Opinión
México, ante la mentira y los caprichos

Columna / Cicuta del Caribe
Por: Carlos Águila Arreola
El ex secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Manuel Urzúa Macías, advierte que la iniciativa eléctrica puede ser la peor entre las muy malas decisiones económicas de Andrés Manuel López Obrador porque se trata del poder, la provocación porque solo daría electricidad cara y sucia; que nos colocaría en dirección contraria a la del mundo.
La contrarreforma eléctrica de López Obrador (porque es una iniciativa personal) quiere convertir a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en juez y parte; es decir, no solo sería un jugador, sino el árbitro y aprovechará para sacar ventaja y ganar el partido; argumentar que para hacerla fuerte es necesario protegerla de la competencia, es un sinsentido.
Desde la perspectiva oficial es necesario un fortalecimiento institucional para recuperar el control del costo de los energéticos, por lo que se priorizaría en un 54 por ciento la producción de la CFE, y el sector privado se encargaría del 46 restante, lo que revertiría el 62 por ciento para particulares previsto en la reforma aprobada en 2013 por el entonces presidente Enrique Peña Nieto.
Mucha tinta, palabras y terabytes se han invertido para alertar sobre una presunta regresión y el incremento de las tarifas de luz doméstica y comercial, etcétera… qué difícil es comprender si lo que se propone es o no adecuado, cuando de un lado y otro escuchamos mentiras, y es que el gobierno ya ha incumplido su palabra en asuntos energéticos en ocasiones anteriores.
En los últimos tres años, un mes y días el escenario es el mismo: encono y serias dudas. Hasta el 31 deg agosto pasado —el día previo a su tercer “informe”—, el tabasqueño había mentido 61 mil 79 veces durante las 684 conferencias mañaneras; un promedio de 89 veces en promedio en cada una, de acuerdo con un análisis de la consultora política Spin.
La contrarreforma eléctrica, al igual que el Tren Maya, el corredor transístmico y la refinería de Dos Bocas son caprichos del tlatoani de Macuspana que rayan en la regresión y el absurdo porque difícilmente se podría evitar el alza en las tarifas eléctricas para las actividades económicas, al quedar a merced de un monopolio en tal estado de precariedad.
Y uno de los ejemplos más preocupantes es que mientras el mundo avanza hacia las energías limpias y al derecho de las personas de generar, consumir y vender su propia electricidad, López Obrador propone una regresión de 50 años para darle más poder a ¡Manuel Bartlett Díaz! Quién sabe qué le sabrá el poblano al Peje que se quiere presentar como una reforma.
Empero, la contrarreforma energética regresa al viejo modelo del monopolio estatal autorregulado, una especie en extinción a nivel mundial por el avance de los paneles solares, las baterías y los autos eléctricos que florecen en sistemas de libre competencia que promueven cambios tecnológicos en favor del ambiente, lo que lamentablemente no sucede en el país.
En México, ya saben quién quiere cerrarle la puerta al futuro concentrando en la CFE todas las actividades del sector para usar más combustóleo y condenar a la población a consumir energía eléctrica cara y sucia, pese a que en tres años no ha podido iniciar la construcción de una sola central nueva y, de aprobarse la contrarreforma como viene habrá apagones, desabasto y tarifas más caras.
“Estorbamos en los planes y aspiraciones del vejete afásico” —trastorno del lenguaje por la incapacidad o dificultad de comunicarse mediante el habla; se debe a lesiones cerebrales—, de acuerdo con las asociaciones de energía renovable, que ya esperaban la presentación, pero solo en el peor escenario tenían contemplado un documento como el que se mandó al Congreso.
La vía del amparo utilizada en los anteriores intentos del gobierno de cambiar las normas ya no será posible porque es una reforma constitucional, según un grupo de abogados, que añadió que las empresas no están completamente desprotegidas: tienen la protección de tratados comerciales como el suscrito por México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y otros firmados por el país.
Y nos cuentan que en cantidad son suficientes para ganarle un proceso internacional al Estado mexicano, por lo que ya se prepara una estrategia para ir a los arbitrajes internacionales, y es que la reforma es muy discrecional y se va a hacer lo que la CFE considere que es su beneficio… ¿se dará un paso atrás para las energías renovables en el país?
