Internacional
Irlanda: ‘Sí’ al aborto

Irlanda, 1 de junio.- Hace tres décadas la irlandesa Anne Marie Keary enfrentó un proceso judicial que la llevó a prisión y que le obligó a pagar costosas multas. Recibió además amenazas de muerte y denuncias telefónicas. La razón: incluyó los números de teléfono de clínicas de aborto en Gran Bretaña en una guía de salud para estudiantes.
En aquellos años previos a la llegada del Internet, esa información era vital para miles de mujeres que querían terminar su embarazo. La desesperación de muchas de ellas llevó a Keary a tomar medidas concretas, y fue así como se lanzó al activismo.
Ella nació en los años setenta en Irlanda, un país mayoritariamente católico donde la anticoncepción y el divorcio eran ilegales, y donde el aborto era prácticamente una palabra impronunciable. Keary fue testigo además del referéndum de 1983 en la República de Irlanda, que prohibió oficialmente el aborto en el país.
“Realmente la lucha no era sobre el aborto en Irlanda sino más bien sobre el acceso a la información”, afirmó la mujer, quien en los años ochenta y durante sus años de estudiante se convirtió en una de las principales activistas políticas de Irlanda por la despenalización del aborto en su país.
Así que cuando el pasado 25 de mayo, el 66.4% de la población irlandesa votó por la liberalización del aborto, Keary sintió que finalmente había ganado su batalla.
“Nunca pensé que sería testigo de este momento histórico. Cuando escuché los resultados oficiales, lloré de emoción y alegría. Fue uno de los días más importantes de mi vida”, sostuvo la activista.
Para Keary, como para tantas otras mujeres en Irlanda, el resultado del referéndum fue la culminación no sólo de meses de haber hecho campaña para que los votantes salieran a apoyar la despenalización del aborto, sino de años de lucha por un cambio radical en la tradicional sociedad irlandesa.
“La victoria del referéndum se dio después de una batalla de más de 35 años lanzada por mujeres con mucho coraje, quienes salieron a enfrentarse con el sistema a pesar de los altos costos para ellas”, explicó Denise Charlton, jefa del grupo Juntos por el Sí en favor de la despenalización del aborto. Para Charlton, la fuerza de miles de mujeres “cambió el rumbo de la historia irlandesa”.
En una votación histórica, el ‘sí’ a la liberalización del aborto en Irlanda obtuvo el 66.4% de los votos, frente a un 33.6% que votó en contra.
La participación de los votantes alcanzó el 64.1% del censo –la tercera más elevada en la historia del país– y de acuerdo con los datos por segmentos de población, fueron los jóvenes quienes más apoyaron la despenalización del aborto: arriba del 80% en promedio. Solamente la mayoría de la población de más de 65 años votó por el no: 58.7%.
Con respecto al segmento por géneros, 65.9% de hombres y 72.1% de mujeres votaron por el sí, mientras que el aborto contó con más apoyo en las zonas urbanas (71%) que en las regiones rurales (60%).
La única circunscripción en la que venció el ‘no’ fue Donegal, una de las provincias más tradicionales y católicas de toda Irlanda.
Los irlandeses decidían en efecto sobre el artículo 40.3.3, también conocido como la Octava Enmienda, incorporada a la Constitución de la República de Irlanda a través del referéndum celebrado en 1983.
Esa ley reconocía el derecho a la vida del no nacido, y lo igualaba al de la mujer gestante. Además, implicaba la prohibición total del aborto, también en casos de violación, malformaciones fetales o riesgo para la salud de la madre.
Pero en 2014, el Parlamento introdujo la excepción para casos de riesgo de muerte después de que una mujer falleció por septicemia, y contempló penas de cárcel de hasta 14 años para las mujeres y los profesionales de la sanidad que lo procuren.
Hasta ahora, la República de Irlanda era uno de los pocos países europeos en que el aborto era ilegal y penado con prisión, junto con Malta, Andorra y el Vaticano.
Pero tras la histórica victoria del ‘sí’ el Parlamento en Dublín podrá modificar la normativa sobre el aborto a partir de un proyecto de Ley de plazos promulgado por el gobierno irlandés que encabeza el primer ministro Leo Varadkar.
