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Bacalar

Bienvenida la agricultura sintrópica

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Por Carlos Águila Arreola

En Quintana Roo no todo son hoteles monumentales y fiesta, y menos en tiempos de pandemia: aunque el destino turístico estrella de México ofrece aguas color turquesa y sol radiante, dos hectáreas del Centro Holístico Akalki (laguna dulce en maya), en el municipio de Bacalar, al sur, sirven al Colectivo Waybil (lugar de ensueño en la misma lengua) para intentar crear conciencia sobre la importancia de respetar los suelos mediante el uso de sistemas sintrópicos.

Se trata de la regeneración de suelos sincronizando especies agrícolas como hortalizas, tubérculos y frutas, con las forestales por medio de la sintropía, técnica que conjunta conocimientos ancestrales que retomó y diariamente pone en práctica el suizo Ernst Göstch, considerado el creador de la verdadera revolución verde.

Granjero e investigador, nació en 1948 en Raperswilen, Suiza, y emigró a principio de la década de los 80 del siglo pasado a Sudamérica; tiene más de 30 años viviendo en Brasil y ya ha recuperado 480 hectáreas de tierras devastadas mediante el cultivo sintrópico, revolucionando la forma en que se practica la reforestación.

Adaptado a la vida en una granja del estado de Bahía, Göstch creó y desarrolló la llamada “sintropía” o “agricultura sintrópica”, que es la creación de ecosistemas agroforestales inspirados en los bosques con el objetivo de la autosuficiencia por medio de la producción de alimentos y la recuperación de la naturaleza.

Observó que además de la cosecha de varías frutas, la granja es una especie de microclima: se han restaurado 14 manantiales y repoblado la fauna del lugar. De esa manera decidió crear el proyecto Agenda Göstch para promover el conocimiento de su técnica entre periodistas que lo visitan para conocer sus actividades.

En el video “Live in Syntropy” (https://vimeo.com/lifeinsyntropy) —presentado en noviembre de 2015 durante la COP21 en París—, el suizo explica el nuevo concepto con entrevistas inéditas a expertos que hablan de la importancia de fomentar entre los lugareños el nuevo modelo agrícola, adoptado en territorio quintanarroense.

Santuario y colectivo

El Centro Holístico Akalki —que también tiene un hotel ecológico— está ubicado a seis kilómetros del primer cuadro bacalarense, 346 kilómetros al sur de Cancún sobre la carretera Federal 307 Reforma Agraria-Puerto Juárez, en el kilómetro 12.5, en el lado oriente de la vía Bacalar-Xul-Há, ya en el municipio de Othón Pompeyo Blanco, a siete kilómetros al sur-suroeste de la “laguna de los siete colores”.

Bajo este paisaje puso a disposición de los integrantes del Colectivo Waybil las bondades de cenotes, vegetación selvática y secretos de piedra, y en apenas dos hectáreas crearon la Selva comestible Bacalar, un sitio donde se implementa el modelo de Ernst Göstch y observado en el documental “Live in Syntropy” —grabado en Brasil—, donde estudiantes, aprendices fortalecen la idea de la agricultura sintrópica y su importancia para el futuro de los bosques, según cuentan María Paula Alvarado Rodríguez y Claire Davigo, integrantes del colectivo.

Se trata de dos jóvenes profesionistas extranjeras, de 23 años, integrantes del Colectivo Waybil, empresa que asiste a compañías en el desarrollo de proyectos de sistemas productivos y/o educativos de carácter agroecológico.

La consultora está integrada por profesionales en agricultura regenerativa y tiene más de dos años en el mercado alrededor de la península de Yucatán; está integrada por 14 personas: seis residentes permanentes y ocho aprendices, cuyas edades oscilan entre los 23 y 34 años, originarios de México, Costa Rica, Argentina y Francia.

El encuentro con quien redacta y el director de 5to Poder Periodismo ConSentido ocurrió el viernes 14 de mayo, cuando las chicas pedían aventón en las inmediaciones de la gasolinería principal de Bacalar —a la entrada o salida, depende la dirección hacia donde se vaya—; la entrevista ocurrió en el trayecto a Tulum, su destino durante ese fin de semana.