En tanto, un desplegado de Sí por México —el grupo de choque del panismo, que sostiene que la la 4T está llena de contradicciones, luchas de poder, simulación, verdades a medias y mentiras—, alerta que la contrarreforma es una grave amenaza para la economía de los consumidores, el medio ambiente, la salud, la competitividad y las relaciones internacionales de México.
“Afectaría la economía de millones de consumidores domésticos, comerciales e industriales; provocaría más apagones, cobros injustificados y contaminación ambiental; ignoraría los avances tecnológicos del sector y limitaría la libertad para generar y adquirir energías limpias y sustentables. La contrarreforma eléctrica debe rechazarse por expropiatoria y nociva”, se lee en el texto.
El proyecto lopezobradorista pretende renacionalizar la industria eléctrica para que sea la CFE el actor dominante sin que eso represente mejores consumos o precios para las familias mexicanas, ni un beneficio para el ambiente, productividad ni competitividad nacional. Otra vez, el semidios de Macuspana pone a México, por sus pantalones, ante propuestas anticuadas.
López Obrador construyó su proyecto político sobre una premisa: convertirse en un héroe patrio, y viéndose ya en los futuros libros de historia dividió al país en dos: quienes están con él (el pueblo bueno) y en su contra (los fifís). En medio quedan quienes le hicieron perder cuatro alcaldías en la Ciudad de México el pasado 6 de junio, y una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.
Me pregunto si está lejano el día que tendremos que agregar el delito social (por hambre y la violencia por escasez) a la inseguridad y al crimen, organizado o no, y los abusos de poder, hoy encabezados por los incondicionales del mesías tabasqueño contra el nuevo enemigo, caricaturizado por él mismo como un solo bloque: la clase media aspiracional.
Hoy, México es un país al revés donde un asunto fundamentalmente técnico, como la viabilidad del sector eléctrico, se quiere definir por cuestiones políticas. México es ese lugar donde el partido ecologista votará contra las energías renovables.; es una nación cuyo supuesto líder proclama la fraternidad universal, pero todos los días promueve la división nacional.

EN LA OPINIÓN DE:
Cirugías estéticas: la piel de la salud mental

Someterse a una cirugía estética antes de los 21 puede poner en riesgo tu cuerpo, tu salud y tu futuro.
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera**
Cancún, Q.Roo (24-sep).-En las últimas dos décadas, México y gran parte del mundo han visto crecer de manera notable la demanda de cirugías estéticas. La Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) reportó que en 2023 México se consolidó entre los cinco países con mayor número de procedimientos realizados. En 2024, México registró 1 millón 294 mil 946 cirugías estéticas realizadas. Liposucción, rinoplastia y aumento de busto encabezan la lista.
No sorprende: vivimos en una era donde la imagen personal se ha convertido en carta de presentación y, en muchas ocasiones, en sinónimo de éxito; además hoy en día no solo se compite con lo que es real, sino que la IA ha propuesto estándares de belleza totalmente disruptivos a la realidad.
Pero detrás de cada bisturí se ocultan preguntas que no son meramente físicas, sino profundamente psicológicas: ¿qué nos motiva a modificar el cuerpo? ¿qué rol juega la autoestima en esa decisión? Y, sobre todo, ¿qué riesgos existen cuando estas intervenciones se realizan a edades tempranas?
El espejo de la autoestima
La psicología explica que la autoimagen es un constructo que se forma desde la infancia, influido por la familia, los pares y, en tiempos recientes, las redes sociales. Las cirugías estéticas suelen presentarse como la solución rápida a inseguridades profundas: la nariz que no encaja con los cánones, el cuerpo que no se ajusta a los filtros digitales, la piel que no refleja la juventud eterna que nos venden los anuncios.
Para muchas personas, el cambio físico puede efectivamente mejorar la percepción de sí mismas y contribuir a una vida más plena. Sin embargo, cuando la motivación surge de la presión social o de la incapacidad de aceptar el propio cuerpo, el bisturí se convierte en un parche emocional que no resuelve la raíz del problema, y que además se convierte en una situación peligrosa, dado que sin importar los cambios la mente simplemente no encuentra la satisfacción que busca.