Dicho proyecto legislativo permitirá que la anticoncepción sea libre en las 12 primeras semanas, y bajo el supuesto de riesgo para la salud de la madre o del feto en las 24.
Poco después de conocerse los resultados oficiales y desde el histórico castillo de Dublín, Varadkar confirmó que Irlanda tendrá “una constitución moderna para un país moderno”.
El jefe del Gobierno irlandés destacó además que la victoria del ‘sí’ supone una “revolución silenciosa” que comenzó hace varias décadas, y confirmó que la nueva ley de interrupción voluntaria del embarazo podría entrar en vigor a finales de este año.
Después del referendum, Irlanda “es el mismo país que la semana pasada, solo que un poco más amable, un poco más tolerante y un poco más moral”, subrayó Varadkar.
Democracia tolerante
La victoria del ‘sí’ sella ahora la transformación de Irlanda, que pasó de ser un bastión del conservadurismo católico a convertirse en una de las democracias más tolerantes de Europa.
Más de dos tercios de los votantes optaron por rechazar la Octava Enmienda de la Constitución, desafiando así los sondeos de opinión que indicaban que ganaría finalmente el ‘no’ por escasa mayoría.
La victoria del ‘sí’ pone además más presión para que Irlanda del Norte, donde aún las mujeres no pueden acceder legalmente al aborto, legalice la anticoncepción.
Al respecto, Sarah Wollaston, jefa del Comité parlamentario de Salud de la Cámara de los Comunes británica, calificó el resultado del referéndum como “histórico” para todas las mujeres de la República de Irlanda, y dijo que ahora “es momento para que el pueblo de Irlanda del Norte decida al respecto también en un referéndum”.
En Irlanda, miles de mujeres salieron a las calles para celebrar la victoria histórica del ‘sí’.
“Estoy tan emocionada y orgullosa por esta votación”, afirmó Dominique McMullan, una dublinesa de 31 años, mientras se secaba las lágrimas. “Primero fue el referéndum por el matrimonio igualitario, y ahora esto. Somos un nuevo país. La vieja Irlanda ha desaparecido”, dijo.
Hace 40 años las mujeres irlandesas no podían comprar preservativos de forma legal, el divorcio estaba prohibido y el aborto era considerado un crimen.
Sin embargo, para muchas activistas la victoria en las urnas llega demasiado tarde.
McMullan, como muchas otras mujeres en Irlanda, optó acudir en Dublín a un memorial en honor a Savita Halappanavar, una dentista de 31 años de origen indio que murió tras habérsele negado el aborto en 2012.
Su muerte fue uno de los disparadores que llevaron al cambio de opinión entre los votantes.
“Vinimos a rendir homenaje a Savita. Es maravilloso lo que hemos logrado en las urnas, pero no debemos olvidar las miles de mujeres que murieron porque el aborto estaba prohibido bajo las leyes del país”, agregó.
Para muchos activistas que hicieron campaña por el ‘sí’, el inesperado resultado del referéndum se debió al gran número de mujeres que se atrevieron a desafiar los tabúes y convenciones sociales en Irlanda, y que optaron por salir a hablar públicamente sobre el aborto.
“El manto de vergüenza se ha roto”, dijo Quentin Nea, una maestra dublinesa de 61 años, quien desde hace décadas venía haciendo campaña contra la Octava Enmienda.
Gran parte de la campaña pro-aborto se enfocó en el alto número de mujeres en Irlanda que compraban las píldoras anticonceptivas por Internet o aquellas que se veían forzadas a viajar a Gran Bretaña para someterse a un aborto en clínicas especializadas.
“Logramos mostrarle a la población que el aborto ya estaba instalado en nuestra sociedad. Lo que nos faltaba era transformarlo en una práctica segura y regulada”, explicó Charlton, de la campaña Juntos por el Sí.
Derrota católica
El resultado del referéndum es en todo caso una derrota enorme para la Iglesia Católica, y ocurre a sólo tres meses de la visita oficial del Papa Francisco a Irlanda. No hubo declaraciones del Vaticano ni de los obispos irlandeses, quienes prefirieron mantener el silencio.