María Paula pausó su carrera de Ingeniería Forestal en el Tecnológico de Costa Rica (estudia el séptimo de 10 semestres) hasta el próximo año porque viajó a Bacalar, y señaló que la misión del colectivo es crear conciencia ambiental y social sobre la importancia de respetar los suelos, la naturaleza y el bosque”.

Claire es francesa y aprendiz en Waybil; tiene sendas licenciaturas en Administración Internacional sobre la Condición Ecológica, y Alrededor de la Transición Ecológica Urbana. La primera por la Clermont Business School de Francia, y la segunda —en un intercambio— por la Universidad ICESI de Cali (Colombia).

Ambas residen en el Centro Holístico Akalkí donde forman parte de un proyecto que es demostrativo y educativo que se llama Selva comestible Bacalar, que consiste en varios módulos de siembra en aproximadamente dos hectáreas.

Réplica

La costarricense dijo que trabajan sistemas agroforestales sintrópicos —regeneración de suelos sincronizando especies agrícolas y forestales—: “Hacemos agricultura con la sintropía, una técnica que es un conjunto de conocimientos ancestrales que aprendimos con un señor que se llama Ernst Göstch”.

El modelo, basado en los principios de la agricultura sintrópica, propone retomar las formas de la naturaleza para estratificar el bosque y aprovechar su productividad: “La selva es el ecosistema más rico y abundante del mundo, sólo tenemos que seguir sus pasos”, dice la tica Alvarado Rodríguez,

“Lo que hacemos es que replicamos y creamos granos de siembra siguiendo la agroforestería sintrópica”.

El concepto, más que otra iniciativa pretenciosa que haría de la sostenibilidad un lujo inaccesible, es un semillero en el que se siembra, se cosecha y se otorga alimento saludable a la comunidad: “La idea es plantar árboles que guardan agua y sirven como abono para otros estratos, así no hace falta traer recursos externos”.

Por lo pronto, el colectivo trabaja en germinar semillas y en producir tinturas madre; a futuro, la idea es impartir talleres educativos, ofrecer canastas con productos de temporada y echar raíces en el lugar.

Concienciar

Sobre qué hacer para que los jóvenes se involucren en el respeto a la naturaleza, y más concretamente en producir sus propios alimentos, María Paula suelta de inmediato: “Siempre hay que compartir, andar hablando, predicar con el ejemplo; por eso también tenemos un centro demostrativo-educativo.

La futura ingeniera forestal comentó que entre los sistemas agroforestales sintrópicos están los sucesionales, cuyo fin ocurre cuando todo está en el estrato productivo. Precisó que cuando se trabaja un sistema agroforestal sintrópico se va jugando con el tiempo (de vida) de cada especie.Puntualizó que todas las especies crecerán hasta madurar, que son las que al final dominan creando el bosque, que llaman “la selva comestible”.

Daños y aprendiz

“Para una familia de cinco integrantes un proyecto con una o dos hectáreas —como el que se desarrolla en el Centro Holístico Akalki— puede servir, pero también se hace a gran escala como en Brasil. En México, Waybil también trabaja en Guanajuato y en la capital del país en proyectos de agricultura familiar y pequeñas cooperativas”.

Y advirtió que se debe cambiar la forma en la que se hace agricultura: “El monocultivo no es la respuesta, ya lo estamos viendo; nos estamos quedando sin suelos en todo el mundo. 

“Estamos en una época en que se usan un montón de agroquímicos que nos facilitan la vida, y es más fácil manejar uno que varios. Es más fácil repetir lo que otros ya hicieron, que intentar una nueva agricultura… son prácticas ancestrales pero por algo las cambiaron… a la gente siempre le gusta lo fácil”, concluyó  María Paula.

Por su parte Claire Davigo, en tanto, dijo que forma parte de Waybil hace tres meses, tiempo que tiene en el país procedente de Colombia, donde formó parte de la oenegé Organizmo Design Build Tenjo (Centro de Formación Regenerativa), que actúa por la construcción de comunidades sustentables con perspectiva holística (considerar algo como un todo).