En este orden de ideas podemos encontrar en la literatura clínica que existen pacientes que, tras una cirugía, experimentan lo que se conoce como “síndrome de dismorfia corporal” —una insatisfacción persistente con la apariencia física, que los lleva a buscar una intervención tras otra sin que con ellas puedan sentirse conformes. Aquí la cirugía no funciona como un camino hacia la salud, sino como una espiral de dependencia emocional y económica, que en el peor de los casos puede tener consecuencias fatales.
Juventud, bisturí y decisiones apresuradas
Un tema particularmente sensible es el de las cirugías estéticas en personas menores de 21 años. Y es que a pesar de que los registros estadísticos en México no demuestran una cifra específica para operaciones en menores de edad, el diario el País, en una nota reciente menciona que en México se realizan más de 280 mil cirugías plásticas a menores cada año, cifra que no es pequeña y es que la recomendación de esperar hasta los 21 años de edad para efectuar alguna cirugía estética no es caprichosa: tiene fundamentos médicos y psicológicos.
En primer lugar, el cuerpo humano sigue en desarrollo hasta el inicio de la tercera década de vida. Someter a una persona de 16 o 18 años a una cirugía de aumento o reducción implica intervenir sobre un organismo aún cambiante. El resultado puede distorsionarse con el tiempo, con consecuencias físicas y emocionales.
En segundo lugar, el cerebro humano (especialmente la corteza prefrontal, que regula la toma de decisiones y la capacidad de anticipar consecuencias) alcanza su madurez plena alrededor de los 21 a 25 años. Esto significa que un adolescente o joven adulto puede tomar decisiones quirúrgicas impulsivas, motivadas más por la presión externa que por un análisis consciente y realista de los riesgos y beneficios. La psicología del desarrollo es clara: antes de esa edad la identidad personal todavía se está consolidando, y con ella, la relación con el propio cuerpo, que dicho sea de paso tampoco ha alcanzado su madurez.
No es casual que asociaciones médicas y colegios de cirugía plástica en el mundo subrayen la importancia de posponer intervenciones electivas hasta después de los 21 años. El bisturí, aplicado antes de tiempo, no sólo corta tejido: puede marcar de manera prematura la narrativa vital de una persona que todavía está aprendiendo a habitar su cuerpo.
Lo anterior es violento, porque impide al individuo relacionarse de forma natural con su cuerpo, e integrarlo de una manera óptima con el medio que le rodea, integrándose en la sociedad con sus propias virtudes y limitaciones.
La otra cirugía: la de la mente
Pensar en cirugía estética sin contemplar la salud mental es, en el mejor de los casos, una omisión peligrosa. La preparación psicológica debería ser tan indispensable como los análisis preoperatorios. Una evaluación adecuada permite detectar trastornos de la imagen corporal, episodios de depresión o ansiedad, y expectativas poco realistas. Si alguien cree que una cirugía cambiará radicalmente su vida, salvará su relación de pareja o resolverá todos sus problemas laborales, el bisturí no sólo no cumplirá su promesa: puede agravar la frustración.
La psicoterapia funciona como un “quirófano preventivo”: un espacio donde se diseccionan las motivaciones, se alinean expectativas y se fortalecen recursos internos. Muchas personas descubren que su deseo de operarse estaba más relacionado con el juicio externo que con un malestar propio. Otras, en cambio, confirman su decisión, pero lo hacen desde un lugar más sano, conscientes de los riesgos y limitaciones.
Por ello realizar una operación estética sin el debido acompañamiento psicológico resulta sin importar la edad una práctica irresponsable.
Una cultura que opera sobre nosotros
Más allá de lo individual, también es necesario hablar de lo cultural. Vivimos en sociedades que glorifican ciertos cuerpos y estigmatizan otros. En plena era digital donde las redes sociales amplifican estas narrativas con filtros, comparaciones y “antes y después” que rara vez cuentan toda la historia, la situación se magnifica descomunalmente en el imaginario de situaciones en los que el número de likes se correlaciona con la felicidad.
En ese ecosistema, la cirugía estética aparece como un boleto de entrada al reconocimiento y la aceptación; sin embargo, esa aceptación es frágil, porque depende de estándares cambiantes y, a menudo, inalcanzables que dan los medios digitales, que se distancian mucho de la realidad.