“Es maravilloso haber roto finalmente las cadenas de la Iglesia Católica”, afirmó Sarah McCormack, una irlandesa de 25 años, mientras dejaba un ramo de flores en el memorial de Halappanavarl.
Muchas mujeres agradecieron también a la autora y activista Evelyn Conlon, quien se sumó a los festejos fuera del Castillo de Dublín, portando fotos de sus protestas en 1983 previo al referéndum de ese año.
“Nos ha llevado mucho tiempo cambiar todo esto, pero hoy podemos decir que lo hemos logrado. Estamos profundamente emocionados después de tantos años de trabajo y lucha”, dijo.
Katharine Bulbulia era una senadora irlandesa cuando se aprobó la Octava Enmienda. La política desafió los dictámenes de su partido Fine Gael y votó en contra de la Enmienda.
Bulbulia llegó a presidir la agencia de crisis por embarazos en Irlanda y peleó contra la Iglesia Católica para que permitiera el acceso a información sobre clínicas de aborto en Gran Bretaña.
“Nos llevó tanto tiempo y tuvimos que atravesar tantos escollos. Pero ahora estoy encantada, feliz, emocionada. No puedo creer lo que ha pasado en Irlanda”, afirmó Bulbulia desde su región de Waterford (sur del país), que a pesar de ser mayoritariamente conservadora y religiosa, apoyó el cambio.
Sin embargo, no todos celebraron. Para los activistas anti-aborto el resultado fue una “tragedia de proporciones enormes”.
El director de comunicaciones de la campaña Salvemos la Octava Enmienda, John McGuirk, sostuvo que un bebé en gestación ya no tiene derecho a la vida bajo el Estado irlandés. “Dentro de muy poco, se aprobará una ley que permitirá matar a bebés en nuestro país. Nos opondremos a esa legislación”, señaló.
Fuente Zócalo

Internacional
Alemania contra el Burn Out; buscan semana laboral de 4 días

Agencias.-A primera vista, las cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) parecen claras: los alemanes trabajan menos que la gente de otros países. En Alemania, la cantidad de horas trabajadas al año se elevó en 2021 a un promedio de 1.349 por trabajador. El promedio en los países de la OCDE fue de 1.716 horas. Los griegos trabajaron 1.872 horas anuales, y los mexicanos 2.128.
Ante este telón de fondo, sorprende la discusión que actualmente se desarrolla en Alemania sobre la semana laboral de cuatro días. Más aún, porque en muchos sectores escasea el personal especializado y porque amenaza una recesión.
Pero no es aconsejable sacar conclusiones precipitadas. Los datos de la OCDE no sirven realmente para hacer comparaciones entre los países, en primer lugar, porque no se recabaron usando la misma metodología y no todos corresponden al mismo período. Enzo Weber, experto en mercado laboral, hace notar además que se utilizaron diferentes fuentes, entre las cuales se cuentan también encuestas. Y no en todos los países se entiende necesariamente lo mismo por tiempo de trabajo. Por otra parte, en el caso de Alemania, es mayor el porcentaje de mujeres que trabajan, y casi la mitad lo hace con jornadas parciales, lo que se refleja en el promedio. En consecuencia, las cifras sirven más bien para comparar tendencias.
Trabajo y productividad
Otro factor importante es la productividad. Weber indica que en este aspecto hace tiempo que Alemania no se ha cubierto de gloria. Este año se han registrado incluso claros retrocesos en la productividad. Pero eso no obedece a la pereza de los alemanes, sino a la crisis energética, según el experto. Porque esta afectó a muchas empresas que, debido a la escasez de operarios especializados, no despidieron empleados. En consecuencia, se mantuvo el número de horas de trabajo, aunque se produjo menos. Otra causa es el surgimiento en el país de un gran sector de bajo salario, en el que la productividad no es tan alta.
Los partidarios de la semana de cuatro días laborales piensan que este modelo podría resultar útil para mejorar la productividad. Argumentan que los trabajadores estarían más motivados y, por lo tanto, rendirían más. Por otra parte, se podría inducir así a trabajar a personas que no están dispuestas a hacerlo cinco días a la semana. Y eso reduciría la falta de personal en varios sectores.