En una combinación de francés, español y a ratos con acento colombiano, apuntó que cada día hay más problemas de contaminación del agua y en la agricultura, de la que “cada vez es más complicado para la gente vivir del campo”

“Es un problema real porque todos necesitamos cuidar al planeta para que nos pueda alimentar. En los años recientes he visto bosques y selvas deforestadas alrededor del mundo: cuando compramos una fruta, una verdura o algún producto transformado se ignora cuál es el verdadero precio social y ambiental de lo que se come, “la contaminación enferma y mata a la gente”.

Aseveró que aprende muchísimo de la gente del campo, y lamentó los desplazamientos de poblaciones para hacer monocultivos. La francesa indicó que con lo que está pasando actualmente en el mundo con el virus que provoca la covid-19, es “cómo me reinvento, a cuáles y cuántos productos tengo acceso, de acuerdo a donde vivo y cómo puedo fortalecer mi sistema inmunológico por medio de la alimentación”, detalló.

Desplazados

Con los químicos y aguas negras cada vez hay más gente enferma y poblaciones desplazadas porque ya no hay bosques debido a la deforestación, afirmó la administradora de empresas enfocadas en la transición ecológica urbana, quien fustigó la situación de la gente del medio rural de Chiapas y Yucatán.

“Vienen a trabajar a Quintana Roo, en la construcción para la industria del turismo, desplazados porque ya no pueden vivir de la tierra porque lo que producen se los compran a un precio muy bajo, y se ven obligados a abandonar su lugar de origen para venir a ganar salarios muy bajos”, refirió.

Claire consideró que se deben hacer cooperativas y empezar a cortar las cadenas de compraventa, y crear circuitos cortos, del productor al consumidor; comprar en los mercados de la calle (tianguis), eliminar a los intermediarios porque primero está el agricultor y después hasta 20 coyotes antes de llegar al consumidor final.

“Todo mundo puede empezar a sembrar en parques, campos. Cuando uno come una papaya, guarda la semilla, o cuando come mango, siempre hay semillas. Hay que recogerlas y hacerlas germinar, hay que sembrar. La gente del campo no utiliza las modificadas: es comer diverso porque así se genera una agricultura diversa”.

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Bacalar

MENONITAS ARRASAN CON SELVAS

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Por Cliserio E. Cedillo Godínez / 5to Poder Periodismo ConSentido.

Menonitas en Bacalar, agricultores ejemplares o ecocidas implacables

*Desde su llegada en 2001 a la fecha han deforestado más de 27 mil hectáreas

*Temen productores de miel a los efectos nocivos de plaguicidas y fertilizantes.

Productores de miel de la Cooperativa Kabi Habin, en el municipio de Bacalar famoso por su Laguna de los Siete Colores y sus selvas, lanzan un grito de auxilio a las autoridades de Ecología y Medio Ambiente para que frenen lo que ellos consideran un implacable ecocidio sobre este, el penúltimo municipio más joven de Quintana Roo.

Son cientos de hectáreas de selvas bajas y medianas, que ahora suman miles, las que son arrasadas diariamente por los menonitas para dar paso a campos de cultivo de maíz, sorgo y soja, principalmente, para lo cual son vertidas toneladas de fertilizantes y millas de litros de plaguicidas que, sin duda, habrán de causar efectos nocivos a la flora y fauna de laguna ya nuestras colmenas, como ya sucedió en el municipio de José María Morelos en el 2018.

Los productores de miel que denuncian este hecho y que piden guardar sus nombres en el anonimato para no entrar en conflictos con los menonitas, dicen que se debe poner un freno a la comunidad de origen alemana que sin piedad y con el afán de abrir tierras al cultivo arrasan ilegalmente con cientos de hectáreas.

Así narran que en el 2001 inició el desmonte de tierras con la llegada de los primeros menonitas para dar paso a los ejidos que hoy se conocen como Salamanca, que fue el primero, para seguir con Blanca Flor, San Fernando, Paraíso y El Bajío. Para esto, aseguran, se han arrasado con más de 27 mil hectáreas, lo que se confirma con datos de la plataforma de monitoreo satelital Global Forest Watch, tomadas entre enero y la primera semana de octubre de 2022.