Entonces la salud mental se convierte en el antídoto: cultivar la resiliencia frente a la presión social, aprender a aceptar la propia corporalidad y diferenciar entre el deseo propio y la imposición externa. Solo desde esa fortaleza puede decidirse si una cirugía estética es un recurso válido o un espejismo.
Tristemente ni la industria ni la mayoría de la sociedad parecen querer advertir lo anterior, pues en los últimos años han sido documentadas varias muertes asociadas a cirugías estéticas en México, la mayoría vinculadas a clínicas clandestinas o procedimientos realizados sin supervisión adecuada.
Por ejemplo, en agosto de 2022 en Tijuana se reportaron al menos tres muertes en clínicas estéticas durante un corto periodo, lo que encendió alertas sobre el turismo médico mal regulado. Uno de los más sonados recientemente es el caso de Paloma Nicole, una adolescente de 14 años en Durango, quien falleció tras una operación estética (implantes y liposucción), generando indignación sobre intervenciones en menores.
Pero este no es el único caso que se ha hecho mediático, pues en 2021 corrió una liposucción letal en Monterrey, donde se identificaron irregularidades en el personal y el procedimiento, la paciente tenía 22 años; Para el siguiente año, en Tijuana, en tan solo un mes se reportaron 3 muertes.
Aunque no existe un registro nacional consolidado que permita afirmar cuántas muertes ocurren al año por estas intervenciones, los reportes locales y las denuncias en medios revelan un riesgo real y creciente ante la falta de certificación, acompañamiento psicológico y controles sanitarios eficientes.

Las cirugías estéticas no son, en sí mismas, enemigas de la salud. Pueden ser aliadas legítimas cuando responden a decisiones maduras, informadas y acompañadas por un buen cuidado psicológico. Pero la edad importa, y mucho: antes de los 21 años, tanto el cuerpo como la mente aún están en construcción, y apresurar bisturís en ese proceso puede traer más pérdidas que ganancias.
En un mundo que nos invita constantemente a cambiar la piel para encajar, la verdadera cirugía necesaria quizá no sea sobre el cuerpo, sino sobre nuestra manera de pensarnos y valorarnos. Porque ningún bisturí podrá suturar las heridas de la autoestima si no aprendemos primero a mirarnos con ojos propios, empezando por el interior.
**Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si deseas contactar al especialista o necesitas ayuda terapéutica puedes comunicarte vía Whats App
EN LA OPINIÓN DE:
Equinoccio: la psicología de habitar la luz y la sombra

Soltar para poder reconstruir desde la consciencia despierta
Conciencia Saludablemente
Por: Psicol. Alex Barrera**
Cancún, Q.Roo (24-sep).-Este 22 de septiembre se cumplió un ciclo más en la vida terrícola y es que como cada año llega la renovación con el cambio de estación, la madre naturaleza con su sutil lenguaje trae el equinoccio; este suceso que dos veces al año llega para recordarnos una lección que solemos olvidar en la prisa cotidiana: la necesidad del equilibrio. El equinoccio, ese instante en que el día y la noche se encuentran en perfecta igualdad, no es sólo un evento astronómico; sino que también es una oportunidad para reflexionar, y pensar en un espejo en el que podemos mirar nuestras propias contradicciones internas.
Tomando como base lo anterior me atrevo a introducir la materia que a mi compete y es que estimado lector, no puedo dejar pasar la oportunidad de abordar el tema desde la psicología, que siendo la ciencia que estudia las complejidades de la mente y la conducta, encuentra en este fenómeno un símbolo poderoso: aprender a convivir con nuestra luz, pero también con nuestra sombra.
La vida moderna, cargada de sus viejos ideales, suele empujarnos hacia una narrativa unilateral, en la que se nos injertó la costumbre de mostrar sólo lo “luminoso”: logros, fortalezas, momentos de alegría cuidadosamente editados. Porque Dios nos libre de que alguien se entere que no somos perfectos, esa falsa idea del común social que nos invita a esconder la “oscuridad”: el miedo, la frustración, la vulnerabilidad. Sin embargo, negar esta parte es tanto como pretender que el equinoccio sólo puede existir con sol o con noche perpetua.
