad se estabiliza solo cuando alguien nos mira con benevolencia. 

En terapia, y en la vida real, esto se traduce en el poder transformador de una mirada que valida, que reconoce y que acompaña. La criatura de Del Toro sufre esa transformación de la mano de quien no le juzga desde la apariencia, y así tiene la oportunidad de experimentar una conexión auténtica, descubriendo la verdad absoluta que nos lleva a la verdad, el deseo más profundo, que probablemente se encuentra en todo ser humano, y es: ser visto con amor por otro que es como “yo”. 

El rechazo como herida fundacional 

La película subraya un patrón: cada rechazo alimenta la narrativa interna de no pertenencia. Esto resuena con estudios actuales sobre trauma relacional, los cuales muestran que la marginación, el abandono y la deshumanización tienen efectos comparables a heridas físicas. La criatura aprende que su valor depende del juicio externo; aprende a temerse a sí misma porque teme a los otros. 

En términos psicológicos, esta es una condición ideal para la fragmentación de la identidad: cuando lo que somos y lo que se nos permite ser se contradicen, surge el conflicto interno. Del Toro lo muestra con una sensibilidad casi clínica: la criatura oscila entre la búsqueda de afecto y la ira desesperada de quien ha sido quebrado. 

¿Y si fuéramos el doctor Frankenstein? 

La película también sugiere que, como espectadores y como sociedad, ocupamos el lugar del creador. Somos quienes definimos qué merece ser aceptado y qué merece ser repudiado. Todos hemos sido, en algún momento, Frankenstein: creadores de expectativas imposibles, constructores de etiquetas, emisores de juicios que dejan cicatrices. Y en esa triada simbólica que Del Toro construye, el científico, la criatura y Elizabeth, aparece una metáfora poderosa sobre la identidad.  

La criatura, hecha de fragmentos y marcada por el abandono, se convierte en un espejo incómodo: revela lo que otros proyectan sobre ella. Elizabeth, con su mirada compasiva, es la única capaz de ver belleza allí donde otros ven monstruosidad; para ella, aquello que la sociedad desecha adquiere dignidad, humanidad e incluso ternura.  

En cambio, cuando mira al doctor Frankenstein, no encuentra brillantez ni nobleza, sino una forma más profunda de monstruo: el ser que, incapaz de empatía y preso de su propia ambición, destruye lo que crea y luego huye de las consecuencias. En esa inversión moral, la criatura como lo bello inesperado y su creador como lo verdaderamente oscuro, la película nos confronta con un dilema ineludible: ¿somos Elizabeth cuando miramos a los otros con apertura, o somos Frankenstein cuando solo vemos defectos, desviaciones y amenazas? 

La pregunta que subyace a esta analogía es profundamente ética: 
¿qué identidades estamos “creando” o deformando con nuestra forma de mirar? 

En la era digital, todos somos criaturas bajo escrutinio 

Si la criatura de Shelley sufría por la mirada directa, nuestra época añade un espejo más complejo: el digital. Redes sociales, filtros, opiniones al instante, la necesidad perpetua de ajustar quién somos para encajar con una audiencia invisible… La lógica es la misma: permitimos que la mirada del otro determine nuestro valor. Cambia el contexto; permanece la vulnerabilidad. Porque al final la autoimagen se deteriora, se fractura, se desestabiliza, cuando el de afuera devalúa a nuestro propio ser y pone en duda nuestras creencias sobre el “yo” 

Del Toro no habla explícitamente de redes sociales, pero su versión de Frankenstein dialoga con nuestra era: identidades que se modifican para sobrevivir y subjetividades que se fragmentan bajo la presión del juicio público. 

La psicología como espacio para reconstruirnos 

En medio de esa tensión, entre lo que somos y lo que creemos que debemos ser, la psicología ofrece un camino. El trabajo terapéutico ayuda a desmontar identidades construidas desde el miedo, la culpa o la vergüenza. Permite resignificar la mirada ajena, construir una voz interna propia y comprender que nuestra identidad no depende únicamente de lo que los demás interpretan. 

Porque, a diferencia de la criatura de Del Toro, nosotros podemos en conciencia, abrazar nuestras carencias, conocer y entender lo que nos hace diferentes y modificar aquello que nos causa malestar, en un espacio donde seamos vistos sin el peso del juicio: la consulta psicológica. 

Al final el monstruo vive 

La historia de Frankenstein sigue viva porque habla de nosotros: de las veces que hemos sido criaturas, rechazadas o incomprendidas; y de las veces que hemos sido Frankenstein, incapaces de mirar con compasión, dejando en otros un poco del monstruo que a veces somos. La versión de Guillermo del Toro nos recuerda que la identidad es un territorio construido entre muchas miradas, pero que merece ser reclamado. 

“Mientras permanezcas vivo, ¿qué más puedes hacer sino vivir?”

Del Toro cierra con maestría con una frase que no sólo es conmovedora, sino que invita a la resiliencia y al perdón, no hacia el que nos hizo monstruos sino a nosotros mismos por convertirnos en aquello que no es genuino y que nos separa de la bondad. “Mientras permanezcas vivo, ¿qué más puedes hacer sino vivir?” Esa pregunta, sencilla y contundente, que termina de cerrar con la única orden verdadera que un padre puede ofrecerle a su hijo “VIVE”, ofreciendo un final, que nos recuerda que la existencia sigue siendo un gesto de apuesta, incluso cuando el mundo, o la mirada de los otros, parezca negarnos un lugar.  

Vivir implica resistir las narrativas que nos reducen, cuestionar las identidades que nos impusieron y recuperar, con paciencia y valentía, la posibilidad de reescribirnos. En un entorno donde tantas voces compiten por definirnos, el acto más radical es elegir seguir siendo, seguir explorando quiénes somos más allá del juicio ajeno. Porque mientras hay vida, hay margen para la transformación; mientras respiras, existe la oportunidad de regresar a ti, de reconstruir tu historia y de reclamar una identidad que, aun frágil, sigue siendo tuya.  

**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo, Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo humano, y especialización en neurobiología de los trastornos mentales, enfocada a la psicología.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque biopsicosocial.

Si desea contactar con los especialistas en terapia y salud puede hacerlo enviando un mensaje

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