Ya se han hecho algunos experimentos en la materia. Desde 2019, la organización 4 Day Week Global (4DWG) organiza programas pilotos, por ejemplo en Gran Bretaña, Sudáfrica, Australia, Irlanda y Estados Unidos. Según la oenegé, han participado en ellos más de 500 empresas. Y los resultados parecen ser positivos.
El aspecto salarial
Sin embargo, no todos los trabajadores están encantados con ese modelo. Una encuesta de la Fundación Hans-Böckler, cercana a los sindicatos alemanes, reveló que más del 73 por ciento de los trabajadores desearía una semana de cuatro días, si se les mantiene el mismo sueldo. Pero solo un 8 por ciento estaría a favor si supusiera un recorte salarial. Y el 17 por ciento rechaza una reducción del tiempo de trabajo.
A partir de este 21 de agosto, las empresas alemanas pueden postular a un proyecto piloto de seis meses de la agencia de asesoría Intraprenör, que trabaja con 4DWG. Enzo Weber no se fía mucho de estos experimentos. Hace notar que solo postulan a ellos empresas afines a la idea, y que una reducción del tiempo de trabajo implica también modificaciones en los procesos y la organización.
Algunos expertos, entre ellos Weber, abogan más bien por modelos flexibles. También Christoph Ahlhaus, gerente de la Federación de la Mediana Empresa, favorece soluciones individuales, acordadas entre los trabajadores y sus empleadores. En cambio, rechaza una intervención estatal que contemple menos trabajo con igual sueldo.
Pese a los argumentos en contra, Knut Giesler, un dirigente del sindicato industrial IG Metall, se propone plantear en la próxima negociación colectiva de la industria acerera del noroeste alemán, la demanda de la semana de cuatro días laborales, sin reducción salarial.
Pero, en una Europa donde la acogida divide y enfrenta a gobiernos, sus palabras irán sobre todo dirigidas a una ultraderecha y a una derecha conservadora, que advierten de una supuesta “invasión” migratoria.
Fuente:DW
Internacional
Visita el papa Francisco Marsella para dar voz a migrantes

Agencias.-El papa Francisco viaja este viernes (22.09.2023) a Marsella (sureste de Francia) para alertar del drama que viven los migrantes en el Mediterráneo, en pleno debate en Europa sobre la acogida de refugiados.
Desde Venezuela a Centroamérica y México, pasando por Estados Unidos, África y Oriente Medio, los migrantes son una prioridad para el pontífice, que suele expresar el dolor por las tragedias que sufren.
“El Mediterráneo es un cementerio. Pero no el más grande: el cementerio más grande es el norte de África”, advirtió el jesuita argentino de 86 años a la prensa en agosto.
La ruta del Mediterráneo está considerada como la más peligrosa del mundo. Más de 28.000 migrantes han desaparecido en sus aguas desde 2014 al querer alcanzar Europa desde África, según la OIM.
A esos migrantes muertos en el mar, el sumo pontífice rendirá homenaje ante un memorial próximo a la basílica de Notre Dame de la Garde, conocida como la “Buena Madre”, en uno de los momentos más esperados de su viaje.
“Naufragio de la civilización”
Tras una plegaria en la basílica, se recogerá hacia las 18H00 (16H00 GMT) ante el memorial con vistas al mar Mediterráneo, que ya contempló en pasadas visitas para pedir la acogida de migrantes.
Desde un campo de refugiados en Lesbos, isla griega emblema de la crisis migratoria, Francisco ya denunció a finales de 2021 el “naufragio de la civilización” que abandona a estas personas que huyen de sus países.
Pero, en una Europa donde la acogida divide y enfrenta a gobiernos, sus palabras irán sobre todo dirigidas a una ultraderecha y a una derecha conservadora, que advierten de una supuesta “invasión” migratoria.
Su visita coincide con la llegada de miles de migrantes días atrás a la isla de Lampedusa, que obligó a la Unión Europea (UE) a adoptar un plan para ayudar a Italia a gestionar esta ruta migratoria procedente del norte de África.
El papa Francisco ya advirtió que su viaje no es una visita oficial a Francia, sino que busca clausurar un encuentro entre obispos y jóvenes del Mediterráneo, con las desigualdades, el diálogo interreligioso o el cambio climático en la agenda.
Fuente:DW
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