Es aquí donde cabe mencionar a una de las grandes figuras de la psiquiatría Carl G. Jung, quien desde la psicología profunda, ya advertía que nuestra sombra —aquello que rechazamos o reprimimos— forma parte integral de la psique. No integrarla nos vuelve incompletos, nos fragmenta.
Así en su infinita naturaleza y como buena madre la naturaleza nos enseña como regresar al balance cada cierto tiempo. El equinoccio es una oportunidad simbólica para detenernos y reconocer la dualidad. Así como el sol y la luna se dan la mano en un mismo cielo, también nosotros podemos permitirnos la reconciliación, porque la tristeza no cancela la alegría, el miedo no invalida la valentía, el fracaso no borra los logros. Lo que nos define no es la exclusión de una o varias partes de nosotros, sino la capacidad de integrarlas todas en un relato más honesto y completo, en el que entendamos que no se evade la oscuridad, por el contrario, se integra como parte de un camino que nos llevó a construir lo que hoy somos y porque existimos.
En el campo de la psicología clínica, esta metáfora cobra especial relevancia. Los procesos terapéuticos no buscan borrar la sombra, sino iluminarla. La depresión, la ansiedad o el duelo no desaparecen por decreto; requieren ser nombrados, aceptados y procesados. Para dar pie a nuevos capítulos de nuestra existencia formando nuevos mecanismos y actitudes que nos ayuden a acercarnos a nuestro bienestar.
Del mismo modo, el equinoccio nos recuerda que la oscuridad no es enemiga de la luz: es su complemento; porque sin noche no hay descanso y sin sombra no hay profundidad.
Vivir desde esta perspectiva implica también reconocer los ciclos. El equinoccio marca un tránsito: hacia la abundancia de la primavera o hacia la introspección del otoño. Y en la vida psíquica transitamos también por etapas: momentos de expansión y momentos de repliegue.
El error está en creer que debemos permanecer siempre en un estado de “día pleno”, mientras que la psicología del bienestar nos enseña que la resiliencia no consiste en evitar el dolor, sino en aprender a transitarlo, a darle un sentido y a permitir que nos prepare para la siguiente estación, sin olvidar que las piedras que hoy te lastiman, mañana en la distancia serán las mismas con las que construiste tu camino.
Este simbolismo tiene aplicaciones prácticas. En terapia narrativa, por ejemplo, el paciente es invitado a reescribir su historia desde un nuevo ángulo. El equinoccio ofrece un punto de partida perfecto para este ejercicio: mirar atrás y reconocer qué aspectos hemos mantenido en la penumbra, cuáles hemos dejado florecer bajo la luz, y qué relato queremos construir al integrar ambas dimensiones. Así como la naturaleza nunca se queda estática, nosotros tampoco estamos condenados a repetir un mismo guion.
En un mundo que constantemente nos exige perfección y positividad, reivindicar el valor del equilibrio es casi un acto de resistencia que a la larga nos lleva a una revolución interna cuyo fin sea la libertad. Permitirnos ser seres en transición, incompletos y en movimiento, es aceptar nuestra humanidad. El equinoccio, con su exactitud cósmica, nos invita a recordar que ninguna luz es eterna y ninguna sombra definitiva.
Por eso, en este cambio de estación, la invitación no es a contemplar el fenómeno astronómico como una curiosidad pasajera, sino a asumirlo como una metáfora vital. Una muestra de la sabiduría divina de la naturaleza que nos ofrece la oportunidad de soltar todo aquello que nos ata y reconstruirnos con una mirada nueva en la que no necesitemos la perpetua luz si no que nos atrevamos a surcar la obscuridad buscando el balance necesario para vivir con libertad.
Así como el día y la noche se encuentran en el mismo horizonte, nosotros también podemos reconciliarnos con nuestras contradicciones. Y en ese acto, reescribir nuestra historia personal desde la perspectiva de equilibrio y renovación, construyendo con valentía lo que por elección deseamos ser.
***** Además de 10 años de experiencia como comunicólogo, ejerciendo el periodismo. Alex Barrera es también psicólogo por la UNAM con profundización en desarrollo.
Actualmente brinda terapia clínica con enfoque Biopsicosocial.
Si deseas contactar al especialista o necesitas ayuda terapéutica puedes comunicarte vía Whats App