Es así que fotografías recientes hechas llegar a nuestra redacción, confirman que efectivamente se han abierto al cultivo cientos de hectáreas en esos ejidos administrados y trabajados por los menonitas: una comunidad anabaptista (rama del protestantismo que considera que el bautismo solo es válido para personas adultas que han confesado su fe en Cristo), tienen sus propias reglas de convivencia, organización, producción y comercio, lo que les da un estilo propio de vida.

Se puede decir que es una comunidad integrada por familias de agricultores que ha pasado de la utilización de herramientas tradicionales para labrar la tierra a la mecanización, razón por la cual arrasan rápidamente con cientos de hectáreas de selvas, causando graves efectos en el equilibrio ecológico, dicen los apicultores quienes se han quejado desde hace varios años.

Aparte de los ejidos mencionados, las menonitas ya se han extendido para ocupar cada vez más tierras en el municipio de Bacalar con la creación de comunidades o colonias conocidas como Nueva Esperanza, Payo Obispo, San Fernando, El Bajío y Paraíso. Tienen sus propias autoridades locales y dirimen sus diferencias entre ellas, recurriendo a las autoridades municipales solo en casos excepcionales.

Los apicultores no desean confrontarse con ellos, sino que las autoridades del medio ambiente regulan sus actividades agrícolas y frenen la tala que ellos consideran ilegal para dar paso a la agricultura a gran escala: “No queremos que pase lo que en la amazonia en donde se documentó que entre 2011 y 2021 fueron deforestadas 904 mil 518 de hectáreas, una de las regiones del sureste boliviano donde se asientan las colonias menonitas como Norde Nhof, Nuevo México y Valle Hermoso, concluye.

Deforestación sin freno

Desde la llegada de los Menonitas a Quintana Roo en el 2001 a la fecha la deforestación se ha registrado de la siguiente forma:

Ejido Salamanca se fundó en noviembre de 2005 con 25 menonitas sobre cinco mil hectáreas de terreno forestal, ya son más de 300 familias procedentes de varios estados mexicanos y de Belice. A la fecha se han deforestado cuatro mil 600 hectáreas sin contar con una autorización de cambio de uso de suelo, según datos de Global Forest Watch.

El ejido El Bajío registró en 2012 una pérdida de 51 hectáreas de cobertura arbórea; Para 2013 esa cifra se triplicó y llegó a 150 hectáreas. En 2014, al menos 490 hectáreas se quedaron sin árboles.

En 2012, 14 hectáreas de Paraíso fueron deforestadas. A partir de 2014, la pérdida de selva se disparó. Ese año se afectarán 588 hectáreas. Desde 2015 y hasta el 2021, el ejido Paraíso dejó de tener, por lo menos, 1329 hectáreas de cobertura arbórea. En tanto, sigue la deforestación para abrir tierras al cultivo, mientras los productores de miel temen graves efectos sobre sus colmenas.

Nota: en la parte inferior izquierda de las fotografías se muestran las coordenadas topográficas de la ubicación de esas tierras abiertas al cultivo.

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Bacalar

Se compromete gobierno del estado a entregar domo deportivo en las instalaciones de COBACH Bacalar

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Bacalar.- Ante la petición de alumnas y alumnos del Colegio de Bachilleres de Bacalar, la gobernadora Mara Lezama Espinosa anunció que este plantel tendrá, después de 41 años, su domo deportivo.

“Como en este gobierno humanista con corazón feminista siempre escuchamos a las chavas y chavos, Bachilleres Bacalar tendrá su domo” respondió Mara Lezama ante el coro de estudiantes que gritaron: “domo”, “domo”, “domo”.

La gobernadora de Quintana Roo visitó las instalaciones del plantel para escuchar y responderle a los alumnos, porque en este gobierno diferente y con el Nuevo Acuerdo por el Bienestar y Desarrollo nadie se queda fuera ni nadie se queda atrás.

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